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El arte puede transformar todo

La Bienal convierte a La Habana en un espacio de exposiciones, reencuentro y reconciliación

/ 7 de junio de 2015 / 04:00

La capital cubana se ha convertido estos días en una gigantesca galería de arte. Museos, fortalezas coloniales, calles, malecones, barrios marginales y una barbaridad de casas y apartamentos particulares han abierto sus espacios a los cientos de artistas de Cuba y de 50 países del mundo que participan en la 12 Bienal de La Habana, una cita marcada por el actual momento de distensión política entre Washington y La Habana y que, más allá de calidades artísticas, pasará a la historia como la Bienal del diálogo y del reencuentro.

Desde su inauguración, el pasado 22 de mayo, en La Habana se habla inglés: literalmente, son cientos los coleccionistas, galeristas, curadores, directores de museos y ojeadores de arte norteamericanos que han tomado la ciudad por asalto. Oficialmente, los organizadores calculan en 1.400 los estadounidenses con credencial. Pero son muchos más los que desde la semana pasada recorren las salas de exhibición y los talleres de los artistas cubanos en busca de oportunidades.

Reencuentro. Además de la interacción entre los dos países tanto tiempo regañados, esta es una ocasión de que se reencuentren los mismos creadores cubanos: los que residen en la isla y otros que marcharon hace tiempo y que regresan ahora para mostrar su obra. Es el caso de José Rosabal, pintor exiliado en 1968 y que no había puesto el pie en su país desde entonces. Novoa, Florencio Gelabert o Nereida García también se fueron y volvieron invitados al malecón. También expone Emilio Pérez, artista neoyorquino hijo de padres cubanos emigrados en 1961. Pérez hizo el gigantesco mural A simple verse (un verso sencillo), tomando como inspiración el poemario Versos Sencillos, de José Martí —el Héroe Nacional de Cuba—, quien, como los padres de Pérez, se exilió en Nueva York. Su familia cubana, a la que nunca había conocido, se acercó al malecón y le ayudó a instalar su obra.

EFÍMERO. Los dos edificios del Museo de Bellas Artes de La Habana albergan importantes muestras de esta Bienal, convocada bajo el título Entre la idea y la experiencia, en la que predomina el arte efímero y donde son protagonistas algunos espacios fantasmagóricos como la antigua fábrica de bicicletas Claudio Argüelles, en el barrio del Vedado, hoy derruida, o la abandonada central eléctrica de Tallapiedra.

Wild Noise/ruido Salvaje es la exposición de arte urbano, político y militante traída por el Museo de Bronx de Nueva York, con un centenar de obras, incluidas fotos de Andy Warhol. Se trata del más importante intercambio entre pinacotecas de EEUU y Cuba realizado en 55 años. La galerista neoyorkina Sean Kelly destacó “la oportunidad histórica de este momento, tanto para el arte cubano como para las relaciones entre Cuba y EEUU”. “El arte puede transformarlo todo. No hay que desaprovechar la coyuntura”.

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El arte puede transformar todo

La Bienal convierte a La Habana en un espacio de exposiciones, reencuentro y reconciliación

/ 7 de junio de 2015 / 04:00

La capital cubana se ha convertido estos días en una gigantesca galería de arte. Museos, fortalezas coloniales, calles, malecones, barrios marginales y una barbaridad de casas y apartamentos particulares han abierto sus espacios a los cientos de artistas de Cuba y de 50 países del mundo que participan en la 12 Bienal de La Habana, una cita marcada por el actual momento de distensión política entre Washington y La Habana y que, más allá de calidades artísticas, pasará a la historia como la Bienal del diálogo y del reencuentro.

Desde su inauguración, el pasado 22 de mayo, en La Habana se habla inglés: literalmente, son cientos los coleccionistas, galeristas, curadores, directores de museos y ojeadores de arte norteamericanos que han tomado la ciudad por asalto. Oficialmente, los organizadores calculan en 1.400 los estadounidenses con credencial. Pero son muchos más los que desde la semana pasada recorren las salas de exhibición y los talleres de los artistas cubanos en busca de oportunidades.

Reencuentro. Además de la interacción entre los dos países tanto tiempo regañados, esta es una ocasión de que se reencuentren los mismos creadores cubanos: los que residen en la isla y otros que marcharon hace tiempo y que regresan ahora para mostrar su obra. Es el caso de José Rosabal, pintor exiliado en 1968 y que no había puesto el pie en su país desde entonces. Novoa, Florencio Gelabert o Nereida García también se fueron y volvieron invitados al malecón. También expone Emilio Pérez, artista neoyorquino hijo de padres cubanos emigrados en 1961. Pérez hizo el gigantesco mural A simple verse (un verso sencillo), tomando como inspiración el poemario Versos Sencillos, de José Martí —el Héroe Nacional de Cuba—, quien, como los padres de Pérez, se exilió en Nueva York. Su familia cubana, a la que nunca había conocido, se acercó al malecón y le ayudó a instalar su obra.

EFÍMERO. Los dos edificios del Museo de Bellas Artes de La Habana albergan importantes muestras de esta Bienal, convocada bajo el título Entre la idea y la experiencia, en la que predomina el arte efímero y donde son protagonistas algunos espacios fantasmagóricos como la antigua fábrica de bicicletas Claudio Argüelles, en el barrio del Vedado, hoy derruida, o la abandonada central eléctrica de Tallapiedra.

Wild Noise/ruido Salvaje es la exposición de arte urbano, político y militante traída por el Museo de Bronx de Nueva York, con un centenar de obras, incluidas fotos de Andy Warhol. Se trata del más importante intercambio entre pinacotecas de EEUU y Cuba realizado en 55 años. La galerista neoyorkina Sean Kelly destacó “la oportunidad histórica de este momento, tanto para el arte cubano como para las relaciones entre Cuba y EEUU”. “El arte puede transformarlo todo. No hay que desaprovechar la coyuntura”.

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