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Julio Cortázar, de la A a la Z

En el centenario de Julio Cortázar, Alfaguara publica un álbum gráfico y literario

/ 2 de febrero de 2014 / 04:00

Juan Carlos Onetti, Gabriel García Márquez y Alfredo Bryce Echenique dijeron al unísono hace años que ellos escribían para que les quisieran más. Julio Cortázar no lo dijo, pero lo consiguió. “Queremos tanto a Julio”, rezaba una campaña editorial que recuperó su obra en los 90. Y la devoción por el autor de Rayuela, cuyo centenario se celebra este 2014, ha ido en aumento.

Acaso el monumento más concreto de ese amor por Julio es un libro que ahora llega a las librerías, Cortázar de la A a la Z. Un álbum biográfico (Alfaguara), compilado por Aurora Bernárdez, viuda y albacea del escritor argentino nacido en Bruselas (1914) y muerto en París (1984), y Carles Álvarez, que con ella ha trabajado en la clasificación y publicación de cartas y otros testimonios literarios de Julio Cortázar.

Para los devotos, una legión de cronopios, el libro es emocionante, y para los lectores en general, incluidos aquellos que no han leído a Cortázar, es una guía sentimental y literaria que tiene el valor de abrir todas las puertas a todos los libros, actitudes y pasiones del autor de Historias de cronopios y de famas. De la A a la Z, todas las entradas tienen la enjundia de sus propios textos, algunos de ellos inéditos (hay uno que divierte a los antólogos, en la Z, “Era zurda de una oreja”), además de testimonios.

Además, este inclasificable libro incluye un álbum gráfico que cubre todas las facetas del escritor y del personaje; hay una muy emocionante fotografía en la que se le ve con su madre  y hay páginas muy hermosas  de su larga relación con Aurora Bernárdez, su mujer durante tantos años, y luego quien lo cuidó en los tiempos más tremendos de su enfermedad. Finalmente ella ha sido, con una devoción indesmayable, la que ha sostenido el porvenir de su obra una vez muerto el autor. Carol Dunlop, el último amor de Cortázar, es otro eslabón sentimental cuidado con detalle en esta particular antología cortazariana.

Es también este libro singular (que prolonga “la enorme diversión de sus libros-almanaques”, como dice Carles Álvarez en la justificación de la obra) un homenaje explícito al sentido que tenía Julio Cortázar de la amistad; aparecen ahí, por tanto, sus amigos más conocidos (los del boom, por ejemplo, Fuentes, García Márquez, Vargas Llosa…, con fotos desconocidas y gloriosas), así como aquellos que en algunos momentos de sus vidas fueron cronopios inseparables, como Luis Tomasello, Julio Silva, los Jonquières…

Dice el coautor de la antología: “¿Por qué un álbum biográfico? Porque no podíamos esperar más. La Internacional Cronopia reclamaba ya con demasiada insistencia una nueva aproximación. Lo previsible era otra biografía, pero cómo olvidar lo que dijo en una entrevista en 1981: ‘No soy muy amigo de la biografía en detalle. Eso, que lo hagan los demás cuando yo haya muerto”.

Pues aquí está esta especie de Julio Modelo Para Armar que está hecho con indudable amor por dos destacados devotos para los devotos de Cortázar.

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En el centenario de Julio Cortázar, Alfaguara publica un álbum gráfico y literario

/ 2 de febrero de 2014 / 04:00

Juan Carlos Onetti, Gabriel García Márquez y Alfredo Bryce Echenique dijeron al unísono hace años que ellos escribían para que les quisieran más. Julio Cortázar no lo dijo, pero lo consiguió. “Queremos tanto a Julio”, rezaba una campaña editorial que recuperó su obra en los 90. Y la devoción por el autor de Rayuela, cuyo centenario se celebra este 2014, ha ido en aumento.

Acaso el monumento más concreto de ese amor por Julio es un libro que ahora llega a las librerías, Cortázar de la A a la Z. Un álbum biográfico (Alfaguara), compilado por Aurora Bernárdez, viuda y albacea del escritor argentino nacido en Bruselas (1914) y muerto en París (1984), y Carles Álvarez, que con ella ha trabajado en la clasificación y publicación de cartas y otros testimonios literarios de Julio Cortázar.

