Thursday 28 Mar 2024 | Actualizado a 21:59 PM

Pedro Lemebel… gracias por tu faro subversivo

Artista polifacético, provocador de las buenas costumbres y del bien pensar, cronista de este tiempo, el chileno Pedro Lemebel  murió el 23 de enero en Santiago

/ 1 de febrero de 2015 / 04:00

El escritor chileno Pedro Lemebel falleció el 23 de enero conmocionando al mundo de la contracultura. Beatriz Preciado —filósofa feminista, exponente de la teoría queer y discípula de Jacques Derrida— en un mensaje remitido a María Galindo para ser difundido por Radio Deseo de La Paz, manifiesta: “La única imagen en movimiento es el amor. Tú me criaste y de ti salí como un hijo, de los cientos que tuviste, inventado por tu voz. Tú eres mi madre y te lloro como se llora a una madre travesti. Con una dosis de testosterona y un grito. Tú eres mi madre y te lloro como se llora a una madre comunista e indígena. Con una hoz y un martillo dibujados sobre la piel de la cara. Tú eres mi madre chamana y te lloro como se llora a la ayahuasca. Salgo a las calles de Nueva York y me abrazo a un árbol radiactivo mientras te pido perdón por no haber venido a verte. Por el miedo a la memoria de la tortura, por el miedo a los perros muertos de hambre y a las minas de Antofagasta…”

El mexicano Carlos Monsiváis, en 1996, escribía que Pedro era un “fenómeno de la literatura latinoamericana de este tiempo. Uso el término fenómeno en su doble acepción: es un escritor original y un prosista notable y, para sus lectores, es un freak, alguien que llama la atención desde el aspecto y rechaza la normalización ofrecida. Un escritor y un freak, indisolublemente unidos, los que están fuera, en la desolación y la energía de los que solo se integran a su modo, en los márgenes que ya no tienen el peso arrasador de antaño. (Si algo, la obra de Lemebel es un rechazo del determinismo homófobo). A Lemebel le ponen sitio las miradas (las lecturas) de la admiración, el morbo, el regocijo de ‘los turistas de lo inconveniente’, la extrañeza, la solidaridad, la normalidad de los que están al tanto de la globalización cultural, esa que para los gays se inició dramáticamente con los juicios de Oscar Wilde en 1895 y jubilosa y organizativamente con la revuelta de Stonewall en 1969”.

La presidenta de Chile, Michelle Bachelet, manifestó: “Pedro fue un creador incansable, un luchador social, un defensor de la libertad y una voz que nunca se apagó representando a los olvidados, a muchos que se sienten huérfanos en un país que no los representa ni los acoge”.

Pedro Lemebel fue escritor, defensor de los derechos humanos, principalmente de los homosexuales, artista visual multifacético, cronista y filósofo natural o posmoderno. Nació en Santiago de Chile en 1952 en un hogar modesto, que no dudó en garantizarle sus estudios en un liceo industrial de metal y mueblería y luego en la Universidad de Chile hasta que se recibió como docente de Artes Plásticas.

La fuerza de su talento y su permanente interpelación a las instituciones conservadoras del Chile dictatorial de los años 80 lo llevaron a incursionar en la guerrilla performativa urbana, efímera e impactante, bajo el sello de la provocación y la creatividad a través de su propio cuerpo convertido en mensaje y obra.

Sus obras, que hablan de la marginalidad chilena y son desgarradores testimonios autobiográficos homosexuales, irrumpieron en la escena pública en 1986 con un manifiesto titulado Hablo por mi diferencia.

Desde entonces, las obras de Lemebel develan la vida de la marginalidad chilena, esa vida acallada por la parafernalia mediática y el exitismo político. Reclamaba por los derechos humanos, la sexualidad y la memoria histórica, al grado de generar miedo en eventos públicos políticos o culturales, porque no se sabía en qué momento las intervenciones, la performance, el travestismo o las instalaciones de Lemebel provocarían sismos sorpresivos en los que exponía el cuerpo y la vida.

