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La maravillosa Alicia y su lógico descontrol

Se cumplen 150 años de la primera edición de la obra de Lewis Carroll, un referente cultural en todo el mundo

/ 5 de julio de 2015 / 04:00

Uno de los cuentos más sugerentes de la historia de la literatura, Alicia en el país de las maravillas, del británico Lewis Carroll, ha cumplido 150 años esta semana. La biblioteca Morgan Library de Nueva York lo ha celebrado reuniendo el manuscrito original y los diarios del autor, entre otros recuerdos de una obra que ha marcado a muchas generaciones, que parece un cuento de niños, y que lo es, pero que también da pie a miles de interpretaciones que van mucho más allá.

Una tarde de verano de 1864, Carroll y otro profesor de Oxford se llevaron a Alice (Alicia) Liddell y a sus dos hermanas de pícnic. “Las niñas le pidieron que les contara una historia. Carroll recordó años más tarde que, sin saber por qué, se inventó sobre la marcha al personaje, lo envió a la madriguera del conejo y así nació el país de las maravillas”, dice Carolyn Vega, comisaria de la exposición.

Las niñas quedaron hechizadas por el cuento, querían que se lo contasen una y otra vez, y al final del verano Alice pidió al autor que lo pusiera negro sobre blanco. Así, ese “descontrol atravesado por la lógica”, como lo define la exposición, acabó conociéndose en todos los rincones del mundo y fascinando a todas las generaciones, que han encontrado en él mucho más que una obra maestra de la literatura infantil, una reflexión sobre la vida mucho menos inocente y alocada de lo que parece a primera vista y a la que se ha dado todo tipo de lecturas: desde políticas a matemáticas, a parte de la meramente literaria.

En la exposición se puede contemplar el manuscrito original de la obra, redactado en septiembre de 1864 e iluminado con los dibujos del propio Carroll: “Da el sentido de esta muestra, que es enseñar la historia detrás la historia, la biografía de este libro increíble, dice Vega. Además, se exponen varios cuadernos de reflexiones y apuntes del autor.

ILUSTRACIONES. Alicia en el país de las maravillas se publicó por primera vez en 1865, con una historia más amplia y más cuidada que la del manuscrito original. El libro estaba iluminado con las ahora legendarias ilustraciones de John Tenniel, que ayudaron a darle un perfil diferente al personaje. Carroll había pintado a una Alicia cabizbaja y pensativa y Tenniel creó una heroína bien decidida.
La exposición se ciñe a lo literario y no entra en las especulaciones sobre si las drogas animaron o no la creatividad de Carroll, y tampoco toca la ambigua y controvertida relación que el escritor tenía con la niña. Pero sí muestra algunas fotos de la verdadera Alicia y sus hermanas, aunque sobre todo recupera bosquejos o las ilustraciones originales de Tenniel, que impuso en el imaginario colectivo la forma definitiva —hasta la llegada de Disney— de ese conejo que siempre iba con prisa y vestía de manera impecable, del sombrerero loco que tomaba el té para celebrar los no-cumpleaños, del gato de Cheshire que tenía una sonrisa hipnótica, o de la despótica y malhumorada reina de corazones y su grito de “¡que le corten la cabeza!”.

INFLUENCIA. El sumo cuidado con el que Carroll supervisó la edición para que texto e imágenes se complementaran, así como “la aguda imaginación del escritor”, consiguieron, según Vega, “el milagro” de que Alicia en el país de las maravillas siga sonando a vanguardia siglo y medio después. “Este libro ha calado en nuestra cultura de manera muy interesante, es difícil cruzarse con un adulto que no lo recuerde desde su infancia, en cualquier lugar del mundo”.
La muestra de Nueva York recupera la primera versión cinematográfica del cuento, rodada en Gran Bretaña en 1903 y las más famosas de Walt Disney (1951) y de Tim Burton —quien en 2010 acertó al filtrar la obra a través su excéntrica imaginación—, que quizás sea la que más se acerque al espíritu original del cuento. Fuera de las pantallas, la historia ha sido adaptada y reinterpretada miles de veces. Millones de personas han llegado a ella sin leer nunca a Carroll, a través de una obra de teatro, unos títeres, de un ballet o un cómic. Por eso es muy probable que Alicia y su mundo maravilloso e inverosímil, pero muy lógico, sigan siendo una referencia cultural inevitable dentro de otros 150 años.

