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Felicidades Mr. Black

Banville tiene otra cara: el escritor Benjamin Black, autor de novelas negras

/ 8 de junio de 2014 / 04:00

Entrevistar a John Banville es una doble experiencia. Por un lado, está el escritor prestigioso de prosa cuidada; pero, a poco que lo busque, el periodista encontrará además la brillante personalidad de Benjamin Black, el alter ego creado por Banville para firmar sus obras de novela negra.

Es un juego de espejos en el que el nuevo premio Príncipe de Asturias de las Letras se mueve a la perfección. No solo en el terreno literario, también en el periodístico. “La verdad es que Black va a acabar con Banville”, dijo el autor irlandés en 2008, cuando visitó Madrid para presentar El otro nombre de Laura, la segunda entrega de la serie protagonizada por el forense Quirke.

Por entonces, Banville/Black confesaba que se había enganchado a este personaje, que había debutado con éxito en El secreto de Christine (2007).
Cuando Benjamin Black irrumpió en el mundo literario, la reputación de Banville como escritor ya había sido reconocida con el premio Booker por su novela El mar. En aquella época, Banville se mostraba ante el entrevistador como un educado y amable caballero irlandés, un punto distante. Pero nada como dirigir las preguntas a Benjamin Black para que la cercanía aumentara y el periodista empezara a recibir frases redondas.

“En un mundo de caos como el actual, la gente necesita historias en las que todo encaje”, decía para justificar el éxito de la novela negra. Para cuando Black firmó su cuarta entrega, En busca de April, la crisis era tal que el escritor se atrevía a decir que los médicos debían recetar a sus pacientes novelas negras como las suyas, en las que “todo es tan terrible que nos hace pensar que en realidad no estamos tan mal”.

Los títulos de Black se sucedían, mientras que las obras de Banville se espaciaban. Este ritmo guarda relación con los métodos de trabajo de cada uno: “A Benjamin Black le gusta contar una historia y no le preocupa en exceso su estilo, algo que a John Banville, en cambio, sí le preocupa muchísimo”, explicaba Banville/Black.

Algunos empezaron a tomarse en serio la predicción de que Black acabaría con Banville, pero el autor irlandés volvió a firmar con su nombre y su estilo original la aclamada Antigua luz, publicada en español hace dos años.

Si aquello era un reto para Black, el alter ego de Banville no se echó atrás y sorprendió a sus lectores con una pirueta literaria: se encarnó en el mismísismo Raymond Chandler, el gran maestro del género negro. Con el beneplácito de los herederos de Chandler, Black escribió La rubia de ojos negros, publicada este mismo año, en la que resucitó al detective Philip Marlowe, recreando a la perfección el estilo —ahora a Black le interesaba más el estilo— y el ritmo de las novelas del autor estadounidense.

Todo un prodigio que confirma a Black como gran autor de un género que ha prestigiado con sus novelas.    Es probable que todas las felicitaciones por el Premio Príncipe de Asturias se dirijan hoy a John Banville, pero seguro que este galardón ha arrancado una sonrisa socarrona a Benjamin Black.

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Banville tiene otra cara: el escritor Benjamin Black, autor de novelas negras

/ 8 de junio de 2014 / 04:00

Entrevistar a John Banville es una doble experiencia. Por un lado, está el escritor prestigioso de prosa cuidada; pero, a poco que lo busque, el periodista encontrará además la brillante personalidad de Benjamin Black, el alter ego creado por Banville para firmar sus obras de novela negra.

Es un juego de espejos en el que el nuevo premio Príncipe de Asturias de las Letras se mueve a la perfección. No solo en el terreno literario, también en el periodístico. “La verdad es que Black va a acabar con Banville”, dijo el autor irlandés en 2008, cuando visitó Madrid para presentar El otro nombre de Laura, la segunda entrega de la serie protagonizada por el forense Quirke.

Por entonces, Banville/Black confesaba que se había enganchado a este personaje, que había debutado con éxito en El secreto de Christine (2007).
Cuando Benjamin Black irrumpió en el mundo literario, la reputación de Banville como escritor ya había sido reconocida con el premio Booker por su novela El mar. En aquella época, Banville se mostraba ante el entrevistador como un educado y amable caballero irlandés, un punto distante. Pero nada como dirigir las preguntas a Benjamin Black para que la cercanía aumentara y el periodista empezara a recibir frases redondas.

“En un mundo de caos como el actual, la gente necesita historias en las que todo encaje”, decía para justificar el éxito de la novela negra. Para cuando Black firmó su cuarta entrega, En busca de April, la crisis era tal que el escritor se atrevía a decir que los médicos debían recetar a sus pacientes novelas negras como las suyas, en las que “todo es tan terrible que nos hace pensar que en realidad no estamos tan mal”.

Los títulos de Black se sucedían, mientras que las obras de Banville se espaciaban. Este ritmo guarda relación con los métodos de trabajo de cada uno: “A Benjamin Black le gusta contar una historia y no le preocupa en exceso su estilo, algo que a John Banville, en cambio, sí le preocupa muchísimo”, explicaba Banville/Black.

Algunos empezaron a tomarse en serio la predicción de que Black acabaría con Banville, pero el autor irlandés volvió a firmar con su nombre y su estilo original la aclamada Antigua luz, publicada en español hace dos años.

Si aquello era un reto para Black, el alter ego de Banville no se echó atrás y sorprendió a sus lectores con una pirueta literaria: se encarnó en el mismísismo Raymond Chandler, el gran maestro del género negro. Con el beneplácito de los herederos de Chandler, Black escribió La rubia de ojos negros, publicada este mismo año, en la que resucitó al detective Philip Marlowe, recreando a la perfección el estilo —ahora a Black le interesaba más el estilo— y el ritmo de las novelas del autor estadounidense.

Todo un prodigio que confirma a Black como gran autor de un género que ha prestigiado con sus novelas.    Es probable que todas las felicitaciones por el Premio Príncipe de Asturias se dirijan hoy a John Banville, pero seguro que este galardón ha arrancado una sonrisa socarrona a Benjamin Black.

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