Hall, el alquimista de la guitarra
A los 83 años murió Jim Hall, el guitarrista al que Pat Metheny consideraba el mejor sobre la tierra
Pat Metheny le presentaba como “el mejor guitarrista vivo sobre la tierra” en sus conciertos a dúo. Como testimonio, el disco que ambos grabaron juntos, en 1999. “Cuando se toca con alguien como Jim Hall”, declaraba Metheny “la edad no cuenta, sólo la sensibilidad”. James Stanley Hall falleció “por causas naturales” el pasado martes en su apartamento de Manhattan, una semana después de cumplir 83 años. Neoyorquino de nacimiento y vocación, se mantuvo en activo hasta, prácticamente, el último día.
Había nacido en 1930. Pasó su infancia en Cleveland. Sus estudios clásicos le ayudaron a forjar un estilo que redondeó mediante la escucha atenta de los grandes guitarristas de jazz, comenzando por Charlie Christian y Django Reinhardt.
En 1955 se instaló en Los Ángeles. Al cabo de poco entraría a formar parte del quinteto del baterista Chico Hamilton, fallecido muy recientemente, con el que saborearía las mieles de un éxito que muy pocos pudieron predecir. Hall aprovechó la ocasión para grabar su primer disco como líder, Jazz guitar, editado en 1957. El ya popular guitarrista seguiría transitando por los caminos de la experimentación cercana al free jazz, como miembro del trío del multisaxofonista Jimmy Giuffre, y en sus diversas colaboraciones con el pianista John Lewis.
En 1962 entró a formar parte del cuarteto de Sonny Rollins. Difícil imaginar dos intérpretes más alejados en lo estético, ni tan bien avenidos en la práctica. Hall fue a Rollins lo que Bill Evans a Miles Davis: el perfecto contrapunto, allá donde la sonoridad mate del guitarrista que hizo de la discreción su marca de identidad se fundía con la expresión apasionada y visceral del saxofonista. Rollins y Hall grabarían dos obras maestras indiscutibles: The bridge y What’s new?
Llevado por su fama, el guitarrista pasaría a alternar con la crema y nata de la profesión, de Art Farmer a Gerry Mulligan, Paul Desmond o su primer maestro, Zoot Sims. Su complicidad con el pianista Bill Evans dio lugar a dos nuevas obras maestras: Undercurrent e Intermodulation.
En 1965 su frágil salud le obligó a retirarse de los escenarios. Regresó a los dos años envuelto en el mayor de los olvidos. Olvidado, o casi, en su propio país, Hall pasará a centrar su actividad en Europa y Japón, actuando en conjuntos de pequeño formato, en trío o a dúo. Al poco tiempo crearía su propio grupo de colaboradores habituales, entre los que se encontraban los pianistas Michel Petrucciani y Enrico Pieranunzi, los guitarristas Bill Frisell y Óscar Castro-Neves y el contrabajista Ron Carter. Con George Mraz, Dave Holland, Christian McBride, Scott Colley y Charlie Haden grabó Jim Hall and basses, en 2001.
En 1975, grabó para el sello CTI una versión comprimida del Concierto de Aranjuez, considerada una de sus piezas magistrales, para la que contó con la colaboración de, entre otros, el trompetista Chet Baker.