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Cinco libros en la vitrina

A propósito de esos libros que hay que darse maneras de encontrar porque tardan en habitar las librerías —y no siempre llegan— me gustaría poner en la vitrina cinco títulos de autores bolivianos publicados fuera del país en el último año y así, acaso, iluminar una búsqueda o animar alguna lectura, ahora que varios —no los de poesía, ¡es una pena!— de ellos estarán a mano en la FIL. Y lo hago sin afán pontificio ni esquemático.

Esta es apenas una invitación basada en la lectura de Para comerte mejor, de Giovanna Rivero y La ola, de Liliana Colanzi, en cuento; La desaparición del paisaje de Maximiliano Barrientos, en novela, y Ego y El Pie de Eurídice, de Paola Senseve y Gabriel Chávez Casazola, respectivamente, en poesía. Cinco libros compuestos con rigor y oficio, que vale la pena visitar, no solamente porque sean bolivianos sino porque todos ellos han conseguido una voz propia, aguda, limpia y valiente.

Cuento. Es placentero y muy recomendable emprender Para comerte mejor (Sudaquia, EEUU, 2015) pues no es posible fugarse del ilusionismo de Rivero, de sus trampas impecables, ni de la hondura pasada por vidrio molido de sus personajes. Es la cima cuentística de Rivero, y eso que Sangre dulce y Tukzon son un punto alto. El título aquí no es un eufemismo. Estamos frente a una reinvención muy contemporánea y audaz de esas narraciones infantiles desconcertantes y siempre siniestras que se hacían en la Europa del siglo XVIII. De hecho, me recordó al hermosísimo ensayo Los campesinos cuentan cuentos: El significado de Mamá Oca, de Robert Darnton, en el cual se pueden encontrar las versiones primigenias de La caperucita roja o de Barba Azul, que son todo menos cuentos para niños.

Los de Rivero parecen cuentos inocentes y progresivamente se van convirtiendo en otra cosa; se van torciendo desde lo colectivo hacia la oscuridad de lo individual abrazando la abyección, y no por ello pierden su ternura. Además está el cruce de géneros, esa manera en que la escritora salta con virtuosismo del realismo a lo fantástico sin sacrificar verosimilitud ni potencia. Justo en ese cruce se produce la magia que hace que el lector termine deseando una moraleja, que por fuerza tiene que concebir él mismo.

Desasosiego y contemplación también producen los cuentos de Liliana Colanzi en La ola, (Montacerdos, Chile, 2014). Un libro cuyas piezas, muy bien resueltas, juegan con la inminencia de algo que está por colapsar pero que Colanzi, astuta narradora, deja para el lector. Liliana domina el arte de la provocación y no le teme a los riesgos. Igual que Rivero, cruza fronteras pero sobre todo de clases, creencias, tiempos. Y es en ese choque donde mejor brilla. La obsesión por la revelación de una imagen, la vitalidad sin arabescos de la escritura y la belleza que consigue explorando los límites es lo más destacable de este libro. El hilo gótico une a Rivero y Colanzi, alrededor del cual respira y se desgarra un territorio, un habla, un tiempo, un imaginario que todavía no ha sido definido suficientemente —el “gótico cruceño”— pero que sin duda quedará.

Novela. He sido muy feliz leyendo La desaparición del paisaje (Periférica, España, 2014) de Maximiliano Barrientos. Es una hermosa y melancólica novela, que deja al lector habitado de silencios que son poderosos motores de memorias, de culpas, de amores… Me gusta y me conmueve la forma en que el amor —voy a llamarlo así sin ambages— funciona como una máquina “hechiza”, contrahecha, que cascabelea llena de herrumbres, que se resiste a la desaparición, aunque su destino pareciera ser el contrario. Me gusta que la palabra amor no aparezca nunca.

Los personajes son entrañables en sus mundos aparentemente chatos y sin líneas de fuga. Las tensiones entre ellos funcionan como tenaces triángulos dialécticos, en los que el lector está todo el tiempo componiendo la síntesis. Barrientos demuestra en este libro esa fascinación por mirar que tienen los buenos fotógrafos. Nótese que digo fotografía y no cine por cuanto hay de composición en los cuadros de la novela, de signos, de gestos robados al descuido. Realmente, muy aconsejable.

Poesía. Ego (Ediciones Liliputienses, España, 2014) de Paola Senseve es un juego. Adoro a los escritores, a los narradores, a los poetas, a los artistas que se divierten, que juegan. Este curioso libro-objeto de poesía-diseño es una invitación lúdica en la que Senseve logra que el lector juegue, busque, encuentre, ría. Hay humor o más bien ironía en Ego, cuya exploración lingüística y gráfica termina siendo un manifiesto creativo, una reflexión personal sobre la poesía, una posición casi política.

El Pie de Eurídice de Gabriel Chávez Casazola (Gamar, Colombia, 2014) es una lindísima pieza que reúne lo mejor de su producción anterior y un cuerpo muy elocuente de inéditos que dejan sobradamente establecida la búsqueda del poeta. Chávez muestra su decantada transparencia, belleza y fuerza evocativa. Se trata de una poesía que no tiene pudor para conectar y, sin embargo, no se pierde en lo banal: al contrario, desde su aparente simpleza se cuela —como por las rendijas— en una cadencia espiritual, emotiva e incluso filosófica, que posteriormente reverbera o, mejor, se queda en el lector como un tatuaje, hermoso y perturbador.

Se trata pues de cinco libros que se abren paso fuera de Bolivia y cuyo vuelo será largo y vigoroso. Estoy segura.