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Pedro Susz: ‘El cine es una ventana hacia la vida’

El crítico de cine ha recogido una generosa selección de sus estudios, ensayos y reseñas fílmicas en el libro ‘40/24 Papeles de cine’

/ 1 de febrero de 2015 / 04:00

Para Pedro Susz (La Paz, 1948), el cine es “el lugar en el que vivimos nuestros mejores sueños y nuestras peores pesadillas”.  Y en ese lugar —por decisión propia— vive desde hace más de 40 años, cuando descubrió y quedó fascinado por ese arte.

El testimonio de esa pasión —vital e intelectual al mismo tiempo— está escrito en los cuatro volúmenes de 40/24 Papeles de cine que recogen una amplia selección de sus estudios, ensayos y críticas cinematográficas desde 1973. El ‘40’ del título alude a esas cuatro décadas frente a la gran pantalla, y el ‘24’ al número de imágenes por segundo registradas por una cámara que dan la sensación de movimiento.

Su primer escrito sobre cine data de 1973, en una publicación del Centro de Cultura de Buenos Aires  —la capital argentina donde lo orilló el exilio en 1969 y donde estudió comunicación y cine— dedicada monográficamente al director francés Jean-Luc Godard.

“Me aventuré a escribir ese primer artículo —cuenta Susz— que básicamente es una confesión de ignorancia y de no haber entendido absolutamente nada de las películas de Godard que vimos en el Centro de Cultura de Buenos Aires en varios días, una tras otra, justamente para preparar la publicación. No era una mala manera de comenzar, creo”.

El primer volumen de sus Papeles de cine está dedicado al cine boliviano y al cine y teoría en América Latina. El segundo reúne sus escritos sobre directores y  críticas entre 1973 y 1997. El tercero, en dos partes, abarca también críticas de películas, 1998-2002 y 2003-2014. Finalmente, el cuarto volumen contiene escritos sobre escuelas, tendencias y teorías  y ensayos sobre realizadores y realizaciones.

Frente a un express en un discreto café de Sopocachi, Susz habla  con elocuencia a unos días de la presentación de su libro, el jueves 5 a las 19.00, en la Cinemateca Boliviana. En esa institución, precisamente, que en 1976 contribuyó a fundar y a la que dirigió durante 18 años, entre 1985 y 2003. Cuando habla, no hay duda que en materia de cine tiene las cosas claras, meditadas largamente.

—El cine es el gran arte del siglo XX y es, de alguna manera, su espejo. Junto a su obvia dimensión de entretenimiento se constituye en un gran documento de este tiempo…  

—El cine, por una parte, es una extraordinaria ventana hacia la vida, hacia el momento que uno vive, hacia las circunstancias históricas. Pero, claro, al mismo tiempo, el cine se ha vuelto una industria, un comercio. Y hay esa pugna entre esas dos dimensiones que en los últimos tiempos está ganando por goleada el cine comercial. De todas maneras, en el cine está el imaginario del siglo XX: cómo fueron las modas, las costumbres, las tendencias, las pugnas ideológicas, políticas y estéticas. El cine es y va a seguir siendo, un documento extraordinario. Aun las películas más comerciales hacen una referencia, así sea tangencial, a la vida cotidiana, aun en esas películas se encuentra documentos sobre la sociedad del tiempo que uno vive.

—El cine es, además, desde su origen, quizás el único arte verdaderamente de masas, popular…  

—El cine nace a finales del siglo XIX, cuando se produce el gran fenómeno del crecimiento urbano, las migraciones y cuando verdaderamente los espectáculos limitados como los conciertos, la ópera, el propio teatro, ya no satisfacen las necesidades de entretenimiento de este conglomerado de gentes diversas que empiezan a poblar las urbes cada vez más grandes.

