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El soldado desconocido

/ 10 de agosto de 2014 / 04:00

La bala

La bala que me hiera
será bala con alma.
El alma de esa bala
será como sería
la canción de una rosa
si las flores cantaran
o el olor de un topacio
si las piedras olieran,
o la piel de una música
si nos fuese posible
tocar a las canciones
desnudas con las manos.

Si me hiere el cerebro
me dirá: yo buscaba
sondear tu pensamiento.
Y si me hiere el pecho
me dirá: ¡Yo quería
decirte que te quiero!

Heridos

He visto a los heridos:
¡Qué horribles son los trapos manchados de sangre!
Y los hombres que se quejan mucho;
y los que se quejan poco;
y los que ya han dejado de quejarse!
Y las bocas retorcidas de dolor;
y los dientes aferrados;
y aquel muchacho loco que se ha mordido la lengua

y la lleva de fuera, morada, como si lo hubieran ahorcado!

Granadas

Porque me parecieron
pájaros que volaban las granadas
—golondrinas de los atardeceres—,
me sorprendió como cosa de magia
ver que en donde caían
con un estruendo vasto, levantaban
espirituales árboles de tierra
maravillosos de troncos y de ramas.
En el ramaje aéreo de esos árboles,
escondido en el follaje de barro,
hizo su nido un instante
un deseo olvidado:
Tal vez de dormir en medio de un bosque,
quizá de tener alas;
¡tantos deseos caben en solo uno

cuando se está casi muerto de cansancio!

Granadas de gas asfixiante

Plo-plo-plo-plo hacen las granadas,
y cuando caen, plum.
Y en los días de sol su humo es una nube amarillosa,
y en los días lluviosos de una blancura esplendorosa.
¿Quién no se acuerda de los cuentos de hadas?
¿De los genios, de los duendes, de los gnomos?
¡Plo-plo-plo-plo… plum!
¡Plo-plo-plo-plo…
Plo-plum-plo!

El gas que he respirado
me dejó casi ciego,
pero olía a fruta de mi tierra,
unas veces a piña y otras a mango,
y hasta a guineos de los que sirven para hacer vinagre;
y aunque de sí no me hubiera hecho llorar,

sé que hubiera llorado.

Carta

Ya me curé de la literatura.
Estas cosas no hay cómo contarlas.
Estoy piojoso y eso es lo de menos.
De nada sirven las palabras.
Está haciendo frío
por unas razones muy sencillas
que no recuerdo ahora.
Tal vez porque es invierno.
Unos libros forrados
que hallarás en mi casa
explican con lucidez indiscutible
la razón de las temperaturas.
Cuando me escribas, dime
por qué hay calor y frío.
¡Fuera horroroso
morirme en la ignorancia!
Las luces Verey son
lo más bello del mundo.
La No Mans Land parece
un país encantado.
He visto mi propia sombra
alargarse al infinito.
Y me han brotado mil sombras
rápidas de los pies.
Y se han ido estirando
más veloces que un sueño;
y después han corrido
de nuevo a mis zapatos.
Todavía les tengo
más temor a las sombras que a las balas.
Aunque son un encanto
las luces: verdes, blancas,
azules, amarillas
Me he diluido en sombras
y me he ido corriendo
a más allá del mundo.
Me han parecido música
las luces. Me he sentido
el Prometeo de Scriabin.
Después me ha dado espanto.
Unos libros forrados
que hallarás en mi casa
explican con lucidez indiscutible
el por qué de los miedos.
Cuando me escribas, dime
cómo se es valiente.
¡Fuera horroroso
morirme en la ignorancia!

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/ 10 de agosto de 2014 / 04:00

La bala

La bala que me hiera
será bala con alma.
El alma de esa bala
será como sería
la canción de una rosa
si las flores cantaran
o el olor de un topacio
si las piedras olieran,
o la piel de una música
si nos fuese posible
tocar a las canciones
desnudas con las manos.

Si me hiere el cerebro
me dirá: yo buscaba
sondear tu pensamiento.
Y si me hiere el pecho
me dirá: ¡Yo quería
decirte que te quiero!

Heridos

He visto a los heridos:
¡Qué horribles son los trapos manchados de sangre!
Y los hombres que se quejan mucho;
y los que se quejan poco;
y los que ya han dejado de quejarse!
Y las bocas retorcidas de dolor;
y los dientes aferrados;
y aquel muchacho loco que se ha mordido la lengua

y la lleva de fuera, morada, como si lo hubieran ahorcado!

Granadas

Porque me parecieron
pájaros que volaban las granadas
—golondrinas de los atardeceres—,
me sorprendió como cosa de magia
ver que en donde caían
con un estruendo vasto, levantaban
espirituales árboles de tierra
maravillosos de troncos y de ramas.
En el ramaje aéreo de esos árboles,
escondido en el follaje de barro,
hizo su nido un instante
un deseo olvidado:
Tal vez de dormir en medio de un bosque,
quizá de tener alas;
¡tantos deseos caben en solo uno

cuando se está casi muerto de cansancio!

Granadas de gas asfixiante

Plo-plo-plo-plo hacen las granadas,
y cuando caen, plum.
Y en los días de sol su humo es una nube amarillosa,
y en los días lluviosos de una blancura esplendorosa.
¿Quién no se acuerda de los cuentos de hadas?
¿De los genios, de los duendes, de los gnomos?
¡Plo-plo-plo-plo… plum!
¡Plo-plo-plo-plo…
Plo-plum-plo!

El gas que he respirado
me dejó casi ciego,
pero olía a fruta de mi tierra,
unas veces a piña y otras a mango,
y hasta a guineos de los que sirven para hacer vinagre;
y aunque de sí no me hubiera hecho llorar,

sé que hubiera llorado.

Carta

Ya me curé de la literatura.
Estas cosas no hay cómo contarlas.
Estoy piojoso y eso es lo de menos.
De nada sirven las palabras.
Está haciendo frío
por unas razones muy sencillas
que no recuerdo ahora.
Tal vez porque es invierno.
Unos libros forrados
que hallarás en mi casa
explican con lucidez indiscutible
la razón de las temperaturas.
Cuando me escribas, dime
por qué hay calor y frío.
¡Fuera horroroso
morirme en la ignorancia!
Las luces Verey son
lo más bello del mundo.
La No Mans Land parece
un país encantado.
He visto mi propia sombra
alargarse al infinito.
Y me han brotado mil sombras
rápidas de los pies.
Y se han ido estirando
más veloces que un sueño;
y después han corrido
de nuevo a mis zapatos.
Todavía les tengo
más temor a las sombras que a las balas.
Aunque son un encanto
las luces: verdes, blancas,
azules, amarillas
Me he diluido en sombras
y me he ido corriendo
a más allá del mundo.
Me han parecido música
las luces. Me he sentido
el Prometeo de Scriabin.
Después me ha dado espanto.
Unos libros forrados
que hallarás en mi casa
explican con lucidez indiscutible
el por qué de los miedos.
Cuando me escribas, dime
cómo se es valiente.
¡Fuera horroroso
morirme en la ignorancia!

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