En sus performances no pocas veces develaba desgarradores testimonios autobiográficos, enfrentando la estigmatización del sida como maldición y castigo al “desborde homosexual”. Sus acciones artísticas y políticas lo enfrentaron a la represión policial por alterar la cotidianidad. Combatió la discriminación contra la homosexualidad sin autovictimización.

La sensibilidad de Lemebel también se desnuda en un texto inspirado en Bolivia: “Canción para un niño boliviano que nunca vio el mar” incluido en su libro Adiós Mariquita linda:

“Y cómo te lo digo y con qué humedad de letras te lo cuento, chiquito llocalla, pelusita paceño que nunca estuvo frente al estruendo salado de la planicie oceánica. Cómo hacértelo ver niñita imilla, en estas letras, si nunca fuiste testigo de esa música y sus olas crespas chasconeando el concierto de la bella mar. Cómo te lo digo, niño boliviano, cómo alargo la palabra m-a-r, y que ahorita zumbe en tus oídos como mil abejas moluscas, como millones de susurros que salpican tu carita aymara con su aliento matemo-martierno-mari-maternal. Ésta es una carta dirigida a tus ojitos oblicuos que de mil maneras intentan imaginar ese gran charco azul que no es como te lo cuenta la profesora en el colegio describiendo la parte más extensa del Titicaca, esa zona donde el cielo se recuesta sobre las aguas verde musgo, donde no hay cerros y el horizonte desaparece en esa lama esmeralda que, de alguna manera, también semeja un ojo de mar”.

El texto de Lemebel concluye: “Por eso, al escuchar el verso neopatriótico de algunos chilenos me da vergüenza, sobre todo cuando hablan del mar ganado por las armas. Sobre todo al oír la soberbia presidencial descalificando el sueño playero de un niño. Pero los presidentes pasan como las olas, y el dios de las aguas seguirá esperando en su eternidad tu mirada de llocalla triste para iluminarla un día con su relámpago azul”.

Conocí a Pedro Lemebel gracias a María Galindo. Tuve el privilegio de compartir con él memorables momentos a inicios de 2013, en una de las encantadoras callecitas de Lastarria, en Santiago de Chile, en medio de libros, flores y discos. Era cálido, estaba confiado en que superaría el cáncer de laringe que le había arrebatado la fuerza abrasadora a su voz. Rememoró su visita a La Paz y los paseos encantadores que compartió con María Galindo por nuestras empinadas calles y miradores.

Querido y admirado Pedro, qué dolor al saber de tu partida. Escribiste páginas maravillosas con tu arte transgresor, creativamente profundo, cautivante e irreverente. Donde estés seguirás brillando, porque tu vida y tu obra fueron y son un faro vital. ¡Te extraño y te extrañaré!

Hablo por mi diferencia

(fragmento)

Este texto fue leído como intervención en un acto político de la izquierda en septiembre de 1986, en Santiago de Chile