—Y a lo largo del tiempo, el cine ha desarrollado un lenguaje altamente sofisticado, ha experimentado con formas de narración que compiten con la novela…

—Es difícil establecer ese tipo de comparaciones, pero efectivamente las dos materias primas esenciales del cine, que son el tiempo y el espacio, le dan una posibilidad de experimentar que es extraordinaria, mayor, efectivamente, que el de otras expresiones artísticas que tienen como materia prima o ya sea el tiempo o ya sea el espacio, pero el cine es el único que combina ambos elementos y eso le da una riqueza y una flexibilidad mucho mayores.

—Por todo ello, la crítica de cine, en algunos momentos, quizás los mejores, es también una crítica cultural y hasta social. ¿Cuáles son las premisas de sutrabajo crítico?

—He recibido muchas enseñanzas. Entre ellas tengo que mencionar necesariamente a Luis Espinal  de quien aprendí dos ideas que me parecen absolutamente relevantes y que han sido las líneas demarcatorias de mi ejercicio crítico. En primer lugar, el profundo respeto por el espectador. Y, en segundo lugar, considerar a la crítica como una opinión personal informada, pero de ninguna manera como una sentencia definitiva sobre el valor de las películas. Por eso Espinal, lo mismo que yo, siempre aconsejamos que las críticas se lean después de ver las películas, no antes. No es la función del crítico indicarle al espectador qué tiene que ver o que tiene que dejar de ver, pero sí es interesante que el espectador después de haber visto una película y haberse formado una opinión la confronte con otra opinión.

—Enfrentado a un lenguaje tan complejo, ¿qué es lo que mira cuando está frente a la pantalla?

—Después de un ejercicio de tantos años, uno no solamente mira la historia, o sigue la anécdota o el relato, también mira cómo está estructurado ese relato, qué recursos ha utilizado el director para contar lo que quiere contar. Eso lleva a que mucha gente considere que el ejercicio crítico es una especie de bloqueo al  placer al disfrute de la  película. No es verdad. Cuando uno descubre cómo están hechas las cosas, el disfrute es mayor. Yo trato de ver qué es lo que el director ha querido contar, cómo lo ha hecho y si ha encontrado una armonía adecuada entre lo que quiso decir y el cómo lo dijo finalmente.

—Una de las virtudes del cine es que es una suma de lenguajes, no solo un hecho narrativo…

—Cuando uno está frente a una película ve las imágenes, por supuesto, la fotografía, pero también está la parte sonora, que muchas veces se considera solamente un plus de las películas cuando en realidad cumple una función esencial. El cine es el único arte que interpela simultáneamente a todos los sentidos. Pero además la música tiene una capacidad evocadora y una capacidad de mover sentimientos que no es muy fácil lograr con las otras formas de expresión.

—La práctica de la crítica de cine, pero también de otras artes, es en cierto sentido un intento de traducción de un lenguaje a otro…

—Escribir sin duda es un ejercicio de traducción, y es un ejercicio complicado porque es muy difícil reflejar lo que se dice en un lenguaje en otro, que tiene otros códigos y otras estructuras. Lo que he intentado hacer a lo largo de años ha sido establecer un diálogo así sea con un solo espectador que encuentre alguna utilidad enriquecedora en una crítica. Y de alguna manera, uno de los motivos para la edición de mis trabajos es escapar a la fugacidad de la crónica periodística que todos sentimos cuando escribimos para el periódico. En esta época de una afluencia caudalosa de información, lo que escribimos se pierde y tiene una existencia tan efímera que a veces uno se pregunta por la utilidad o la importancia de este ejercicio.

—En otros tiempos, quizás más ingenuos, ciertos actores o determinadas actrices eran una referencia a la hora de ir al cine, ahora parecen ser los directores…

—Lo que pasa es que el star system, el sistema de las estrellas, ha sido el soporte básico del cine comercial. Todas las corrientes contestatarias que se dieron en los años 70 intentaron, justamente, poner en tela de juicio la preeminencia del actor y le dieron al director de cine el mismo papel, en un símil un poco forzado, del director de orquesta. Es que, en realidad, el director orquesta la contribución del director de fotografía, del compositor de la música, de los actores, de los escenógrafos, de los diseñadores de arte, del propio guionista. Pero los directores que también son autores, además de orquestar ese conjunto de aportes —el cine siempre es un trabajo colectivo—, lo que consiguen es imprimirle a todo eso un estilo personal, una filosofía, una visión del mundo, una manera de entender cómo se relaciona el cine con el tiempo. Eso ya es un arte mayor.

