En 1986, Mario Bellatin, tenía 26 años y una novela lista que necesitaba publicar para poder seguir escribiendo, para librarse de ella. Entonces tomó una decisión que entonces resultó novedosa: elaboró bonos de preventa y durante un frenético mes en el que no tuvo energía para más, logró prevender 800 ejemplares de ese libro que no existía aún. “Solo tiempo después  —dice Bellatin— comprendí lo más importante de aquella operación. Mi acto había creado un escritor. Lo importante no había sido ni el libro producido ni el dinero obtenido, sino haber introducido 800 libros en el medio. Creo que de haber encontrado un editor que realizara las cosas como supuestamente están marcadas, la edición de ese libro se hubiese quedado olvidada dentro de sus cajas.”

Desde que en 1986 apareciera su primera novela, Mujeres de sal, Bellatin ha construido una escritura única, difícil de clasificar, alejada de los tradicionales imperativos de la representación. Sus primeras novelas, aparecidas en los 90, solían ser leídas desde un desconcierto crítico que apelaba a muletillas como “kafkiano”, “posmoderno” o  “experimental”. Salón de belleza, por ejemplo, cuenta la historia de un peluquero que convierte su salón en un moridero en el que acoge a las víctimas de una mortal epidemia. En el trasfondo, los hermosos peces de colores que habitan los acuarios del salón se devoran entre sí y convierten su hábitat en un escenario marcado también por la muerte. Se trata, sobre todo, de un relato que pone en escena la confluencia entre belleza y muerte. Sin embargo, cuando la novela se publicó, no faltaron las lecturas que proponían enfatizar el posible vínculo entre el mal que aqueja a los personajes de la novela y el sida.

Desde su puesta en cuestión de los géneros hasta su constante desmarque de posibles filiaciones, la obra de Bellatin abrió el terreno a una escritura latinoamericana que no necesita colgarse etiquetas exóticas, preceptos ideológicos o pactos sumisos respecto a la mirada eurocéntrica. Y las huellas de esa ruptura se hacen evidentes más allá del texto. En 2003, Bellatin organizó en París el Congreso de Escritores Latinoamericanos en el que figuraban invitados de la talla de Margo Glantz y Sergio Pitol. Sin embargo, cuando el ansioso público ingresó a la sala de conferencias, encontró que donde debía estar Glantz se hallaba un joven con barba y en lugar de Pitol había una muchacha. Ellos, los dobles, repetían de memoria textos escritos por los autores. El público europeo no podía dar crédito a lo que veía. Querían a la persona, no admitían que el autor fuera una ausencia o una simulación, necesitaban la certeza del vínculo biográfico y todo lo que ese vínculo desencadena.

Si bien cada libro de Bellatin conduce al lector a un universo distinto, toda su obra está marcada por un impulso: escribir para seguir escribiendo, es decir, diseñar sin pretensiones épicas ni fundacionales un mundo paralelo regido por reglas propias, el lugar de una experiencia. Un lugar para vivir.

En un libro en el que reflexiona sobre su propia escritura, Condición de las flores, Bellatin se refiere a la idea de que la dedicación a la escritura de ficción es ante todo una opción vital: “Me gustaría creer la idea de que escribo un libro infinito donde las obras son solo puntos de referencia de la escritura en abstracto que las sostiene. Para eso es importante haber tomado la decisión de que la escritura estará inserta en mi vida como si de las ramas del árbol de un bosque salvaje se tratara. Me reconforta saber que la estructura actual de mi  existencia ha sido buscada para escribir en la mejor de las condiciones. Creo que uno de mis logros mayores es el de poder existir solamente dentro de lo literario”.

Cuando nos sumergimos en el universo de Bellatin descubrimos que no es un apacible remanso sino un espacio de constante desacomodo. Ello ocurre de forma contundente en Flores, un texto breve hecho de fragmentos, cuya intriga más acuciante consiste en visualizar la unidad que los articula. Una historia central es la de una pareja de científicos que trabaja con las víctimas de mutaciones provocadas por un fármaco recetado en los años 50 a mujeres embarazadas. Como ocurre en muchos de sus libros, la voz narrativa no da muchos detalles, no se compromete emocionalmente con los hechos. No nos conduce al olvido sino a la lucidez respecto a la arbitrariedad y, muchas veces perversión, de los pactos sociales que nos vinculan y que idealizamos día a día.

‘Flores’, edición de colección

Perra Gráfica Taller (un espacio de producción y difusión de arte gráfico ubicado en el tradicional barrio de San Pedro) está a punto de publicar Flores, un libro fundamental de la extensa y reconocida obra de Mario Bellatin (1960).

Se trata de la tercera publicación de Perra Gráfica y, como las dos anteriores, ésta intenta circular rompiendo con algunos de los rituales del circuito editorial. Por un lado, el libro se financia con un sistema de preventa: actualmente es posible adquirir por 100 Bs. una reserva para el libro que se presentará a principios de diciembre. Por otro lado, el libro tiene características distintivas: es una edición numerada, limitada y la tapa y las ilustraciones interiores (creadas especialmente por la artista Paola Guardia) van impresas a mano (más información en: [email protected], [email protected]) .
Bajo esta novedosa modalidad se podrá acceder en nuestro medio a una obra que por el momento no se halla en nuestras librerías. Flores se publicó por primera vez en 2000, en Santiago de Chile.