Un libro, más allá de la muerte
El 27 de marzo de 1964, a sus 28 años, murió el poeta Edmundo Camargo. Su único libro, ‘Del tiempo de la muerte’, se publicó póstumamente. Desde el principió corrió una serie de avatares. Esta es su historia
Un día de 1954, Edmundo Camargo —tenía entonces 18 años— escribió estos versos: “Yo sé que he de morir un día / en que no encuentre mi soledad junto a mi sombra, / habrá un olor a casas barbadas por el musgo / y un aire de rostros olvidados”.
Diez años después, al atardecer del 27 de marzo de 1964 —como escribiría después su amigo Jorge Suárez—, “se extinguió en su casa, clavada en el centro de un añoso huerto, y en momentos en que por las calles de la ciudad la procesión católica trasladaba la sangrante imagen de Cristo. Era Viernes Santo y el valle se veía cubierto por el dombo infranqueable de un cielo gris. Los datos del vaticinio se habían cumplido rigurosamente”.
Cuando murió, Camargo tenía apenas 28 años. La juventud y el vaticinio poético cumplido al que alude Suárez eran suficientes para fundar uno de los mitos favoritos de cualquier literatura. Pero el mito del poeta muerto joven sería reemplazado por otro: el del libro reconocido pero inalcanzable para los lectores.
Cinco meses y 18 días después de la muerte del poeta, el 14 se septiembre de 1964, en los talleres de la imprenta 16 de Julio, en el número 43 del callejón Juan José Pérez de la ciudad de La Paz, Luis Alberto Pepe Ballón terminó de imprimir las 158 páginas del libro Del tiempo de la muerte. El único libro de Camargo. Y póstumo. Ballón no había conocido al poeta. Imprimió el libro —para el cual encargó al artista Jorge Carrasco un dibujo del autor— porque lo convenció de su valor Jorge Suárez, él sí íntimo amigo suyo.
¿Hará falta decir que Del tiempo de la muerte es uno de los libros más importantes de la poesía boliviana de la segunda mitad del siglo XX? Hoy —50 años después de su publicación— ni los lectores ni los críticos lo dudan. Pero el libro debió recorrer un largo camino para llegar a ese lugar.
Las peripecias del libro comenzaron en su propio origen. Camargo no dejó un libro elaborado sino manuscritos y copias mecanografiadas de sus poemas. Quien compuso el libro, incluyendo el título, sus partes y el orden de los textos, fue Jorge Suárez, también escritor y amigo de Camargo. Los originales con los que trabajó contenían supresiones, correcciones y anotaciones marginales. Suárez transcribió (descifró) los poemas y armó el libro.
Los originales fueron devueltos a la familia (según unas versiones) o fueron destruidos (según otras). (Este periodista, a mediados de los años 80, en Santa Cruz de la Sierra, en un oloroso y umbrío jardín, le oyó decir a Jorge Suárez, detrás de un tablero de ajedrez, que habían sido quemados.)
El 4 de noviembre de 1964, un mes y 21 días después de terminada la impresión del libro de Camargo, René Barrientos Ortuño, con alarde de aviones y morteros, golpeó a Víctor Paz Estenssoro e impuso una junta militar de gobierno. La imprenta 16 de Julio era manejada por Ballón pero, en realidad, pertenecía al Partido Comunista, del cual éste era militante. Ballón —no era la primera vez— fue correteado y encarcelado por los militares. La imprenta fue allanada por la Policía. Se llevaron todo lo que encontraron, incluyendo un libro con una extraña pintura sobre fondo azul en la tapa titulado Del tiempo de la muerte.
Esos pormenores los recuerda con claridad Leni Ballón, la hija del afamado imprentero. Éste y otros detenidos —entre ellos varios docentes de la UMSA— permanecían incomunicados. Los dirigentes universitarios se movilizaron para dar con su paradero. Raúl Ibargüen, secretario ejecutivo de la Federación Universitaria Local de La Paz, logró entrevistarse con los detenidos, entre ellos Ballón, en las celdas de la dirección de orden político. A la salida, sin mayores explicaciones, un policía le entregó un ejemplar de Del tiempo de la muerte. Dos hipótesis caben al respecto. O el policía no sabía qué hacer con el botín del allanamiento a la imprenta o era un temprano y avispado crítico literario.
No se sabe si Ibargüen leyó los poemas de Camargo y si éstos influyeron en su vida. Lo cierto es que cinco años después, en 1969, moriría en Teoponte: formaba parte de la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional.
La circulación de Del tiempo de la muerte fue, desde su inicio, subterránea. Es posible que antes del 4 de noviembre algunos ejemplares del libro hayan sido enviados a Cochabamba, ciudad donde Camargo vivió desde sus cuatro años (nació en Sucre en 1936) y donde murió en 1964. Estudió en el colegio La Salle y en los cursos de primaria fue condiscípulo de un niño —de “dientes de conejo” según testimonio de otro escolar de la época— al que llamaban solo por su apellido materno y en diminutivo: Llosita. Con los años, Llosita se convirtió en Mario Vargas Llosa y en 2010 ganó el Premio Nobel de Literatura.
Hasta los años 80, en La Paz, de vez en cuando aparecían ejemplares del libro de poemas de Camargo en los puestos de libros viejos que por entonces estaban en la avenida Montes. O el policía seguía agenciándose unos pesos a su costa o continuaba su silencioso apostolado literario.
En 1980, en las páginas del periódico Presencia, Eduardo Mitre publicó un ensayo titulado Edmundo Camargo: la agonía rebelde. Fue decisivo para la apreciación crítica de su obra.
Pepe Ballón —también un reconocido animador cultural: fundó la galería y peña Naira en 1965— murió en 1997 a sus 79 años. Jorge Suárez —su obra El otro gallo está entre las 15 novelas fundamentales de la literatura boliviana—, murió en 1998.
Solo entonces la familia de Camargo puso en manos de Eduardo Mitre los manuscritos del poeta. ¿Otros? ¿Los mismos? Mitre los estudió, los ordenó y los publicó: Obras completas. Poesía y prosa (Nuevo Milenio, 2002). En la introducción están los detalles de su trabajo. Casi 40 años después, finalmente los poemas de Edmundo Camargo volvieron a ver la luz. La edición de Mitre difiere de la de Suárez. La polémica literaria está a la espera de los filólogos. Pero ésa es otra historia.