—Muy bien, dígame, ¿cuáles son sus directores preferidos?

—En este libro he puesto una dedicatoria a cuatro directores: Federcio Fellini, Martin Scorsese, Jorge Sanjinés y Leonardo Favio que han sido los cuatro directores que han marcado decisivamente mi gusto por el cine. Fellini es un gran mentiroso, como se lo definió alguna vez. Consiguió convertir un mundo de fábula y una vida de fábula, que él mismo se inventó, en una referencia de su tiempo. Pero además es uno de los directores que sin ponerse solemne, porque nunca ha pontificado ni ha filosofado, mejor reflexiona sobre los dilemas del autor, del director de cine. Por eso, una de mis películas decisivas fue Ocho y medio, en la que justamente aborda la crisis de creatividad de un director. Jorge Sanjinés nos ha permitido una introspección colectiva sobre el pasado y sobre el presente, sobre las heridas todavía abiertas en la construcción de este país a medio hacer. Martin Scorsese es un director que siempre filma con las vísceras. Tiene un amplio universo temático, muy diverso, muy plural, pero siempre encuentra en la cámara la manera de acercarse a los personajes, una forma de introspección absolutamente extraordinaria. Finalmente, Leonardo Favio, director que yo descubrí en mis años en la Argentina, se hizo mucho más conocido como cantante, pero es el creador de un cine popular de una frescura y una sencillez extraordinarias. Películas como El romance del Aniceto y la Francisca o Crónica de un niño solo son de una gran pureza y transparencia, señalando de la  manera más clara lo que es un cine verdaderamente popular, que no se convierte en cine populachero.

—A lo largo del tiempo, ha sido un testigo privilegiando del desarrollo del cine boliviano. En su libro, los escritos sobre la producción nacional ocupan un lugar importante. Para terminar, ¿cuál es su evaluación de las producciones más recientes?

—Hemos tenido un gran crecimiento cuantitativo y un gran decrecimiento cualitativo. En el cine boliviano se ha perdido el rigor, que era  una de sus características. La tecnología, que ha permitido el acceso a la realización cinematográfica y el abaratamiento de los costos, también ha distendido ese rigor que era casi obligado. Cada metro de película tenía un costo enorme, entonces los directores estaban obligados a pensar los guiones y a dosificar adecuadamente el material. Pero, además, había la influencia de gente como Óscar Soria, el gran guionista del cine boliviano, que siempre tenía esa mirada más honda, Óscar Soria sabía mirar debajo de la superficie de la realidad boliviana. Esa mirada, de alguna manera, se la transmitió a varias generaciones de realizadores, como Jorge Sanjinés, incluso a Jorge Ruiz, una figura también imprescindible, a Antonio Eguino, Paolo Agazzi, incluso a Marcos Loayza en sus comienzos.

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’98 segundos sin sombra’, entre lo surreal y lo bello

Una reseña del más reciente filme de Juan Pablo Richter, realizada por el escritor Adrián Nieve.

/ 25 de noviembre de 2021 / 13:51

Pocas veces reconocemos lo rara que es la vida. Pero Genoveva Bravo, la protagonista del filme 98 segundos sin sombra (98sss), lo sabe bien. Y no solo lo reconoce, sino que lo analiza, segundo a segundo, en este efectivo filme dirigido por Juan Pablo Richter.

Encarnada por la actriz Irán Zeitún, Genoveva es una chica de 16 años que trata de sobrevivir a las monjas de su colegio, a sus hostiles compañeras de curso, a sus padres sin esperanza y al narcotráfico en “Culo del Mundo”, su pueblo en el oriente boliviano.

Como personaje, Genoveva —originalmente creada por la escritora Giovanna Riveros para la novela homónima en la que se basa esta película—, es el mayor acierto del filme, pero no él único. 98 segundos sin sombra, además de mucha actitud, tiene varias cosas por decir, entre lo que sucede en el pueblo de Genoveva y todas las ideas que pasan por la cabeza de la adolescente.