No soy Pasolini pidiendo explicaciones
No soy Ginsberg expulsado de Cuba
No soy un marica disfrazado de poeta
No necesito disfraz
Aquí está mi cara
Hablo por mi diferencia
Defiendo lo que soy
Y no soy tan raro
Me apesta la injusticia
Y sospecho de esta cueca democrática
Pero no me hable del proletariado
Porque ser pobre y maricón es peor
Hay que ser ácido para soportarlo
Es darle un rodeo a los machitos de la       esquina
Es un padre que te odia
Porque al hijo se le dobla la patita
Es tener una madre de manos tajeadas por el cloro
Envejecidas de limpieza
Acunándote de enfermo
Por malas costumbres
Por mala suerte
Como la dictadura
Peor que la dictadura
Porque la dictadura pasa
Y viene la democracia
Y detrasito el socialismo
¿Y entonces?
¿Qué harán con nosotros compañero?
¿Nos amarrarán de las trenzas en fardos
con destino a un sidario cubano?
Nos meterán en algún tren de ninguna parte
Como en el barco del general Ibáñez
Donde aprendimos a nadar
Pero ninguno llegó a la costa
Por eso Valparaíso apagó sus luces rojas
Por eso las casas de caramba
Le brindaron una lágrima negra
A los colizas comidos por las jaibas
Ese año que la Comisión de Derechos           Humanos no recuerda
Por eso compañero le pregunto
¿Existe aún el tren siberiano
de la propaganda reaccionaria?
Ese tren que pasa por sus pupilas
Cuando mi voz se pone demasiado dulce
¿Y usted?
¿Qué hará con ese recuerdo de niños
Pajeándonos y otras cosas
En las vacaciones de Cartagena?
¿El futuro será en blanco y negro?
¿El tiempo en noche y día laboral
sin ambigüedades?
¿No habrá un maricón en alguna esquina
desequilibrando el futuro de su hombre      nuevo?
¿Van a dejarnos bordar de pájaros
las banderas de la patria libre?
El fusil se lo dejo a usted
Que tiene la sangre fría
Y no es miedo
El miedo se me fue pasando
De atajar cuchillos
En los sótanos sexuales donde anduve

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Pedro Lemebel… gracias por tu faro subversivo

Artista polifacético, provocador de las buenas costumbres y del bien pensar, cronista de este tiempo, el chileno Pedro Lemebel  murió el 23 de enero en Santiago

/ 1 de febrero de 2015 / 04:00

El escritor chileno Pedro Lemebel falleció el 23 de enero conmocionando al mundo de la contracultura. Beatriz Preciado —filósofa feminista, exponente de la teoría queer y discípula de Jacques Derrida— en un mensaje remitido a María Galindo para ser difundido por Radio Deseo de La Paz, manifiesta: “La única imagen en movimiento es el amor. Tú me criaste y de ti salí como un hijo, de los cientos que tuviste, inventado por tu voz. Tú eres mi madre y te lloro como se llora a una madre travesti. Con una dosis de testosterona y un grito. Tú eres mi madre y te lloro como se llora a una madre comunista e indígena. Con una hoz y un martillo dibujados sobre la piel de la cara. Tú eres mi madre chamana y te lloro como se llora a la ayahuasca. Salgo a las calles de Nueva York y me abrazo a un árbol radiactivo mientras te pido perdón por no haber venido a verte. Por el miedo a la memoria de la tortura, por el miedo a los perros muertos de hambre y a las minas de Antofagasta…”

El mexicano Carlos Monsiváis, en 1996, escribía que Pedro era un “fenómeno de la literatura latinoamericana de este tiempo. Uso el término fenómeno en su doble acepción: es un escritor original y un prosista notable y, para sus lectores, es un freak, alguien que llama la atención desde el aspecto y rechaza la normalización ofrecida. Un escritor y un freak, indisolublemente unidos, los que están fuera, en la desolación y la energía de los que solo se integran a su modo, en los márgenes que ya no tienen el peso arrasador de antaño. (Si algo, la obra de Lemebel es un rechazo del determinismo homófobo). A Lemebel le ponen sitio las miradas (las lecturas) de la admiración, el morbo, el regocijo de ‘los turistas de lo inconveniente’, la extrañeza, la solidaridad, la normalidad de los que están al tanto de la globalización cultural, esa que para los gays se inició dramáticamente con los juicios de Oscar Wilde en 1895 y jubilosa y organizativamente con la revuelta de Stonewall en 1969”.

La presidenta de Chile, Michelle Bachelet, manifestó: “Pedro fue un creador incansable, un luchador social, un defensor de la libertad y una voz que nunca se apagó representando a los olvidados, a muchos que se sienten huérfanos en un país que no los representa ni los acoge”.

