Un OJO crítico del ARTE contemporáneo
Pedro Querejazu publica una recopilación de sus ensayos y comentarios
Yo creo que en general los bolivianos estamos totalmente despistados. Realmente vivimos en el otro lado de la luna”. Esa es la respuesta de Pedro Querejazu (Sucre, 1949) a la pregunta sobre cuáles son, a su juicio, las características del arte boliviano de los últimos 40 años.
La pregunta está motivada por la publicación del libro Arte contemporáneo en Bolivia, 1970-2013, en el que Querejazu reúne sus comentarios, ensayos y presentaciones en catálogos escritos y publicados en ese largo período de más de cuatro décadas.
“Ciertos hechos vienen a corroborar que vivimos en el otro lado de la luna, que en nuestro país pasan cosas extemporáneas o anacrónicas”, continúa Querejazu y pone un ejemplo. “En los años 50 está la famosa disputa entre los artistas abstractos y los artistas sociales. El despiste es que los artistas abstractos, en realidad, estaban siguiendo la moda y las tendencias de la escuela de Nueva York, del expresionismo abstracto y del formalismo. Por su parte, los pintores sociales propugnaban un arte dirigido al pueblo. ¿Pero a qué pueblo se dirigían, si las recetas de su aproximación estética, formal y conceptual venían del marxismo leninismo y del muralismo mexicano? También era un arte adoptado, importado”.
Ése es, con matices, el talante crítico que se expresa en la voluminosa compilación —más de 500 páginas con escasas ilustraciones— que fue presentada el jueves 14 en el Centro Cultural de España en La Paz con comentarios de Carlos Villagomez.
Y de lo que se trata en este libro es, precisamente, de la crítica de arte o, mejor, de la práctica de la crítica de arte. Un terreno bien conocido por pedro Querejazu: en su libro recoge más de 250 comentarios de exposiciones.
interpretación. “La crítica de arte —dice Querejazu— no es más que una lectura interpretativa de lo que se dice visualmente. La crítica, desde que empezó a llamarse crítica, es la valoración de una obra desde una perspectiva personal. El arte se hace a partir de unos códigos y de unos parámetros. La crítica, para interpretar y valorar, parte de esos códigos y parámetros”.
Esa práctica, sin embargo, necesita de un entorno predispuesto a escucha y dialogar. “El problema —dice el crítico—es que los bolivianos tenemos ciertos síndromes muy acentuados, somos muy susceptibles, no somos capaces de separar los ámbitos de los afectos y de las razones”.
Pese a ello, reconoce que la crítica es una práctica necesaria. En el pasado valora, por ejemplo, la obra de Rigoberto Villarroel Claure. “Para mí un una especie de modelo —dice—. Villarroel Claure publicó varios libros; por ejemplo, en 1952, una semana antes de la revolución de abril, publicó su Índice de pintores, grabadores y dibujantes bolivianos. Es una joya. En 1970, publicó un libro de estética. Era un hombre que no dejaba de ir a exposiciones. Miraba callado y después escribía. Yo he tratado de seguirlo”.
Pero también Querejazu se declara admirador de Julio de la Vega. “Ha hecho crítica de muy alto nivel —dice— desde su postura de poeta y escritor. Me parece muy bueno que gente del ámbito de la literatura y de la crítica literaria haga crítica de arte”.
Su propia crítica también sigue un método. “En muchos de los textos del presente volumen —escribe el artista Roberto Valcárcel en la presentación del libro— Pedro Querejazu hace gala de un sencillo, lógico y elegante método, procede a una breve introducción de tipo contextualizador e informativo, luego realiza una breve pero sustanciosa descripción de la cosa, pasa de la descripción al análisis incluyendo referencias transversales y comparaciones e interpretaciones, y culmina con una mención de aspectos particularmente bien logrados y/o rasgos deficientes que requieren mejora o una mejor elaboración. En muy pocos casos se da la libertad de un juicio tajante y absoluto. Generalmente prima en los textos un sentido de balance o equilibrio en la evaluación de lo positivo y lo negativo”.
Para Querejazu, la crítica es un diálogo con el público. Recuerda una encuesta internacional de la UNESCO de fines de los años 70 que establece que en la percepción del arte por la sociedad en general hay un rezago de entre 70 y 80 años. “La encuesta decía —cuenta—que las obras de Picasso recién comenzaron a ser asimiladas y, lo más importante, aprehendidas por el público 70 años después. Eso quiere decir que hoy, el conjunto de la sociedad está asimilando el arte de los años 50. Lo importante es que el público va asimilando, va digiriendo los nuevos códigos del arte, va apropiándose de ellos. En ese proceso la crítica juega un rol importante. Pero la crítica debe ser legitimada y sostenida. Si no, deja de existir y esa función desaparece”.
Valcárcel dice también que este libro es al mismo tiempo un libro que hace crítica de arte, un libro de historia del arte y “un baúl de valiosos recuerdos”. Esta última dimensión no es una riqueza menor. Leer este libro es pasear vívidamente por las galerías y museos y revivir cruciales décadas del arte boliviano.