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6 libros al hilo

‘Bolivia, su historia’ resulta una obra abierta, reflexiva y bien editada, que evita las visiones convencionales

/ 12 de julio de 2015 / 04:00

Como la segunda fase del transporte por cable en Chukiyawu Marka-La Paz, ojalá con Línea Blanca por la ladera este. Así, sorpresivamente, se difunde una impactante obra de historia. Es el trabajo de un equipo profesional, referido al Kullasuyu, Muxus, Grigotá, Chaku, Charkas, Bolivia y a los antecedentes del Estado Plurinacional.

Ya desde la década de 1830, cual mostraron José de Mesa y Teresa Gisbert y ratificó Juan Miguel Arroyo, existía interés por elaborar una historia de Bolivia que destacase los acuerdos y la prosperidad logrados, una inquietud que será saciada a mediados del siglo XIX. Además, se cumple ahora con creces, en la época de los centenarios y los bicentenarios. Esto, sin duda, constituye una señal fehaciente de que ha habido, y hay, proyectos y país con futuro.

Ahora, la Coordinadora de Historia confirma aquello mediante la colección de libros Bolivia, su historia. Ésta es, en todo caso, una obra de notable concepción, ejecución, síntesis y revisión. Palabras especiales merece la impecable edición, clave en esta obra de varios/as autores/as. Se entiende que no ha sido nada sencillo hacer coincidir ritmos, capacidades e inclinaciones para dar como resultado la unidad que muestran esta media docena de volúmenes.

Los libros cuentan con un complemento adecuado en la distribución y en la campaña de motivación de las que este periódico de vasta trayectoria se ha encargado de manera apreciable en los puestos de venta: una cooperación inapreciable.

Han conformado el equipo de investigación y redacción 29 investigadores/as. Más allá de agrupaciones y corporaciones, existe una institución que es la articuladora e inspiradora: La carrera de Historia de la UMSA (creada en 1966). Del total de autores 21 estudiaron, ofrecieron u ofrecen docencia en dicha unidad. 22 son historiadores de profesión. Obviamente, en este trabajo se han realizado estudios complementarios o de apoyo de arqueología (3), antropología (4), sociología (2), economía (2), derecho (2), educación (1) y literatura (1).

ETAPAS. El primer volumen de Bolivia, su historia trata los procesos culturales y políticos, de los que se enfatiza la coexistencia de la población y la geografía en las épocas previas a la conquista-invasión, en la puna, los valles y los llanos. En dicha visión era pertinente insistir, siguiendo a Ramiro Condarco Morales, respecto a los desplazamientos, interacciones y complementariedades. Las dinámicas coloniales de los siglos XVI y XVII ocupan el segundo libro de la serie. Sobre ellas, ciertamente, hay que tratar de evitar las polarizaciones reduccionistas; se deben considerar en su complejidad, que comprende desde las alianzas, los mestizajes y la producción hasta las pugnas aún persistentes.

La tercera entrega se centra en las crisis y conflictos del siglo XVIII en conexión con la Independencia del XIX, cuyas tensiones y debates —según ha sugerido Andrés Eichmann— pueden remontarse al siglo XVII, más allá de los cortes didácticos, y se expresaron también en términos propios y escolásticos junto a los del iluminismo.

La primera centuria republicana —de importantes cuanto diversas inquietudes, búsquedas, proyectos y acciones— ocupa el cuarto libro. En aras de comprender este periodo de nuestra historia habrá que dejar de lado las tipologías y visiones caudillistas convencionales.

Las raíces del nacionalismo se analizan en el quinto volumen, que describe una amplia gama de luchas y propuestas. Ellas, en la interpretación se tendrán que vincular más con las expresiones de las culturas, pensamiento, educación y artes.

El sexto y último libro se ocupa del periodo transcurrido desde el nacionalismo revolucionario a la actualidad. Una época de quiebres subrayados, empero de resurgimientos y nuevos retos —véase Jonathan Kelley y Herbert S. Klein—. Asimismo, se hace necesario algo más de énfasis en la vitalidad y matices de las propuestas originarias.

