El grito detrás del ‘Playback’
El teatrista Winner Zeballos lleva sus demonios a escena y los exorciza a través del performance
Winner Zeballos (Win) se encuentra en un momento clave de su vida teatral, pero sin ideas, sin considerar que ha hecho nada interesante y sin actores con los que contar. Tiene que recurrir a trucos para que no se noten esas deficiencias: les hace actuar en “playback”. La verdadera voz detrás de la grabación, esa urgencia de expresarse, grita desde la desnudez de una propuesta arriesgada y sin tapujos que vuelve a vivirse (sufrirse) en cada función, cual pesadilla.
La clave del teatro, lo que hace que este arte no pierda vigencia, es ese “algo” que sucede en escena. Y lograr ese “algo” —que a veces suena a contradicción, pues la acción teatral parte de lo falso, de la simulación, la recreación y el ensayo; para renacer como algo nuevo en cada función— no siempre se consigue. Mucho más allá ha ido el director y actor paceño Winner Zeballos, quien lleva sus demonios internos criados en las tablas hasta el performance, donde las cosas, cada función, “suceden” literalmente.
Playback —presentada en una primera breve temporada del 21 al 23 de agosto en el espacio escénico El Desnivel— llega tras el trabajo de Zeballos con el teatrista cochabambino Diego Aramburo, quien contó con el actor en Morales y La Santa Cruz de Sade. Según Zeballos, la obra surgió “durante una añoranza del frío paceño”.
Siguiendo la línea de exploración de Aramburo a través del performance, Win presenta en escena su propia historia, desarrollando su visión personal de lo que es hacer teatro en Bolivia. Win (él mismo, el “oso Win” que se siente gordo), cuestiona su calidad de teatrista y por ello, para su cumpleaños 28, ha decidido matarse en una fiesta-performance-puesta ante la mirada de su novia (Ross Caballero) y de su mejor amigo (Jazz Vásquez).
Así, Zeballos desnuda en texto sus deficiencias, sus preocupaciones, sus anhelos; desdice sus mentiras y se las refriega. Pero no se limita a trabajar con la palabra: el autor recurre a la acción y se corta cabello, bebe alcohol, se marca la piel con hojas de afeitar, se desnuda, se baña en tierra… bebe Coca-Cola con leche y papas fritas. No son acciones estériles: cada una habla de una catarsis, de una purga, de una cura al “estreñimiento creativo que causa desgarros en el ano”; cada una sirve, noche tras noche, para ejecutar un suicidio ceremonial.
Ross Caballero (la novia) hace el contrapunto a Zeballos, es el cable a tierra del soñador autodestructivo, y aunque ella misma se admite “no muy buena” haciendo teatro, afianza la obra y ofrece también su perspectiva desde lo físico y lo textual. Jazz, el mejor amigo, en cambio, hace su “playback” desde la musicalización en vivo de la obra.
Caótica, provocadora y delirante, Playback puede gustar o no al espectador, pero sin duda, le deja una constancia: “Algo” ha pasado en escena.