Un viaje iniciático femenino

Camila Urioste – escritora

La palabra “wonder” en inglés se puede traducir al castellano de dos maneras: una es “maravilla” como en Las Siete Maravillas del Mundo (“Seven Wonders of the World”); la otra forma es “asombro”. Así, la novela clásica de Lewis Carroll publicada en 1865 puede leerse como Alicia en el país de las maravillas, o Alicia en el país del asombro. Yo hubiera elegido la segunda opción.

El libro de Lewis Carrol ha sido traducido a más de 50 idiomas y fue adaptado al cine, dibujos animados, manga, musicales, teatro, cómic y series de televisión. Tiene versiones infantiles, versiones triple X para adultos y versiones futuristas. En Bolivia, la película Alicia en el país, estrenada en 2008, cuenta la historia de una niña quechua que hace un viaje de iniciación a través del altiplano hasta llegar a Chile. Así, el personaje y sus aventuras han inspirado a autores de todo el mundo, desde James Joyce hasta Alejandra Pizarnik. Alicia sirvió incluso para dar nombre a una condición neurológica, el Síndrome de Alicia en el País de las Maravillas, que provoca en la persona una percepción alterada de los objetos y de su propio cuerpo.

Pero, ¿por qué la historia de una niña que sueña un sueño extraño ha calado de manera tan profunda en personas de distintos países a lo largo del tiempo? A ciento cincuenta años de su publicación, la novela se lee como una historia fantástica poblada de personajes excéntricos y misteriosamente sabios en su locura, un despliegue espectacular de imaginación de juegos de palabra, de humor satírico que se burla de las normas y la lógica de los adultos, de la justicia, de las prioridades, de la cordura, del statu quo. Es una joya literaria. Sin embargo, no creo que la influencia de la historia de Alicia se pueda explicar por los fantásticos personajes, el uso lúdico de la palabra, la genialidad del autor o la exquisitez del personaje central. Alicia trasciende las páginas y las palabras, y los lectores la reconocen como un arquetipo femenino. Sus aventuras subterráneas en el país del asombro son más que un sueño fantástico: son un viaje de iniciación femenina.

En su libro Las mujeres que corren con los lobos, la escritora estadounidense Clarissa Pínkola Estés cuenta que, a menudo, los cuentos de hadas son mapas o manuales de instrucciones para la iniciación femenina, y describe la iniciación como un viaje por una selva subterránea. La novela de Carrol es un viaje con retos y tareas que una niña arquetípica enfrenta para convertirse en mujer. Y el título original de la obra es Las aventuras subterráneas de Alicia en el país de las maravillas. O del Asombro. La capacidad de asombro es un elemento constitutivo tanto de la inocencia como de la inteligencia. Que algo sea o no maravilloso depende de la capacidad de asombro de quién lo percibe.

No es necesario haber leído la novela para reconocernos en el arquetipo; una niña de cualquier nacionalidad, de cualquier tribu, de cualquier ciudad a lo largo del tiempo, que se sumerge en la profundidad o se interna en el bosque para salir transformada. Como todo viaje de iniciación, el de Alicia comienza con la curiosidad seguida de un impulso que lleva a una caída. Hay muchas formas de caer.

La iniciación es un pasaje, un tránsito o un viaje a la profundidad de uno mismo, un enfrentamiento a los misterios de la vida que hace que nos convirtamos en alguien nuevo. El asombro y la duda son parte del viaje. El miedo también lo es. Las tareas y las pruebas son la esencia del viaje. Y todos estos elementos aparecen en el tránsito de Alicia por el país del conejo blanco, del sombrerero loco, del gato y su sonrisa, de la malvada reina de corazones. La iniciación es enfrentarte al ejército que quiere destruirte y darte cuenta de que los soldados no son nada más que naipes.

La iniciación de Alicia parte de la duda. En el país del asombro nada puede darse por hecho; todo lo que Alicia sabe o cree saber del mundo se pone en tela de juicio. Incluso no está segura de quién es ella, si es la misma que despertó en la mañana o si la cambiaron por otra persona. Porque dudar de la propia identidad es el tercer paso hacia la transformación.

