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Isabel Allende: ‘Ahora se puede ser adolescente a los 40 y maduro a los 70’

La escritora chilena publica ‘El amante japonés’, una reflexión sobre el amor, la vejez y la muerte

/ 7 de junio de 2015 / 04:00

A sus 72 años, la escritora chilena Isabel Allende está “en el umbral de otra etapa espiritual, emocional y física”. Se acaba de separar de su segundo marido, el abogado William Gordon, pero esa “terrible pérdida” no le impide ver con ilusión la publicación de El amante japonés, su más reciente novela, que trata sobre el amor, la vejez y la muerte.

Allende tiene millones de lectores, y su nueva obra, que Plaza & Janés publica en España y en Latinoamérica, no los defraudará: pasado y presente se funden en la potente y entrañable historia que se narra, y con la que reivindica el amor como “principal motor de la vida”.

Y no rechaza “la opción” de la eutanasia: “Quienes se oponen a ella por razones religiosas o de otra índole no tienen que hacerlo; como en el caso del aborto, es solo una opción. Al legalizar la eutanasia se toman las medidas necesarias para que no se abuse de ella”, afirma. “Morir suavemente, con dignidad, es un privilegio, un regalo del cielo que todos desearíamos. Hilda Arenas, una mujer maravillosa, que fue la abuela adoptiva de mis hijos, sintió que no valía la pena seguir viviendo después de los 80 años, aunque estaba completamente sana, y dejó de comer. Murió en dos meses tranquilamente, sin dolor ni miedo, porque su familia comprendió su decisión y no la internaron en un hospital intubada para alimentarla artificialmente”.

“La medicina moderna intenta mantener viva a la gente a toda costa, aunque sea con atroz sufrimiento. ¿Para qué? ¿No sería más humano ayudar a morir?”, se pregunta esta escritora que le perdió “el miedo a la muerte” cuando su hija Paula falleció en sus brazos, “dulcemente”, a los 28 años. “Llevaba un año en estado vegetativo y la muerte fue su liberación, la única salida que tenía. Le tengo miedo al dolor”, asegura Allende, que reflejó aquella durísima etapa de su vida en su libro Paula.

SEPARACIÓN. De nuevo, la novelista atraviesa un momento difícil tras haberse separado del abogado y escritor por el que se fue a vivir a California; su “amante y mejor amigo” durante tanto tiempo. “Las cosas entre nosotros han cambiado. Willie ha pasado por una larga depresión, que se acentuó con la muerte de su hijo menor. Ya se le había muerto una hija, también por causa de drogas. Se ha encerrado en sí mismo y necesita estar solo”.

“Por suerte todavía no hay una tercera persona entre nosotros, seguimos siendo muy buenos amigos y nos vemos a cada rato, pero ya no vivimos juntos”, cuenta la escritora, que califica de “terrible pérdida” esta separación, aunque sabe que la superará. “Todo pasa en un plazo de dos años, como dice mi madre con su infinita sabiduría”, añade la autora, que ha dedicado su novela a esos “ancianos sabios” que son sus padres, Panchita y Ramón (su padrastro, en realidad), de 95 y 99 años. El verdadero padre de la escritora, Tomás Allende, primo hermano de Salvador Allende, dejó a la familia cuando Isabel tenía tres años.

Vejez. Ambientada en California, El amante japonés es un canto a la vida, al amor y a la vejez, “el mejor momento para ser y hacer lo que a uno le place”, afirma la autora de La casa de los espíritus, cuya obra está traducida a 35 idiomas y que ha vendido más de 65 millones de libros. Y para envejecer bien, hay que “crecer internamente, cultivar relaciones, luchar contra nuestros demonios, participar en el mundo, dar, reírse y amar”, dice Allende.
Dedicar una novela a la vejez no ha sido solo por sus padres y por su perra Olivia, “que tiene 17 años, la pobrecita”. “Tengo varias amigas de mi edad a quienes se les acaba de morir la madre. Mi mejor amigo tiene casi 80 y dice que no piensa vivir más que 85 y está planeando un suicidio elegante”.

“Ahora se puede ser adolescente hasta los cuarenta; ya nadie es maduro a los cincuenta, sino a los setenta y mucha gente piensa vivir hasta los cien, ¡qué horror! Yo misma estoy en el umbral de otra etapa espiritual, emocional y física, que enfrento con gran curiosidad”, comenta.

La fuerza imparable de un amor secreto recorre la novela de Allende, quien no ve posible en el matrimonio “el respeto hacia las infidelidades del otro, pero sí la tolerancia. Depende del acuerdo que haga la pareja”. “Cuando nos conocimos, le pregunté a Willie si íbamos a tener una pareja abierta (que estaba de moda) o monógama. Respondió de inmediato que sería monógama, porque él había probado lo otro y no funcionaba. ‘Muy bien,  pero si te pillo en una infidelidad te mato a ti, a tus hijos y al perro’, le advertí. Me creyó. (En realidad yo no habría podido matar al perro)”, dice.

Allende espera poder emprender “otra aventura escrita” el 8 de enero (siempre empieza sus novelas ese día). Pero en estos momentos tiene “tantos problemas” que no puede “ni pensar” en sentarse a escribir.