Pedro Lemebel fue escritor, defensor de los derechos humanos, principalmente de los homosexuales, artista visual multifacético, cronista y filósofo natural o posmoderno. Nació en Santiago de Chile en 1952 en un hogar modesto, que no dudó en garantizarle sus estudios en un liceo industrial de metal y mueblería y luego en la Universidad de Chile hasta que se recibió como docente de Artes Plásticas.

La fuerza de su talento y su permanente interpelación a las instituciones conservadoras del Chile dictatorial de los años 80 lo llevaron a incursionar en la guerrilla performativa urbana, efímera e impactante, bajo el sello de la provocación y la creatividad a través de su propio cuerpo convertido en mensaje y obra.

Sus obras, que hablan de la marginalidad chilena y son desgarradores testimonios autobiográficos homosexuales, irrumpieron en la escena pública en 1986 con un manifiesto titulado Hablo por mi diferencia.

Desde entonces, las obras de Lemebel develan la vida de la marginalidad chilena, esa vida acallada por la parafernalia mediática y el exitismo político. Reclamaba por los derechos humanos, la sexualidad y la memoria histórica, al grado de generar miedo en eventos públicos políticos o culturales, porque no se sabía en qué momento las intervenciones, la performance, el travestismo o las instalaciones de Lemebel provocarían sismos sorpresivos en los que exponía el cuerpo y la vida.

En sus performances no pocas veces develaba desgarradores testimonios autobiográficos, enfrentando la estigmatización del sida como maldición y castigo al “desborde homosexual”. Sus acciones artísticas y políticas lo enfrentaron a la represión policial por alterar la cotidianidad. Combatió la discriminación contra la homosexualidad sin autovictimización.

La sensibilidad de Lemebel también se desnuda en un texto inspirado en Bolivia: “Canción para un niño boliviano que nunca vio el mar” incluido en su libro Adiós Mariquita linda:

“Y cómo te lo digo y con qué humedad de letras te lo cuento, chiquito llocalla, pelusita paceño que nunca estuvo frente al estruendo salado de la planicie oceánica. Cómo hacértelo ver niñita imilla, en estas letras, si nunca fuiste testigo de esa música y sus olas crespas chasconeando el concierto de la bella mar. Cómo te lo digo, niño boliviano, cómo alargo la palabra m-a-r, y que ahorita zumbe en tus oídos como mil abejas moluscas, como millones de susurros que salpican tu carita aymara con su aliento matemo-martierno-mari-maternal. Ésta es una carta dirigida a tus ojitos oblicuos que de mil maneras intentan imaginar ese gran charco azul que no es como te lo cuenta la profesora en el colegio describiendo la parte más extensa del Titicaca, esa zona donde el cielo se recuesta sobre las aguas verde musgo, donde no hay cerros y el horizonte desaparece en esa lama esmeralda que, de alguna manera, también semeja un ojo de mar”.

El texto de Lemebel concluye: “Por eso, al escuchar el verso neopatriótico de algunos chilenos me da vergüenza, sobre todo cuando hablan del mar ganado por las armas. Sobre todo al oír la soberbia presidencial descalificando el sueño playero de un niño. Pero los presidentes pasan como las olas, y el dios de las aguas seguirá esperando en su eternidad tu mirada de llocalla triste para iluminarla un día con su relámpago azul”.

Conocí a Pedro Lemebel gracias a María Galindo. Tuve el privilegio de compartir con él memorables momentos a inicios de 2013, en una de las encantadoras callecitas de Lastarria, en Santiago de Chile, en medio de libros, flores y discos. Era cálido, estaba confiado en que superaría el cáncer de laringe que le había arrebatado la fuerza abrasadora a su voz. Rememoró su visita a La Paz y los paseos encantadores que compartió con María Galindo por nuestras empinadas calles y miradores.