El libro original tiene un final doble. Quienes lo han leído o han visto alguna de sus versiones en cine o teatro saben que Alicia despierta, por fin, y se encuentra al lado de su hermana. La hermana entonces le dice que ha dormido mucho y que vaya a tomar una taza de té. Agitada, Alicia le cuenta todos los detalles del sueño extraño antes de que se desvanezcan, como suele ocurrir con los sueños. La hermana comenta que de verdad es algo raro y Alicia se va a tomar el té. El cuento podría terminar ahí, pero entonces viene el segundo final: la hermana queda dormitando recostada en el pasto y revive el sueño de la pequeña Alicia: imagina que ella misma es quien ve al conejo blanco, quien cae por el pozo, quien se hace grande y pequeña y toma el té con el sombrerero loco y se enfrenta a la reina de corazones y su ejército de naipes. Sueña con los ojos cerrados, pero sin perder la conciencia de sus alrededores, del pasto en el que está recostada, la brisa de verano y la granja a lo lejos. Sueña, pero está consciente. Se imagina cómo su hermanita crecerá y se volverá una mujer, pero mantendrá en su corazón la maravilla de la infancia. Un final un poco cursi, pero que no es lo importante de la obra. Sí lo es cómo el sueño inconsciente de Alicia se vuelve el sueño consciente de su hermana, como de una mujer a otra, de una generación a otra, se transmite un conocimiento profundo, un viaje de iniciación que va más allá de la maravilla.

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Robin Williams, el payaso más triste de Hollywood

El actor, nacido en Chicago en 1951, había combinado desde bien joven un genio irresistible y una verborrea sin igual con una vida personal plagada de debilidades.

/ 12 de agosto de 2014 / 00:37

Hizo reír a varias generaciones con «Mrs Doubtfire», soñar con «Dead Poets Society» y fue «el genio más genial» en «Aladdin», pero Robin Williams siempre arrastró un aire de amargura que de «Good Morning Vietnam» a «Good Will Hunting», con la que ganó el Óscar, dibujó al payaso más triste de Hollywood.

El fallecido actor Christopher Reeve contó una vez que la primera persona que le había hecho reír tras quedar parapléjico al caerse de un caballo había sido Robin Williams.

Habían sido compañeros de estudios de interpretación en la Julliard School y amigos durante toda la vida. Cuando estaba todavía ingresado en el hospital, Williams se hizo pasar por un doctor ruso que quería practicarle una colonoscopia.

Ese era el terreno del actor: la risa para ocultar el llanto y hoy los rumores de suicidio se ciernen de manera terrible sobre la muerte de uno de los grandes cómicos de Hollywood.

Williams, nacido en Chicago en 1951, había combinado desde bien joven un genio irresistible y una verborrea sin igual con una vida personal plagada de debilidades.

Antes de saltar a la interpretación había empezado a estudiar Ciencias Políticas, una inquietud comprometida que nunca le abandonó en sus ácidas comparecencias públicas, como cuando en el Festival de Berlín presentó «The Final Cut», uno de sus filmes más oscuros, y disparó una rueda de prensa en la que dijo «no sé qué hacemos buscando armas químicas en Irak cuando sería más fácil mirar en los albaranes del Pentágono».

Y antes de llegar a la fama, que se fraguó en la televisión con series como «Happy Days» y, sobre todo, «Mork & Mindy» en la segunda mitad de los setenta, ya había coqueteado peligrosamente con la cocaína, que compartió con otro amigo suyo malogrado, John Belushi.

«La cocaína es la manera que tiene Dios de decirte que estás ganando demasiado dinero», decía con ironía.

El cine tardó más en darle la bienvenida, pero fue a lo grande con «Good Morning Vietnam», de Barry Levinson, que sacó un partido único a su rapidez verbal, a su ingenio y su capacidad para combinar con una gran sonrisa una mirada triste.

También le supuso su primera nominación al Óscar y abrió su mejor época profesional y vital, continuada con «Dead Poets Society», de Peter Weir, la película que hará hoy que se levante toda una generación de adolescentes a despedirle al grito de «Oh, capitán, mi capitán», pues en ella encarnó a un heterodoxo profesor que se sale de los temarios y entra en la materia sensible de la vida.

El trío de ases (y de nominaciones al Óscar) se redondeó con «The Fisher King», de su ídolo cómico, Terry Gilliam (de los Monty Python), esta vez metido a mágico fabulador.

