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‘Giselle’ revive la pasión por la danza clásica

Referirse a Giselle, obra fundamental de la época Romántica de la historia del ballet, resulta grato, pues se trata de una de las más bellas piezas del siglo XIX; y realizar una valoración de la reciente puesta en escena de La Compañía, bajo la dirección de Norma Quintana, es un desafío, pues es un hito en el ámbito de la danza, ya que asistimos al resurgimiento de las grandes obras de repertorio del ballet clásico en los escenarios de esta ciudad.

El 3 y 4 de mayo, Giselle se presentó en el Teatro Municipal Alberto Saavedra Pérez. Es una obra de ballet en dos actos con coreografía de J. Perrot y J. Corali. La reposición estuvo a cargo de Norma Quintana, directora general y artística del proyecto, que convocó a 40 bailarines, entre solistas y estudiantes de nivel avanzado, provenientes de diferentes escuelas, grupos y estudios de danza de La Paz, entre ellos la Escuela del Ballet Oficial. Este elenco tuvo el privilegio de bailar acompañado por una orquesta compuesta también por 40 músicos y dirigida por Carlos Rosso. La música de esta obra, estrenada en 1841, fue compuesta por Adolphe Adam.

Fue un espectáculo muy bien logrado. En las dos funciones el teatro se colmó de un público entusiasta que disfrutó de la obra y ovacionó a los artistas.
El argumento de Giselle suele cautivar fácilmente por la conjunción de aspectos humanos y sobrenaturales, elementos característicos del Romanticismo; es la obra emblemática de este periodo (de 1832 a 1870). Toda bailarina clásica sueña alguna vez con interpretar a Giselle, o encarnar a Mirtha, la reina de la Willis, en el segundo acto, o ser una de las Willis (espíritus de las jóvenes abandonadas, según la tradición eslava) para quienes los desafíos técnicos no son menores; y para los hombres, interpretar a Albrecht o Hilarión.

Con relación a la ejecución, Carolina Mercado (Giselle) y Fabricio Ferrufino (Albrecht), primeros bailarines, se destacaron por su actuación y solvencia técnica. Además pusieron a prueba su capacidad interpretativa, pues se trata de una obra que no solo exige virtuosismo sino dramatismo. Mercado logró encarnar, en el primer acto, a la joven campesina, inocente y frágil que es Giselle, que luego enloquece al descubrir el engaño de su amado. En el segundo acto, convertida en espectro, interpretó su papel, pese a las dificultades técnicas, con total naturalidad. Ferrufino, por su parte, se lució por su elegante figura, plasticidad y la ejecución de giros y saltos ligeros y precisos.

En el papel de Mirtha, la reina de las Willis, bailaron Truddy Murillo y Jessica Rodríguez (en tour de roles), cada una desplegando un estilo propio pero ambas con un muy buen desempeño técnico. En el papel de la madre de Giselle estuvo Erika Wolf, quien volvió a escena después de varios años —desde hace algún tiempo dirige la Escuela del Ballet Oficial. Wolf mostró la madurez propia de una bailarina con experiencia y aunque el papel no exige virtuosismo o destreza técnica, demanda una buena actuación y movimientos delicados y estilizados. Otro solista, Felipe González, quien representó a Hilarión, el guardabosque enamorado de la joven Giselle, estuvo muy bien ubicado en su papel, mostrando una adecuada interpretación y buena presencia escénica. En los roles de Moine y Zulme, ayudantes de la reina de las Willis, bailaron Steffy Soria Galvarro y Sarah Revollo, también con un buen desempeño.

En la actuación del cuerpo de baile hay dos momentos. En el primer acto, con muy escaso protagonismo y menores exigencias, salvo para las amigas de Giselle, interpretadas por Ingrid Cárdenas, Julia Loayza, Alexandra Rodríguez y Gabrielle Ruiz. Es sabido que el segundo acto representa para el cuerpo de baile un reto mayor, ya que el grupo, que representa a las Willis, tiene una imponente presencia y el desafío de mostrarse como un solo cuerpo que cobra sentido por la sincronía, armonía, la mística y sobriedad que deben imprimir como grupo. Me sorprendió gratamente el desempeño de las 18 bailarinas en el segundo acto. Se trata de estudiantes de nivel avanzado de diferentes escuelas, incluida la del Ballet Oficial, por ello resultaba un tanto difícil armonizar a un grupo tan heterogéneo, tanto física como técnicamente.

La experiencia y la calidad profesional de Norma Quintana, en la dirección artística; de Noreen Guzmán de Rojas, en la asistencia de dirección y como maestra ensayadora, y de Sandra Boulanger, también como maestra ensayadora y revisora de estilo, dieron sus frutos. Se logró en gran medida una buena sincronización, tarea nada fácil que seguramente representó duras exigencias para las bailarinas, que en nuestro medio escasamente tienen la posibilidad de trabajar de manera colectiva y en obras de repertorio universal.

La escenografía, a cargo del arquitecto Juan Carlos Calderón, y la iluminación, de José Caba, estuvieron adecuadas, al igual que el vestuario, otorgando un toque elegante y sobrio a la obra. La temporada de La Compañía se cierra este domingo 11 con la presentación de la obra en el Teatro Calvert de la zona Sur.