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Halperin, adiós al historiador

Pocas veces en la Argentina de hoy se da un consenso tan unánime en torno a una persona, viva o muerta. El historiador Tulio Halperin Donghi, antiperonista de toda la vida, falleció a los 88 años el 14 de noviembre en Berkeley (California) entre el reconocimiento y la admiración de sus compatriotas de todo signo político. Clarín, el diario más crítico con el Gobierno, lo calificó como “el historiador de la Argentina”. La Nación, también crítico, tituló que había fallecido un personaje “imprescindible” para entender la historia del país. El historiador y columnista argentino Carlos Pagni comentaba ayer que probablemente Halperin Donghi haya sido, junto a Jorge Luis Borges, una de las personas más inteligentes que haya dado Argentina. Y desde el lado opuesto, el diario afín al Gobierno Página 12 titulaba: “Se fue una parte de la historia”.

Tulio Halperin se labró un prestigio a prueba de las muchas polémicas en las que nunca temió meterse. Eso sí: en buena parte se lo labró desde el extranjero, ya que a partir de 1966 fue profesor en las universidades de Harvard y de Oxford, y desde 1971 enseñó en la de California, en Berkeley.
Hijo de un profesor de latín y una profesora de español, Halperin nació en Buenos Aires en 1926. Estudió Química durante dos años y medio, hasta que se dio cuenta de que quería ser historiador. Su padre insistió en que consiguiera un título y se licenció en Derecho. Después se doctoró en Historia, completó su formación en Turín y París y en 1972 publicó en la editorial Siglo XXI su gran obra, Revolución y guerra, imprescindible para quienes pretendan conocer la élite política, económica y militar argentina en la lucha por su independencia, entre 1810 y 1820. En 1972 se marchó a Berkeley, donde daba clases como profesor emérito. Pero Argentina era su gran obsesión. Entre su profusa bibliografía se podría destacar Historia contemporánea de América Latina (1967).

Una nación para el desierto argentino (1982) y La lenta agonía de la Argentina peronista (1994). En este último se preguntaba por qué había un consenso tan generalizado sobre uno de los próceres de Argentina, Manuel Belgrano (1770-1820), sobre el que el mes pasado publicó su estudio, El enigma Belgrano.

En el bisemanario Perfil, la crítica literaria Beatriz Sarlo escribió: “Lo extrañaremos y nos hará falta. Hace poco escribí una frase que él consideró ridícula. Escribí: ‘Halperin Donghi es un genio’. La inteligencia era una parte de su fascinación. La otra, más compleja, era la rarísima mezcla de mordacidad y benevolencia, una mezcla que parece imposible. A medida que fue envejeciendo no abandonó la ironía, pero se volvió más bondadoso. Cuando terminó la dictadura y nos visitó en los tempranos 80, dejamos de temerle y, más tranquilos, pasamos simplemente a admirarlo”.

Su muerte ha suscitado en Argentina un consenso semejante al que había sobre el héroe Manuel Belgrano hasta que él mismo diseccionó al personaje.