Friday 19 Apr 2024 | Actualizado a 10:02 AM

Smooth jazz en La Paz: Spyro Gyra

La agrupación estadounidense tocará el 20 de noviembre en la sede de gobierno.

/ 17 de noviembre de 2013 / 04:00

Toda disciplina artística que se precie de serlo tiene sus propios puristas y es muy fácil reconocerlos. Conozco a puristas del blues, puristas del cine, hay puristas del heavy metal, del arte abstracto, del cómic, de la literatura y por supuesto también hay una legión importante de individuos que se hacen a los puristas de cualquier cosa y en el fondo son solamente una especie de caricaturas que tratan de emular aquello que nunca pudieron entender realmente, pero que es indispensable para su sobrevivencia y la construcción de su individualidad.

El jazz también tiene sus puristas, mientras más específica es su denominación aparentan un mayor grado de sofisticación, claro, todo sostenido en algo falso, en una mentira. Alguna vez escuché por ahí a algún sujeto perteneciente a esa tribu manifestar con absoluta pompa: “me gusta el jazz, pero soy muy selectivo al respecto, escucho solamente neo hard bop”. Mentiroso.

El jazz es un género musical difícil de definir, una de las razones es que en la mayor parte de los casos su estudio teórico se ha abordado desde los principios y las bases de la música clásica por musicólogos principalmente europeos, pero el jazz se resiste a ser abordado desde fuera de su propio universo. El jazz, como muchas otras artes se explica a sí mismo, y sólo la experiencia de su audición permite comprenderlo. “El jazz habla por la vida” como dijo Martin Luther King. “El rock es una piscina, el jazz es todo un océano” como dijo Carlos Santana. “El jazz es una música que permite todas las imaginaciones” como dijo Julio Cortázar. “El jazz es el sonido de la sorpresa” como dijo algún crítico. Cuando le preguntaron a Louis Armstrong ¿qué es el jazz?, dijo: “Si necesitas preguntarlo, es que nunca lo entenderás”.

Para mí, el jazz es una actitud hacia la música, esta actitud, sin embargo, está contenida en algunos elementos que nos permiten establecer con algo más de precisión de qué estamos hablando, por eso me animo a plantear tres características que nos pueden ayudar a apreciarlo y disfrutarlo mejor. En primer lugar, una relación especial con el tiempo, que se define como swing. En segundo lugar, una espontaneidad y vitalidad de la producción musical donde la improvisación desempeña un papel fundamental. Y finalmente, una sonoridad de los instrumentos y una manera de frasear que refleja la individualidad de los músicos ejecutantes.

TENSIÓN. Estas tres características básicas, cuyos rasgos esenciales y más profundos han sido, y continuarán siendo, transmitidos oralmente de generación en generación, son las constructoras de un nuevo clima de tensión. En éste, ya no se enfatizan los grandes arcos de tensión, como en la música “clásica” europea, sino más bien en una riqueza de pequeños elementos de tensión, generadores de intensidad, que se montan y se vuelven a desmontar.

Pongan a prueba estas tres características en su próxima audición musical vinculada al jazz y confirmarán que son un excelente termómetro jazzero… no olviden lo de la actitud.

Toda esta introducción la hago en vista del concierto que el próximo miércoles 20 de noviembre, se realizará en el Círculo de Oficiales del Ejército, a cargo del grupo de jazz norteamericano bautizado con el nombre de un alga marina de color verde intenso. Spyro Gyra está considerada como una de las agrupaciones emblemáticas y de obligatoria referencia de aquel estilo del jazz conocido con el nombre de smooth jazz. Este estilo es el que muchos puristas (ya saben a quiénes me refiero) detestan por considerarlo muy “fácil de escuchar” y muy amigable y simple para ser considerado como jazz. A los miembros de Spyro Gyra no les gusta mucho que los ubiquen en este saco del smooth jazz. Consideran que resulta más efectivo y real denominarlos como un grupo de jazz fusión, debido a la utilización y mezcla de ritmos de diferentes orígenes.