Disney pensó en él como el único capaz de poner voz al genio de «Aladdin», su gigantesco éxito comercial, y su pericia fue tan bárbara que algunos incluso pidieron una cuarta nominación al Óscar por un trabajo de doblaje. Como rezaba la canción que él mismo cantaba en infinitos tonos y voces distintos, no había en el mundo «un genio tan genial».

Y Steven Spielberg pensó en lo contrario: en darle el papel de un Peter Pan hastiado y amargado en su vida real y volviendo a Nunca Jamás para solucionar su insatisfacción. Era «Hook» y allí reafirmó su conexión con uno de sus públicos más fieles: el infantil.

«Mrs. Doubfire», en la que se convirtió en una adorable asistenta británica para estar más tiempo con sus hijos, le reportó un Globo de Oro y desplegó una paleta más amplia de talentos si cabía, hasta convertirla en un gran éxito comercial.

Seguirían otros filmes como «Jumanji», «Patch Adams» (no en vano, sobre la terapia de la risa) o la incomprendida «Jack», rareza agridulce de Francis Ford Coppola.

El Óscar, llegó finalmente a la cuarta nominación en 1997, la primera como secundario, en un papel tan agridulce como él mismo. El psiquiatra viudo de «Good Will Hunting», de Gus Van Sant. y, por primera vez, Robin Williams se quedó casi sin palabras al subir al escenario ante la ovación de toda la profesión. Aunque enseguida se recuperó y empezó a bromear.

Desde entonces, en cambio, nunca volvió a conseguir un gran papel a la altura de su talento, si bien participó en películas notables como «Insomnia», del ahora idolatrado Christopher Nolan, y volvió a poner comicidad a éxitos de taquilla como «Night at the Museum» y su voz a nuevos clásicos de la animación como «Happy Feet».

Así, en 2006 volvió a un centro de rehabilitación tras reconocer su alcoholismo y en 2009 sufrió problemas cardíacos. Pero nada parecía indicar que Robin Williams, que seguía más en el corazón del espectador que en la mente de los productores, se iría así sin más.

Se había anunciado una secuela de «Mrs. Doubfire», estaba rodando otra entrega de «Night at the Museum» y disfrutaba de un matrimonio todavía corto pero aparentemente estable con Susan Schneider.

Y es que Williams también tuvo una vida sentimental algo caótica, a la que sobreviven tres hijos de sus dos primeros matrimonios. «La vida solo te da una pequeña chispa de locura. No debes perderla», dijo en una ocasión.

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Pussy Riot: ‘Rusia será libre’

Las rusas a las que encarceló Putin desafiaron su poder en el concierto de Amnistía Internacional

/ 9 de febrero de 2014 / 04:00

Estaban Madonna, Blondie, Lauryn Hill o Susan Sarandon, pero las rusas Pussy Riot, con su enardecido discurso y su grito de “Rusia será libre” fueron las estrellas indiscutibles del concierto de Amnistía Internacional que tuvo lugar en Nueva York el miércoles bajo el nombre de “Bring the Rights Home”.

“Rusia no es Putin y Rusia será libre”, dijeron Maria Alekhina y Nadejda Tolokonnikova, dos de las componentes del quinteto ruso que estuvieron 21 meses detenidas en una cárcel rusa por haber cantado, en febrero de 2012, durante una “oración punk” contra Vladimir Putin en la catedral de San Salvador en Moscú.

“Nosotros hemos vivido lo que es estar en una cárcel por querer expresarnos libremente, nadie nos puede decir que lo que hemos vivido no es verdad”, afirmaron en el concierto y agradecieron a Amnistía Internacional el apoyo y la notoriedad recibidos, fundamental para su excarcelación.

“Pero todavía hay mucha gente en la cárcel o que va a ir a la cárcel por los mismos motivos”, recordaron. Y a su inspirador periplo de coraje y coherencia estuvieron dedicadas más de cinco  horas de música en el Barclays Center de Brooklyn.

“Es el momento de que el mundo sea tan valiente como las Pussy Riot”, dijo Madonna, quien en su última gira llevó tatuado el nombre de la banda rusa en su espalda en señal de apoyo y que fue multada por el Gobierno ruso por considerarse su concierto una apología de la homosexualidad.

