Icono del sitio La Razón

Secretos que esconde Onetti

Si hay algo que va a veces más allá del Vargas Llosa escritor, es el Mario lector. Y éste es un apasionado del escritor uruguayo Juan Carlos Onetti, al que dedicó una conferencia en Madrid. “En todos los cuentos de Onetti se esconde un secreto”, aseguraba el premio Nobel ante dos salas llenas, una que lo disfrutó en vivo y, la otra, por medio de pantalla. “Y ese secreto escondido no se puede contar. En esas supresiones radica muchas veces el éxito de una narración”. Bien lo saben los escritores como ellos, que no desprecian al lector, que le dan herramientas para estudiar los secretos y para construir a su lado mundos propios, conclusiones divergentes.

Onetti, con el empeño por mantener esos secretos, quizás buscará conducir a sus seguidores hacia el lado oscuro de una manera radicalmente moderna, en telepatía directa desde la recóndita Uruguay de los años 30 y 40 a la Francia de los existencialistas. “En un libro como El pozo, su primera obra, existen muchísimas similitudes con El extranjero, de Albert Camus. Pero esto es asombroso, porque en la época en que lo escribió no pudo haberlo leído”, comentaba Vargas Llosa.

influencias. A Camus, no, pero Onetti sí leyó al estadounidense William Faulkner o al francés Louis-Ferdinand Céline. Del primero, como lo hizo todo el boom latinoamericano posterior, “sacamos la construcción de los puntos de vista, los enfoques narrativos o la organización del tiempo que necesitábamos para contar nuestra realidad. De Céline, muchas veces extraemos lo que yo denomino su estilo crapuloso. Onetti insultaba, ridiculizaba por medio del narrador a sus personajes. Es lo mismo que hace Céline. Pero, dentro de esa crueldad con la que los tratan, ambos escritores ahondan en una profunda verdad que a veces no queremos ver y que nos atañe a nosotros”.

Despistes. La conferencia retrató a Onetti como un hombre parco, muy huraño, un espectador vocacional que fue compañero de viaje de un joven Vargas Llosa por Estados Unidos. “En ese viaje a San Francisco, donde nos encontramos con el poeta Allen Gingsberg, que nos llevó en plena época hippy a conocer jóvenes que consumían peyote y LSD, Onetti observaba aquello callado y, estoy convencido, seguro que le parecía una payasada, de la que algo iba a sacar”.

Más tarde, el escritor uruguayo recomendaba lecturas penosas a los jóvenes que le pedían consejo, asegura Vargas Llosa. Lo hacía para ver si estos chicos se daban cuenta de lo malas que eran. No solo a ellos, a Onetti le gustaba despistar con maldades y sarcasmos. “Una vez le comentó al periodista y escritor Ramón Chao, cuando fue a hacerle una entrevista: ‘Ya sé por qué se ríe usted al verme, porque solo me queda este diente. No es que el resto los haya perdido, es que se los he prestado a Vargas Llosa”.