Y lo visual. El filme tiene una calidad cinematográfica muy fresca, casi surreal, una que ayuda a ilustrar el mundo interno de Genoveva y que intenta mostrarnos las cosas de una forma no lineal. Más interesante, más sentimental.

Porque la historia de 98sss es intensa, es triste, pero también es tierna de una manera muy peculiar. Esto, obviamente, se nota más en la novela de Riveros, en la que tenemos acceso ilimitado a los pensamientos de Genoveva, mientras que en el filme hay solo un par de recursos que nos permiten acceder a la riqueza de los mismos.

Sin embargo, una comparación entre novela y película sería más que injusta. Richter creó una buena adaptación, nos trajo la esencia de Genoveva, ese maravilloso personaje literario, y la permitió ser ella misma en una película cuyos escollos son muy pequeños.

Porque a lo mejor habría sido mejor si el filme se animaba a romper más de frente la cuarta pared. Quizás así esas ideas tan potentes de la novela de Rivero se sentirían menos forzadas cada que Genoveva las mete en las charlas, al menos al inicio del filme, cuando recién te estás acostumbrando al ambiente de la película.

Pero, repito, son cosas muy pequeñas que no le ganan al simple y llano hecho de que 98sss se anima a ser rara: entre tierna y violenta, entre graciosa y triste, entre relacionable y surreal. Un buen filme que vale cada segundo y centavo de ir al cine.

Adrián Paredes (1989), mejor conocido por su seudónimo Adrián Nieve, es escritor y periodista. Estuvo en el programa de radio La Cabina Azul y en los de televisión Revista Gorila, Cinema Trailer y Maga Cine. Ha publicado la novela «El Camino Amarillo de Drogothy» (2016, Gran Elefante Editorial) y «Hayley» (2018, 3600 Editorial). En 2022, publicará la novela «Morbo» (Parc Editores).

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Mujeres ‘Ornamento’

Una reseña de 'Ornamento' la novela del galardonado autor colombiano Juan Cárdenas, publicada para Bolivia por Dum Dum Editora.

/ 11 de noviembre de 2021 / 18:39

“Es una droga peligrosa porque te da lo que necesitas”

Juan Cárdenas

A través de su novela Ornamento (Dum Dum, 2019), el escritor colombiano Juan Cárdenas, nos deleita con una prosa adictiva, tan adictiva cómo la droga que se desarrolla en un laboratorio, qué si bien se deja en claro que está situado en Colombia, me figuro que bien podríamos ubicarlo en un hipotético chapare boliviano. Esta droga a diferencia de muchas promete ser democrática por el precio y lo novedoso es que sólo tiene efecto en las féminas, razón por la que se tienen como personajes principales a mujeres, mujeres obra de arte, mujeres ornamento.

En ese efecto ornamental, las mujeres son conejillas de indias, son mujeres trofeo, mujeres objeto del deseo que sólo sirven para ser amantes o eventuales parejas sexuales, mujeres que atraviesan crisis artísticas existenciales, mujeres drogadictas, mujeres escultura, mujeres enganchadas a la sustancia que saquean la ciudad, mujeres que comprometen su integridad física para complacer los cánones macho de la belleza, mujeres que sufren abuso sexual pero no denuncian y aprenden a convivir con su abusador, mujeres madres que refuerzan la disimulada sumisión machista/femenina, que perpetúan el maltrato y la explotación. En esta tenebrosa realidad devenida en propuesta literaria, Cárdenas nos muestra varias caras del odio al principio cósmico de lo femenino.     

