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‘Proposofos’: olvidada vanguardia poética

El género del aforismo no es muy frecuente en Bolivia. Pocos autores lograron cultivar esta corriente literaria. Un animador de este campo fue el escritor Julio Aquiles Munguía Escalante (1907-1983) quien, a los 21 años, cuando se encontraba en San Francisco (Estados Unidos), tuvo la idea de escribir un libro de aforismos. Así, condensó sus circunstancias existenciales, en un cuaderno de viaje, con una forma que denominó “proposofos”. Según dice el autor en el prólogo a su libro Proposofos: el nuevo ideal artístico, este tipo de aforismo es “el arte de reducir lo mucho a lo poco. Es el proceso de convertir lo voluminoso al estado más simple, sin detrimento de su contenido. Mediante esta involución, las ideas se tamizan y llegan a su más alto grado de expresividad”.

Munguía llegó a Madrid en 1929 y terminó sus aforismos. “Pero ahí empezó mi calvario de publicista, que es el calvario de todos los escritores noveles”, se lamenta en el prólogo. Una vez reunidos todos los adagios los transcribió, los pulió y los seleccionó: “me encerré meses en mi cuarto estudiantil. Parecía un benedictino dedicado a la meditación y suplicio. Con gran algarabía mía, las cuartillas tomaron la forma de un libro en embrión”. Al terminar de ordenar cada línea de Proposofos visitó imprentas y editoriales sin que nadie se animara a publicárselas. Ni siquiera el apoyo de su amigo el escritor, periodista y senador vitalicio José Francos Rodríguez —un personaje muy influyente de la época— obró el milagro.

RECHAZOS. La vida bohemia de Munguía en Madrid incluía asistir a las tertulias del café Pombo, donde intervenía como pontífice el prolífico y célebre escritor Ramón Gómez de la Serna, creador de las greguerías, una forma poética —hay quien las califica de género literario— basada en los aforismos. Una de esas noches Gómez de la Serna leyó un capítulo del libro de Munguía ante muchos escritores jóvenes de prestigio como Enrique Jardiel Poncela, Antonio Espina y Benjamín Jarnés. Recibió felicitaciones de todos, y se le ocurrió pedirle un prólogo a Gómez de la Serna, que le respondió: “Para que tenga más mérito, el libro debería salir solitario, sin apadrinamiento alguno”. Esta respuesta fue devastadora para Munguía. Entonces recurrió al también escritor Azorín, quien le respondió enfáticamente: “Varios escritores españoles jóvenes me han venido con la misma petición suya y yo les he negado, así es que si le acepto a usted, quedaría mal con ellos”.

Los continuos rechazos que sufrió Munguía no amilanaron su espíritu. Se encaminó a la prestigiosa Revista de Occidente. Su director, el filósofo y ensayista José Ortega y Gasset le recibió sin muchas dilaciones: “Al hojear mi libro, el muy cachazudo y famoso pensador me dijo: esto es demasiado audaz, para que yo lo prologue, pero en fin, si encuentro un resquicio en mis muchos quehaceres se lo tendré listo para dentro de un mes”. Al transcurrir ese tiempo visitó otra vez a Ortega y Gasset, que le respondió: “Vuelva dentro de tres meses y para entonces hasta me animaría a editarlo por cuenta de la revista”. Mucho más tarde Munguía escribió: “Hasta el día de hoy no he vuelto a saber más de ellos”.

Munguía logró publicar Proposofos: el nuevo ideal artístico, con la editora Renacimiento, en Bolivia, el 12 de marzo de 1940: El libro contiene cerca de 1.500 “proposofos”. El mundo académico lo miró con buenos ojos en los años cuarenta. El ensayista Daniel Pérez Velasco indicó: “Impresiones comprimidas de aquellos viajes, forman su gran libro denominado Proposofos. Este bello libro informa la concreción de una gran filosofía. Explotando el fragmentarismo y el comprimido de la idea, llega en él a tocar los redaños más íntimos del espíritu”.

INDIFERENCIA. La gloria efímera del escritor Julio Aquiles Munguía se atenuó con el pasar del tiempo. A pesar que el suyo es un aporte significativo y curioso a las letras, no logró impresionar a las futuras generaciones. A 75 años de la aparición del libro Proposofos, tanto el autor como sus escritos pasaron al sitial de la indiferencia. Destino insospechado por el propio Munguía, quien esperanzadoramente escribía: “Espero que sabrán hablar de sobra a vuestro espíritu estas mil y tantas filosofías, porque representan la síntesis de un alma de visionario y la esencia de una vida errabunda e inquieta”.