REFLEXIONES. Generalmente, partiendo del pensamiento y manejo de conocimientos históricos se apunta a construir hegemonías. Pero también, a veces, desde éstas últimas se conciben y ejecutan trabajos históricos. Aún nos cabe la esperanza que así fuera con mayor frecuencia. De esta forma se generarían más sensibilidad y comunicación.

Para ponderar el carácter abierto y reflexivo de esta obra en seis volúmenes hay que reconocer que —en lugar de la versión autorizada, oficial e irrebatible— pretende abrir diálogo, invita a la investigación. Asimismo, puede servir de empalme cuando los esfuerzos investigativos se encuentren vacíos. Tal sería el papel de referencia de una historia macro como ésta.

Esito, o esingo, nomás. En tiempos de ilusiones satelitales, si hubiera, redes de cables —no cruzados y que sigan “trazo original”—, Amazonía petrolera, marraquetas de 50, Mara Taka/solsticio/Inti Raymi, trenes y otras rutas interoceánicas, visita del Papa y bicentenarios, sea permitido a este comentarista volver a las historias aplicadas y memorias cuanto legados propios. Que, con perspectivas, corresponde preservar.

Todo sucede en las condiciones del presente

Cecilia Salazar – historiadora

A fines de los 70 se produjo un gran momento para las ciencias sociales y humanas porque se dieron las condiciones para que se abriera un amplio escenario de debate acerca de la libertad del sujeto y de su capacidad para actuar. El concepto de la determinación inexorable de las estructuras sobre los sujetos fue relativizado y se visibilizó la agencia, esa propiedad de la que todos disponemos para salir de las sujeciones normativas, imponer nuestros esquemas interpretativos e influir sobre la realidad. Las ciencias sociales y humanas se vieron expuestas a su necesaria renovación epistemológica por el reconocimiento de que la actividad académica e intelectual cumple ciertas funciones que van más allá del plano cognoscitivo.

En ese contexto, si la historia ha sido tradicionalmente definida como una relación unilineal y ejemplificadora entre pasado y presente, ahora se la concibe como un acto reflexivo sobre nuestro acontecer actual. A ello apunta que sea objeto de constantes revisiones, en la medida de los requerimientos políticos del presente. Y que lo que en su momento fuera instituido como hecho histórico, en otro deje de serlo.

SENTIDO. Así, la historia ha asumido la función de darle consistencia a la relación Estado-sociedad, tarea que devino en estructuras institucionales para crear y recrear el conocimiento, de acuerdo con el desarrollo de la infraestructura económico-productiva moderna y que, en lo cultural, pasa por el capitalismo impreso y la comunidad de lectores. Es decir, por la creación de sentido que se enraíza en el tiempo y el espacio de la sociedad actual. El vehículo es la escritura especializada.

Si esto es así, es inevitable que la función política de las ciencias sociales esté fuertemente interpelada por la comunidad imaginada o nación, ante la que posicionamos nuestra vocación intelectual.

La Coordinadora de Historia, que nos ofrece la monumental Bolivia, su historia, es una asociación académica surgida en 1992, en un contexto de ampliación de las posibilidades cognitivas gracias, por ejemplo, a ese extraordinario acto de voluntad pública que alentó Gunnar Mendoza al organizar el Archivo Histórico de Bolivia. Aun en condiciones precarias, la disponibilidad de materia prima para otra historia estaba parcialmente dada, tanto como ciertas condiciones para su procesamiento profesional y especializado, a lo que se suman sujetos con voluntad de politizar sus preocupaciones a través de la investigación.

MOTIVADORES. Pero el contexto del trabajo de la Coordinadora de Historia ha estado señalado por los avatares de nuestra naciente democracia, en la que se enmarcó la caída del Estado de 1952 y sus fallidos propósitos unificadores que auspiciaron la caída del movimiento de los trabajadores mineros. Como resultado de ello vivimos la reemergencia de las culturas subnacionales y, dentro de ellas, las autorreferencias étnicas, revitalizadas por la vigorosa conciencia katarista y luego por los accidentados episodios de la Asamblea Constituyente y el gobierno del MAS.