La trama tiene un médico narrador y protagonista que podría ser una mezcla de científico loco de películas de serie B con un genio elaborador de drogas a lo Walter White de Breaking Bad en versión sudaca; por otra parte, las pacientes, y en particular la número 4, es quien despierta el interés y obsesión del médico, para luego ser parte de un triángulo poliamoroso incluida la esposa de este. El doctor deambula entre la figura de lealtad a su mujer representada por los perros y la lujuria que simbolizan los monos. Por otro lado, la paciente número 4, es una mujer autodidacta, que nos revela que detrás de la belleza física puede existir astucia e inteligencia, que detrás de las carencias económicas no existen excusas para no ser lúcida y procurar educación. Sin embargo, la 4 es presa de sus propios traumas, de su propio ídolo/madre y no logra trascender esas cadenas inconscientes colectivas de su propia feminidad. Al parecer existe una idolatría por las mujeres así, las cabronas, las sicarias al mejor estilo de Rosario Tijeras.

En Ornamento, no existen nombres, el escritor logra hábilmente prescindir de ellos. El arte, la arquitectura, atisbos de horror y un acertado humor para descostillarse de la risa, hacen de este viaje casi onírico, una novela densa que te interpela, te perturba y te eleva en un éxtasis narcótico hacia una realidad en la que se alucina con entregarles, de una buena vez, la posibilidad de sentir placer a las mujeres.   

Valeria S. Arias Jaldin es paceña de Uyuni. Ñusta y egresada de Turismo de la UMSA. Historiadora a medias. Directora de Dreammakers Bolivia DMC. Feminista. Astróloga autodidacta y tarotista. Fotógrafa y catadora de atardeceres. Oveja aurinegra. Coautora del libro “Entrada Universitaria Folklorica” ( 2009, IEB) junto al Dr. Fernando Cajias, retornó a las letras gracias a la pandemia. Aspira a ser políglota, mientras aprende quechua de su abuela.

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Alex Vella: ‘Lo único importante es que mi escritura sea verdadera, sea lo que sea sobre lo que escriba’

Una entrevista con Alex Vella Gera, autor de la novela 'Troyano', publicada por Editorial El Cuervo en Bolivia.

/ 3 de noviembre de 2021 / 10:07

—Troyano retrata a Ġianni Muscatt, un personaje complejo, muy maltés pero a la vez universal. ¿Cuál fue la motivación para abordar un personaje así?

—Ganni Muscat vive dentro mío. Es una parte mía con la que lucho por coexistir. Traerlo a la existencia mediante la escritura quizás fue mi forma de purgarme de él. Pero aunque es en gran medida una mezcla de mi conciencia interior, nació por circunstancias del mundo real. Cuando me juzgaron por obscenidad entre 2010 y 2012, fui atacado de manera bastante irracional por las generaciones más antiguas de escritores malteses, incluidos los que se destacaron en los años 60 y 70 y que eran conocidos como enfants terribles, artistas que por entonces desafiaban las costumbres sociales en sus obras, pero cuando yo emprendí mi propia rebelión contra la hipocresía literaria me tildaron de obscene, advenedizo y fraudulento. Muscat es mi intento de entrar en sus psiques, de ser ellos. No atacarlos, sino darles una voz sesgada por mis prejuicios sobre ellos. Entonces Ganni Muscat es el reaccionario dentro mío, al que temo, desprecio pero con el que también simpatizo e incluso amo, y al que veo vivo en otras personas, maltesas y de otras nacionalidades de todo el mundo, expresado en toda su plenitud. Me refiero, por supuesto, al reaccionario moderno, a los intolerantes hastiados que ahora viven peligrosamente, votando por individuos claramente corruptos que sienten que pueden detener la marea del cambio hacia una sociedad más abierta e inclusiva, no porque esta sociedad pueda construirse sobre un terreno ideológico inestable e injusto por su propia naturaleza y  a los ricos, sino simplemente porque las guerras culturales son el único campo de batalla que ven.

—¿Cómo ves la tensión que asedia a Ġianni, la tensión entre lo global y las tradiciones maltesas? ¿Y cómo se enfrenta un escritor maltés con la tradición universal?

