Friday 19 Apr 2024 | Actualizado a 17:40 PM

Mark Knopfler, el zurdo que toca como diestro

El antiguo líder de Dire Straits llena de pequeñas historias su décimo disco en solitario

/ 10 de mayo de 2015 / 04:00

Nunca fue un guitarrista de moda pero su banda, Dire Straits, vendió más de un centenar de millones de discos y su álbum Brothers in Arms fue el tercer elepé más solicitado de los 80. A los 65 años sigue siendo un bicho raro, un músico que no sabe leer música y un zurdo que toca con la derecha. Licenciado en Filología Inglesa, aprendió el oficio de músico en los bares, y cuando su éxito se hizo demasiado grande abandonó. Ahora vuelve en solitario contando pequeñas historias en Tracker (Universal), el décimo disco de su carrera en solitario.

Para alguien que lleva más de la mitad de vida grabando y tocando por medio mundo, el pasado se convierte en un valioso lugar en el que indagar. “A medida que te vas haciendo viejo, el pasado se vuelve cada vez más importante”, explica Knopfler en sus estudios de grabación, en Londres. “Siempre he mirado hacia atrás en mis canciones, pero creo que es algo que va en aumento. Llega un instante en que tu pasado se convierte en lo que eres”.

FILÓLOGO. En Tracker, la canción titulada Basil le lleva a la redacción del Evening Chronicle, un diario de Newcastle, Inglaterra, donde en los años 60 Knopfler coincidió con el poeta Basil Bunting, un enamorado de la música que le marcó: “Yo tenía 16 años y él debía de tener la edad que tengo yo ahora. De modo que ahora puedo ver las cosas desde su punto de vista”. Aquel mundo terminó el 18 de septiembre de 1970: “Cuando ya me iba, recibí una llamada de mi editor: ‘Se ha muerto Jimi Hendrix, ¿lo conocías?’. ‘¡Oh, claro!’, respondí yo. ‘Pues ponte con ello’, me ordenó. Así que dicté dos párrafos por teléfono y aquella fue mi última noticia. Después me fui a estudiar Filología Inglesa a la Universidad de Leeds”.

Durante sus cinco años de universidad se formó como guitarrista, tocando en muchos clubes, y en 1973 se mudó a Londres decidido a dedicarse a la música: “Vivía en un piso compartido en Deptford, que entonces era la cloaca de Londres y hacía cualquier cosa para sobrevivir”. En aquel piso y de esas penurias surgió el grupo Dire Straits, cuya traducción es algo así como “verdaderos apuros”. Corría el año 1977 y Londres hervía con el punk. Pero el grupo no se subió a ese carro. “Era ya dos o tres años demasiado mayor para todo aquello”, asegura Knopfler. Muy pronto Dire Straits comenzó a funcionar comercialmente.

Pero hasta 1985 no llegó el verdadero éxito, con Brothers in Arms, su quinto álbum. Fue un pelotazo histórico, el tercer disco más vendido de los 80 y el duodécimo de la historia. Brothers in Arms estrenó el formato CD, que llenaría de dinero a la industria discográfica, y catapultó a Dire Straits a la categoría de superestrellas del rock. “Se dieron muchas casualidades”, recuerda Knopfler. “Nuestra compañía era Philips, y ellos hacían CD. Así que el álbum tuvo más empuje por ello. Para mí es solo un disco más”.

Dire Straits sacaría solo otro disco, On Every Street, en 1991, y dos años después, Knopfler decidió poner fin. “Las giras eran enormes. Un día fui al camión del catering y me di cuenta de que no les conocía. Normalmente yo pasaba tiempo con los conductores. Me sentaba con ellos, charlábamos, pero ya no sabía ni quiénes eran. Era todo tan grande que producía una distorsión, te impedía mirar las cosas en un sentido real. Dejarlo tuvo algo de instinto de supervivencia”.

Estilo. Lo curioso es que Dire Straits nunca siguió ninguna moda. De alguna manera representó lo anticool. Y, sin embargo, decenas de miles de personas siguen llenando los conciertos de Knopflre 30 años después. “Supongo que es bueno no estar nunca de moda”, defiende el guitarrista. “La moda es una cosa, y el estilo, otra. A mí me interesa más el estilo. Para mí, alguien con estilo es alguien que dicta su propia moda, que no la obtiene de segunda mano”.