Esos fueron los motivadores para hacer ciencias sociales y para reescribir la historia, teniendo como foco central —aunque no esté siempre explicitado así— la heterogeneidad estructural del país, elemento distintivo de nuestra configuración. Esto derivó en la larga y continua reflexión sobre la gran masa indígena que, para algunos, resiste las políticas de homogeneización y, para otros, las busca como soporte de su integración.

Haciéndonos eco de ello, volvemos a la idea de que a las ciencias sociales y humanas las interpela la comunidad imaginada, lo que hace imprescindible referirse constantemente al problema colonial como fase constitutiva e irresuelta de la nación boliviana y de sus posibilidades de unificación, objetivo que es el mejor logro de la colección, por la sistematicidad y amplitud del debate que nos ofrece, haciendo un llamado a la complejidad.

DESTINO. Como es imposible abarcar toda la colección en un artículo, valga solo señalar la imposibilidad de hacer una historia que complete al país, como se pretendía. Esta cuestión nos conduce al concepto de totalidad nacional-estatal que hace alusión al conjunto de formas productivas y expresivas existentes, que convergen en un destino —y un pasado— común aún no manifiesto en la estructura ni en la superestructura boliviana. Si la historia privilegia unos hechos y no otros no es porque haya lugares sin historia o sin sociedad, sino porque no existen agentes ni instituciones que adopten una posición política ante sus problemas y los conviertan en objeto de atención pública. Es decir, que los saquen de las penumbras y los publiciten como relevantes.

No es un hecho menor que la Coordinadora de Historia tenga como su primera y más fecunda referencia institucional a la carrera de Historia de la UMSA, plataforma local, que dejaba anunciada la posibilidad de esta otra historia. Habrá que esperar iniciativas equiparables en otras regiones del país, tarea que le compete de manera especial a la universidad pública, la única que tiene las condiciones para optar por campos no mercantilizados desde los que trascender hacia el nombramiento de nuestra profundidad histórica, bajo la tesitura de la autonomía intelectual.

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6 libros al hilo

‘Bolivia, su historia’ resulta una obra abierta, reflexiva y bien editada, que evita las visiones convencionales

/ 12 de julio de 2015 / 04:00

Como la segunda fase del transporte por cable en Chukiyawu Marka-La Paz, ojalá con Línea Blanca por la ladera este. Así, sorpresivamente, se difunde una impactante obra de historia. Es el trabajo de un equipo profesional, referido al Kullasuyu, Muxus, Grigotá, Chaku, Charkas, Bolivia y a los antecedentes del Estado Plurinacional.

Ya desde la década de 1830, cual mostraron José de Mesa y Teresa Gisbert y ratificó Juan Miguel Arroyo, existía interés por elaborar una historia de Bolivia que destacase los acuerdos y la prosperidad logrados, una inquietud que será saciada a mediados del siglo XIX. Además, se cumple ahora con creces, en la época de los centenarios y los bicentenarios. Esto, sin duda, constituye una señal fehaciente de que ha habido, y hay, proyectos y país con futuro.

Ahora, la Coordinadora de Historia confirma aquello mediante la colección de libros Bolivia, su historia. Ésta es, en todo caso, una obra de notable concepción, ejecución, síntesis y revisión. Palabras especiales merece la impecable edición, clave en esta obra de varios/as autores/as. Se entiende que no ha sido nada sencillo hacer coincidir ritmos, capacidades e inclinaciones para dar como resultado la unidad que muestran esta media docena de volúmenes.

Los libros cuentan con un complemento adecuado en la distribución y en la campaña de motivación de las que este periódico de vasta trayectoria se ha encargado de manera apreciable en los puestos de venta: una cooperación inapreciable.

Han conformado el equipo de investigación y redacción 29 investigadores/as. Más allá de agrupaciones y corporaciones, existe una institución que es la articuladora e inspiradora: La carrera de Historia de la UMSA (creada en 1966). Del total de autores 21 estudiaron, ofrecieron u ofrecen docencia en dicha unidad. 22 son historiadores de profesión. Obviamente, en este trabajo se han realizado estudios complementarios o de apoyo de arqueología (3), antropología (4), sociología (2), economía (2), derecho (2), educación (1) y literatura (1).