—El espíritu reaccionario de Ganni no es único. Existe en Malta y en todas partes. Entonces, aunque es un personaje muy maltés, si se le quitan ciertas peculiaridades que pueden ser exclusivas del reaccionario habitante de una pequeña nación insular en el Mediterráneo, no estaría fuera de lugar en otros países. Lo que quizás explique el éxito que ha tenido Troyano en varios países de América Latina. Sin embargo, hay que decir que sus tendencias reaccionarias son en parte el resultado de la influencia extranjera en su país. La introducción de la legislación sobre el divorcio en Malta hace menos de 10 años, por ejemplo, fue vista por los conservadores como la infiltración de ideas liberales extranjeras en lo que alguna vez fue una nación católica pura. La batalla que se avecina por el aborto (todavía ilegal en Malta) será aún más intensa. De modo que hay dos fuerzas en acción dentro de Ganni Muscat. La que lo define en oposición a una cosmovisión ajena que está corrompiendo a su nación, y otra que lo une con los reaccionarios del mundo.

La segunda parte de la pregunta requiere una respuesta aparte. A nivel universal, escribir como maltés puede ser un desafío, porque lo local, con todas sus especificidades, me llama a respetarlo y a escribir exclusivamente para el lector maltés. Malta es tan pequeña que esto puede crear su propio conjunto de problemas para el escritor, porque lo universal puede perder frente a lo particular. Sin embargo, no contemplo este problema, porque para mí lo único importante es que mi escritura sea verdadera, sea lo que sea sobre lo que escriba. Y por verdad quiero decir que provenga de un lugar auténtico dentro de mí. Eso por sí solo es un desafío y si los resultados, cuando tienen éxito,incluyen lo universal en lo particular, entonces mi éxito es doble y los lectores de Bolivia y Malta me entienden.

—Trabajas como traductor y vives fuera de Malta ¿Cómo ha influido en tu obra esta distancia?

—He vivido fuera de Malta la mayor parte de mi vida adulta. Primero en Londres, luego en Praga, luego en Luxemburgo y ahora en Bruselas. La distancia no solo ha influido en mi trabajo, sino también profundamente en cada aspecto en mi propia vida. No enumeraré todas las influencias que la distancia ha tenido sobre mí, pero diré esto: no siento que pertenezca a ningún lado, y mientras vivía en Malta esa falta de pertenencia era igual de fuerte. Pero fue solo con una distancia geográfica real y concreta que esa falta se hizo clara para mí y de ser un simple aspecto de mi identidad, se convirtió en mucho más que eso, un espacio psíquico en el que crear mi propia Malta, mi propio país, para servir como una lente a través de la cual observar (y escribir sobre) la verdadera Malta concreta a la que no pertenezco. Pueden preguntar, ¿por qué sigo escribiendo sobre Malta cuando no siento que pertenezco? Porque Malta es mis raíz, soy yo, así que, en cierto modo, no pertenezco a mí mismo, y mi camino como escritor es aceptar esto, crear contextos literarios y explorar esta carencia y, al hacerlo, pertenecer, si no a mis raíces, al menos al sentido de lo que significan para mí.

—Hace algunos años fuiste censurado en tu país y acusado de obscenidad y blasfemias, ¿qué ha significado esta experiencia en tu carrera como escritor y en tu perspectiva como ciudadano?

—Como ya expliqué anteriormente, el juicio por obscenidad fue la chispa que desató el fuego que se convirtió en Ganni Muscat y Troyano. Pero también me afectó de otras formas, naturalmente. Para el lector maltés en general, me dio una identidad, una identidad que mis acusadores sin duda no habían deseado que tuviera, es decir, como un héroe, un luchador por la libertad, un alma valiente. Todos estos son solo parcialmente ciertos. En muchos sentidos, el juicio por obscenidad fue un error, un accidente, algo en lo que entré a ciegas, no conscientemente. Pero sucedió y me convirtió durante un par de años en un participante pleno de la vida política del país. Me llevó a realizar acciones muy públicas de protesta contra el gobierno, que de alguna manera solidificaron mi sentido de ciudadanía, lo cual es un tanto irónico porque ciertamente soy uno de los que describiría como desencantado de la política local. Me comprometió y me dio el sentido del deber de estar comprometido. Ese sentido del deber ahora se está desvaneciendo, y no estoy seguro de si debería estar agradecido por eso o disgustado conmigo mismo por permitir que se desvanezca.

