Un método peligroso
No obstante las apariencias, en la filmografía del director canadiense David Cronenberg (Crash, 1996), espasmódicamente llegada a nuestras pantallas, se encuentran dispersas pero insistentes pistas que conducen con toda naturalidad a Un método peligroso, una visita con escalpelo afilado a la intimidad y a los tortuosos nexos entre dos de las mayores eminencias del psicoanálisis: Sigmund Freud y Carl Jung.
Lo anoto de entrada puesto que sin haber tenido ocasión de apreciar todos los títulos de Cronenberg, los estrenados dieron inequívoca cuenta del gusto de Cronenberg por las historias bizarras que cruzan el policial negro con el terror, más uno que otro aderezo pedido en préstamo al suspenso.
Debajo de la superficie violenta de esas tramas armadas alrededor de comportamientos perversos late la curiosidad por los recovecos insondables de la condición humana. Justamente los demonios interiores convocados en los escritos de Freud y Jung.
Entre ambos, enredando sus relaciones personales y poniendo en entredicho sus certidumbres científicas, se ubica Sabina Spielrein, una judía rusa víctima de todo tipo de abusos de su padre. Aquejada de histeria sexual, Sabina acude al consultorio de Jung en Zurich buscando ayuda en el entonces novedoso método terapéutico de la “cura hablada”. La inicial relación profesional muta pronto en un tormentoso affaire fruto del cual Jung se encuentra metido en una suerte de campo minado, dudando de la legitimidad y eficacia de su proceder.
Mientras tanto, justamente para preservar la legitimidad de su práctica, Freud aconsejaba ir al grano, eludir circunloquios o medias palabras y sobre todo rehuir implicarse de manera personal con los (las) pacientes.
Ambientada en 1904, la película se sitúa en medio de las turbulencias de un tiempo incierto, cuando parecían abrirse los diques para poner en cuestión todos los conceptos heredados. Pero, enfrente, todavía se alzaba maciza la montaña de prejuicios del puritanismo moral con los cuales la sociedad maquillaba su profunda hipocresía.
Pero no es al clima de época al que Cronenberg dedica su atención preferente, sino a explorar los laberintos de la sexualidad, el poder, los celos, la culpa, el doblez de los comportamientos y las graves cuestiones que planean sobre la ética profesional en una especialidad cuyo desafío es lidiar a cada instante con las interrogaciones que atormentan desde siempre a los humanos.
A poco de comenzar el relato, Cronenberg nos muestra al ascendente Jung junto a su esposa embarazada desayunando y haciendo planes para el hijo por venir. El profesor suizo no lo sabe aún, pero el montaje y la puesta anticipan que en su clínica se está gestando otra criatura propia: Sabina.
Es una preocupación recurrente en la filmografía del director: la amenaza de la creación zafada del control de su creador. Asunto este último que, por lo demás ha sido de tratamiento frecuente en la literatura y en el cine de terror, como lógica derivación de los preceptos judeo cristianos relativos a la inaccesibilidad para el común de los mortales a cotos exclusivamente reservados para la intervención divina, verbigracia: la creación, la vida, la muerte.
Por eso no extraña que focalice su mirada en el peligroso método de inmersión en el subconsciente ensayado por Jung con Sabina, resultado del cual se van invirtiendo poco a poco los roles. El atildado sicoanalista termina cautivado por la mutación de Sabina que pasa de una neurótica compulsiva a una bella y solvente competidora profesional.
Es uno de los ejes dramáticos alrededor del cual se estructura el relato. El otro es el tirante vínculo entre Freud y Jung debido a desavenencias de carácter teórico- conceptual y suspicacias mutuas marcadas por diferencias de clase y hasta consecuencia de un larvado racismo mutuo. El contencioso también es activado por la sorda lucha interior de Jung para sobreponerse al peso de la figura paterna de su mentor, ensayando a cierta altura de las cosas el inevitable parricidio
En el origen del proyecto están obra teatral de Christopher Hampton y la polémica biografía novelada de John Kerr, filones que se notan pero no en desmedro de la consistencia narrativa del trabajo de Cronenberg. Se me antoja que, alcanzando un grado de madurez que lo habilita para enfrentar desafíos fuera de lo común, el realizador convierte lo que en otras manos pudo ser un lastre —el acento en los diálogos y en el intercambio epistolar entre los personajes— en un excelente punto de partida para adentrarse en la asordinada pugna de egos ahondada por los esfuerzos de racionalización desplegados por dos mentes privilegiadas.
El primer encuentro personal entre Freud y Jung, considerado en principio por aquel su legítimo “príncipe heredero”, embarcó a los dos en 13 horas ininterrumpidas de conversación. Allí el maestro suizo sugirió, entre muchas otras cosas, que sus teorías deberían utilizar términos menos agresivos en medio de un entorno en definitiva muy conservador todavía. Hablar de la “líbido”, apuntó, puede convertirse en una barrera para mucha gente desacostumbrada a tanta franqueza. Freud, en cambio, juzgó erróneo echar mano de eufemismos siendo que lo suyo era justamente tratar de mostrar toda la basura escondida debajo de la alfombra. Aquel inicial desacuerdo de formas acabó en una divergencia radical. En el fondo, la fascinación de Jung con el misticismo ario resultaba incompatible con el materialismo freudiano. Y tal fue el punto final de quiebre.
Cronenberg se apoya esencialmente en la cuidadosa selección de las réplicas de sus personajes y en su composición encuentra el mejor asidero para sacar a flote el relato. Vigo Mortenssen y Michael Fassbender entablan un auténtico duelo de matices. Keira Knightley, como Sabina, no está siempre a la altura del dúo. En cambio, Sarah Gordon en el rol de Emma, la esposa de Carl, aporta lo suyo a la consistencia del resultado. También Vincent Cassel en el rol del psiquiatra Otto Gross, auténtico maestro de la manipulación que acaba convenciendo a su propio analista (Jung) de liarse con Sabina.
Una pregunta queda en todo caso flotando. ¿El método peligroso es el de la cura hablada? ¿Acostarse con el (la) paciente? ¿Ambos? No pareciera en cualquier caso una imprecisión casual. Le tocará al espectador tomar partido.
Ficha técnica
Título original:
A Dangerous Method. Dirección: David Cronenberg. Guión: Christopher Hampton sobre su obra The Talking Cure. Novela: John Kerr. Fotografía: Peter Suschitzky. Montaje: Ronald Sanders. Diseño: James McAteer. Maquillaje: Manuela Antritter. Música: Howard Shore. Producción: Tiana Alexandra, Martin Katz, Stephan Mallmann. Intérpretes: Keira Knightley, Viggo Mortensen, Michael Fassbender, Vincent Cassel, Sarah Gadon, André Hennicke, Arndt Schwering-Sohnrey, Mignon Remé, Mareike Carrière.
Reino Unido-Alemania-Canadá-Suiza/2011.