Octavio Paz: La vuelta al presente
En Piedra de sol (1957), de Octavio Paz, hay “un caminar de río que se curva, avanza, retrocede, da un rodeo y llega siempre”. El movimiento de ese río, presente al principio y al final del poema, bien puede ser una cifra fiel de la escritura de Paz, la cual fluye del presente al pasado y viceversa, al dictado de la mirada como al de la memoria. De sus varios poemas que expresan la experiencia del retorno, “Vuelta” (1), escrito en 1971, tras el regreso del poeta a su patria, da título al libro que agrupa otros poemas temática y cronológicamente aledaños: “Petrificada petrificante”, “A mitad de esta frase” y, sobre todo, “Nocturno de San Idelfonso” —admirable reflexión crítica y autocrítica. Pero, a diferencia de estos poemas, en los cuales el poeta se halla en un interior, inclinado sobre la página, “Vuelta” traza un recorrido por distintos espacios y tiempos de su ciudad. Refiriéndose al poema, en carta a Julián de los Ríos, Paz decía: “Bueno, yo también después de muchos años de ausencia, regresé a México a la ciudad en que nací, pero no me encontré con un México arrasado por la guerra civil, sino degradado por el progreso a la moderna, el lucro de los capitalistas, la megalomanía de los gobiernos y la sórdida fantasía de la clase media” (2). La referencia a El retorno maléfico, de Ramón López Velarde, se corresponde con el epígrafe de tres versos que precede al poema.
Sin embargo, los versos iniciales del poema de Paz contrastan con los epigráficos, ya que plasman más bien un paisaje citadino que fluye animado por el trabajo alegre de las presencias captadas en su oficio: “Silba el carpintero” / “silba el nevero”; visión, pues, de una realidad luminosa y en equilibrio entre el espacio natural y el urbano simbolizado en los fresnos y la plazuela. Y es que lo primero que Paz escribe a su retorno es el recuerdo de Mixcoac, el barrio de su infancia, no el del presente. Por eso, su vuelta al mismo: “Estoy en Mixcoac / En el buzón se pudren las cartas”, marca un corte tajante, pues, tras asumirse el carácter especular del recuerdo y de la memoria (“balcón sobre el vacío”), el regreso traza un recorrido sombrío, abisal, petrificante. El regreso es un descenso falto de aire, bajo un sol agobiante que, muy distinto del “imparcial y benéfico” que destella en la primera estrofa de Un himno entre ruinas (3), se desploma sobre una población hormigueante, fantasmal, sujeta a una muerte fortuita:
Así, una conciencia cada vez más fragmentada transita o deambula por galerías de espejos y escaparates en los que descaradamente se exhiben, “sentados en un trono de miradas”, objetos suntuosos, en contraste con la miseria de “baldíos / campamentos de nómadas urbanos”. Paz reitera su crítica a un capitalismo cuyo imperio monetario se impone como un estigma en el cuerpo citadino: “Marcaron a la ciudad / en cada puerta / en cada frente / el signo $”. Señalo al paso la correspondencia de estos versos con los de William Blake en su poema Londres (1794): “Y en cada rostro que me mira advierto, / Marcas de impotencia, de congoja” (“And mark in every face I meet, / Marks of weakness, marks of woe”). Y, como en el poema de Blake, en el de Paz el erotismo, mejor dicho: el cuerpo femenino, reducido a mercancía, se presenta en contigüidad con la muerte: “Pompas Fúnebres / putas: / pilares de la noche vana” (4). Las palabras en cursiva son un endecasílabo del segundo de los cinco sonetos que conforman la serie Crepúsculos de la ciudad, de Calamidades y milagros (1942). De este modo, el regreso señala una repetición existencial, contextual y textual en una tierra baldía que no ofrece sino un espacio ya visto, ya vivido y ya (des) escrito. De ahí el carácter circular, moralmente infernal, del retorno: “Estamos rodeados / He vuelto adonde empecé”. No encuentro mejor comentario a las líneas finales: “No el pasado / el presente es intocable”, y al espíritu predominante en el poema, que el haikú del poeta japonés Kobayashi Issa (1763–1827), traducido por el propio poeta mexicano (5):
Mi pueblo: todo
lo que me sale al paso
se vuelve zarza.
