Thursday 25 Apr 2024 | Actualizado a 04:15 AM

Barenboim, la batuta comprometida

El Festival de Salzsburgo homenajea al director y pianista por cinco décadas de intenso trabajo a favor de la música y la paz en Oriente Medio

Daniel Barenboim terminó su ensayo con la Orquesta Filarmónica de Viena el 20 de agosto en Salzburgo, para preparar el concierto que iba a ofrecer pocos días después en el muy prestigioso festival de música de esa ciudad austriaca. Y entonces se llevó una sorpresa que le conmovió: la organización del Festival de Salzburgo le agasajó con una recepción en su honor. El motivo era celebrar los 50 años de su debut en el festival, cuando interpretó al piano el concierto en do menor KV 491 de Mozart, también con la Filarmónica de Viena, dirigida por su amigo el director indio Zubin Mehta. Entonces Barenboim era un chico en pantaloncillos cortos, pero el reconocido diario Wiener Zeitung ya hablaba del futuro seguro de aquel prodigio y decía: “Esperamos escuchar a este talento especial en una docena de años en el Festival de Salzburgo”.

Pasadas cinco décadas, la realidad superó la predicción. Barenboim, nacido en Buenos Aires en 1942 de padres judío-rusos, comenzó sus estudios de piano con su madre a los cinco años, continuando su educación pianística con su padre, que sería su único profesor. A los siete años ya daba su primer concierto formal. Cuando tenía diez, la familia emigró a Israel, y dos años más tarde Barenboim fue a Salzburgo a pasar clases de dirección con el reconocido Igor Markevitch.

En ese curso conoció al director Wilhelm Furtwangler, mito de la Filarmónica de Berlín, quien llamó al niño “fenómeno”, y le invitó a tocar con su orquesta. Sin embargo, el padre de Barenboim consideró que aún no estaban cerradas las heridas de la II Guerra Mundial como para que un niño judío actuase en Berlín. Así, su carrera pianística internacional despegó en Viena y Roma en 1952 y continuó en París, Londres y Nueva York.

En 1966 debutó como director con la English Chamber Orchestra, y en 1975 fue nombrado director de la Orchestre de París, cargo que tuvo hasta 1989. De ahí y hasta 2006 pasó a la Orquesta Sinfónica de Chicago. No fue muy feliz en ese puesto, pues le frustraba tener que cumplir con una de las tareas de un director norteamericano: conseguir fondos para la orquesta. Desde 1992 encabeza la Staatsoper y de la Staatskapelle de Berlín a título vitalicio. Desde 2011 es director musical de La Scala de Milán.

RECONCILIACIÓN. En 1999 fundó la West-East Divan Orchestra, que ha llevado su fama incluso más allá del mundo de la música. Ésta es una iniciativa de Barenboim y el literato e intelectual palestino-estadounidense Eduard Said para aportar a la paz en Oriente Medio: la orquesta la forman jóvenes músicos israelíes, palestinos, libaneses, sirios, jordanos y españoles.

En otro gesto de reconciliación, después de un concierto en la ciudad palestina de Ramala en 2008, Barenboim aceptó la ciudadanía palestina honoraria, y se convirtió en el primer ciudadano del mundo con ciudadanía israelí y palestina.

DEBATE. Otro momento histórico tiene que ver con el compositor alemán Richard Wagner, que siempre había sido tácitamente prohibido en suelo israelí. En un concierto en Jerusalén en 2001, el director anunció que la orquesta iba a interpretar a Wagner como segundo bis, e invitó a quien quisiese a que saliera del teatro diciendo: “Hay mucha gente que no asocia a Wagner con el nazismo. Yo respeto a aquéllos a quienes esta asociación resulta opresiva. Por eso me dirijo a ustedes y pregunto si puedo interpretar a Wagner”. Se inició un debate de media hora. Barenboim fue llamado fascista y pronazi por algunos. Al final, solo unos cuantos de los espectadores se fueron y una aplastante mayoría aplaudió el preludio de Tristán e Isolda.

Así, el niño que impresionó al Festival de Salzburgo se ha convertido 50 años después en uno de los pianistas y directores más respetados de nuestros tiempos, y sin duda se ha ganado el homenaje. Barenboim dijo sentirse muy feliz y muy honrado por el gesto, pero no puso demasiado sentimiento a la hora de cortar la torta, porque quiere que la música siga contando con él. Y los aficionados de todo el mundo esperan seguir disfrutando de este genio muchos años más.

