Sólo una caída podrá llevarmeal sitio donde sé que no te encuentras

porque no es en el agua, no,

ni en la ceniza donde bostezan las esencias

ni en la piedra, ni en la vértebra,

ni en la astilla cayendo de los ojos.

Yo te encuentro entre retamas al caer las cinco de la tarde

con marraqueta y ganas de hacer cosas imprecisas

en la puerta abierta, en un jardín sin flores ni orden

en la palabra “maravilla”,

en la paradoja del “maltratarse bien”.

Tú mi primera muerta.

Mi siempre viva, mi madre en los mandalas

tú mi nunca compañera de viaje pero siempre camino

y pregunta

y pausa.

Yo te encuentro en mi hoy luminoso

ese que supimos conjurar desde ningún espejo.

Qué haré con tus niñas para seguirte amando de otro modo

con los ojos de tus nietas mirando con tu mirada

qué haré para que leas estas palabras y corrijas el acento o el tropiezo

y todavía me digas la vida con tus versos.