Su manera de tocar le ha colocado en el olimpo de los guitarristas. Es autodidacta, no sabe leer música, no utiliza púa y toca como un diestro a pesar de ser zurdo: con la mano izquierda en el mástil. “Tuve mi primera guitarra a los 15 años”, recuerda. “Tenía que ser eléctrica y roja. Y cuando la conseguí me di cuenta de que necesitaba un amplificador para que sonara. La enchufé a la radio, pero ésta explotó. Como no podía permitirme comprar un amplificador, tocaba con guitarras acústicas prestadas por los amigos. Así que aprendí en paralelo en esos dos frentes”.

Knopfler cree que su estilo en la guitarra no tiene nada de especial, si acaso “una cercanía, una intimidad con el instrumento”. “No toco mucho cada día, de verdad”, admite. “No tengo una guitarra en mi dormitorio, por ejemplo. La guitarra para mí es algo con lo que escribir canciones. Como instrumentista sigo aprendiendo, claro, porque eso es lo grande de la guitarra, pero como compositor siempre he vuelto a la simplicidad”.

Desde luego no es la guitarra lo que destaca en Tracker. El instrumento está completamente al servicio de las historias, pequeños retratos de gente con resonancias personales y literarias, como la canción Beryl, dedicada a la escritora Beryl Bainbridge. Como filólogo que es, Knopflre siempre lleva libros cuando viaja, y ha aprendido a seguir escribiendo incluso cuando está en la carretera. “No leo más que la media”, reconoce, “pero cuando leo puede pasar algo, y tengo un montón de libros esperándome”.

CINE. Ahora trabaja en la banda sonora de Altamira, la película de Hugh Hudson sobre la historia de las pinturas rupestres de las cuevas españolas, protagonizada por Antonio Banderas. “Cuando hago música para películas me siento un poco como un farsante porque es otra cosa, no estás tratando solo con canciones, es estar en la tierra de la música de nuevo”, admite. “Pero siento que, de una crisis a otra, voy encontrando mi camino”.

Tras 40 años escribiendo, Knopfler asegura que lo que más le gusta es “cuando la gente te cuenta para qué ha utilizado tus canciones en su vida”. “Es alucinante lo que te dicen”. “Cómo usa la gente la música para vivir, para recomponerse después de un día duro, lo que sea. Adoro que usen mis composiciones para existir y que pase a formar parte de las vidas de otros. Es un privilegio escribir una canción y que se convierta en algo importante en la existencia de otra persona. ¿Qué puede haber más bonito que eso?”.

Comparte y opina:

Mark Knopfler, el zurdo que toca como diestro

El antiguo líder de Dire Straits llena de pequeñas historias su décimo disco en solitario

/ 10 de mayo de 2015 / 04:00

Nunca fue un guitarrista de moda pero su banda, Dire Straits, vendió más de un centenar de millones de discos y su álbum Brothers in Arms fue el tercer elepé más solicitado de los 80. A los 65 años sigue siendo un bicho raro, un músico que no sabe leer música y un zurdo que toca con la derecha. Licenciado en Filología Inglesa, aprendió el oficio de músico en los bares, y cuando su éxito se hizo demasiado grande abandonó. Ahora vuelve en solitario contando pequeñas historias en Tracker (Universal), el décimo disco de su carrera en solitario.

Para alguien que lleva más de la mitad de vida grabando y tocando por medio mundo, el pasado se convierte en un valioso lugar en el que indagar. “A medida que te vas haciendo viejo, el pasado se vuelve cada vez más importante”, explica Knopfler en sus estudios de grabación, en Londres. “Siempre he mirado hacia atrás en mis canciones, pero creo que es algo que va en aumento. Llega un instante en que tu pasado se convierte en lo que eres”.

FILÓLOGO. En Tracker, la canción titulada Basil le lleva a la redacción del Evening Chronicle, un diario de Newcastle, Inglaterra, donde en los años 60 Knopfler coincidió con el poeta Basil Bunting, un enamorado de la música que le marcó: “Yo tenía 16 años y él debía de tener la edad que tengo yo ahora. De modo que ahora puedo ver las cosas desde su punto de vista”. Aquel mundo terminó el 18 de septiembre de 1970: “Cuando ya me iba, recibí una llamada de mi editor: ‘Se ha muerto Jimi Hendrix, ¿lo conocías?’. ‘¡Oh, claro!’, respondí yo. ‘Pues ponte con ello’, me ordenó. Así que dicté dos párrafos por teléfono y aquella fue mi última noticia. Después me fui a estudiar Filología Inglesa a la Universidad de Leeds”.

