En un día de marzo voy camino al Complejo Monumental Alto de la Alianza ubicado a ocho kilómetros al norte de la ciudad de Tacna, la heroica y emblemática ciudad peruana en la contienda por el salitre. Desde la distancia se ve la bandera de Bolivia junto a la del Perú en el centro de un lugar amplio recuperado como Memorial que conmemora el acontecimiento ocurrido el 26 de mayo de 1880 cuando peruanos y bolivianos lucharon juntos contra el Ejército chileno en cumplimiento del Tratado de Alianza Defensiva entre ambos países suscrito en 1873.

Desde su emplazamiento y composición, el Memorial es un testimonio a ser descifrado. Se encuentran allí el Monumento al Alto de la Alianza y el Museo de Sitio rodeados de un conjunto patrimonial. Cada 26 de mayo peruanos y bolivianos rinden homenaje a los caídos en ese campo. Cientos de estudiantes de Tacna se trasladan en romería y se rememora a quienes lucharon valerosamente.

Este Memorial se organiza en una enorme superficie dispuesta en tres anillos concéntricos.

En el anillo externo, en un extremo del Campo del Alto de la Alianza, se encuentran inscritos sobre el suelo y en letras gigantes los apellidos de los militares que encabezaron el Ejército Aliado, en la misma formación que presentaron en el teatro de batalla: Narciso Campero, comandante general en jefe del Ejército Aliado, al centro; Eleodoro Camacho al mando del ala izquierda; Miguel Castro Pinto al mando del centro, y Lizardo Montero al mando del ala derecha. En el extremo opuesto del Memorial se encuentra un camposanto presidido por una enorme cruz con una leyenda que en su inicio dice: “A los que cayeron defendiendo la libertad de Tacna y Arica en las batallas de mayo y junio de 1880. Tributamos homenaje con esta cruz llena de pensamiento rendido a su memoria…”.

Al pie de esta estela hay placas en honor al soldado peruano, al soldado boliviano y al soldado desconocido. Alrededor de ellas decenas de cruces blancas simbolizan la sangre derramada por los soldados aliados. Entre ellas sobresalen cruces que llevan el nombre del batallón boliviano o peruano, de su comandante y el número de efectivos que lo componían. La expresividad del Memorial contrasta con la presencia silenciosa de quienes dieron su vida defendiendo suelo peruano en la antigua Provincia de Tarapacá.

En el anillo central del Memorial se encuentra la escultura que es el motivo principal del conjunto. Alrededor de ella decenas de placas de diferentes años testifican el tributo de instituciones del Estado y la sociedad civil de Perú y Bolivia, como los Veteranos de la Guerra del Pacífico, el ejército y el pueblo peruano, el ejército y el pueblo boliviano, municipios de Perú y Bolivia como Arequipa y Santa Cruz, las madres de Tacna, la Sociedad de Artesanos El Porvenir y otros.

Al centro del Memorial se encuentran dos monumentos: el conjunto escultórico y el Museo de Sitio. El primero se compone de siete piezas orientadas hacia el cielo en una alegoría que simboliza los valores nacionales peruanos y la unidad boliviano-peruana del Ejército Aliado.

Al pie de la escultura está el Museo de los Defensores del Campo de la Alianza. Con base circular, es el espacio más pequeño de todos, pero conserva testimonios encontrados en el campo de batalla. La memoria peruano-boliviana descansa en objetos, sujetos y textos: armas de la época, fusiles, sables, uniformes, morrales, pañuelos, vajilla, utensilios, croquis y maqueta del enfrentamiento, retratos, pinturas, fotografías, cartas y otros documentos.

Entre otros se expone la crueldad de la guerra con el “repase” practicado por el Ejército chileno, pasando a lanzas a los sobrevivientes de la batalla, y objetos de la vida cotidiana de la tropa. La memoria de la batalla también se actualiza con la exhibición de la Ley 2922 aprobada por el Congreso Nacional de Bolivia, promulgada por el gobierno de Carlos Mesa que declara Héroe Nacional al Comandante, clases y soldados del Batallón Colorados, y su ascenso a General de la República.

Para Bolivia, la llamada Guerra del Pacífico tuvo su último pasaje de gestación en 1878, cuando las empresas salitreras chilenas consiguieron que el Estado de ese país identificase sus intereses con los de ellas. El conflicto se inició con la invasión del Litoral boliviano en Antofagasta el 14 de febrero de 1879 y la defensa de Calama el 23 de marzo.

Para el Perú, la Guerra del Salitre se divide en tres momentos: la campaña marítima, la campaña del sur, y la campaña de Lima. En la primera, lucharon acorazados chilenos contra navíos peruanos en los combates de Iquique, Angamos (con el protagonismo del contraalmirante peruano Miguel Grau) y Pisagua. La Batalla del Alto de la Alianza se inscribe en el segundo momento, de las batallas terrestres en el sur del Perú, y es una de las más grandes de la campaña de Tacna y Arica. Se enfrentaron los ejércitos aliados de Perú y Bolivia contra el Ejército de Chile. Como resultado, Bolivia se retiró militarmente de la guerra, diezmada y dolida. Chile ocupó Tacna y se inició la campaña de Lima, que incluyó tres años de ocupación, hasta la firma del Tratado de Ancón.

La contienda fue complicada para Bolivia y Perú. Como asevera el historiador peruano Carlos Contreras, ninguno de los dos países poseía un ejército cohesionado, había una distancia entre oficialidad y tropa (clase propietaria e indígenas) y los esfuerzos de coordinación fueron limitados. Por su parte, el historiador chileno E. Caviedes, mostró que el Estado chileno ya tenía una simbiosis con capitales y familias británicas, lo que se tradujo en el apoyo de Gran Bretaña a Chile en la guerra.

REFLEXIÓN. La reflexión llega al final de la visita. El complejo monumental es un Memorial que brinda una experiencia de historia visual. Permite una apropiación más compleja de la historia que el monumento, una tradición escultórica que acompaña al relato histórico desde el siglo XIX.

La pedagogía del lugar está orientada a que sus visitantes se identifiquen a su paso con los vencidos del momento. El pasado todavía es agobiante. A más de un siglo de distancia de la batalla, el Memorial toma actualidad entre las voces que intervienen en el presente sobre una querella ocurrida en el siglo antepasado, que no está resuelta.

Este campo cívico se convierte en una pieza de la historia trinacional que requiere una reconstrucción histórica cuidadosa que no sea incompatible ni contradictoria con lo acontecido, encarada de forma paralela a los procesos políticos actuales. El Memorial transmite que no hay olvido de esa parte de la historia compartida entre Perú, Bolivia y Chile, el valor de peruanos y bolivianos en la defensa de suelo peruano, y la pervivencia de la memoria de la batalla, actualizada cada año. El Memorial, como una reconstrucción del pasado, evoca el futuro como una posibilidad de caminos compartidos en el siglo XXI.