Como escritor, en el sentido más estricto del término, es decir, en el acto real de escribir con todo lo que conlleva, el juicio por obscenidad y todas sus ramificaciones tuvieron un solo efecto en mí, y fue negativo. Me hizo muy consciente de mis lectores. Esa burbuja de aislamiento que sostuvo mi escritura desde la adolescencia en adelante se rompió y me ha llevado casi una década volver a encerrarme en ella.

—¿En qué proyectos trabajas ahora?

—Hay dos novelas en proceso. Son criaturas largas y complejas que tardaré un tiempo en domar. Pero necesito que sigan siendo salvajes y quiero llevarlos a un territorio desconocido. Mi afán por publicar está bastante ausente por ahora, y eso es algo bueno. Hay muchas voces y distracciones, demasiadas. No quiero simplemente añadir algo a la cacofonía. En cierto modo, visualizo mi escritura ahora como una última voluntad y testamento, algo que dejar atrás a medida que se acerca el infinito, pero estoy (con suerte) lejos de mi lecho de muerte, así que no puedo decir qué significa eso exactamente.

Alex Vella ha obtenido el Premio nacional del libro maltés en dos ocasiones por sus novelas Las serpientes han vuelto a ser venenosas y Troyano. En 2009 fue acusado de obscenidad en su país y el caso llevó a una revisión de las leyes de censura de Malta. Troyano es su primera obra traducida al español.

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‘Dune’: La asfixia de lo monotonal

Una reseña del filme 'Dune' de Denis Villeneuve, escrita por el periodista y novelista Adrián Nieve.

/ 22 de octubre de 2021 / 07:43

Una buena película sabe manejar su tono de tal forma que sus momentos clave sean poderosos. Una muy buena película puede cambiar de tono sin que siquiera lo notemos, sin que dejemos de fluir con la historia. Dune de Denis Villeneuve no logra nada de eso y termina siendo una experiencia tan monotonal que asfixia.

Todo está centrado en Paul Atreides, el personaje de Timothée Chalamet, cuya familia toma control de un planeta desértico rico en especia, un bien de alto valor capitalista para un imperio que comprende varios planetas. Paul deberá enfilarse hacia su destino mientras la compleja política intergaláctica asedia el bienestar de su familia.

Es un gran espectáculo visual y una inventiva construcción de mundos, pero eso solo actúa como un truco de magia que distrae del gran problema: Dune te cuenta toda su historia en un solo tono, uno tan formal que aburre. Y no hay problema con que una película sea solemne, pero si solo es eso, entonces nada de lo que se dice importa. Todo el drama político, la tristeza de lo inevitable y la espiritualidad que caracterizan a la historia de Paul Atreides se pierden.

Ojo. No estoy diciendo que deberían llenarla de chistes o que debería ser más ligera. No solo no es el estilo de Villeneuve (director de excelentes películas como Arrival), sino que ya también convertirían a Dune en otro filme más del montón. Pero sí sería ideal que se encuentre una forma de escapar a ese “tomarse muy en serio” que no se lleva bien con la fantasía que, al fin y al cabo, es la historia escrita por el autor estadounidense Frank Herbert.

La gran prueba de ello es que Josh Brolin y Javier Bardem son de lo mejor del filme, pues en la construcción de sus personajes saben imprimir una violencia tan notoria, que hasta se convierten en respiros a lo monotonal. Jason Momoa lo intenta y casi lo logra. Dave Bautista también lo intenta, pero no lo logra. Y tengo el presentimiento que Oscar Isaac lo habría logrado si hacían de él el protagonista de esta cinta. El resto de los personajes no dejan huella, o solo importan mientras aparecen en pantalla.

Y la música del compositor Hans Zimmer… tan obvia, trillada y ruidosa que se siente como otro par de manos apretándote la garganta para reforzar ese sentimiento de asfixia en los 155 minutos que dura la película.

