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‘Hay que vivir hasta el final’

Hablará de Siria? ¿Hablará de la corrupción? ¿Hablará del buen momento que vive América Latina? ¿Hablará de los 40 años del golpe de Chile?
Una nube de posibles preguntas presidían la intervención de Mario Vargas Llosa y amenazaban con eclipsar al novelista en la presentación de su nueva obra (el miércoles en Madrid), El héroe discreto.

Cincuenta minutos que el autor de obras como Conversación en La Catedral y La guerra del fin del mundo inauguró hablando del proceso de creación para dejar claro que “la imaginación no trabaja en abstracto sino a partir de imágenes reales. La fantasía necesita trabajar con recuerdos y la fantasía es el corazón de toda ficción”. Esto venía a cuento para referirse al origen de la novela cuyas pistas esparció en toda la intervención.

El héroe discreto es la vuelta literaria de Vargas Llosa a Perú, a su vez un doble reencuentro con su vida y su literatura y de los lectores con él y su mundo literario. Primero porque, después de 15 años, Lima y Piura, las dos ciudades peruanas donde se crio, vuelven a protagonizar sus ficciones; y, segundo, porque ha recuperado a varios de sus personajes como el sargento Lituma, de Lituma en los Andes, y a don Rigoberto, de Los cuadernos de don Rigoberto.

La nueva novela, en clave de melodrama salpicado de humor, cuenta la historia de dos hombres, Felícito Yanaqué e Ismael Carrera, que luchan contra sus destinos adversos más allá de las mezquindades y según sus ideales y deseos.

Un viaje a un Perú que ya no es el mismo. Vargas Llosa se muestra complacido por la actual situación de América Latina: “Vive desde al año 2000 un periodo positivo debido a la apertura económica, al libre mercado y su apuesta por la empresa privada. La clase media ha mejorado”. El cáncer, se lamenta, es la corrupción y se apresura a recordar que su novela también habla de sus consecuencias: “Si hay algo que amenaza el desarrollo es la corrupción. Y eso propaga el cinismo, la idea de que todos los políticos son corruptos y eso es malo”.

La vida cotidiana, el dinero, la apuesta en favor de la invención, las relaciones familiares y otros temas ya han sido señalados por los críticos como aspectos esenciales de esta novela. Pero Vargas Llosa destaca uno: la decencia: “La gente decente es la reserva moral para el futuro de un país y cuando un país pierde esa reserva moral entra en bancarrota aunque las cifras económicas digan que progresa. Lo que hace que verdaderamente progrese una sociedad son los héroes anónimos”. Y eso es uno de sus dos protagonistas, Felícito Yanaqué, que no acepta el chantaje de la mafia y lo hace saber en un periódico local. Un hecho inspirado en el caso real de un empresario en Perú.

A sus 77 años habló como un adolescente del paso del tiempo, de que “lo importante es vivir como si uno fuera inmortal. Con ilusión. Hay que vivir hasta el final”.