“Vivimos en un país libre, pero no debemos dar nuestros derechos por sentados. Hay que luchar”, añadió la reina del pop. Pero ni ella ni las Pussy Riot cantaron esta noche.

Susan Sarandon, una de las conciencias de Hollywood, ejerció de maestra de ceremonias y recordó que el motivo del encuentro era el “recordar a todos que la ira se puede convertir en acción”.

El recital repasó la situación de la mujer en el mundo islámico, la pena de muerte en Estados Unidos, las torturas y los derechos de la comunidad afroamericana.

La vieja guardia de la canción protesta y del poder de la música para movilizar masas no pudo estar mejor representada gracias a Bob Geldof que cantó con energías renovadas himnos como I don’t like mondays y recordó a otra de las grandes pérdidas del año, el cantante folk Pete Seeger.

El relevo generacional se materializó con la participación de nuevas bandas. Entre ellas, The Fray, Imagine Dragon, Tegan and Sara, Cake y Colbie Caillat. El broche de oro lo puso la más veterana de todos, Yoko Ono, quien se encargó de despedir el concierto y dar el testigo a los Flaming Lips, con los que interpretó una canción y que, después, dijeron adiós con una versión entre galáctica y kitsch de Lucy in the Sky of Diamonds, de los Beatles, y, con todo el equipo de Amnistía Internacional, con algunos de los cantantes, incluido el incombustible Geldof, interpretando a coro I shall be released, de Bob Dylan.

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Pussy Riot: ‘Rusia será libre’

Las rusas a las que encarceló Putin desafiaron su poder en el concierto de Amnistía Internacional

/ 9 de febrero de 2014 / 04:00

Estaban Madonna, Blondie, Lauryn Hill o Susan Sarandon, pero las rusas Pussy Riot, con su enardecido discurso y su grito de “Rusia será libre” fueron las estrellas indiscutibles del concierto de Amnistía Internacional que tuvo lugar en Nueva York el miércoles bajo el nombre de “Bring the Rights Home”.

“Rusia no es Putin y Rusia será libre”, dijeron Maria Alekhina y Nadejda Tolokonnikova, dos de las componentes del quinteto ruso que estuvieron 21 meses detenidas en una cárcel rusa por haber cantado, en febrero de 2012, durante una “oración punk” contra Vladimir Putin en la catedral de San Salvador en Moscú.

“Nosotros hemos vivido lo que es estar en una cárcel por querer expresarnos libremente, nadie nos puede decir que lo que hemos vivido no es verdad”, afirmaron en el concierto y agradecieron a Amnistía Internacional el apoyo y la notoriedad recibidos, fundamental para su excarcelación.

“Pero todavía hay mucha gente en la cárcel o que va a ir a la cárcel por los mismos motivos”, recordaron. Y a su inspirador periplo de coraje y coherencia estuvieron dedicadas más de cinco  horas de música en el Barclays Center de Brooklyn.

“Es el momento de que el mundo sea tan valiente como las Pussy Riot”, dijo Madonna, quien en su última gira llevó tatuado el nombre de la banda rusa en su espalda en señal de apoyo y que fue multada por el Gobierno ruso por considerarse su concierto una apología de la homosexualidad.

“Vivimos en un país libre, pero no debemos dar nuestros derechos por sentados. Hay que luchar”, añadió la reina del pop. Pero ni ella ni las Pussy Riot cantaron esta noche.

Susan Sarandon, una de las conciencias de Hollywood, ejerció de maestra de ceremonias y recordó que el motivo del encuentro era el “recordar a todos que la ira se puede convertir en acción”.

El recital repasó la situación de la mujer en el mundo islámico, la pena de muerte en Estados Unidos, las torturas y los derechos de la comunidad afroamericana.

La vieja guardia de la canción protesta y del poder de la música para movilizar masas no pudo estar mejor representada gracias a Bob Geldof que cantó con energías renovadas himnos como I don’t like mondays y recordó a otra de las grandes pérdidas del año, el cantante folk Pete Seeger.

El relevo generacional se materializó con la participación de nuevas bandas. Entre ellas, The Fray, Imagine Dragon, Tegan and Sara, Cake y Colbie Caillat. El broche de oro lo puso la más veterana de todos, Yoko Ono, quien se encargó de despedir el concierto y dar el testigo a los Flaming Lips, con los que interpretó una canción y que, después, dijeron adiós con una versión entre galáctica y kitsch de Lucy in the Sky of Diamonds, de los Beatles, y, con todo el equipo de Amnistía Internacional, con algunos de los cantantes, incluido el incombustible Geldof, interpretando a coro I shall be released, de Bob Dylan.

