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Morir por amor… a Juan Ramón

En 1932, la escultora Marga Gil Roësset se mató por amor al poeta Juan Ramón Jiménez

/ 25 de enero de 2015 / 04:00

La escultora Marga Gil Roësset tenía 24 años cuando el 30 de julio de 1932, horas antes de pegarse un tiro y acabar con su vida, decidió dejar su diario en casa del poeta Juan Ramón Jiménez quien, al asumir la tragedia, decidió editarlo: “Tu sufrimiento, muerta tú, se ha quedado expandido sobre mí”.

Aquel diario lleno de frases incompletas y de puntos suspensivos ha sido publicado ahora, 82 años más tarde, por la Fundación José Manuel Lara con el título de Marga y en la edición que preparó el Nobel de Literatura, según los papeles que dispuso para homenajear a su joven amiga.

En las páginas de su diario, Marga Gil Roësset reflejó la tristeza, la desesperación que sentía por su amor no correspondido por el poeta, que entonces tenía 51 años.  “Qué dulce es el amanecer del día último…”; “Ya no quiero vivir sin ti”; “Mi amor es infinito… La muerte es… infinita” son algunas de las frases que Marga, antes de su amarga despedida, anotó en su diario, un documento del que se ignoró su existencia hasta 1997 y que ahora se publica con trazas de homenaje.

“…Es tan bello lo que escribió y fue tan valiente… que me parece un crimen (matarlo del todo), una falta de humanidad, no dejar en la vida su ‘fantasía’”, anotó Juan Ramón sobre el proyecto de edición del diario, unos textos que quiso incorporar a su propia obra para que vivieran “eternamente”.

Marga, que se abre con una semblanza biográfica de Marga Clark, sobrina de Marga Gil Roësset, incluye un breve álbum fotográfico, textos y apuntes de Juan Ramón Jiménez y de su esposa, Zenobia Camprubí, poemas, ilustraciones y recortes de prensa de la época alusivas a la actividad artística de Marga y a su última decisión, como estos titulares: “Suicidio de una señorita: Se encierra, se dispara un tiro en la cabeza y muere instantáneamente. Se ignoran las causas de su fatal resolución”.

Marga Clark asegura en la introducción haberse tomado como una misión en su vida reivindicar y homenajear la memoria de su tía, “puesto que se la mantuvo encerrada en la sombría tumba del olvido 65 años”.

Hace 15 años, en el Círculo de Bellas Artes de Madrid se celebró una exposición que reunió la obra de Gil que ha sobrevivido —la propia Marga destruyó algunas esculturas antes de quitarse la vida—, 16 esculturas y 80 dibujos y acuarelas. Esa obra plástica le mereció la consideración de niña prodigio —con ocho años ilustraba los cuentos que escribía su hermana— y su adscripción a las vanguardias.

Una de las tres cartas que Marga dejó iba dirigida a Zenobia Camprubí, de la que moldeó un busto que se salvó de la destrucción, confesándole su amor hacia su marido y pidiéndole perdón: “por lo que si él quisiera yo habría hecho”. La propia Zenobia escribió cuatro relatos sobre Marga, uno de los cuales decía: “Marga, quiero contar tu historia porque tarde o temprano la contarán quienes no te conocieron o no te entendieron”.

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Morir por amor… a Juan Ramón

En 1932, la escultora Marga Gil Roësset se mató por amor al poeta Juan Ramón Jiménez

/ 25 de enero de 2015 / 04:00

La escultora Marga Gil Roësset tenía 24 años cuando el 30 de julio de 1932, horas antes de pegarse un tiro y acabar con su vida, decidió dejar su diario en casa del poeta Juan Ramón Jiménez quien, al asumir la tragedia, decidió editarlo: “Tu sufrimiento, muerta tú, se ha quedado expandido sobre mí”.

Aquel diario lleno de frases incompletas y de puntos suspensivos ha sido publicado ahora, 82 años más tarde, por la Fundación José Manuel Lara con el título de Marga y en la edición que preparó el Nobel de Literatura, según los papeles que dispuso para homenajear a su joven amiga.

En las páginas de su diario, Marga Gil Roësset reflejó la tristeza, la desesperación que sentía por su amor no correspondido por el poeta, que entonces tenía 51 años.  “Qué dulce es el amanecer del día último…”; “Ya no quiero vivir sin ti”; “Mi amor es infinito… La muerte es… infinita” son algunas de las frases que Marga, antes de su amarga despedida, anotó en su diario, un documento del que se ignoró su existencia hasta 1997 y que ahora se publica con trazas de homenaje.

“…Es tan bello lo que escribió y fue tan valiente… que me parece un crimen (matarlo del todo), una falta de humanidad, no dejar en la vida su ‘fantasía’”, anotó Juan Ramón sobre el proyecto de edición del diario, unos textos que quiso incorporar a su propia obra para que vivieran “eternamente”.

Marga, que se abre con una semblanza biográfica de Marga Clark, sobrina de Marga Gil Roësset, incluye un breve álbum fotográfico, textos y apuntes de Juan Ramón Jiménez y de su esposa, Zenobia Camprubí, poemas, ilustraciones y recortes de prensa de la época alusivas a la actividad artística de Marga y a su última decisión, como estos titulares: “Suicidio de una señorita: Se encierra, se dispara un tiro en la cabeza y muere instantáneamente. Se ignoran las causas de su fatal resolución”.

Marga Clark asegura en la introducción haberse tomado como una misión en su vida reivindicar y homenajear la memoria de su tía, “puesto que se la mantuvo encerrada en la sombría tumba del olvido 65 años”.

Hace 15 años, en el Círculo de Bellas Artes de Madrid se celebró una exposición que reunió la obra de Gil que ha sobrevivido —la propia Marga destruyó algunas esculturas antes de quitarse la vida—, 16 esculturas y 80 dibujos y acuarelas. Esa obra plástica le mereció la consideración de niña prodigio —con ocho años ilustraba los cuentos que escribía su hermana— y su adscripción a las vanguardias.

Una de las tres cartas que Marga dejó iba dirigida a Zenobia Camprubí, de la que moldeó un busto que se salvó de la destrucción, confesándole su amor hacia su marido y pidiéndole perdón: “por lo que si él quisiera yo habría hecho”. La propia Zenobia escribió cuatro relatos sobre Marga, uno de los cuales decía: “Marga, quiero contar tu historia porque tarde o temprano la contarán quienes no te conocieron o no te entendieron”.

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