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Scorsese recupera la epopeya de una familia emigrante

Crecí en un barrio italiano de Nueva York, y los fines de semana la televisión local pasaba películas italianas en versión original y todos nos juntábamos a verlas. Recuerdo que miraba a mis padres admirar aquellas películas sabiendo que era la primera vez que veían en lo que se había convertido su patria”, dice Martin Scorsese. El director norteamericano (1942), de fuertes raíces italianas, ha vuelto a colaborar con la factoría de lujo Gucci, esta vez para restaurar Rocco y sus hermanos, filme de Luchino Visconti de 1960, un clásico en mayúsculas del cine y del neorrealismo italiano, que narra la epopeya de una familia del sur que emigra al norte en busca de un futuro algo menos sombrío. La versión restaurada se proyectó por primera vez esta semana en el Festival de Cannes.

Scorsese asegura que “por supuesto que sigue siendo relevante; es la historia de una familia que trata de permanecer unida. Puedes leer sobre eso cada día, historias de emigrantes en Europa, Estados Unidos o China que buscan una vida mejor. ¿La gran virtud de esta película? Pues que es misteriosa, magnífica, preciosa, profundamente trágica y es capaz de tocar muchísimos temas al mismo tiempo. El hecho de que Visconti partiera de la novela de Thomas Mann José y sus hermanos o la obvia influencia de Dostoievski le dan a esta obra un recorrido narrativo extremadamente rico”, asegura Scorsese.
Uno de los guionistas de la película, Enrico Medioli, recuerda que “a Visconti se le ocurrió la imagen de una mujer en un funeral, acompañada de cinco hombres, jóvenes y fuertes, sus hijos, que son como los cinco dedos de su mano”. Ésa fue la primera idea para empezar a escribir el guion y, “aunque éramos cuatro, pensamos que cada uno podía escribir un personaje en concreto”.

ESTRELLAS. El reparto de Rocco y sus hermanos, un drama que ha pasado a la historia del cine, se convirtió desde el principio una de las grandes bazas del filme, deslumbrando por sus actores principales: Alain Delon, Annie Girardot y una impresionante Claudia Cardinale. “Delon fue escogido por Visconti porque le veía como una suerte del Myshkin, el protagonista de El idiota, de Dostoievski, una especie de reencarnación de la belleza. Los demás, por así decirlo, se incorporaron después: él fue la base de todo”, rememora Medioli.

La restauración de clásicos del cine italiano se ha convertido en una obsesión de Scorsese, al que los cinéfilos pueden agradecer haber creado obras maestras como Toro salvaje, Taxi driver o Uno de los nuestros. A través de su fundación, y con la ayuda de Gucci, ya ha avanzado mucho en una larga tarea: “Cuando empecé con la Film Foundation en 1990 habíamos perdido la mitad de las películas italianas hechas antes de 1950, y el 80 por ciento de las rodadas antes de 1929. Incluso hoy, si un filme no es conservado de forma adecuada, puede estropearse o desintegrarse. Estamos luchando en una carrera contra el tiempo para restaurar y preservar clásicos. Es muy importante que compartamos estas películas con la audiencia de todo el mundo”, señala.

CENSURA. Antes y después del estreno, Rocco y sus hermanos causó una guerra entre Visconti y las autoridades italianas, que llegaron a censurar dos de sus escenas más poderosas. “Todo aquello sigue siendo inexplicable para mí; llegaron a prohibirnos que rodáramos en Milán porque decían que no teníamos permiso. Tuvimos que irnos a 100 kilómetros. Por supuesto eran escenas fuertes, pero también imprescindibles para entender el filme”, evoca Medioli. Rocco y sus hermanos está considerada junto a Ladrón de bicicletas, Roma ciudad abierta o Umberto D como una de las mejores muestras de la brillantez del neorrealismo italiano. Y ello pese a que, cuenta Scorsese, Visconti no era especialmente representativo del movimiento: “Venía de una familia rica, pero eso es lo que le impulsa a hacer esa clase de cine. Eso y el hecho de abrazar el marxismo, aunque yo no creo que fuera un director neorrealista por sí mismo”. Para Scorsese, “lo que convierte a Rocco y sus hermanos en una obra maestra es la gran habilidad de Visconti para no ser nunca maniqueo ni dogmático”.