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Un canal de televisión para perros, el ultimo grito en ocio canino

La música, los sonidos y las frecuencias se adaptan a los sonidos que resultan agradables para el oído canino.

/ 2 de agosto de 2013 / 19:58

Con una audiencia potencial de 80 millones de perros, nace en Estados Unidos DogTV, el primer canal de televisión con programación dedicada única y exclusivamente a las mascotas caninas, que cada vez pasan más tiempo solas en casa mientras sus atareados dueños trabajan.

Como una contrapartida el éxito televisivo de «The Dog Whisperer», de César Millán, y llevando al extremo esos 5.000 vídeos que hay en YouTube con perros embelesados frente a la pequeña pantalla, DogTV se convierte en la primera iniciativa que ofrece una programación exclusivamente para canes.

El canal, vinculado a la plataforma de televisión de pago DirecTV aunque disponible también en internet, acaba de iniciar una promoción gratuita durante las dos primeras semanas de agosto, decidido a explotar un objetivo potencial de 46 millones de hogares estadounidenses con perro y la concienciación creciente de los dueños hacia el bienestar mental de sus mascotas.

«Lo que más queremos es que los perros pasen un buen rato con sus padres, pero por desgracia pasan mucho tiempo solos en casa porque tenemos que trabajar. Y esta televisión es una manera de ayudarles», aseguró al canal CNBC el consejero delegado de DogTV, Gilad Neumann.

La propuesta de este canal es más elaborada de lo que parece y conlleva un estudio científico previo: en la gama de colores utilizada predominan el rojo y el verde, ya que los perros no distinguen el amarillo y el azul; la música, los sonidos y las frecuencias se adaptan a los sonidos que resultan agradables para el oído canino, y el contenido busca «estimular psicológicamente» a estos animales.

Además, desde que existen las nuevas televisiones con tecnología LCD, con una emisión de las imágenes a 100 hercios, se ha salvado la diferencia que se producía entre la visión humana -que conecta imágenes en movimiento a partir de los 50 y 60 hercios- y la canina -entre 70 y 80 hercios-.

Antes, con el antiguo sistema de televisión, un perro percibía el salto de imagen y veía la programación como «frames» discontinuos.

Los creadores de Dog TV se apoyan en una encuesta de American Kennel Club y la marca de comida para perros IAMS en la que quedó reflejado que casi la mitad de los dueños entrevistados aseguraban que sus perros habían demostrado interés alguna vez a lo que estaba sucediendo en la pantalla de la televisión.

Por eso, han decidido diseñar una programación, que se emite las veinticuatro horas del día y los siete días de la semana, que cree ese entretenimiento canino y que se divide en tres grandes bloques.

«Los perros, como los hombres, si ven todo el rato lo mismo se aburren», según el consejero delegado de la cadena.

El primer bloque es de programas relajantes, en los que se muestran espectaculares paisajes y otros perros en actitud «chill out», sin ningún ladrido que les sobreexcite.

El segundo está dedicado a programas estimulantes, con más movimiento, más interacción entre varios perros y sonidos más «juguetones». Y, finalmente, el canal educativo, en el que, «usando los avances de la ciencia veterinaria, se ayuda a los perros a sentirse más cómodos con los diferentes estímulos de su día a día», según detalla DogTV.

De momento, no hay publicidad y el precio de este canal oscila entre los 5 y 10 dólares mensuales (3,7 y 7,5 euros), según el paquete de ofertas de canales, pero en cualquier caso es mucho más barato que las ahora de moda guarderías de perros, que sobrepasan los 100 dólares mensuales (75,4 euros).

«Los estudios indican que los perros se sienten mejor en compañía de la televisión, especialmente con el contenido adecuado», aseguran desde DogTV, a la vez que especifican que su programación es para perros de todas las edades.

En el canal no excluyen que otras mascotas puedan unirse a esta programación, pero se decidieron por «el mejor amigo del hombre» por, precisamente, su fidelidad a los dueños. «Los gatos no son tan sociales y no sufren tanto el aburrimiento y la soledad», concluyen.

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