La novedad de posar ante el objetivo
Una exposición de retratos-tarjeta, visores, estereoscopios y cámaras de fuelle reconstruye los inicios del arte y el negocio de la fotografía en Bolivia
Vivimos rodeados de imágenes estáticas o en movimiento, planas o en tres dimensiones, mudas o acompañadas de sonido, en colores y blanco y negro, impresas o brillando en una pantalla. Por eso quizás cueste imaginar que hubo un tiempo en el que la gente se ponía muy seria para posar frente a la cámara porque la fotografía era toda una novedad. Parte de los primeros pasos de esta industria y este arte que revolucionó Bolivia y el resto del mundo quedan retratados en la exposición Fotografía y Fotógrafos, 1860-1930. Oruro: Archivo Josermo Murillo Vacareza, que el Espacio Simón I. Patiño inaugurará el martes y que se podrá visitar hasta el 17 de noviembre.
La fotografía supuso una revolución porque permitía reproducir las imágenes en papel, lo que abarataba los costes y ampliaba los usos. Uno de ellos, el comercial, desarrolló una importante industria de fotos convertidas en “una mercancía que se encontraba en las boticas o se encargaba a los estudios fotográficos, que surgieron a mediados del siglo XIX”, según la curadora de la exposición, Miriam Vargas.
En la muestra se contemplan 104 retratos-tarjeta, un producto muy popular hasta los años 20 del siglo XX. Estas pequeñas fotos “se obsequiaban a los amigos para que hicieran álbumes con ellas”, formando colecciones que son el retrato de una burguesía que “quería construir su imagen mediante los decorados, los fondos y las poses”, afirma Michela Pentimalli, directora de la fundación Simón I. Patiño. Otro negocio consistía en retratar monumentos —como los de Tiwanaku— y pueblos indígenas, y vender las fotos en Europa, donde los temas exóticos tenían buena acogida.
La exposición rescata otro producto comercial de mucho éxito, las fotografías estereoscópicas, que conseguían un efecto de tres dimensiones. El fotógrafo tomaba una escena, luego se desplazaba hacia un lado la misma distancia que hay entre nuestros ojos, y sacaba la segunda foto. Se montaban una junto a la otra y se introducían en un visor que, mediante un juego de lentes, creaba una muy realista sensación de profundidad.
Los visores estereoscópicos se hicieron tan populares en todo el mundo que “se vendieron 500.000 unidades en cinco años a finales del siglo XIX”, dice el fotógrafo Vassil Anastasov, que ha datado los tres visores, las tres grandes cámaras de fuelle y las ocho de caja que se exhiben. Las cámaras y los materiales eran muy caros y solo los tenían los profesionales. Ellos mismos fabricaban el material y lo preparaban justo antes de tomar la foto, que había que revelar inmediatamente: “les llevaba una hora cada una, hasta que llegó la fabricación masiva”.
La exposición se completa con otras 100 fotografías tomadas por Carlos Portillo, Francisco Parrado, Nemesio García y otros ocho fotógrafos orureños o que trabajaron en Oruro en las primeras tres décadas del siglo XX. Entonces declinaba el retrato-tarjeta y los autores salieron a la calle a captar la vida de la ciudad. Aunque aún no se puede hablar de fotoperiodismo, retrataron a personajes relevantes y documentaron espectáculos y actos como la inauguración del tranvía. Entre ellos destacó Portillo, quien fotografió el primer vuelo del aviador Juan Mendoza.
Esta reconstrucción del pasado mediante la fotografía es el resultado de la pasión de cuatro generaciones de una familia de Oruro. Josermo Murillo Vacareza heredó de su padre, en los años 30, una surtida colección de tarjetas-retrato y otros documentos. Él organizó y aumentó los fondos con más fotos, folletos, mapas, revistas y recortes de periódicos, de los que ahora se hacen cargo sus nietos, Fabrizio y Mauricio Cazorla. Éstos se han convertido en unos fanáticos de la historia, y han seguido buscando, conservando y clasificando cientos de documentos, para que se conviertan en “una fuente para quien quiera estudiar el pasado de todo el departamento de Oruro”, según dice Fabrizio, quien, desde hace unos meses, es secretario de Culturas del Gobierno Municipal.
El trabajo de los Cazorla se complementa con la edición de la revista Historias de Oruro, de la que ya se han publicado 32 números. El último de ellos es el catálogo de esta exposición. Los hermanos, además, organizan la Feria del Desempolvado, en la que regularmente se reúnen los orureños para intercambiar recuerdos de la ciudad. Fabrizio encontró en este marcado varias de las colecciones que se presentan ahora en el Espacio Patiño y de las que guarda en la casa que espera convertir pronto en un museo, para que los orureños y todos los bolivianos puedan disfrutar de la fotografías y otros documentos de nuestro pasado.