ETAPAS. El primer volumen de Bolivia, su historia trata los procesos culturales y políticos, de los que se enfatiza la coexistencia de la población y la geografía en las épocas previas a la conquista-invasión, en la puna, los valles y los llanos. En dicha visión era pertinente insistir, siguiendo a Ramiro Condarco Morales, respecto a los desplazamientos, interacciones y complementariedades. Las dinámicas coloniales de los siglos XVI y XVII ocupan el segundo libro de la serie. Sobre ellas, ciertamente, hay que tratar de evitar las polarizaciones reduccionistas; se deben considerar en su complejidad, que comprende desde las alianzas, los mestizajes y la producción hasta las pugnas aún persistentes.

La tercera entrega se centra en las crisis y conflictos del siglo XVIII en conexión con la Independencia del XIX, cuyas tensiones y debates —según ha sugerido Andrés Eichmann— pueden remontarse al siglo XVII, más allá de los cortes didácticos, y se expresaron también en términos propios y escolásticos junto a los del iluminismo.

La primera centuria republicana —de importantes cuanto diversas inquietudes, búsquedas, proyectos y acciones— ocupa el cuarto libro. En aras de comprender este periodo de nuestra historia habrá que dejar de lado las tipologías y visiones caudillistas convencionales.

Las raíces del nacionalismo se analizan en el quinto volumen, que describe una amplia gama de luchas y propuestas. Ellas, en la interpretación se tendrán que vincular más con las expresiones de las culturas, pensamiento, educación y artes.

El sexto y último libro se ocupa del periodo transcurrido desde el nacionalismo revolucionario a la actualidad. Una época de quiebres subrayados, empero de resurgimientos y nuevos retos —véase Jonathan Kelley y Herbert S. Klein—. Asimismo, se hace necesario algo más de énfasis en la vitalidad y matices de las propuestas originarias.

REFLEXIONES. Generalmente, partiendo del pensamiento y manejo de conocimientos históricos se apunta a construir hegemonías. Pero también, a veces, desde éstas últimas se conciben y ejecutan trabajos históricos. Aún nos cabe la esperanza que así fuera con mayor frecuencia. De esta forma se generarían más sensibilidad y comunicación.

Para ponderar el carácter abierto y reflexivo de esta obra en seis volúmenes hay que reconocer que —en lugar de la versión autorizada, oficial e irrebatible— pretende abrir diálogo, invita a la investigación. Asimismo, puede servir de empalme cuando los esfuerzos investigativos se encuentren vacíos. Tal sería el papel de referencia de una historia macro como ésta.

Esito, o esingo, nomás. En tiempos de ilusiones satelitales, si hubiera, redes de cables —no cruzados y que sigan “trazo original”—, Amazonía petrolera, marraquetas de 50, Mara Taka/solsticio/Inti Raymi, trenes y otras rutas interoceánicas, visita del Papa y bicentenarios, sea permitido a este comentarista volver a las historias aplicadas y memorias cuanto legados propios. Que, con perspectivas, corresponde preservar.

Todo sucede en las condiciones del presente

Cecilia Salazar – historiadora

A fines de los 70 se produjo un gran momento para las ciencias sociales y humanas porque se dieron las condiciones para que se abriera un amplio escenario de debate acerca de la libertad del sujeto y de su capacidad para actuar. El concepto de la determinación inexorable de las estructuras sobre los sujetos fue relativizado y se visibilizó la agencia, esa propiedad de la que todos disponemos para salir de las sujeciones normativas, imponer nuestros esquemas interpretativos e influir sobre la realidad. Las ciencias sociales y humanas se vieron expuestas a su necesaria renovación epistemológica por el reconocimiento de que la actividad académica e intelectual cumple ciertas funciones que van más allá del plano cognoscitivo.