Querido y admirado Pedro, qué dolor al saber de tu partida. Escribiste páginas maravillosas con tu arte transgresor, creativamente profundo, cautivante e irreverente. Donde estés seguirás brillando, porque tu vida y tu obra fueron y son un faro vital. ¡Te extraño y te extrañaré!

Hablo por mi diferencia

(fragmento)

Este texto fue leído como intervención en un acto político de la izquierda en septiembre de 1986, en Santiago de Chile

No soy Pasolini pidiendo explicaciones
No soy Ginsberg expulsado de Cuba
No soy un marica disfrazado de poeta
No necesito disfraz
Aquí está mi cara
Hablo por mi diferencia
Defiendo lo que soy
Y no soy tan raro
Me apesta la injusticia
Y sospecho de esta cueca democrática
Pero no me hable del proletariado
Porque ser pobre y maricón es peor
Hay que ser ácido para soportarlo
Es darle un rodeo a los machitos de la       esquina
Es un padre que te odia
Porque al hijo se le dobla la patita
Es tener una madre de manos tajeadas por el cloro
Envejecidas de limpieza
Acunándote de enfermo
Por malas costumbres
Por mala suerte
Como la dictadura
Peor que la dictadura
Porque la dictadura pasa
Y viene la democracia
Y detrasito el socialismo
¿Y entonces?
¿Qué harán con nosotros compañero?
¿Nos amarrarán de las trenzas en fardos
con destino a un sidario cubano?
Nos meterán en algún tren de ninguna parte
Como en el barco del general Ibáñez
Donde aprendimos a nadar
Pero ninguno llegó a la costa
Por eso Valparaíso apagó sus luces rojas
Por eso las casas de caramba
Le brindaron una lágrima negra
A los colizas comidos por las jaibas
Ese año que la Comisión de Derechos           Humanos no recuerda
Por eso compañero le pregunto
¿Existe aún el tren siberiano
de la propaganda reaccionaria?
Ese tren que pasa por sus pupilas
Cuando mi voz se pone demasiado dulce
¿Y usted?
¿Qué hará con ese recuerdo de niños
Pajeándonos y otras cosas
En las vacaciones de Cartagena?
¿El futuro será en blanco y negro?
¿El tiempo en noche y día laboral
sin ambigüedades?
¿No habrá un maricón en alguna esquina
desequilibrando el futuro de su hombre      nuevo?
¿Van a dejarnos bordar de pájaros
las banderas de la patria libre?
El fusil se lo dejo a usted
Que tiene la sangre fría
Y no es miedo
El miedo se me fue pasando
De atajar cuchillos
En los sótanos sexuales donde anduve

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Pedro Lemebel… gracias por tu faro subversivo

Artista polifacético, provocador de las buenas costumbres y del bien pensar, cronista de este tiempo, el chileno Pedro Lemebel  murió el 23 de enero en Santiago

/ 1 de febrero de 2015 / 04:00

El escritor chileno Pedro Lemebel falleció el 23 de enero conmocionando al mundo de la contracultura. Beatriz Preciado —filósofa feminista, exponente de la teoría queer y discípula de Jacques Derrida— en un mensaje remitido a María Galindo para ser difundido por Radio Deseo de La Paz, manifiesta: “La única imagen en movimiento es el amor. Tú me criaste y de ti salí como un hijo, de los cientos que tuviste, inventado por tu voz. Tú eres mi madre y te lloro como se llora a una madre travesti. Con una dosis de testosterona y un grito. Tú eres mi madre y te lloro como se llora a una madre comunista e indígena. Con una hoz y un martillo dibujados sobre la piel de la cara. Tú eres mi madre chamana y te lloro como se llora a la ayahuasca. Salgo a las calles de Nueva York y me abrazo a un árbol radiactivo mientras te pido perdón por no haber venido a verte. Por el miedo a la memoria de la tortura, por el miedo a los perros muertos de hambre y a las minas de Antofagasta…”

