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El retorno de Karl Marx

‘Una vida decimonónica’, la biografía de largo alcance de Karl Marx escrita por Jonathan Sperber, es un libro destinado a convertirse en un clásico

/ 12 de enero de 2014 / 04:00

En la Feria del Libro de Madrid de 2012 el libro más vendido fue una edición ilustrada del Manifiesto comunista. Apenas cinco años antes algo así hubiera sido impensable. Hoy el retorno de Marx (1818-1883) se ha convertido en un tópico periodístico, pero durante mucho tiempo su legado intelectual estuvo en cuarentena. Por ejemplo, en 2005 Jacques Attali comenzaba su biografía de Marx justificando su interés por un pensador al que “casi nadie estudia” y es considerado “responsable de algunos de los mayores crímenes de la Historia”. En lo más crudo de la posmodernidad nadie pronunciaba la palabra “materialismo” sin añadir el adjetivo “vulgar” para vacunarse contra las sospechas de nostalgia metafísica. En un libro de 1995, Terry Eagleton tenía que recurrir a toda su capacidad argumentativa para rehabilitar la noción de ideología, que el postestructuralismo había expurgado del léxico político. Hoy el filósofo vivo más conocido del mundo, Slavoj Zizek, es un materialista dialéctico experto en ideología.

El retorno de Marx es, en el fondo, la venganza del siglo XX. Nuestro paisaje político recuerda a un apocalipsis zombi. Problemas que imaginábamos muertos y enterrados, como la lucha de clases, han resucitado con una violencia salvaje. El siglo pasado lidió con estos conflictos a través de estrategias que se entendieron a sí mismas como recepciones antagónicas del legado marxista. Una versión espuria del pensamiento de Marx fue, literalmente, la filosofía oficial de los países soviéticos. Mientras dictadores sanguinarios amparados por Occidente justificaban sus crímenes como respuesta a la amenaza diabólica del marxismo.

INFLUYENTE. La propia recepción académica de la obra de Marx ha estado marcada por la convulsa historia del siglo pasado. Según algunos análisis bibliométricos, Marx es el autor científico más influyente de la historia o, al menos, el más citado. Sin embargo, la edición crítica de sus textos en alemán aún está en curso. El Instituto Marx-Engels de Moscú inició el trabajo en 1922, pero Stalin lo paralizó y fusiló a su director. Hubo que esperar a mediados de los años 70 para que en la RDA comenzara un ambicioso proyecto de edición filológicamente rigurosa de los textos originales de Marx. La implosión del bloque socialista volvió a interrumpir el proceso de publicación, que se reanudó a finales de los años 90 gracias al esfuerzo coordinado de institutos de investigación de Alemania, Holanda y Rusia.

Estas limitaciones también han afectado a los estudios biográficos sobre Marx. Contamos con un puñado de buenas biografías intelectuales, como la de David McLellan, que indagan en la vida de Marx con el objeto de elucidar cuestiones teóricas que han preocupado a sus herederos. Pero hasta ahora no existía ninguna biografía de largo alcance historiográfico que relacionara sistemáticamente los acontecimientos de su vida con su entorno cultural. Jonathan Sperber ha venido a llenar esa laguna con una biografía destinada a convertirse en un clásico. Karl Marx. Una vida decimonónica se coloca, por así decirlo, a la espalda de Marx tratando de evitar los sesgos retrospectivos.

Sperber nos presenta un Marx plenamente integrado en una época en la que el capitalismo constituía una realidad económica pujante pero aún marginal, la Revolución Francesa era un recuerdo reciente y muchas de las principales disputas ideológicas tenían que ver con la religión. Se hace cargo de un amplio elenco de investigaciones sobre su medioambiente social que le permiten refutar malentendidos repetidos sistemáticamente en las biografías precedentes. Además, reivindica el interés de algunos textos de Marx tradicionalmente considerados triviales, como su libelo contra Karl Vogt o la Historia de la diplomacia secreta en el siglo XVIII.

Seguramente la parte más novedosa e impactante de la biografía es la que se ocupa del periodo continental de Marx, previo a su exilio londinense de 1849. Sperber arroja nueva luz sobre su etapa universitaria, su relación con el movimiento poshegeliano, su exilio en París y Bruselas y, sobre todo, el cénit de su activismo político al calor de los alzamientos de 1848. Una vida decimonónica nos muestra a un Marx jacobino cuyas tesis políticas maduras se van acrisolando en la búsqueda de una repetición de la Revolución Francesa: una segunda ronda de democratización que completara la de 1789 haciéndose cargo de los conflictos de clase que quedaron pendientes entonces. Sperber subraya la prolongada negociación que Marx realizó con sus posiciones políticas iniciales, cercanas al liberalismo. El hilo rojo que recorre la obra marxiana es la tensión entre la lealtad a los valores ilustrados y la búsqueda de nuevos sujetos sociales capaces de superar la dictadura del mercado sobre las instituciones políticas. Sperber hace un gran esfuerzo por evitar leer este periplo a la luz de la historia política posterior. Por ejemplo, relativiza la etapa leninista avant la lettre que Marx atraviesa en los años 50, interpretándola como la reacción amarga de un exiliado al que el triunfo de la reacción ha expulsado del juego político.

