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Más que un contrabajista

A sus 78 años murió en Los Ángeles Charlie Haden, un mito vivo del jazz

/ 20 de julio de 2014 / 04:00

Tenía fama de neurótico, obsesivo, un tipo raro… ni siquiera se le consideraba un auténtico virtuoso de su instrumento. Y, sin embargo, el mundo del jazz estaba unánimemente rendido a sus pies: “tocar con  Charlie Haden es distinto a todo”, aseguraba Pat Metheny, para quien el contrabajista era el mejor compañero de escenario. “Charlie no es un contrabajista de jazz, es… otra cosa. No toca notas, hace filosofía”. El ilustre y filosófico pionero del free jazz falleció el viernes 11 en Los Ángeles, después de una “larga enfermedad”.

La trayectoria vital y artística de Charles Edward Haden (Shenandoah, Iowa, 6 de agosto de 1937) aparece unida a la de aquellos con quienes compartió escenario y/o estudio de grabación: Keith Jarrett, Carla Bley y, antes que ningún otro, Ornette Coleman. Junto con el trompetista Don Cherry y el baterista Billy Higgins, Haden formó parte del controvertido cuarteto del saxofonista que conmovió los cimientos de la escena jazzística en los primeros años 60:

“Ornette me enseñó a no pensar en categorías ni en géneros sino en belleza y en crear algo nuevo que no existía antes”.
Finalizando la década, creó la Liberation Music Orchestra, agrupación que introdujo al jazz en los terrenos de la agitación política sobre un repertorio que combinaba las canciones de la Guerra Civil española con los himnos pacifistas y las melodías revolucionarias latinoamericanas. Décadas más tarde, su fundador se vería “en la obligación” de retomar la iniciativa: “he vuelto con la Liberation porque seguimos viviendo en un mundo donde reina la crueldad, la avaricia y la devastación; un mundo gobernado por mentalidades cerradas, el ejemplo perfecto es Bush. Por eso, ahora más que nunca, necesitamos de la belleza”.

Su idea de un jazz descentralizado le llevó a tocar a dúo con el guitarrista de fado Carlos Paredes y con el pianista cubano Gonzalo Rubalcaba.

Su participación en el primer Festival de Jazz de Cascais el 20 de noviembre de 1971 junto al cuarteto de Ornette Coleman, terminó con su detención y posterior traslado a la Direcção-Geral de Segurança de la policía salazarista, después de que el contrabajista dedicara una de sus interpretaciones “a los movimientos de liberación en Angola y Mozambique”. Haden fue “invitado” a plasmar su arrepentimiento en un documento firmado, tras lo que se le expulsó del país llevando consigo la grabación de la pieza en cuestión —Song for Che— oculta en un bolsillo de la gabardina. Ésta vería la luz en su disco Closeness.
En 1989, el Festival de Jazz de Montreal le dedicó ocho jornadas seguidas, con un programa distinto cada noche y los músicos y el repertorio a la libre elección del homenajeado. En junio de 2007, Haden se presentó en España con la más clásica de sus formaciones, Quartet West, celebrando el 20º aniversario de su fundación. Ese mismo año viajó a Nashville para grabar un sorprendente homenaje al country & western: Rambling boy. Haden.

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A sus 78 años murió en Los Ángeles Charlie Haden, un mito vivo del jazz

/ 20 de julio de 2014 / 04:00

Tenía fama de neurótico, obsesivo, un tipo raro… ni siquiera se le consideraba un auténtico virtuoso de su instrumento. Y, sin embargo, el mundo del jazz estaba unánimemente rendido a sus pies: “tocar con  Charlie Haden es distinto a todo”, aseguraba Pat Metheny, para quien el contrabajista era el mejor compañero de escenario. “Charlie no es un contrabajista de jazz, es… otra cosa. No toca notas, hace filosofía”. El ilustre y filosófico pionero del free jazz falleció el viernes 11 en Los Ángeles, después de una “larga enfermedad”.