Los inicios de este excelente grupo se remontan a mediados de los años setenta en la escena musical de Buffalo, una localidad cercana a New York, que en ese momento manifestaba una rebosante creatividad en su ambiente artístico.

Grupos de todos los estilos musicales imaginables y posibles se daban cita todas las noches en los locales nocturnos de la ciudad. Es cuando dos viejos amigos, el saxofonista de Brooklin, Jay Beckenstein y el tecladista neoyorkino Jeremy Wall, se pusieron de acuerdo y decidieron montar una banda. Como no tenían un repertorio con composiciones propias, se dedicaron a tocar versiones de temas clásicos del rhythm & blues hasta que un buen día, mientras improvisaban sobre bases rítmicas de grupos como Weather Report, Earth, Wind & Fire o Marvin Gaye, empezaron a crear un especial sonido que sería el inicio de una revolución musical.

Su secreto estaba en la mezcla, sin concesiones, de todos los estilos musicales posibles, amalgamando una gran riqueza rítmica y un excelente sentido de la melodía y la armonía, diferenciándose de la mayoría de grupos de fusión, que se caracterizaban por experimentar y mezclar ritmos olvidando en muchos casos la melodía en beneficio de los solos de gran calidad técnica, pero frecuentemente carentes de alma.

Ese nuevo y especial sonido reportó a la banda una gran notoriedad a nivel local. Una noche antes de su primer concierto en un pub llamado Jack Daniels, el dueño del local preguntó a Beckenstein cuál era el nombre de la banda y éste, recordando las clases de biología que había recibido en la escuela y bromeando, le dijo “llámalo Spirogyra”. Pero el dueño del local no lo transcribió correctamente y Spyro Gyra fue el nombre que utilizaría la banda hasta la actualidad.

GRANDES. Han transcurrido cuarenta años desde sus inicios en el Jack Daniels, por la banda han pasado grandes músicos como Steve Gadd, Eddie Gomez, Marcus Miller, Michael Brecker, Dave Samuels, Joel Rosenblatt y muchos más, siempre bajo el liderazgo de Jay Beckenstein y Tom Schuman, la banda se ha mantenido firme en una propuesta musical sin complejos para oídos sin prejuicios. Treinta discos, alrededor de cinco mil conciertos, cuatro premios Grammy y quince millones de discos vendidos son el resultado de una música que tiene la virtud de gustar tanto a los conocedores profundos del jazz como a los que recién se inician en ese maravilloso mundo sonoro.

Este próximo miércoles 20 noviembre de 2013 será siempre recordado por todos los amantes de la música que presenciarán en la ciudad de La Paz a uno de los grupos más exitosos de la historia del jazz.

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A través del alma: Carlos Fischer

Esta noche, en el Teatro Municipal, la guitarra de Carlos Fischer y el piano de José Sánchez