Una vida decimonónica tiene un corolario metodológico importante, pues cuestiona las interpretaciones de la obra de Marx que cargan las tintas en su dimensión teórica o filosófica. Marx fue, básicamente, un periodista. Publicó una enorme cantidad de artículos de prensa que se cuentan entre sus textos más coherentes, claros, rigurosos y populares. Sperber subraya, además, la centralidad de ese tipo de escritura en el modelado del pensamiento de Marx. Fueron las intervenciones periodísticas, entendidas en sentido amplio, las que lo impregnaron de la realidad social de su tiempo y lo liberaron de la especulación huera. Lo que hoy conocemos como teoría marxista surgió del desbrozado de un terreno virgen ubicado entre la crónica, el panfleto, el análisis político y la reflexión abstracta. Ese eclecticismo, tan típico del periodismo, convirtió a Marx en uno de los fundadores de las ciencias sociales.

TEORÍA. Seguramente las páginas menos convincentes de Una vida decimonónica son las dedicadas a la teoría económica. Básicamente, reproducen la crítica que la economía ortodoxa ha planteado a El capital durante todo el siglo XX: Marx llegó tarde a la revolución marginalista, por eso se enfanga en problemas periclitados, como la tendencia decreciente de la tasa de ganancia o la relación entre valor y precio de producción. Pero la argumentación de Sperber es demasiado taxativa, comete algunos errores de bulto —como atribuir a Marx la idea absurda de que “las empresas menos mecanizadas eran las más rentables”— y, en general, no está a la altura de un debate muy complejo que sigue vivo. De hecho, el modo en que se distancia de sus propios planteamientos y examina la teoría de Marx a la luz de la doctrina económica hoy hegemónica no deja de arrojar sombras sobre su proyecto. Pues la principal limitación de esta gran biografía es la sutil frontera que separa la crónica histórica rigurosa de la desactivación política de un autor que muchos siguen considerando un intérprete irreemplazable de nuestra realidad política. Tal vez Marx forme parte de una época que hemos superado, pero no menos que la utopía del mercado libre.

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‘Una vida decimonónica’, la biografía de largo alcance de Karl Marx escrita por Jonathan Sperber, es un libro destinado a convertirse en un clásico

/ 12 de enero de 2014 / 04:00

En la Feria del Libro de Madrid de 2012 el libro más vendido fue una edición ilustrada del Manifiesto comunista. Apenas cinco años antes algo así hubiera sido impensable. Hoy el retorno de Marx (1818-1883) se ha convertido en un tópico periodístico, pero durante mucho tiempo su legado intelectual estuvo en cuarentena. Por ejemplo, en 2005 Jacques Attali comenzaba su biografía de Marx justificando su interés por un pensador al que “casi nadie estudia” y es considerado “responsable de algunos de los mayores crímenes de la Historia”. En lo más crudo de la posmodernidad nadie pronunciaba la palabra “materialismo” sin añadir el adjetivo “vulgar” para vacunarse contra las sospechas de nostalgia metafísica. En un libro de 1995, Terry Eagleton tenía que recurrir a toda su capacidad argumentativa para rehabilitar la noción de ideología, que el postestructuralismo había expurgado del léxico político. Hoy el filósofo vivo más conocido del mundo, Slavoj Zizek, es un materialista dialéctico experto en ideología.

El retorno de Marx es, en el fondo, la venganza del siglo XX. Nuestro paisaje político recuerda a un apocalipsis zombi. Problemas que imaginábamos muertos y enterrados, como la lucha de clases, han resucitado con una violencia salvaje. El siglo pasado lidió con estos conflictos a través de estrategias que se entendieron a sí mismas como recepciones antagónicas del legado marxista. Una versión espuria del pensamiento de Marx fue, literalmente, la filosofía oficial de los países soviéticos. Mientras dictadores sanguinarios amparados por Occidente justificaban sus crímenes como respuesta a la amenaza diabólica del marxismo.

INFLUYENTE. La propia recepción académica de la obra de Marx ha estado marcada por la convulsa historia del siglo pasado. Según algunos análisis bibliométricos, Marx es el autor científico más influyente de la historia o, al menos, el más citado. Sin embargo, la edición crítica de sus textos en alemán aún está en curso. El Instituto Marx-Engels de Moscú inició el trabajo en 1922, pero Stalin lo paralizó y fusiló a su director. Hubo que esperar a mediados de los años 70 para que en la RDA comenzara un ambicioso proyecto de edición filológicamente rigurosa de los textos originales de Marx. La implosión del bloque socialista volvió a interrumpir el proceso de publicación, que se reanudó a finales de los años 90 gracias al esfuerzo coordinado de institutos de investigación de Alemania, Holanda y Rusia.