La trayectoria vital y artística de Charles Edward Haden (Shenandoah, Iowa, 6 de agosto de 1937) aparece unida a la de aquellos con quienes compartió escenario y/o estudio de grabación: Keith Jarrett, Carla Bley y, antes que ningún otro, Ornette Coleman. Junto con el trompetista Don Cherry y el baterista Billy Higgins, Haden formó parte del controvertido cuarteto del saxofonista que conmovió los cimientos de la escena jazzística en los primeros años 60:

“Ornette me enseñó a no pensar en categorías ni en géneros sino en belleza y en crear algo nuevo que no existía antes”.
Finalizando la década, creó la Liberation Music Orchestra, agrupación que introdujo al jazz en los terrenos de la agitación política sobre un repertorio que combinaba las canciones de la Guerra Civil española con los himnos pacifistas y las melodías revolucionarias latinoamericanas. Décadas más tarde, su fundador se vería “en la obligación” de retomar la iniciativa: “he vuelto con la Liberation porque seguimos viviendo en un mundo donde reina la crueldad, la avaricia y la devastación; un mundo gobernado por mentalidades cerradas, el ejemplo perfecto es Bush. Por eso, ahora más que nunca, necesitamos de la belleza”.

Su idea de un jazz descentralizado le llevó a tocar a dúo con el guitarrista de fado Carlos Paredes y con el pianista cubano Gonzalo Rubalcaba.

Su participación en el primer Festival de Jazz de Cascais el 20 de noviembre de 1971 junto al cuarteto de Ornette Coleman, terminó con su detención y posterior traslado a la Direcção-Geral de Segurança de la policía salazarista, después de que el contrabajista dedicara una de sus interpretaciones “a los movimientos de liberación en Angola y Mozambique”. Haden fue “invitado” a plasmar su arrepentimiento en un documento firmado, tras lo que se le expulsó del país llevando consigo la grabación de la pieza en cuestión —Song for Che— oculta en un bolsillo de la gabardina. Ésta vería la luz en su disco Closeness.
En 1989, el Festival de Jazz de Montreal le dedicó ocho jornadas seguidas, con un programa distinto cada noche y los músicos y el repertorio a la libre elección del homenajeado. En junio de 2007, Haden se presentó en España con la más clásica de sus formaciones, Quartet West, celebrando el 20º aniversario de su fundación. Ese mismo año viajó a Nashville para grabar un sorprendente homenaje al country & western: Rambling boy. Haden.

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Hall, el alquimista de la guitarra

A los 83 años murió Jim Hall, el guitarrista al que Pat Metheny consideraba el mejor sobre la tierra

/ 15 de diciembre de 2013 / 04:00

Pat Metheny le presentaba como “el mejor guitarrista vivo sobre la tierra” en sus conciertos a dúo. Como testimonio, el disco que ambos grabaron juntos, en 1999. “Cuando se toca con alguien como Jim Hall”, declaraba Metheny “la edad no cuenta, sólo la sensibilidad”. James Stanley Hall falleció “por causas naturales” el pasado martes en su apartamento de Manhattan, una semana después de cumplir 83 años. Neoyorquino de nacimiento y vocación, se mantuvo en activo hasta, prácticamente, el último día.

Había nacido en 1930. Pasó su infancia en Cleveland. Sus estudios clásicos le ayudaron a forjar un estilo que redondeó mediante la escucha atenta de los grandes guitarristas de jazz, comenzando por Charlie Christian y Django Reinhardt.

En 1955 se instaló en Los Ángeles. Al cabo de poco entraría a formar parte del quinteto del baterista Chico Hamilton, fallecido muy recientemente, con el que saborearía las mieles de un éxito que muy pocos pudieron predecir. Hall aprovechó la ocasión para grabar su primer disco como líder, Jazz guitar, editado en 1957. El ya popular guitarrista seguiría transitando por los caminos de la experimentación cercana al free jazz, como miembro del trío del multisaxofonista Jimmy Giuffre, y en sus diversas colaboraciones con el pianista John Lewis.

En 1962 entró a formar parte del cuarteto de Sonny Rollins. Difícil imaginar dos intérpretes más alejados en lo estético, ni tan bien avenidos en la práctica. Hall fue a Rollins lo que Bill Evans a Miles Davis: el perfecto contrapunto, allá donde la sonoridad mate del guitarrista que hizo de la discreción su marca de identidad se fundía con la expresión apasionada y visceral del saxofonista. Rollins y Hall grabarían dos obras maestras indiscutibles: The bridge y What’s new?