Para los devotos, una legión de cronopios, el libro es emocionante, y para los lectores en general, incluidos aquellos que no han leído a Cortázar, es una guía sentimental y literaria que tiene el valor de abrir todas las puertas a todos los libros, actitudes y pasiones del autor de Historias de cronopios y de famas. De la A a la Z, todas las entradas tienen la enjundia de sus propios textos, algunos de ellos inéditos (hay uno que divierte a los antólogos, en la Z, “Era zurda de una oreja”), además de testimonios.

Además, este inclasificable libro incluye un álbum gráfico que cubre todas las facetas del escritor y del personaje; hay una muy emocionante fotografía en la que se le ve con su madre  y hay páginas muy hermosas  de su larga relación con Aurora Bernárdez, su mujer durante tantos años, y luego quien lo cuidó en los tiempos más tremendos de su enfermedad. Finalmente ella ha sido, con una devoción indesmayable, la que ha sostenido el porvenir de su obra una vez muerto el autor. Carol Dunlop, el último amor de Cortázar, es otro eslabón sentimental cuidado con detalle en esta particular antología cortazariana.

Es también este libro singular (que prolonga “la enorme diversión de sus libros-almanaques”, como dice Carles Álvarez en la justificación de la obra) un homenaje explícito al sentido que tenía Julio Cortázar de la amistad; aparecen ahí, por tanto, sus amigos más conocidos (los del boom, por ejemplo, Fuentes, García Márquez, Vargas Llosa…, con fotos desconocidas y gloriosas), así como aquellos que en algunos momentos de sus vidas fueron cronopios inseparables, como Luis Tomasello, Julio Silva, los Jonquières…

Dice el coautor de la antología: “¿Por qué un álbum biográfico? Porque no podíamos esperar más. La Internacional Cronopia reclamaba ya con demasiada insistencia una nueva aproximación. Lo previsible era otra biografía, pero cómo olvidar lo que dijo en una entrevista en 1981: ‘No soy muy amigo de la biografía en detalle. Eso, que lo hagan los demás cuando yo haya muerto”.

Pues aquí está esta especie de Julio Modelo Para Armar que está hecho con indudable amor por dos destacados devotos para los devotos de Cortázar.

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Para vivir la vida de los otros

Juan Cruz recomienda algunos libros en los que el periodismo se junta con la literatura

/ 28 de abril de 2013 / 04:00

Me permito recomendar algunos libros en los que al periodismo se le junta la literatura para que vivamos la vida de los otros.

Uno, y principal, es el libro de Gay Talese Vida de un escritor; ahí el maestro del periodismo explica cómo se fue haciendo, poco a poco, el escritor que es; lo hizo desde el periodismo y alcanzó las cimas que la observación, la curiosidad y la cultura convierten la escritura en la mejor literatura. Es una antología genial de sucesos cotidianos que él convierte en metáfora de las vidas que vivimos aún sin saber que nos están ocurriendo cosas extraordinarias.

Una buena vida, de Ben Bradlee, es la crónica de la vida feliz de uno de los mejores periodistas del mundo, que fue director del Washington Post cuando este gran periódico exploró con éxito un suceso contemporáneo que marcó las relaciones del periodismo con el poder, el caso Watergate. En el libro no sólo expone ese éxito, del que no se vanagloria, sino que narra cuáles han de ser las conductas responsables de los periodistas en el uso del poder que les da la pluma.

Editar la vida, de Michael Korda. Conozco pocas obras sobre el oficio de editar tan divertidas y verdaderas, tan sinceras y tan lujosas, de detalles, de conversaciones. Hay retratos memorables de Tennesee Williams y Truman Capote; pero lo fundamental es su descripción de las obligaciones del oficio de editor.

Vidas al límite, la antología de los mejores reportajes de Juan José Millás,  es un monumento vivo a una manera de ver, a una forma de entender el periodismo al límite, allá donde no pueden llegar ni la información ni la observación de la realidad, sino la intuición literaria, la capacidad de metáfora.

Alguien dijo que es una especie de reportaje cervantino el que inventó Millás; se lee como si hubiera escrito para ahondar en la ficción cuando en realidad le está retorciendo el cuello a la contingencia.

