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Todo lo sólido se desvanece

El 11 de septiembre, un ocurrente ministro del Estado Plurinacional declaró que esa fecha sería recordada por una serie de sucesos: la muerte de Salvador Allende en Chile en 1973, el ataque a las torres gemelas de Nueva York en 2011, los luctuosos sucesos de Porvenir en Pando en 2008, y el paro cívico que por un día aplacó el fervor moderno de la ciudad de La Paz. El ocurrente ministro todavía debe seguir midiendo el alcance de sus proféticas palabras. Más modesto, menos visionario que el funcionario estatal, yo recordaré el 11 de septiembre de 2013 como el día que la ciudad con su silencio rindió homenaje —aunque sin saberlo, por supuesto— a Marshall Berman, que moría ese mismo día en Nueva York. Así son las ciudades modernas, llenas de sorpresas.

Marshall Berman —un intelectual neoyorquino de origen judío nacido en 1940— hizo muchas cosas en su vida. Entre ellas, escribió un libro brillante, ameno, erudito y sumamente útil para entender el mundo en el que vivimos. Esas cualidades, que el lector común aprecia con agradecimiento, rara vez coinciden en un mismo volumen. Berman bautizó ese libro, publicado en 1982, con un título sugerente: Todo lo sólido se desvanece en el aire.   

“Hay una forma de experiencia vital —la experiencia del tiempo y el espacio, de uno mismo y de los demás, de las posibilidades y los peligros de la vida— que comparte ahora los hombres y mujeres de todo el mundo de hoy. Llamaré a ese conjunto de experiencias la ‘modernidad’”, escribió en la primera página de su libro el ahora difunto Berman.

“Ser modernos —continuó— es encontrarnos en un entorno que nos promete aventuras, poder, alegría, crecimiento, transformación de nosotros y del mundo y que, al mismo tiempo, amenaza con destruir todo lo que tenemos, todo lo que sabemos, todo lo que somos. Los entornos y las experiencias modernas atraviesan todas las fronteras de la geografía y la etnia, de la clase y la nacionalidad, de la religión y de la ideología: se puede decir que en ese sentido la modernidad une a toda la humanidad. Pero es una unidad paradójica, la unidad de la desunión: nos arroja a todos a una vorágine de perpetua desintegración, de ambigüedad y angustia. Ser modernos es formar parte de un universo en el que, como dijo Marx, todo lo sólido se desvanece en el aire”.

 Esa es la invitación de Berman para aventurarnos de su mano en el fascinante viaje hasta la formación de la experiencia moderna, a finales del siglo XVIII, y acompañar su travesía a través de los siglos XIX y XX con los sentidos atentos y críticos.  

Cuando el libro salió en inglés en 1982 (la edición en español tuvo que esperar hasta 1988, traducida por  Andrea Morales Vidal y publicada por Siglo XXI) alguien escribió en la revista The Tablet que Todo lo sólido se desvanece en el aire “fue una revelación, una evocación y, a veces, un poema en prosa con pies de página”. Es una buena descripción y también un homenaje.