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Barenboim, la batuta comprometida

El Festival de Salzsburgo homenajea al director y pianista por cinco décadas de intenso trabajo a favor de la música y la paz en Oriente Medio

Daniel Barenboim terminó su ensayo con la Orquesta Filarmónica de Viena el 20 de agosto en Salzburgo, para preparar el concierto que iba a ofrecer pocos días después en el muy prestigioso festival de música de esa ciudad austriaca. Y entonces se llevó una sorpresa que le conmovió: la organización del Festival de Salzburgo le agasajó con una recepción en su honor. El motivo era celebrar los 50 años de su debut en el festival, cuando interpretó al piano el concierto en do menor KV 491 de Mozart, también con la Filarmónica de Viena, dirigida por su amigo el director indio Zubin Mehta. Entonces Barenboim era un chico en pantaloncillos cortos, pero el reconocido diario Wiener Zeitung ya hablaba del futuro seguro de aquel prodigio y decía: “Esperamos escuchar a este talento especial en una docena de años en el Festival de Salzburgo”.

Pasadas cinco décadas, la realidad superó la predicción. Barenboim, nacido en Buenos Aires en 1942 de padres judío-rusos, comenzó sus estudios de piano con su madre a los cinco años, continuando su educación pianística con su padre, que sería su único profesor. A los siete años ya daba su primer concierto formal. Cuando tenía diez, la familia emigró a Israel, y dos años más tarde Barenboim fue a Salzburgo a pasar clases de dirección con el reconocido Igor Markevitch.

En ese curso conoció al director Wilhelm Furtwangler, mito de la Filarmónica de Berlín, quien llamó al niño “fenómeno”, y le invitó a tocar con su orquesta. Sin embargo, el padre de Barenboim consideró que aún no estaban cerradas las heridas de la II Guerra Mundial como para que un niño judío actuase en Berlín. Así, su carrera pianística internacional despegó en Viena y Roma en 1952 y continuó en París, Londres y Nueva York.

En 1966 debutó como director con la English Chamber Orchestra, y en 1975 fue nombrado director de la Orchestre de París, cargo que tuvo hasta 1989. De ahí y hasta 2006 pasó a la Orquesta Sinfónica de Chicago. No fue muy feliz en ese puesto, pues le frustraba tener que cumplir con una de las tareas de un director norteamericano: conseguir fondos para la orquesta. Desde 1992 encabeza la Staatsoper y de la Staatskapelle de Berlín a título vitalicio. Desde 2011 es director musical de La Scala de Milán.

RECONCILIACIÓN. En 1999 fundó la West-East Divan Orchestra, que ha llevado su fama incluso más allá del mundo de la música. Ésta es una iniciativa de Barenboim y el literato e intelectual palestino-estadounidense Eduard Said para aportar a la paz en Oriente Medio: la orquesta la forman jóvenes músicos israelíes, palestinos, libaneses, sirios, jordanos y españoles.

En otro gesto de reconciliación, después de un concierto en la ciudad palestina de Ramala en 2008, Barenboim aceptó la ciudadanía palestina honoraria, y se convirtió en el primer ciudadano del mundo con ciudadanía israelí y palestina.

DEBATE. Otro momento histórico tiene que ver con el compositor alemán Richard Wagner, que siempre había sido tácitamente prohibido en suelo israelí. En un concierto en Jerusalén en 2001, el director anunció que la orquesta iba a interpretar a Wagner como segundo bis, e invitó a quien quisiese a que saliera del teatro diciendo: “Hay mucha gente que no asocia a Wagner con el nazismo. Yo respeto a aquéllos a quienes esta asociación resulta opresiva. Por eso me dirijo a ustedes y pregunto si puedo interpretar a Wagner”. Se inició un debate de media hora. Barenboim fue llamado fascista y pronazi por algunos. Al final, solo unos cuantos de los espectadores se fueron y una aplastante mayoría aplaudió el preludio de Tristán e Isolda.

Así, el niño que impresionó al Festival de Salzburgo se ha convertido 50 años después en uno de los pianistas y directores más respetados de nuestros tiempos, y sin duda se ha ganado el homenaje. Barenboim dijo sentirse muy feliz y muy honrado por el gesto, pero no puso demasiado sentimiento a la hora de cortar la torta, porque quiere que la música siga contando con él. Y los aficionados de todo el mundo esperan seguir disfrutando de este genio muchos años más.

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La batalla después de Rattle

La Filarmónica de Berlín, la orquesta más prestigiosa del mundo, termina su cónclave sin elegir nuevo director

Hemos estado a punto de vivir una fecha histórica. El lunes 11 de mayo de 2015 iba a ser designada una de las posiciones más representativas en el mundo de la música. Los músicos de la Filarmónica de Berlín, para muchos la orquesta más importante y legendaria del mundo, iban a elegir a su nuevo director titular, un privilegiado que llevaría la batuta más codiciada.