Estas limitaciones también han afectado a los estudios biográficos sobre Marx. Contamos con un puñado de buenas biografías intelectuales, como la de David McLellan, que indagan en la vida de Marx con el objeto de elucidar cuestiones teóricas que han preocupado a sus herederos. Pero hasta ahora no existía ninguna biografía de largo alcance historiográfico que relacionara sistemáticamente los acontecimientos de su vida con su entorno cultural. Jonathan Sperber ha venido a llenar esa laguna con una biografía destinada a convertirse en un clásico. Karl Marx. Una vida decimonónica se coloca, por así decirlo, a la espalda de Marx tratando de evitar los sesgos retrospectivos.

Sperber nos presenta un Marx plenamente integrado en una época en la que el capitalismo constituía una realidad económica pujante pero aún marginal, la Revolución Francesa era un recuerdo reciente y muchas de las principales disputas ideológicas tenían que ver con la religión. Se hace cargo de un amplio elenco de investigaciones sobre su medioambiente social que le permiten refutar malentendidos repetidos sistemáticamente en las biografías precedentes. Además, reivindica el interés de algunos textos de Marx tradicionalmente considerados triviales, como su libelo contra Karl Vogt o la Historia de la diplomacia secreta en el siglo XVIII.

Seguramente la parte más novedosa e impactante de la biografía es la que se ocupa del periodo continental de Marx, previo a su exilio londinense de 1849. Sperber arroja nueva luz sobre su etapa universitaria, su relación con el movimiento poshegeliano, su exilio en París y Bruselas y, sobre todo, el cénit de su activismo político al calor de los alzamientos de 1848. Una vida decimonónica nos muestra a un Marx jacobino cuyas tesis políticas maduras se van acrisolando en la búsqueda de una repetición de la Revolución Francesa: una segunda ronda de democratización que completara la de 1789 haciéndose cargo de los conflictos de clase que quedaron pendientes entonces. Sperber subraya la prolongada negociación que Marx realizó con sus posiciones políticas iniciales, cercanas al liberalismo. El hilo rojo que recorre la obra marxiana es la tensión entre la lealtad a los valores ilustrados y la búsqueda de nuevos sujetos sociales capaces de superar la dictadura del mercado sobre las instituciones políticas. Sperber hace un gran esfuerzo por evitar leer este periplo a la luz de la historia política posterior. Por ejemplo, relativiza la etapa leninista avant la lettre que Marx atraviesa en los años 50, interpretándola como la reacción amarga de un exiliado al que el triunfo de la reacción ha expulsado del juego político.

Una vida decimonónica tiene un corolario metodológico importante, pues cuestiona las interpretaciones de la obra de Marx que cargan las tintas en su dimensión teórica o filosófica. Marx fue, básicamente, un periodista. Publicó una enorme cantidad de artículos de prensa que se cuentan entre sus textos más coherentes, claros, rigurosos y populares. Sperber subraya, además, la centralidad de ese tipo de escritura en el modelado del pensamiento de Marx. Fueron las intervenciones periodísticas, entendidas en sentido amplio, las que lo impregnaron de la realidad social de su tiempo y lo liberaron de la especulación huera. Lo que hoy conocemos como teoría marxista surgió del desbrozado de un terreno virgen ubicado entre la crónica, el panfleto, el análisis político y la reflexión abstracta. Ese eclecticismo, tan típico del periodismo, convirtió a Marx en uno de los fundadores de las ciencias sociales.

TEORÍA. Seguramente las páginas menos convincentes de Una vida decimonónica son las dedicadas a la teoría económica. Básicamente, reproducen la crítica que la economía ortodoxa ha planteado a El capital durante todo el siglo XX: Marx llegó tarde a la revolución marginalista, por eso se enfanga en problemas periclitados, como la tendencia decreciente de la tasa de ganancia o la relación entre valor y precio de producción. Pero la argumentación de Sperber es demasiado taxativa, comete algunos errores de bulto —como atribuir a Marx la idea absurda de que “las empresas menos mecanizadas eran las más rentables”— y, en general, no está a la altura de un debate muy complejo que sigue vivo. De hecho, el modo en que se distancia de sus propios planteamientos y examina la teoría de Marx a la luz de la doctrina económica hoy hegemónica no deja de arrojar sombras sobre su proyecto. Pues la principal limitación de esta gran biografía es la sutil frontera que separa la crónica histórica rigurosa de la desactivación política de un autor que muchos siguen considerando un intérprete irreemplazable de nuestra realidad política. Tal vez Marx forme parte de una época que hemos superado, pero no menos que la utopía del mercado libre.

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