A eso se suma un final anticlimático, un “continuará” que no usa esa palabra, pero que te deja con la sensación de una película que tenía mucho que decir, pero que al final dijo muy poco. En definitiva, Dune de Denis Villeneuve es una experiencia visual y de mucha imaginación que fascinará a quienes han leído obsesivamente la novela desde que se publicó en 1965. Es un filme que en sí es un logro a nivel de realización, producción y fidelidad en la adaptación de un libro tan complejo como es la novela de Herbert. Pero ni siquiera los lectores acérrimos podrán obviar la monotonalidad de una película a la que le falta alma, chispa, fuego, caos, o como se quiera llamarlo.

Eso sí, falta la segunda parte que no redimirá a esta primera entrega, pero que puede ser una mejor película por si misma.

Adrián Paredes (1989), mejor conocido por su seudónimo Adrián Nieve, es escritor y periodista. Estuvo en el programa de radio La Cabina Azul y en los de televisión Revista Gorila, Cinema Trailer y Maga Cine. Ha publicado la novela «El Camino Amarillo de Drogothy» (2016, Gran Elefante Editorial) y «Hayley» (2018, 3600 Editorial). En 2021, publicará la novela «Morbo» (Parc Editores).

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‘Kajillionaire’: El mundo está lleno de gente horrible

Una reseña de la película de 2020 'Kajillionaire' de Miranda July, con las actuaciones de Evan Rachel Wood, Gina Rodríguez. Richard Jenkins y Debra Winger.

/ 21 de octubre de 2021 / 07:17

. Hagan una pausa para pensarlo: el mundo está lleno de gente horrible. Nombres y rostros vienen a sus mentes porque, en lo objetivo o lo subjetivo, es una de esas cosas que tarde o temprano hay que aceptar.

Y esta peli dirigida por Miranda July es una forma de aceptarlo. Sin mostrar nada escandaloso, sin deleitarse en el morbo de lo cruel, Kajillionaire te trae la historia de Old Dolio, una chica de 26 años que junto a su padre y su madre se dedican a hacer estafas de poca monta que apenas les traen billetes para malgastar en sus paranoicas vidas de aves de rapiña.

Los padres, más allá de miserables, avaros y egoístas, tratan a su hija como basura, sin un solo gesto de cariño, demasiado perdidos en buscar la carroña para seguir sosteniendo su casi surrealista estilo de vida.

Lo bello de un filme como este es que conocemos a Old Dolio, interpretada por Evan Rachel Wood, en un momento de cambio, la vemos tratar de mirar más allá del mundo que conoce para comenzar a cuestionar su vida, sus costumbres, su adicción a una relación con unos padres para los que no es más que un instrumento en sus estafas.

De hecho, a nivel visual, la película no es, lo que se dice, un triunfo. Tiene lo suyo, sí, con colores apagados, momentos en que las luces resaltan a los personajes y tonos pastel que luego contrastan con momentos apagados. Y eso es porque el corazón de la película está en las interpretaciones de sus personajes. Tanto así que uno de los momentos más fuertes lo vivimos a oscuras, apenas notando unos puntitos, como si estuviéramos viendo el universo mientras un importante diálogo entre Wood y la actriz Gina Rodríguez nos muestra todo lo que necesitamos ver.

A ratos incómoda, a ratos tierna, casi constantemente muy triste, Kajillionaire está llena de personajes reaccionando horriblemente a situaciones intensas que nos ayudan, como espectadores, a encontrarle cierta belleza a la vida. Y al lograrlo se vuelve una película muy sentimental, que quizá no convenza a algunos, pero que por su ejecución y actuación merece que le den una oportunidad o dos.

Adrián Paredes (1989), mejor conocido por su seudónimo Adrián Nieve, es escritor y periodista. Estuvo en el programa de radio La Cabina Azul y en los de televisión Revista Gorila, Cinema Trailer y Maga Cine. Ha publicado la novela «El Camino Amarillo de Drogothy» (2016, Gran Elefante Editorial) y «Hayley» (2018, 3600 Editorial). En 2021, publicará la novela «Morbo» (Parc Editores).

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