La historia de la música boliviana tiene un pasado complejo y muy antiguo pues incluye las vertientes autóctonas y las llegadas de fuera. Algunas se mezclaron dando lugar a numerosos géneros y ritmos que empezaron a darse a conocer desde fines del periodo colonial como la zamacueca, gran danza americana de cuyas raíces surgen la cueca boliviana, chilena, argentina y la marinera peruana. El huayño es la danza y música de mayor fortaleza que emerge de los Andes y con una gran capacidad de fusión se une a diferentes ritmos del siglo XXI como la cumbia o el rock. Desde principios del siglo XX, compositores de gran formación y talento como Simeón Roncal, Miguel Ángel Valda, José Velasco, José María Velasco Maidana, Jorge Chapi Luna, Humberto Iporre Salinas y Alberto Ruiz Lavadenz dieron a conocer su obra, especialmente cuecas, huayños, yaravíes y bailecitos.

La Guerra del Chaco fue un aciago hecho para el país, pero en este periodo se inauguró el mayor fenómeno comunicacional en Bolivia, la radio, que junto con el sentimiento nacional que emergió de esa confrontación dio lugar a una gran difusión de la música folklórica y a la aparición de numerosos conjuntos y cantantes. Las primeras radios, Nacional e Illimani en la ciudad de La Paz, cumplieron este papel fundamental.

Después de la guerra, otro medio de fomento de esta música fueron los festivales y concursos folklóricos organizados por los distintos gobiernos anteriores a 1952 con el objetivo de estimular el “acervo de la música vernacular, manifestación del alma popular”. Estos festivales y concursos eran organizados tanto por la sociedad civil,  como Amigos de la Ciudad, o por instancias del gobierno local o nacional, la Radio Illimani y los municipios, principalmente desde 1936 hasta 1951. En los meses anteriores a la Revolución de Abril y en medio de las tensiones políticas continuaron los festivales. El Diario es el periódico que mejor retrata estos eventos.  

Las piezas que se interpretaban eran danzas autóctonas y huayños, mecapaqueñas, bailecitos de la tierra, yaravíes, valses de motivo criollo, kaluyos, pasacalles, cuecas y carnavales. En esos festivales actuaron el Conjunto Kollasuyo, los Inti-Karkas, el Centro Artístico Illimani, el conjunto Huiñay Huainuchos, el Centro Juvenil de Estudiantes Tiahuanacu, el Centro Artístico Huiñay Inti, el Centro Artístico Los Andes, la Típica Nacional Indiana, el Conjunto Musical Yupanqui y el Conjunto Folklórico Charcas. Entre los conjuntos indígenas que participaban en los festivales y concursos se encontraban los Sikuris de Italaque, los Arachis de Inquisivi, los Kantus Sicuris de Charazani, los Kusillos de Achocalla, Mohoceño de Inquisivi, Kenakenas de Caquiaviri y muchos otros.

Debido al extraordinario papel difusor que tuvieron las radios se les puede atribuir un valor multiplicador en la conformación y consolidación de audiencias que recibían el mensaje de la diversidad de géneros regionales dentro del país con un signo de unificación. Durante los años de la Guerra del Chaco, además de los reconocidos Simeón Roncal y Jorge Chapi Luna, actuó en Radio Illimani el grupo internacional Lira Incaica con su director Alberto Ruiz Lavadenz quien, alrededor de 1936, invitó a las hermanas Tejada a participar en las presentaciones de esta radio emisora.

La industria fonográfica terminó por configurar el espacio de la canción, al principio con los sellos Víctor y Odeón de la Argentina y Chile, respectivamente, donde debían viajar los artistas para grabar sus canciones. A partir de 1948, el sello de los hermanos Méndez fue el primero en cumplir este papel, con anterioridad a las mayores casas discográficas bolivianas como Discolandia.

“Las Hermanas Tejada y las Kantutas fueron las primeras estrellas mediáticas de Bolivia por su simpatía, juventud y atractivo personal que rompía corazones”, dice el investigador Fernando Ríos. Las Hermanas Tejada formaban parte de una familia artística bajo la dirección de su padre, Zenobio Tejada, compositor y responsable del repertorio del grupo especializado en canciones de origen aymara. Irma Vásquez y Alicia Sáenz Gutiérrez conformaban Las Kantutas que empezaron en 1938 en Radio Illimani. Se especializaron en la interpretación del taquirari y el carnaval del oriente de Bolivia, Santa Cruz y Beni, generalmente con el acompañamiento de Jorge Chapi Luna. Con este gran compositor y Gilberto Rojas, más el Conjunto Oriental, Voces del Oriente y Los Indios Latinos, llegaron los taquiraris y los  carnavalitos a las ciudades de Occidente.

Las Kantutas y las Hermanas Tejada tuvieron la oportunidad de grabar para RCA Víctor en Buenos Aires junto con Los Sumac Waynas. A su retorno a La Paz, en 1943, se convirtieron en las principales estrellas musicales en Bolivia junto a Gerardo López, conocido por entonces como el mejor intérprete del charango.