Llevado por su fama, el guitarrista pasaría a alternar con la crema y nata de la profesión, de Art Farmer a Gerry Mulligan, Paul Desmond o su primer maestro, Zoot Sims. Su complicidad con el pianista Bill Evans dio lugar a dos nuevas obras maestras: Undercurrent e Intermodulation.

En 1965 su frágil salud le obligó a retirarse de los escenarios. Regresó a los dos años envuelto en el mayor de los olvidos. Olvidado, o casi, en su propio país, Hall pasará a centrar su actividad en Europa y Japón, actuando en conjuntos de pequeño formato, en trío o a dúo. Al poco tiempo crearía su propio grupo de colaboradores habituales, entre los que se encontraban los pianistas Michel Petrucciani y Enrico Pieranunzi, los guitarristas Bill Frisell y Óscar Castro-Neves y el contrabajista Ron Carter. Con George Mraz, Dave Holland, Christian McBride, Scott Colley y Charlie Haden grabó Jim Hall and basses, en 2001.

En 1975, grabó para el sello CTI una versión comprimida del Concierto de Aranjuez, considerada una de sus piezas magistrales, para la que contó con la colaboración de, entre otros, el trompetista Chet Baker.

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A los 83 años murió Jim Hall, el guitarrista al que Pat Metheny consideraba el mejor sobre la tierra

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Había nacido en 1930. Pasó su infancia en Cleveland. Sus estudios clásicos le ayudaron a forjar un estilo que redondeó mediante la escucha atenta de los grandes guitarristas de jazz, comenzando por Charlie Christian y Django Reinhardt.

En 1955 se instaló en Los Ángeles. Al cabo de poco entraría a formar parte del quinteto del baterista Chico Hamilton, fallecido muy recientemente, con el que saborearía las mieles de un éxito que muy pocos pudieron predecir. Hall aprovechó la ocasión para grabar su primer disco como líder, Jazz guitar, editado en 1957. El ya popular guitarrista seguiría transitando por los caminos de la experimentación cercana al free jazz, como miembro del trío del multisaxofonista Jimmy Giuffre, y en sus diversas colaboraciones con el pianista John Lewis.

En 1962 entró a formar parte del cuarteto de Sonny Rollins. Difícil imaginar dos intérpretes más alejados en lo estético, ni tan bien avenidos en la práctica. Hall fue a Rollins lo que Bill Evans a Miles Davis: el perfecto contrapunto, allá donde la sonoridad mate del guitarrista que hizo de la discreción su marca de identidad se fundía con la expresión apasionada y visceral del saxofonista. Rollins y Hall grabarían dos obras maestras indiscutibles: The bridge y What’s new?

Llevado por su fama, el guitarrista pasaría a alternar con la crema y nata de la profesión, de Art Farmer a Gerry Mulligan, Paul Desmond o su primer maestro, Zoot Sims. Su complicidad con el pianista Bill Evans dio lugar a dos nuevas obras maestras: Undercurrent e Intermodulation.

En 1965 su frágil salud le obligó a retirarse de los escenarios. Regresó a los dos años envuelto en el mayor de los olvidos. Olvidado, o casi, en su propio país, Hall pasará a centrar su actividad en Europa y Japón, actuando en conjuntos de pequeño formato, en trío o a dúo. Al poco tiempo crearía su propio grupo de colaboradores habituales, entre los que se encontraban los pianistas Michel Petrucciani y Enrico Pieranunzi, los guitarristas Bill Frisell y Óscar Castro-Neves y el contrabajista Ron Carter. Con George Mraz, Dave Holland, Christian McBride, Scott Colley y Charlie Haden grabó Jim Hall and basses, en 2001.

En 1975, grabó para el sello CTI una versión comprimida del Concierto de Aranjuez, considerada una de sus piezas magistrales, para la que contó con la colaboración de, entre otros, el trompetista Chet Baker.

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