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/ 7 de junio de 2015 / 04:00

A sus 72 años, la escritora chilena Isabel Allende está “en el umbral de otra etapa espiritual, emocional y física”. Se acaba de separar de su segundo marido, el abogado William Gordon, pero esa “terrible pérdida” no le impide ver con ilusión la publicación de El amante japonés, su más reciente novela, que trata sobre el amor, la vejez y la muerte.

Allende tiene millones de lectores, y su nueva obra, que Plaza & Janés publica en España y en Latinoamérica, no los defraudará: pasado y presente se funden en la potente y entrañable historia que se narra, y con la que reivindica el amor como “principal motor de la vida”.

Y no rechaza “la opción” de la eutanasia: “Quienes se oponen a ella por razones religiosas o de otra índole no tienen que hacerlo; como en el caso del aborto, es solo una opción. Al legalizar la eutanasia se toman las medidas necesarias para que no se abuse de ella”, afirma. “Morir suavemente, con dignidad, es un privilegio, un regalo del cielo que todos desearíamos. Hilda Arenas, una mujer maravillosa, que fue la abuela adoptiva de mis hijos, sintió que no valía la pena seguir viviendo después de los 80 años, aunque estaba completamente sana, y dejó de comer. Murió en dos meses tranquilamente, sin dolor ni miedo, porque su familia comprendió su decisión y no la internaron en un hospital intubada para alimentarla artificialmente”.

“La medicina moderna intenta mantener viva a la gente a toda costa, aunque sea con atroz sufrimiento. ¿Para qué? ¿No sería más humano ayudar a morir?”, se pregunta esta escritora que le perdió “el miedo a la muerte” cuando su hija Paula falleció en sus brazos, “dulcemente”, a los 28 años. “Llevaba un año en estado vegetativo y la muerte fue su liberación, la única salida que tenía. Le tengo miedo al dolor”, asegura Allende, que reflejó aquella durísima etapa de su vida en su libro Paula.

SEPARACIÓN. De nuevo, la novelista atraviesa un momento difícil tras haberse separado del abogado y escritor por el que se fue a vivir a California; su “amante y mejor amigo” durante tanto tiempo. “Las cosas entre nosotros han cambiado. Willie ha pasado por una larga depresión, que se acentuó con la muerte de su hijo menor. Ya se le había muerto una hija, también por causa de drogas. Se ha encerrado en sí mismo y necesita estar solo”.

“Por suerte todavía no hay una tercera persona entre nosotros, seguimos siendo muy buenos amigos y nos vemos a cada rato, pero ya no vivimos juntos”, cuenta la escritora, que califica de “terrible pérdida” esta separación, aunque sabe que la superará. “Todo pasa en un plazo de dos años, como dice mi madre con su infinita sabiduría”, añade la autora, que ha dedicado su novela a esos “ancianos sabios” que son sus padres, Panchita y Ramón (su padrastro, en realidad), de 95 y 99 años. El verdadero padre de la escritora, Tomás Allende, primo hermano de Salvador Allende, dejó a la familia cuando Isabel tenía tres años.

Vejez. Ambientada en California, El amante japonés es un canto a la vida, al amor y a la vejez, “el mejor momento para ser y hacer lo que a uno le place”, afirma la autora de La casa de los espíritus, cuya obra está traducida a 35 idiomas y que ha vendido más de 65 millones de libros. Y para envejecer bien, hay que “crecer internamente, cultivar relaciones, luchar contra nuestros demonios, participar en el mundo, dar, reírse y amar”, dice Allende.
Dedicar una novela a la vejez no ha sido solo por sus padres y por su perra Olivia, “que tiene 17 años, la pobrecita”. “Tengo varias amigas de mi edad a quienes se les acaba de morir la madre. Mi mejor amigo tiene casi 80 y dice que no piensa vivir más que 85 y está planeando un suicidio elegante”.

“Ahora se puede ser adolescente hasta los cuarenta; ya nadie es maduro a los cincuenta, sino a los setenta y mucha gente piensa vivir hasta los cien, ¡qué horror! Yo misma estoy en el umbral de otra etapa espiritual, emocional y física, que enfrento con gran curiosidad”, comenta.

La fuerza imparable de un amor secreto recorre la novela de Allende, quien no ve posible en el matrimonio “el respeto hacia las infidelidades del otro, pero sí la tolerancia. Depende del acuerdo que haga la pareja”. “Cuando nos conocimos, le pregunté a Willie si íbamos a tener una pareja abierta (que estaba de moda) o monógama. Respondió de inmediato que sería monógama, porque él había probado lo otro y no funcionaba. ‘Muy bien,  pero si te pillo en una infidelidad te mato a ti, a tus hijos y al perro’, le advertí. Me creyó. (En realidad yo no habría podido matar al perro)”, dice.

Allende espera poder emprender “otra aventura escrita” el 8 de enero (siempre empieza sus novelas ese día). Pero en estos momentos tiene “tantos problemas” que no puede “ni pensar” en sentarse a escribir.

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