A partir de 1951, actuaron como dúo las Hermanas Camacho, quienes en 1952 ganaron el Gran Premio de Vanguardia del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) con el nombre de Las Imillas. Actuaron con las mayores figuras de la música boliviana del periodo como Raúl Shaw Moreno, las Hermanas Tejada, las Hermanas Espinoza, las Hermanitas Arteaga, Gilberto Rojas, las orquestas de Fermín Barrionuevo y los Reyes del Mambo y la Orquesta Típica Illimani y otros. Más tarde también llevaron su música a Chile y, junto a una extensa representación boliviana, estuvieron en Salta, Argentina, en el primer Festival Latinoamericano de Folklore (1965), donde obtuvieron el primer premio en canto.
Otras intérpretes femeninas de los años 40 son Pepa Cardona y Yola Rivero, grabaron en el sello Odeón en Buenos Aires en 1942, entre otras canciones, Palomita del arrozal de Jorge Chapi Luna y el fox incaico Potosino soy de Humberto Iporre Salinas. Hacia 1945, se había incrementado el número de radios en todo el país.

Durante el periodo de gobierno del MNR el fomento de la música folklórica llegó a un mayor nivel tanto en la radio como en los festivales folklóricos. Esta música alcanzó lo que se conoce como el “periodo de oro” entre los años de 1940 y 1960. La otra estrella fulgurante fue Gladys Moreno que interpretó música de diversas regiones del país por lo que fue conocida como la Embajadora de la Canción Boliviana.

En 1998, la Orquesta Música de Maestros, que entre sus finalidades tiene la difusión de la obra de los grandes compositores del pasado, grabó un disco de homenaje a algunas de las cantantes de antaño con el título Recantar, para dar a conocer a las nuevas generaciones el importante papel de estas pioneras. Participaron en el concierto y la grabación del disco María Luisa Tejada e Irma Vásquez de Las Kantutas, María Luisa Camacho del conjunto Las Imillas, Irma y Elsa Arteaga, las Hermanas Arteaga, Chela Rea Nogales y Lola Molina. El disco Recantar tiene una rica selección de huayños y cuecas, el sikuri tradicional de Italaque Saririway, bailecitos y el taquirari Pensando en ti de Raúl Otero Reich y Nicolás Menacho a cargo de las Hermanas Arteaga, así como el motivo Cantar indio del compositor paceño Jorge Luna, interpretado por Chela Rea Nogales.

En la Asociación de Artistas Unidos de Bolivia, creada en enero de 2013, militan “los cantantes de antaño” activos entre los años de 1930 y 1970. La Asociación tiene por objetivo la defensa solidaria de los intereses profesionales, sociales y económicos de los artistas, así como la promoción y el apoyo al surgimiento de nuevos talentos.

El directorio de la Asociación está presidido por Techy Suárez (Trío Panamericano) y Jaime Montaño y reúne a personalidades de la canción boliviana como Elvira y Mery Loria, María Isabel Paz, María Luisa Tirado (La Minerita), María Luisa Salinas (del dúo Loria Salinas), Nora Camacho (de Las Imillas), Waldo Pinto (comunicador), Luis Gutiérrez, Juvenal Paredes (Kaiser), Tito Peñarrieta, Julio Velásquez (del Trío Latinos), Carlos Vásquez (Maurito), Rudy Galindo (del Trío Souvenir), Percy Bellido (de Los Chaskas) y Domingo Zapata, entre otros intérpretes. A ellos se han sumado presentadores y locutores, testigos y acompañantes de las presentaciones y el trabajo esforzado de los cantantes.

Es valioso saber que los artistas de las décadas pasadas siguen activos, pese a que no reciben un reconocimiento merecido del Estado después de haber entregado casi toda su vida al arte, la mayor parte de ellos con escasísimas retribuciones económicas. Sin embargo, el público no los ha olvidado, ya se han presentado con gran éxito en 2013, en dos ocasiones en el Teatro Municipal y el Teatro 6 de Agosto de La Paz con “volteo de taquilla”.

En el siglo XXI, cuando la revolución tecnológica, la televisión por cable, las redes sociales, y la globalización han transformado profundamente el mundo de la canción, y las condiciones políticas y sociales han cambiado en Bolivia, sigue siendo difícil dedicarse a la música. Pero estas nuevas posibilidades han permitido el surgimiento de artistas cuya trayectoria internacional, como la de Los Kjarkas, es un hecho que resultaba inimaginable hace décadas. En diferentes espacios geográficos y culturales del país, como Cochabamba, han surgido numerosos grupos de cantantes cholitas que interpretan coplas, cumbias y huayños. Por otra parte, la cantante y compositora Luzmila Carpio, de origen quechua, después de una larga carrera internacional, 25 discos editados y alrededor de 120 composiciones, ha presentado en La Paz el espectáculo denominado Oratorio Andino Amazónico, un proyecto de música elaborada de raíz indígena basado en una filosofía de preservación de la Madre Tierra e interpretado por músicos extranjeros e instrumentos musicales no autóctonos.  

Bienvenidas las innovaciones y el triunfo de los artistas nacionales, pero siempre quedarán en el recuerdo las voces y los instrumentos de aquellos primeros grupos que aún despiertan las emociones de un público agradecido. Este público, precisamente, es el que los verá actuar el sábado y domingo 26 y 27 de octubre en la Casa de la Cultura Franz Tamayo de la ciudad de La Paz.