/ 13 de abril de 2014 / 04:00

Los dúos en la música generan un diálogo en el que es indispensable el respeto constante entre los ejecutantes. En un dúo no hay excusas, no hay mentiras. La interacción que se presenta requiere de una sensibilidad y una solvencia musical que es vital para el éxito de la travesía.
     Cuando este viaje musical se lleva a cabo entre dos instrumentos que provienen de una misma familia, el riesgo de naufragio suele ser más probable. El caso del noviazgo entre el piano y la guitarra es un ejemplo de ello al tener estos dos instrumentos ancestros comunes. Las armonías que emergen de su tejido musical suelen “cruzarse” generando una masa de cuerdas demasiado saturada y enredada. Pero cuando el diálogo es sincero, comprometido, profundo, y el sentimiento está por encima de la técnica, la magia que se hace presente puede brindarnos un deleite musical único.
    Recuerdo cuando escuché por primera vez el dúo que grabaron Bill Evans y Jim Hall en 1962 mostrando de manera magistral cómo conjugar dos diferentes maneras de encarar el jazz en una obra única, original e influyente. La calma de Evans, su enorme piano que danza y fluye como ninguno y la poesía de cada una de sus notas, se suman a la creatividad infinita de Hall, a la forma particular que tiene de recorrer su guitarra con agilidad, agudeza y vuelo. Intercambiando ideas hermosas, conversando con parsimonia e inteligencia, los dos instrumentos construyen una amalgama de perfección, disfrutable no sólo para los amantes del jazz, sino para cualquiera con interés en escuchar una de las más grandiosas grabaciones de la segunda mitad del siglo XX.
Hace poco, un viaje inesperado a la ciudad de los anillos me permitió encontrarme con el guitarrista y compositor boliviano Carlos Fischer que generosamente me obsequió su flamante producción musical bautizada A través del alma, un disco a dúo entre piano y guitarra. Le manifesté mi preocupación por el ya explicado conflicto que puede convertir estos dos instrumentos en una yedra musical. Carlos asintió la cabeza humildemente y con una mirada sincera y cálida me dijo: “escúchalo por favor”. Antes de disparar el “play” pasaron por mi cabeza aventuras maravillosas de las travesuras de estos dos instrumentos: Brad Mehldau y Pat Metheny, Michel Camilo y Tomatito, y algunos otros.
Comenzó a sonar el primer tema y respiré tranquilo al sentir cómo los caminos armónicos de ambos tenían una senda bien definida que permitía una verdadera conversación. Se siguieron sucediendo los temas uno tras otro, aromas flamencos, insinuaciones orientales, aires de bossa, texturas jazzeras, intensidades rockeras y melancolía blusera permitían que las melodías compuestas por Carlos fluyeran libremente, sin cadenas, sin ataduras, sin pretensiones más allá de expresar la sensibilidad de un joven músico que tiene mucho por decir a través de su guitarra en un diálogo maravilloso con las 88 teclas de un piano acústico.

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A través del alma: Carlos Fischer

Esta noche, en el Teatro Municipal, la guitarra de Carlos Fischer y el piano de José Sánchez

/ 13 de abril de 2014 / 04:00

Los dúos en la música generan un diálogo en el que es indispensable el respeto constante entre los ejecutantes. En un dúo no hay excusas, no hay mentiras. La interacción que se presenta requiere de una sensibilidad y una solvencia musical que es vital para el éxito de la travesía.
     Cuando este viaje musical se lleva a cabo entre dos instrumentos que provienen de una misma familia, el riesgo de naufragio suele ser más probable. El caso del noviazgo entre el piano y la guitarra es un ejemplo de ello al tener estos dos instrumentos ancestros comunes. Las armonías que emergen de su tejido musical suelen “cruzarse” generando una masa de cuerdas demasiado saturada y enredada. Pero cuando el diálogo es sincero, comprometido, profundo, y el sentimiento está por encima de la técnica, la magia que se hace presente puede brindarnos un deleite musical único.
    Recuerdo cuando escuché por primera vez el dúo que grabaron Bill Evans y Jim Hall en 1962 mostrando de manera magistral cómo conjugar dos diferentes maneras de encarar el jazz en una obra única, original e influyente. La calma de Evans, su enorme piano que danza y fluye como ninguno y la poesía de cada una de sus notas, se suman a la creatividad infinita de Hall, a la forma particular que tiene de recorrer su guitarra con agilidad, agudeza y vuelo. Intercambiando ideas hermosas, conversando con parsimonia e inteligencia, los dos instrumentos construyen una amalgama de perfección, disfrutable no sólo para los amantes del jazz, sino para cualquiera con interés en escuchar una de las más grandiosas grabaciones de la segunda mitad del siglo XX.
Hace poco, un viaje inesperado a la ciudad de los anillos me permitió encontrarme con el guitarrista y compositor boliviano Carlos Fischer que generosamente me obsequió su flamante producción musical bautizada A través del alma, un disco a dúo entre piano y guitarra. Le manifesté mi preocupación por el ya explicado conflicto que puede convertir estos dos instrumentos en una yedra musical. Carlos asintió la cabeza humildemente y con una mirada sincera y cálida me dijo: “escúchalo por favor”. Antes de disparar el “play” pasaron por mi cabeza aventuras maravillosas de las travesuras de estos dos instrumentos: Brad Mehldau y Pat Metheny, Michel Camilo y Tomatito, y algunos otros.
Comenzó a sonar el primer tema y respiré tranquilo al sentir cómo los caminos armónicos de ambos tenían una senda bien definida que permitía una verdadera conversación. Se siguieron sucediendo los temas uno tras otro, aromas flamencos, insinuaciones orientales, aires de bossa, texturas jazzeras, intensidades rockeras y melancolía blusera permitían que las melodías compuestas por Carlos fluyeran libremente, sin cadenas, sin ataduras, sin pretensiones más allá de expresar la sensibilidad de un joven músico que tiene mucho por decir a través de su guitarra en un diálogo maravilloso con las 88 teclas de un piano acústico.