En ese contexto, si la historia ha sido tradicionalmente definida como una relación unilineal y ejemplificadora entre pasado y presente, ahora se la concibe como un acto reflexivo sobre nuestro acontecer actual. A ello apunta que sea objeto de constantes revisiones, en la medida de los requerimientos políticos del presente. Y que lo que en su momento fuera instituido como hecho histórico, en otro deje de serlo.

SENTIDO. Así, la historia ha asumido la función de darle consistencia a la relación Estado-sociedad, tarea que devino en estructuras institucionales para crear y recrear el conocimiento, de acuerdo con el desarrollo de la infraestructura económico-productiva moderna y que, en lo cultural, pasa por el capitalismo impreso y la comunidad de lectores. Es decir, por la creación de sentido que se enraíza en el tiempo y el espacio de la sociedad actual. El vehículo es la escritura especializada.

Si esto es así, es inevitable que la función política de las ciencias sociales esté fuertemente interpelada por la comunidad imaginada o nación, ante la que posicionamos nuestra vocación intelectual.

La Coordinadora de Historia, que nos ofrece la monumental Bolivia, su historia, es una asociación académica surgida en 1992, en un contexto de ampliación de las posibilidades cognitivas gracias, por ejemplo, a ese extraordinario acto de voluntad pública que alentó Gunnar Mendoza al organizar el Archivo Histórico de Bolivia. Aun en condiciones precarias, la disponibilidad de materia prima para otra historia estaba parcialmente dada, tanto como ciertas condiciones para su procesamiento profesional y especializado, a lo que se suman sujetos con voluntad de politizar sus preocupaciones a través de la investigación.

MOTIVADORES. Pero el contexto del trabajo de la Coordinadora de Historia ha estado señalado por los avatares de nuestra naciente democracia, en la que se enmarcó la caída del Estado de 1952 y sus fallidos propósitos unificadores que auspiciaron la caída del movimiento de los trabajadores mineros. Como resultado de ello vivimos la reemergencia de las culturas subnacionales y, dentro de ellas, las autorreferencias étnicas, revitalizadas por la vigorosa conciencia katarista y luego por los accidentados episodios de la Asamblea Constituyente y el gobierno del MAS.

Esos fueron los motivadores para hacer ciencias sociales y para reescribir la historia, teniendo como foco central —aunque no esté siempre explicitado así— la heterogeneidad estructural del país, elemento distintivo de nuestra configuración. Esto derivó en la larga y continua reflexión sobre la gran masa indígena que, para algunos, resiste las políticas de homogeneización y, para otros, las busca como soporte de su integración.

Haciéndonos eco de ello, volvemos a la idea de que a las ciencias sociales y humanas las interpela la comunidad imaginada, lo que hace imprescindible referirse constantemente al problema colonial como fase constitutiva e irresuelta de la nación boliviana y de sus posibilidades de unificación, objetivo que es el mejor logro de la colección, por la sistematicidad y amplitud del debate que nos ofrece, haciendo un llamado a la complejidad.

DESTINO. Como es imposible abarcar toda la colección en un artículo, valga solo señalar la imposibilidad de hacer una historia que complete al país, como se pretendía. Esta cuestión nos conduce al concepto de totalidad nacional-estatal que hace alusión al conjunto de formas productivas y expresivas existentes, que convergen en un destino —y un pasado— común aún no manifiesto en la estructura ni en la superestructura boliviana. Si la historia privilegia unos hechos y no otros no es porque haya lugares sin historia o sin sociedad, sino porque no existen agentes ni instituciones que adopten una posición política ante sus problemas y los conviertan en objeto de atención pública. Es decir, que los saquen de las penumbras y los publiciten como relevantes.

No es un hecho menor que la Coordinadora de Historia tenga como su primera y más fecunda referencia institucional a la carrera de Historia de la UMSA, plataforma local, que dejaba anunciada la posibilidad de esta otra historia. Habrá que esperar iniciativas equiparables en otras regiones del país, tarea que le compete de manera especial a la universidad pública, la única que tiene las condiciones para optar por campos no mercantilizados desde los que trascender hacia el nombramiento de nuestra profundidad histórica, bajo la tesitura de la autonomía intelectual.

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