El mexicano Carlos Monsiváis, en 1996, escribía que Pedro era un “fenómeno de la literatura latinoamericana de este tiempo. Uso el término fenómeno en su doble acepción: es un escritor original y un prosista notable y, para sus lectores, es un freak, alguien que llama la atención desde el aspecto y rechaza la normalización ofrecida. Un escritor y un freak, indisolublemente unidos, los que están fuera, en la desolación y la energía de los que solo se integran a su modo, en los márgenes que ya no tienen el peso arrasador de antaño. (Si algo, la obra de Lemebel es un rechazo del determinismo homófobo). A Lemebel le ponen sitio las miradas (las lecturas) de la admiración, el morbo, el regocijo de ‘los turistas de lo inconveniente’, la extrañeza, la solidaridad, la normalidad de los que están al tanto de la globalización cultural, esa que para los gays se inició dramáticamente con los juicios de Oscar Wilde en 1895 y jubilosa y organizativamente con la revuelta de Stonewall en 1969”.

La presidenta de Chile, Michelle Bachelet, manifestó: “Pedro fue un creador incansable, un luchador social, un defensor de la libertad y una voz que nunca se apagó representando a los olvidados, a muchos que se sienten huérfanos en un país que no los representa ni los acoge”.

Pedro Lemebel fue escritor, defensor de los derechos humanos, principalmente de los homosexuales, artista visual multifacético, cronista y filósofo natural o posmoderno. Nació en Santiago de Chile en 1952 en un hogar modesto, que no dudó en garantizarle sus estudios en un liceo industrial de metal y mueblería y luego en la Universidad de Chile hasta que se recibió como docente de Artes Plásticas.

La fuerza de su talento y su permanente interpelación a las instituciones conservadoras del Chile dictatorial de los años 80 lo llevaron a incursionar en la guerrilla performativa urbana, efímera e impactante, bajo el sello de la provocación y la creatividad a través de su propio cuerpo convertido en mensaje y obra.

Sus obras, que hablan de la marginalidad chilena y son desgarradores testimonios autobiográficos homosexuales, irrumpieron en la escena pública en 1986 con un manifiesto titulado Hablo por mi diferencia.

Desde entonces, las obras de Lemebel develan la vida de la marginalidad chilena, esa vida acallada por la parafernalia mediática y el exitismo político. Reclamaba por los derechos humanos, la sexualidad y la memoria histórica, al grado de generar miedo en eventos públicos políticos o culturales, porque no se sabía en qué momento las intervenciones, la performance, el travestismo o las instalaciones de Lemebel provocarían sismos sorpresivos en los que exponía el cuerpo y la vida.

En sus performances no pocas veces develaba desgarradores testimonios autobiográficos, enfrentando la estigmatización del sida como maldición y castigo al “desborde homosexual”. Sus acciones artísticas y políticas lo enfrentaron a la represión policial por alterar la cotidianidad. Combatió la discriminación contra la homosexualidad sin autovictimización.

La sensibilidad de Lemebel también se desnuda en un texto inspirado en Bolivia: “Canción para un niño boliviano que nunca vio el mar” incluido en su libro Adiós Mariquita linda:

“Y cómo te lo digo y con qué humedad de letras te lo cuento, chiquito llocalla, pelusita paceño que nunca estuvo frente al estruendo salado de la planicie oceánica. Cómo hacértelo ver niñita imilla, en estas letras, si nunca fuiste testigo de esa música y sus olas crespas chasconeando el concierto de la bella mar. Cómo te lo digo, niño boliviano, cómo alargo la palabra m-a-r, y que ahorita zumbe en tus oídos como mil abejas moluscas, como millones de susurros que salpican tu carita aymara con su aliento matemo-martierno-mari-maternal. Ésta es una carta dirigida a tus ojitos oblicuos que de mil maneras intentan imaginar ese gran charco azul que no es como te lo cuenta la profesora en el colegio describiendo la parte más extensa del Titicaca, esa zona donde el cielo se recuesta sobre las aguas verde musgo, donde no hay cerros y el horizonte desaparece en esa lama esmeralda que, de alguna manera, también semeja un ojo de mar”.