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Smooth jazz en La Paz: Spyro Gyra

La agrupación estadounidense tocará el 20 de noviembre en la sede de gobierno.

/ 17 de noviembre de 2013 / 04:00

Toda disciplina artística que se precie de serlo tiene sus propios puristas y es muy fácil reconocerlos. Conozco a puristas del blues, puristas del cine, hay puristas del heavy metal, del arte abstracto, del cómic, de la literatura y por supuesto también hay una legión importante de individuos que se hacen a los puristas de cualquier cosa y en el fondo son solamente una especie de caricaturas que tratan de emular aquello que nunca pudieron entender realmente, pero que es indispensable para su sobrevivencia y la construcción de su individualidad.

El jazz también tiene sus puristas, mientras más específica es su denominación aparentan un mayor grado de sofisticación, claro, todo sostenido en algo falso, en una mentira. Alguna vez escuché por ahí a algún sujeto perteneciente a esa tribu manifestar con absoluta pompa: “me gusta el jazz, pero soy muy selectivo al respecto, escucho solamente neo hard bop”. Mentiroso.

El jazz es un género musical difícil de definir, una de las razones es que en la mayor parte de los casos su estudio teórico se ha abordado desde los principios y las bases de la música clásica por musicólogos principalmente europeos, pero el jazz se resiste a ser abordado desde fuera de su propio universo. El jazz, como muchas otras artes se explica a sí mismo, y sólo la experiencia de su audición permite comprenderlo. “El jazz habla por la vida” como dijo Martin Luther King. “El rock es una piscina, el jazz es todo un océano” como dijo Carlos Santana. “El jazz es una música que permite todas las imaginaciones” como dijo Julio Cortázar. “El jazz es el sonido de la sorpresa” como dijo algún crítico. Cuando le preguntaron a Louis Armstrong ¿qué es el jazz?, dijo: “Si necesitas preguntarlo, es que nunca lo entenderás”.

Para mí, el jazz es una actitud hacia la música, esta actitud, sin embargo, está contenida en algunos elementos que nos permiten establecer con algo más de precisión de qué estamos hablando, por eso me animo a plantear tres características que nos pueden ayudar a apreciarlo y disfrutarlo mejor. En primer lugar, una relación especial con el tiempo, que se define como swing. En segundo lugar, una espontaneidad y vitalidad de la producción musical donde la improvisación desempeña un papel fundamental. Y finalmente, una sonoridad de los instrumentos y una manera de frasear que refleja la individualidad de los músicos ejecutantes.

