He seguido muy de cerca los trabajos tanto actorales como de dirección artística de Miguel Vargas. Empezó dirigiendo comedias musicales y siempre ha tenido interés por el teatro popular y los géneros cinematográficos. La importancia de esta propuesta radica en la manera contemporánea en que se trabajan los géneros.

El Crimen es una comedia de suspenso que trata sobre una mujer, Alicia, que entra a una estación de policía dispuesta a confesar un crimen. Sin embargo lo confiesa todo, menos el crimen, desencadenando la desesperación del detective y llevándolo hasta los límites de la cordura.

La pieza escrita por Camila de Urioste es un texto incisivo y evocativo, denso y fresco a la vez, construido sobre metáforas. Los diálogos son cotidianos, poéticos y a menudo hilarantes. Aquí la visualidad de las palabras nos lleva a palpar dolorosas heridas de una grieta existencial. La arquitectura dramática fluye, permitiendo que los dos personajes cobren vida, una tarea nada fácil cuando se trata de un texto que obliga al actor a expandirse por medio de la palabra por momentos y retraerse en otros.

Vargas se enfrenta a un texto dramático rico en matices y contrapuntos, una comedia que habla de la soledad, hilvanando un humor punzante con una puesta en escena íntima, todo enmarcado dentro del género policíaco. Todo el peso visual de la obra está en el texto que contrasta con una puesta en escena acertadamente minimalista.

El espacio circular está construido por las sillas del público que se ve directamente implicado en la puesta en escena, a veces hasta sintiendo la respiración de los actores. Dentro del círculo, un escritorio y dos sillas sobre ruedas en las que se desplazan los actores, redibujan constantemente el círculo, enfatizando una propuesta verbal repetitiva. Más que una comisaría, estamos en una especie de estrado judicial, donde somos juez y parte sin saber cómo acabará todo.

La dirección de actores es precisa, ágil y nos sorprende constantemente por sus repentinos cambios de tono. De Urioste ha manifestado que está en una especie de cruzada por no aburrir al público, atraerlo de nuevo a los escenarios y que permanezca. La colaboración dramaturgo-director se confabula para atrapar al público y no perder su atención en los 45 minutos que dura la pieza de siete breves actos.  

Los actores Fernando Peredo y Claudia Coronel hacen un trabajo magnífico, actuando con el impulso y la impunidad de los que ignoran las consecuencias de sus propios actos. Sus universos se acercan y se distancian, nos conmueven y nos dejan suspendidos, nos involucran y nos hacen cómplices.

Entrar a El crimen es entrar al mundo del teatro en toda su dimensión, sin la necesidad de artificios, escenografías o efectismo. Aquí el texto, los actores y la puesta en escena son los ingredientes para llevarnos a esa dimensión de realidad abstracta que sólo el teatro puede conseguir, el buen teatro que trabaja por cultivar una audiencia.

Una mirada a la obra ‘El crimen’ de Camila Urioste puesta en escena por Miguel Vargas