De Edmundo Paz Soldán, los lectores españoles pudieron leer varias novelas entre las que yo destacaría tres, Palacio Quemado (2007), Los vivos y los muertos (2009) y Norte (2011). Cada una de estas novelas apelaba a registros narrativos muy distintos y las tres daban cuenta de realidades sociales que todos las más de las veces hemos visto reflejadas en la prensa: las interioridades morales de una sede de gobierno, la violencia en una comunidad cerrada de jóvenes y el látigo de las fronteras cayendo sobre las espaldas de los emigrantes. Todas estas realidades las trata el escritor boliviano con la escritura y las estrategias narrativas exactas.

Ahora bien, ninguna de estas muy logradas obras hacía pensar que Paz Soldán experimentara (nunca mejor dicho) un cambio de género tan drástico como el que encontrará el lector en Iris.

Estoy hablando de una obra de ficción, así que en principio Paz Soldán es dueño de decidir el derrotero formal que quiera para su nueva novela. Pero no deja de ser un riesgo adentrarse en un terreno tan formalizado como es el de la ciencia ficción. Y debo decir que el autor de Norte no defrauda nuestras expectativas. Iris es un auténtico tour de force. Veamos algunos datos argumentales. Tenemos en Iris un paisaje del futuro. Una región colonizada llamada Iris, y un territorio colonizador cuyo mando se encuentra asentado en un lugar llamado Perímetro. Varios personajes representan a una fuerza y a otra. Ambas luchan hasta la muerte, aunque solo una de ellas acomete una violencia específicamente exterminadora ante el afán de independencia de Iris.

Leída (y disfrutada) la novela de Paz Soldán, al crítico solo le queda también asumir algunos riesgos, como lo son entrever referencias literarias. Me inclino por la influencia de William Gibson, el célebre autor de Neoromante, la novela que inventa la corriente conocida como cyberpunk. Las realidades virtuales, la convivencia entre hombres de carne y hueso con seres artificiales. Los personajes de Iris se mueven por su realidad como si lo hicieran ante unos espejos deformantes. Espejos que nos reflejan tal como somos ahora mismo y como lo seríamos si ya estuviéramos instalados en el futuro que nos propone la novela. La novela de Paz Soldán, en contra de lo que pudiera parecer, no apela a ninguna fantasía, su fundamente está en nuestro presente. No se me escapan las resonancias de Joseph Conrad en El corazón de las tinieblas ni de George Wells en La isla del doctor Moreau. Pero me gustaría destacar la capacidad de inventar con lógica deslumbrante de su autor.

Recuérdese esa bala disparada  en Marte, en un cuento de Isaac Asimov: la bala que tiene que respetar en su itinerario la falta de gravedad en el planeta rojo. Así también Iris tiene su lógica. Sobre todo en la escritura, mejor dicho, en la invención de la escritura. Una invención llena de ironía, un sentido del humor que a veces me recuerda a Vonnegut, y un gran sentido de la pena, pero también de esperanza en el ser humano.