Durante sus cinco años de universidad se formó como guitarrista, tocando en muchos clubes, y en 1973 se mudó a Londres decidido a dedicarse a la música: “Vivía en un piso compartido en Deptford, que entonces era la cloaca de Londres y hacía cualquier cosa para sobrevivir”. En aquel piso y de esas penurias surgió el grupo Dire Straits, cuya traducción es algo así como “verdaderos apuros”. Corría el año 1977 y Londres hervía con el punk. Pero el grupo no se subió a ese carro. “Era ya dos o tres años demasiado mayor para todo aquello”, asegura Knopfler. Muy pronto Dire Straits comenzó a funcionar comercialmente.

Pero hasta 1985 no llegó el verdadero éxito, con Brothers in Arms, su quinto álbum. Fue un pelotazo histórico, el tercer disco más vendido de los 80 y el duodécimo de la historia. Brothers in Arms estrenó el formato CD, que llenaría de dinero a la industria discográfica, y catapultó a Dire Straits a la categoría de superestrellas del rock. “Se dieron muchas casualidades”, recuerda Knopfler. “Nuestra compañía era Philips, y ellos hacían CD. Así que el álbum tuvo más empuje por ello. Para mí es solo un disco más”.

Dire Straits sacaría solo otro disco, On Every Street, en 1991, y dos años después, Knopfler decidió poner fin. “Las giras eran enormes. Un día fui al camión del catering y me di cuenta de que no les conocía. Normalmente yo pasaba tiempo con los conductores. Me sentaba con ellos, charlábamos, pero ya no sabía ni quiénes eran. Era todo tan grande que producía una distorsión, te impedía mirar las cosas en un sentido real. Dejarlo tuvo algo de instinto de supervivencia”.

Estilo. Lo curioso es que Dire Straits nunca siguió ninguna moda. De alguna manera representó lo anticool. Y, sin embargo, decenas de miles de personas siguen llenando los conciertos de Knopflre 30 años después. “Supongo que es bueno no estar nunca de moda”, defiende el guitarrista. “La moda es una cosa, y el estilo, otra. A mí me interesa más el estilo. Para mí, alguien con estilo es alguien que dicta su propia moda, que no la obtiene de segunda mano”.

Su manera de tocar le ha colocado en el olimpo de los guitarristas. Es autodidacta, no sabe leer música, no utiliza púa y toca como un diestro a pesar de ser zurdo: con la mano izquierda en el mástil. “Tuve mi primera guitarra a los 15 años”, recuerda. “Tenía que ser eléctrica y roja. Y cuando la conseguí me di cuenta de que necesitaba un amplificador para que sonara. La enchufé a la radio, pero ésta explotó. Como no podía permitirme comprar un amplificador, tocaba con guitarras acústicas prestadas por los amigos. Así que aprendí en paralelo en esos dos frentes”.

Knopfler cree que su estilo en la guitarra no tiene nada de especial, si acaso “una cercanía, una intimidad con el instrumento”. “No toco mucho cada día, de verdad”, admite. “No tengo una guitarra en mi dormitorio, por ejemplo. La guitarra para mí es algo con lo que escribir canciones. Como instrumentista sigo aprendiendo, claro, porque eso es lo grande de la guitarra, pero como compositor siempre he vuelto a la simplicidad”.

Desde luego no es la guitarra lo que destaca en Tracker. El instrumento está completamente al servicio de las historias, pequeños retratos de gente con resonancias personales y literarias, como la canción Beryl, dedicada a la escritora Beryl Bainbridge. Como filólogo que es, Knopflre siempre lleva libros cuando viaja, y ha aprendido a seguir escribiendo incluso cuando está en la carretera. “No leo más que la media”, reconoce, “pero cuando leo puede pasar algo, y tengo un montón de libros esperándome”.

CINE. Ahora trabaja en la banda sonora de Altamira, la película de Hugh Hudson sobre la historia de las pinturas rupestres de las cuevas españolas, protagonizada por Antonio Banderas. “Cuando hago música para películas me siento un poco como un farsante porque es otra cosa, no estás tratando solo con canciones, es estar en la tierra de la música de nuevo”, admite. “Pero siento que, de una crisis a otra, voy encontrando mi camino”.

Tras 40 años escribiendo, Knopfler asegura que lo que más le gusta es “cuando la gente te cuenta para qué ha utilizado tus canciones en su vida”. “Es alucinante lo que te dicen”. “Cómo usa la gente la música para vivir, para recomponerse después de un día duro, lo que sea. Adoro que usen mis composiciones para existir y que pase a formar parte de las vidas de otros. Es un privilegio escribir una canción y que se convierta en algo importante en la existencia de otra persona. ¿Qué puede haber más bonito que eso?”.

Comparte y opina:

Últimas Noticias