La expectativa entre los profesionales, los periodistas y los aficionados era mayúscula, pues solo seis directores han ocupado este puesto. Con cada uno de ellos la orquesta ha desarrollado su sonido y su fama. Un sonido que, según el actual director, Simon Rattle, “surge desde las profundidades de la tierra, y proviene directamente de Furtwängler”. Wilhelm Furtwängler, el mítico director que recibió la orquesta de Hans von Bülow y Arthur Nikisch y la inició en el camino a la fama mundial gracias a un rico repertorio clásico y romántico.

Este frenético 11 de mayo, los 123 músicos se habían reunido a las diez de la mañana en un lugar simbólico para la orquesta: la casa de la calle Dahleme Thielaallee que había servido de lugar de ensayos en la Berlín bombardeada de 1945. La prensa fue convocada a las dos de la tarde a otro lugar simbólico, la Iglesia Jesus-Christus, la llamada catedral de Karajan, un lugar que por su acústica perfecta había servido para las grabaciones del maestro en los años 60 y 70. Más de una docena de cámaras y unos 50 reporteros estaban a la expectativa, pero los miembros de la orquesta aún no habían concluido la votación secreta, y les pedían que esperaran dos horas. Entre tanto, apareció en Internet un tweet de la cornista Sarah Willis que daba a Andris Nelsons por ganador. El tweet fue rápidamente desmentido porque la cuenta de Willis había sido hackeada.

A las cuatro se formó una muchedumbre en las afueras de la iglesia para escuchar la noticia en vivo. Sin embargo, solamente después de 11 horas de espera hay un anuncio y éste es, precisamente, que no habrá anuncio. Los miembros de la Filarmónica no pudieron ponerse de acuerdo. Tras varias rondas de votación y mucha deliberación, la fumata era negra. Aún no se ha anunciado la fecha del próximo cónclave, en el que se espera termine tanto suspenso.

Quien salga ganador después de tanto misterio puede ser director por mucho tiempo. El también legendario Herbert von Karajan fue elegido en 1954 de forma unánime y se quedó 34 años, más que ningún otro maestro. Este mago del sonido, como era conocido por los melómanos, no tenía por prioridad la exactitud histórica, sino una interpretación propia de la música. Él instaló definitivamente a la orquesta en la cima del escalafón mundial y la llevó a un rotundo éxito comercial, con más de 200 millones de discos vendidos.

Recién en 1989 la votación fue más reñida. Los filarmónicos sorprendieron a propios y extraños y escogieron al italiano Claudio Abbado, que ni siquiera estaba en la lista de candidatos que todos los observadores manejaban. Se hablaba de Carlos Kleiber, Lorin Maazel, Daniel Barenboim y Mariss Jansons y también de Simon Rattle, por lo que la victoria de Abbado tomó al mundo musical por sorpresa. Abbado democratizó la orquesta. “Hablamos y conectamos para descubrir lo que es mejor para la música, no soy el jefe o el maestro, soy Claudio y juntos hacemos buena música”, comentó una vez. Con el italiano la orquesta se renovó y se abrió a nuevas corrientes.

Para la elección de 1999 hubo también un largo y provechoso debate. Se hablaba de Barenboim como opción segura, y otra vez ocurrió lo que no se esperaba: Rattle fue el investido. El director británico continuó con la apertura de la orquesta, aplicando su lema: “Tenemos que llevar la música a la gente que normalmente no escucha música clásica”. Desarrolló un programa educacional para jóvenes y adultos, y creó el Digital Concert Hall para que el público pueda ver conciertos de la Filarmónica por Internet. Pero tanto crecimiento se convirtió en un motivo de crítica al director británico. Le acusaron de abarcar demasiado y de descuidar el repertorio sinfónico del siglo XIX, que había sido característico del magnífico cuerpo sonoro berlinés.

Cuando en 2013 Rattle anunció que no renovaría su contrato en 2018, comenzó la actual búsqueda de un sucesor. Una fuerte corriente de la orquesta favorece a Christian Thielemann, de 59 años, antiguo asistente de Karajan. Está considerado un conservador con una fuerte predilección por la música del romanticismo tardío alemán: Richard Wagner, Johannes Brahms o Richard Strauss. Muchos expertos tachan a su repertorio de demasiado reducido y a su posición, de demasiado tradicional.

Andris Nelsons, el joven director letón, otro de los favoritos, tampoco se caracteriza por un repertorio amplio. Sin embargo, su juventud y su versatilidad podrían favorecerlo. Otros nombres que se barajan son los de directores jóvenes como Gustavo Dudamel, Yannick Nézet-Séguin o Daniel Harding. Entre los más experimentados que han sonado como elegibles destacan Mariss Jansons, Riccardo Chailly, Riccardo Muti o Daniel Barenboim.

Así que la lista sigue estando muy abierta y el nombre del ganador es prácticamente impredecible. Todos los amantes de la música del mundo tendrán que esperar e intentar no morderse demasiado las uñas hasta que finalmente se resuelva la que muchos ya llaman The battle after Rattle (la batalla después de Rattle).

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