El texto de Lemebel concluye: “Por eso, al escuchar el verso neopatriótico de algunos chilenos me da vergüenza, sobre todo cuando hablan del mar ganado por las armas. Sobre todo al oír la soberbia presidencial descalificando el sueño playero de un niño. Pero los presidentes pasan como las olas, y el dios de las aguas seguirá esperando en su eternidad tu mirada de llocalla triste para iluminarla un día con su relámpago azul”.

Conocí a Pedro Lemebel gracias a María Galindo. Tuve el privilegio de compartir con él memorables momentos a inicios de 2013, en una de las encantadoras callecitas de Lastarria, en Santiago de Chile, en medio de libros, flores y discos. Era cálido, estaba confiado en que superaría el cáncer de laringe que le había arrebatado la fuerza abrasadora a su voz. Rememoró su visita a La Paz y los paseos encantadores que compartió con María Galindo por nuestras empinadas calles y miradores.

Querido y admirado Pedro, qué dolor al saber de tu partida. Escribiste páginas maravillosas con tu arte transgresor, creativamente profundo, cautivante e irreverente. Donde estés seguirás brillando, porque tu vida y tu obra fueron y son un faro vital. ¡Te extraño y te extrañaré!

Hablo por mi diferencia

(fragmento)

Este texto fue leído como intervención en un acto político de la izquierda en septiembre de 1986, en Santiago de Chile

No soy Pasolini pidiendo explicaciones
No soy Ginsberg expulsado de Cuba
No soy un marica disfrazado de poeta
No necesito disfraz
Aquí está mi cara
Hablo por mi diferencia
Defiendo lo que soy
Y no soy tan raro
Me apesta la injusticia
Y sospecho de esta cueca democrática
Pero no me hable del proletariado
Porque ser pobre y maricón es peor
Hay que ser ácido para soportarlo
Es darle un rodeo a los machitos de la       esquina
Es un padre que te odia
Porque al hijo se le dobla la patita
Es tener una madre de manos tajeadas por el cloro
Envejecidas de limpieza
Acunándote de enfermo
Por malas costumbres
Por mala suerte
Como la dictadura
Peor que la dictadura
Porque la dictadura pasa
Y viene la democracia
Y detrasito el socialismo
¿Y entonces?
¿Qué harán con nosotros compañero?
¿Nos amarrarán de las trenzas en fardos
con destino a un sidario cubano?
Nos meterán en algún tren de ninguna parte
Como en el barco del general Ibáñez
Donde aprendimos a nadar
Pero ninguno llegó a la costa
Por eso Valparaíso apagó sus luces rojas
Por eso las casas de caramba
Le brindaron una lágrima negra
A los colizas comidos por las jaibas
Ese año que la Comisión de Derechos           Humanos no recuerda
Por eso compañero le pregunto
¿Existe aún el tren siberiano
de la propaganda reaccionaria?
Ese tren que pasa por sus pupilas
Cuando mi voz se pone demasiado dulce
¿Y usted?
¿Qué hará con ese recuerdo de niños
Pajeándonos y otras cosas
En las vacaciones de Cartagena?
¿El futuro será en blanco y negro?
¿El tiempo en noche y día laboral
sin ambigüedades?
¿No habrá un maricón en alguna esquina
desequilibrando el futuro de su hombre      nuevo?
¿Van a dejarnos bordar de pájaros
las banderas de la patria libre?
El fusil se lo dejo a usted
Que tiene la sangre fría
Y no es miedo
El miedo se me fue pasando
De atajar cuchillos
En los sótanos sexuales donde anduve

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