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Congreso de poetas

En algún lugar se están reuniendo muchos  buenos poetas en lengua española

/ 23 de marzo de 2014 / 04:00

Qué banquete de poetas tan suculento el que se está dando la muerte desde hace ya una temporada. Empezó hace pocos meses con Álvaro Mutis en México, y no acababa uno de acostumbrarse a eso tan triste cuando pum, se anunció la muerte de Juan Gelman, que también vivía en México y que también era premio Cervantes, y pocos días después otra vez, zas, ¿quién cayó ahora? Félix Grande, poeta poco conocido fuera de España pero entrañable, amante del flamenco, y luego, dios santo, ¡José Emilio Pacheco!, es imposible, no puede ser que José Emilio Pacheco se vaya tan joven, pues sí, Pacheco también, y entonces yo empecé a mirar alrededor y me dije, carajo, están atacando a la poesía, algo hizo la poesía, ¿qué habrá sido?, ¿será por algún poema?, y empecé a leer y leer, pero no encontraba motivos, y seguí buscando y entonces pensé, será una cuestión de generaciones, y al pensarlo caí en cuenta que en enero también murió Josep María Castellet, el gran antologador, y me entraron unos nervios terribles, y me dije, ¿pero qué vamos a hacer con tanto poeta muerto?, y una voz me respondió, pues lo mismo de siempre, seguirlos leyendo, piensa en Villon y en Rimbaud, así que seguí mirando los periódicos con miedo, sobre todo El País, de Madrid, que pone a los poetas muertos en primera página, y me dije, bueno, ahora la muerte estará tranquila con todo lo que tiene en el buche, tendrá que hacer la siesta, como las anacondas, y me distraje y pensé en esto y aquello e hice un par de viajes y leí unos cuantos libros, y un buen día abro y otra vez, Dios santo, ¡Ana María Moix! No solo la admiraba sino que además la conocí brevemente, le pedí su autógrafo, y en esas estaba, buscando con calma el librito que me firmó para acariciar las letras con los dedos cuando pum, otra vez, ¡Leopoldo María Panero!, y ahí sí que me tapé los oídos un buen rato, asqueado, y me grité a mí mismo, ¿cuál es la lógica?, ¿por qué no logro entenderla? Pensé en Panero y me vinieron a la memoria varios versos, muchos, y esa frase suya en una entrevista que tanto me perturbó por su simpleza, “¡Es que no me respetan en los bares!”, así que no me quedó más remedio que aceptarlo: a la muerte le gusta la poesía española.

Y fue ahí cuando se me ocurrió, creo, la mejor explicación de lo que está pasando, la única que puede explicar esta absurda errancia de poetas, y me dije, ¡pero claro!, ¿cómo no lo pensé antes? Lo que pasa es que allá lejos, en las llanuras de la muerte, en la gris ciudad de la muerte, algún nuevo funcionario sensible y amante de los versos decidió organizar un congreso de poetas en lengua española. “En su calidad de poeta, está usted cordialmente invitado a nuestro I Congreso Internacional de Poesía”. Ofrecen viáticos, pensión completa. Transporte y diligencias de visado. Buen hotel con vista al mar. La lista de invitados es larga. Algunos ya han ido llegando y de otros solo se ha recibido confirmación de asistencia.

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En algún lugar se están reuniendo muchos  buenos poetas en lengua española

/ 23 de marzo de 2014 / 04:00

Qué banquete de poetas tan suculento el que se está dando la muerte desde hace ya una temporada. Empezó hace pocos meses con Álvaro Mutis en México, y no acababa uno de acostumbrarse a eso tan triste cuando pum, se anunció la muerte de Juan Gelman, que también vivía en México y que también era premio Cervantes, y pocos días después otra vez, zas, ¿quién cayó ahora? Félix Grande, poeta poco conocido fuera de España pero entrañable, amante del flamenco, y luego, dios santo, ¡José Emilio Pacheco!, es imposible, no puede ser que José Emilio Pacheco se vaya tan joven, pues sí, Pacheco también, y entonces yo empecé a mirar alrededor y me dije, carajo, están atacando a la poesía, algo hizo la poesía, ¿qué habrá sido?, ¿será por algún poema?, y empecé a leer y leer, pero no encontraba motivos, y seguí buscando y entonces pensé, será una cuestión de generaciones, y al pensarlo caí en cuenta que en enero también murió Josep María Castellet, el gran antologador, y me entraron unos nervios terribles, y me dije, ¿pero qué vamos a hacer con tanto poeta muerto?, y una voz me respondió, pues lo mismo de siempre, seguirlos leyendo, piensa en Villon y en Rimbaud, así que seguí mirando los periódicos con miedo, sobre todo El País, de Madrid, que pone a los poetas muertos en primera página, y me dije, bueno, ahora la muerte estará tranquila con todo lo que tiene en el buche, tendrá que hacer la siesta, como las anacondas, y me distraje y pensé en esto y aquello e hice un par de viajes y leí unos cuantos libros, y un buen día abro y otra vez, Dios santo, ¡Ana María Moix! No solo la admiraba sino que además la conocí brevemente, le pedí su autógrafo, y en esas estaba, buscando con calma el librito que me firmó para acariciar las letras con los dedos cuando pum, otra vez, ¡Leopoldo María Panero!, y ahí sí que me tapé los oídos un buen rato, asqueado, y me grité a mí mismo, ¿cuál es la lógica?, ¿por qué no logro entenderla? Pensé en Panero y me vinieron a la memoria varios versos, muchos, y esa frase suya en una entrevista que tanto me perturbó por su simpleza, “¡Es que no me respetan en los bares!”, así que no me quedó más remedio que aceptarlo: a la muerte le gusta la poesía española.

Y fue ahí cuando se me ocurrió, creo, la mejor explicación de lo que está pasando, la única que puede explicar esta absurda errancia de poetas, y me dije, ¡pero claro!, ¿cómo no lo pensé antes? Lo que pasa es que allá lejos, en las llanuras de la muerte, en la gris ciudad de la muerte, algún nuevo funcionario sensible y amante de los versos decidió organizar un congreso de poetas en lengua española. “En su calidad de poeta, está usted cordialmente invitado a nuestro I Congreso Internacional de Poesía”. Ofrecen viáticos, pensión completa. Transporte y diligencias de visado. Buen hotel con vista al mar. La lista de invitados es larga. Algunos ya han ido llegando y de otros solo se ha recibido confirmación de asistencia.

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