Charlie Parker compositor en tiempo real
El gran improvisador consolidó con el ‘Bebop’ las bases del jazz actual
El jazz es la música que logró que Europa y África se diesen la mano en América. Su personalidad nace de la perfecta mezcla de ritmos africanos y armonías europeas. Pero su sello de identidad es la improvisación. La creación espontánea en tiempo real estuvo presente desde los inicios del jazz, pero se consolidó como su esencia y su base en el periodo del Bebop.
El jazz experimentó en la segunda mitad de los 40 su revolución más importante. Los músicos ya no aspiraban a dirigir orquestas, sino a formar reducidos grupos que tocaban en clubs tan pequeños que era imposible bailar. El swing había muerto. El interés por una música solo para bailar decayó, y la libertad reinó en el jazz. En los clubs se reunían músicos muy distintos a los de las grandes orquestas: no eran estrictamente profesionales y habían perdido el miedo a equivocarse, corrían cualquier riesgo y rompían las reglas. Ahí nacieron los conciertos improvisados, las jam sessions.
Asumir riesgos era algo nuevo y fue posible gracias a una competitividad en la que los intérpretes se sentían protagonistas: eran all stars, todos estrellas. Alteraban melodías con notas disonantes y acordes inesperados en medio de alguna frase, tocando a velocidades de vértigo y, sobre todo, creando melodías nunca antes escuchadas. Y todo ello, en tiempo real.
El músico se puso por encima del compositor. Las secciones de ritmo fueron las responsables de esta revolución, con bateristas frenéticos (Kenny Clarke), contrabajistas deseosos de liberarse de los esquemas armónicos tradicionales (Charles Mingus), guitarristas capaces de establecer conexiones inesperadas con la melodía y la armonía (Charlie Christian), pianistas dispuestos a romper con todo (Thelonious Monk) y, sobre todo, saxofonistas y trompetistas con la libertad absoluta de dejar volar su imaginación (Charlie Parker y Dizzy Gillespie).
Esa libertad llevó la improvisación a niveles aún hoy difíciles de alcanzar. El Bebop se llena de frases frenéticas y nerviosas y elimina toda nota innecesaria. Las improvisaciones se enmarcan en el tema presentado al unísono al comienzo y al final de cada pieza. La técnica para tocar Bebop requiere años de práctica y una profunda sensibilidad musical. El auténtico improvisador es un compositor que construye su arquitectura musical espontáneamente, sobre la marcha, sin detenerse a pensar en cada nota que ejecuta: su virtud es la velocidad creativa.
Bebop es la onomatopeya que describe el intervalo o distancia entre dos notas —conocido en teoría musical como una quinta disminuida— que estos músicos utilizaron como arma contundente. Cuando se le preguntó a Charlie Parker por el significado de la palabra Bebop, con el humor y la irreverencia que lo caracterizaban contestó que sonaba igual que el golpe del bastón de un policía en el cráneo de un negro. El Bebop es un grito de hartazgo existencial en lo musical, y un grito en medio de un racionalismo occidental que se desangraba.
El jazz evolucionó en décadas lo que le llevó siglos a la música “clásica” europea, en un proceso que se aceleró con el Bebop, que empezó a exigir talento al oyente, pues dejaba de ser una música concebida solo para la diversión. Ésta es la característica distintiva de un arte que ya no es popular.
En la historia del jazz existen y existieron excelentes improvisadores, pero el más grande fue Charlie Parker, alias Bird. Dicen los libros de historia que murió el 12 de marzo de 1955 a causa de un colapso producido por un ataque de risa frente al televisor. Félix Amador-Gálvez, un excelente pintor, narrador y apasionado por el jazz, está convencido de que ese sería el del carnet de identidad —Charles Christopher Parker Jr, nacido en Kansas City un 29 de agosto de 1920— porque el Bird que nosotros conocemos murió de exceso de ansia creativa. Con 34 años lo había hecho todo. Había aprendido de la nada y había revolucionado la música con el Bebop. Había tocado con los mejores y se había relacionado con lo peor. Se había elevado a lo más alto y descendido a las profundidades más de una vez. Dormía en apartamentos de amigos, viajaba en metro sin destino fijo, se había drogado, había mendigado y había visto morir a su hija por no tener dinero para que los médicos curasen su neumonía.
Intentó suicidarse en dos ocasiones porque sabía que con él moría una época. Buscó nuevas metas que se le hicieron pequeñas, rondó los estilos “populares” en el final de su carrera y ahondó en su propia música hasta encontrarse, por fin, a sí mismo. La causa real de su muerte no pudo ser otra: exceso de ansia creativa. Este año se cumplen 60 años de la muerte de Bird y 95 del nacimiento del mejor improvisador de la historia del jazz.