No obstante, poco antes de las dos últimos líneas que rechazan una realidad espinosa, en un impulso similar al de Neruda en Regresó el caminante, Paz se dirige a su interioridad: “Camino hacia mí mismo / hacia la plazuela” donde otra vez “silba el viento entre los fresnos”. De este modo, el poema completa un círculo y una vuelta al Mixcoac de la infancia.. En el fondo, el regreso no es un círculo que se cierra, sino la llegada a un punto de reconciliación con el camino recorrido —ganancia y pérdida— y con el carácter irreversible del tiempo. En otras palabras: una vía de ascesis. Y aquí no me resisto a señalar una analogía con Huidobro, quien en El paso del retorno escribe: “Lo he perdido todo y todo lo he ganado”; y Paz en el poema que comentamos: “Todo es ganancia / si todo es pérdida”. Vía del desprendimiento, la cual de ningún modo implica un confortable retiro del mundo: “Pero yo no quiero / una ermita intelectual / en San Ángel o en Coyoacán”, aclara Paz, tras citar a Wang Wei, poeta chino del siglo octavo.
Antes de concluir este comentario, recordemos el hermoso verso con el que Paz culmina Un himno entre ruinas, otro de sus ya clásicos poemas: “Palabras que son flores que son frutos que son actos”. Junto a su obra poética y crítica, una de las mayores del siglo XX, otros dos actos suyos propiciaron frutos para el arte, la literatura y el pensamiento latinoamericanos: la revista Plural, fundada por el poeta tras su regreso a México en 1971, y cinco años después, la revista Vuelta. Ambas, como toda su gran obra: lugares de confluencias.
Notas
1. Cito los poemas de Paz por la edición: Obras completas, tomo VIII. Barcelona: Círculo de lectores, 2003.
2. Solo a dos voces. México DF., Fondo de Cultura Económica, 1973, p. 151.
3. Cabe recordar que el mismo poema, precisamente en los espacios capitalinos (Londres, Nueva York, Moscú) aparece sobre ellos “un sol famélico”.
4. Extrañamente, como en el El paso del regreso de Vicente Huidobro, la presencia de la mujer como sujeto erótico, amoroso, igualmente decisiva en la visión poética de Paz, no se halla presente en Vuelta, pero sí en Nocturno de San Idelfonso.
5. En Versiones y diversiones, sus admirables y numerosas traducciones, incluidas atinadamente como parte de su obra poética.
Camino sin avanzar
estoy rodeado de ciudad
Me falta aire
me falta cuerpo
me faltan
la piedra que es almohada y losa
la yerba que es nube y agua
Se apaga el ánima
Mediodía
puño de luz que golpea y golpea
Caer en una oficina
o sobre el asfalto
ir a parar a un hospital
la pena de morir así
no vale la pena
Miro hacia atrás
ese pasante
ya no es sino bruma
VUELTA (fragmentos)
Octavio Paz (1914 – 1998)
A José Alvarado
Mejor será no regresar al pueblo,
al edén subvertido que se calla
en la mutilación de la metralla.
RAMÓN LÓPEZ VELARDE
Voces al doblar la esquina
voces
entre los dedos del sol
sombra y luz
casi líquidas
Silba el carpintero
silba el nevero
silban
tres fresnos en la plazuela
Crece
se eleva el invisible
follaje de los sonidos
Tiempo
tendido a secar en las azoteas
Estoy en Mixcoac
En los buzones
se pudren las cartas
Sobre la cal del muro
la mancha de la buganvilla
aplastada por el sol
escrita por el sol
morada caligrafía pasional
Camino hacia atrás
hacia lo que dejé
o me dejó
…………..
He vuelto adonde empecé
¿Gané o perdí?
(Preguntas,
¿qué leyes rigen “éxito” y “fracaso”?
Flotan los cantos de los pescadores
ante la orilla inmóvil
Wang Wei al Prefecto Chang
desde su cabaña en el lago
Pero yo no quiero
una ermita intelectual
en San Ángel o en Coyoacán)
Todo es ganancia
si todo es pérdida
Camino hacia mí mismo
hacia la plazuela
El espacio está adentro
no es un edén subvertido
es un latido de tiempo
Los lugares son confluencias
aleteo de presencias
es un espacio instantáneo
Silba el viento
entre los fresnos
surtidores
luz y sombra casi líquidas
voces de agua
brillan fluyen se pierden
me dejan en las manos
un manojo de reflejos
Camino sin avanzar
Nunca llegamos
Nunca estamos en donde estamos
No el pasado
el presente es intocable