TENSIÓN. Estas tres características básicas, cuyos rasgos esenciales y más profundos han sido, y continuarán siendo, transmitidos oralmente de generación en generación, son las constructoras de un nuevo clima de tensión. En éste, ya no se enfatizan los grandes arcos de tensión, como en la música “clásica” europea, sino más bien en una riqueza de pequeños elementos de tensión, generadores de intensidad, que se montan y se vuelven a desmontar.

Pongan a prueba estas tres características en su próxima audición musical vinculada al jazz y confirmarán que son un excelente termómetro jazzero… no olviden lo de la actitud.

Toda esta introducción la hago en vista del concierto que el próximo miércoles 20 de noviembre, se realizará en el Círculo de Oficiales del Ejército, a cargo del grupo de jazz norteamericano bautizado con el nombre de un alga marina de color verde intenso. Spyro Gyra está considerada como una de las agrupaciones emblemáticas y de obligatoria referencia de aquel estilo del jazz conocido con el nombre de smooth jazz. Este estilo es el que muchos puristas (ya saben a quiénes me refiero) detestan por considerarlo muy “fácil de escuchar” y muy amigable y simple para ser considerado como jazz. A los miembros de Spyro Gyra no les gusta mucho que los ubiquen en este saco del smooth jazz. Consideran que resulta más efectivo y real denominarlos como un grupo de jazz fusión, debido a la utilización y mezcla de ritmos de diferentes orígenes.

Los inicios de este excelente grupo se remontan a mediados de los años setenta en la escena musical de Buffalo, una localidad cercana a New York, que en ese momento manifestaba una rebosante creatividad en su ambiente artístico.

Grupos de todos los estilos musicales imaginables y posibles se daban cita todas las noches en los locales nocturnos de la ciudad. Es cuando dos viejos amigos, el saxofonista de Brooklin, Jay Beckenstein y el tecladista neoyorkino Jeremy Wall, se pusieron de acuerdo y decidieron montar una banda. Como no tenían un repertorio con composiciones propias, se dedicaron a tocar versiones de temas clásicos del rhythm & blues hasta que un buen día, mientras improvisaban sobre bases rítmicas de grupos como Weather Report, Earth, Wind & Fire o Marvin Gaye, empezaron a crear un especial sonido que sería el inicio de una revolución musical.

Su secreto estaba en la mezcla, sin concesiones, de todos los estilos musicales posibles, amalgamando una gran riqueza rítmica y un excelente sentido de la melodía y la armonía, diferenciándose de la mayoría de grupos de fusión, que se caracterizaban por experimentar y mezclar ritmos olvidando en muchos casos la melodía en beneficio de los solos de gran calidad técnica, pero frecuentemente carentes de alma.

Ese nuevo y especial sonido reportó a la banda una gran notoriedad a nivel local. Una noche antes de su primer concierto en un pub llamado Jack Daniels, el dueño del local preguntó a Beckenstein cuál era el nombre de la banda y éste, recordando las clases de biología que había recibido en la escuela y bromeando, le dijo “llámalo Spirogyra”. Pero el dueño del local no lo transcribió correctamente y Spyro Gyra fue el nombre que utilizaría la banda hasta la actualidad.

GRANDES. Han transcurrido cuarenta años desde sus inicios en el Jack Daniels, por la banda han pasado grandes músicos como Steve Gadd, Eddie Gomez, Marcus Miller, Michael Brecker, Dave Samuels, Joel Rosenblatt y muchos más, siempre bajo el liderazgo de Jay Beckenstein y Tom Schuman, la banda se ha mantenido firme en una propuesta musical sin complejos para oídos sin prejuicios. Treinta discos, alrededor de cinco mil conciertos, cuatro premios Grammy y quince millones de discos vendidos son el resultado de una música que tiene la virtud de gustar tanto a los conocedores profundos del jazz como a los que recién se inician en ese maravilloso mundo sonoro.

Este próximo miércoles 20 noviembre de 2013 será siempre recordado por todos los amantes de la música que presenciarán en la ciudad de La Paz a uno de los grupos más exitosos de la historia del jazz.

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