Plano americano, de Leila Guerriero. En este caso, una periodista minuciosa y exigente visita a personajes que, como aquellas vidas al límite, están en el abismo del recuerdo o de la melancolía; ella los salva, o al menos los arranca de su mutismo o de su desesperación y los convierte en personajes rehechos, esculturas humanas que ya viven en nuestro recuerdo con un raro fulgor. Aquí aconsejo leer, entre otras muchas cosas, su reportaje Quién le teme a Aurora Venturini.

Y Eterna parranda, de Alberto Salcedo Ramos, flamante premio de Periodismo José Ortega y Gassett. Quien lea el último texto, Las verdades de mi madre, entenderá la combinación feliz que anima estos textos periodísticos en los que se alterna la información exhaustiva con el sentimiento herido y goloso de sus personajes, que van desde astros de la canción a boxeadores tristes, pasando por el árbitro que se atrevió a expulsar a Pelé. Salcedo Ramos es de Barranquilla, donde se hizo Gabo, y a fe mía que tiene más puntos en común con el gran escritor del periodismo colombiano.

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Para vivir la vida de los otros

Juan Cruz recomienda algunos libros en los que el periodismo se junta con la literatura

/ 28 de abril de 2013 / 04:00

Me permito recomendar algunos libros en los que al periodismo se le junta la literatura para que vivamos la vida de los otros.

Uno, y principal, es el libro de Gay Talese Vida de un escritor; ahí el maestro del periodismo explica cómo se fue haciendo, poco a poco, el escritor que es; lo hizo desde el periodismo y alcanzó las cimas que la observación, la curiosidad y la cultura convierten la escritura en la mejor literatura. Es una antología genial de sucesos cotidianos que él convierte en metáfora de las vidas que vivimos aún sin saber que nos están ocurriendo cosas extraordinarias.

Una buena vida, de Ben Bradlee, es la crónica de la vida feliz de uno de los mejores periodistas del mundo, que fue director del Washington Post cuando este gran periódico exploró con éxito un suceso contemporáneo que marcó las relaciones del periodismo con el poder, el caso Watergate. En el libro no sólo expone ese éxito, del que no se vanagloria, sino que narra cuáles han de ser las conductas responsables de los periodistas en el uso del poder que les da la pluma.

Editar la vida, de Michael Korda. Conozco pocas obras sobre el oficio de editar tan divertidas y verdaderas, tan sinceras y tan lujosas, de detalles, de conversaciones. Hay retratos memorables de Tennesee Williams y Truman Capote; pero lo fundamental es su descripción de las obligaciones del oficio de editor.

Vidas al límite, la antología de los mejores reportajes de Juan José Millás,  es un monumento vivo a una manera de ver, a una forma de entender el periodismo al límite, allá donde no pueden llegar ni la información ni la observación de la realidad, sino la intuición literaria, la capacidad de metáfora.

Alguien dijo que es una especie de reportaje cervantino el que inventó Millás; se lee como si hubiera escrito para ahondar en la ficción cuando en realidad le está retorciendo el cuello a la contingencia.

Plano americano, de Leila Guerriero. En este caso, una periodista minuciosa y exigente visita a personajes que, como aquellas vidas al límite, están en el abismo del recuerdo o de la melancolía; ella los salva, o al menos los arranca de su mutismo o de su desesperación y los convierte en personajes rehechos, esculturas humanas que ya viven en nuestro recuerdo con un raro fulgor. Aquí aconsejo leer, entre otras muchas cosas, su reportaje Quién le teme a Aurora Venturini.

Y Eterna parranda, de Alberto Salcedo Ramos, flamante premio de Periodismo José Ortega y Gassett. Quien lea el último texto, Las verdades de mi madre, entenderá la combinación feliz que anima estos textos periodísticos en los que se alterna la información exhaustiva con el sentimiento herido y goloso de sus personajes, que van desde astros de la canción a boxeadores tristes, pasando por el árbitro que se atrevió a expulsar a Pelé. Salcedo Ramos es de Barranquilla, donde se hizo Gabo, y a fe mía que tiene más puntos en común con el gran escritor del periodismo colombiano.

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