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Pelea por Wara

Los fundadores de la banda se dividen en dos grupos y se disputan un nombre que se convirtió en el estandarte de la fusión entre el folklore boliviano y el rock

/ 11 de octubre de 2015 / 04:00

Como a veces sucede hasta en las mejores agrupaciones (Pink Floyd, Jackson Five, RIFF), Wara tampoco pudo con su cartel de banda estandarte de la música contemporánea boliviana. Por estos días existen dos agrupaciones que reclaman el nombre del grupo que creó el folk-rock boliviano a principios de los oscuros años 70. Una, renovada con sangre joven, ha sacado un disco y se ha ido de gira por Europa. La otra, más clásica y añejada, ha anunciado que también lanzará un disco, con el que piensa retomar el viejo estilo de una agrupación que en sus inicios mantuvo un discurso de reivindicación de las clases relegadas.

El conflicto ya se veía venir. Durante la conferencia de prensa en abril para la presentación de Kimsa Qallqu, el último disco oficial de Wara, estaban dos de los históricos: Carlos Daza y Omar León. Pero no así el vocalista y mítico poeta maldito Dante Uzquiano. Y eso que sí había participado de la grabación del álbum, a diferencia de otros dos precursores del grupo, el baterista Jorge Cronembold y el tecladista Pedro Sanjinés, que en el disco fueron reemplazados por otros músicos (respectivamente Antonio León, hijo del bajista, y Nicolás Suárez, de intermitente presencia en la historia del grupo).

Daza y León anunciaron hace algunos meses su gira por seis ciudades europeas, acompañados por diez músicos jóvenes y usando el nombre de Wara. Se despidieron antes de viajar con un concierto a las puertas del Museo Nacional de Arte, el 24 de septiembre, en el que tampoco los acompañó Uzquiano. Aquella vez Daza dijo que el cantante aquejaba problemas de salud, pero el aludido fue claro: “Yo no estoy enfermo y lamento que se opte por incluir en el grupo a gente que lamentablemente no tiene experiencia, que es novata en esto”.

Así, la agrupación de Daza y León levantó vuelo a “las europas”. Y, a los pocos días, Cronembold, Sanjinés y Uzquiano anunciaron la producción de un nuevo disco con el título de Tunka (“diez” traducido del aymara) y también bajo el nombre de Wara, a ser grabado hasta diciembre.

“Queremos recuperar la propuesta original del grupo”, aseguró Uzquiano al tiempo del anuncio. “Wara nació como un conjunto con letras humanistas, con música altruista, educativa, espiritual, con un mensaje de esperanza”, explicó quien puso la voz en el histórico LP Maya, que abrió una serie de discos titulados en lengua aymara, en los que se empezó a mostrar la fusión del folklore de los Andes bolivianos y el rock duro anglosajón. “En los últimos tiempos eso ha cambiado, se ha incursionado por el folklore comercial dejando la misión que al inicio de nuestras carreras nos habíamos trazado”, añadió Uzquiano.

No es la primera vez que la banda se divide o sus integrantes entran en conflicto. En 2001, Daza se vio afectado por la decisión de sus compañeros de dejarlo fuera del grupo en la reedición del disco El Inca y fundó la banda Renovación Wara, con la que lanzó un solo disco. En 2003, Sanjinés, el de los clásicos solos de teclado del primer disco, le inició un juicio a León por la autoría de la canción El Kenko, un litigio que finalmente ganó.

¿Peleas internas, egos, celos, dos grupos, un solo nombre? Uzquiano considera que sus compañeros en Europa están haciendo un mal uso del nombre, además de engañar al público “porque ése no es el Wara verdadero. Lamentablemente está yendo un grupo que nos está sustituyendo y cometiendo un delito de falsedad”. Sanjinés también es contundente: “Acabamos de ganar un juicio por el uso del nombre, ellos no pueden lucrar bajo el título de Wara”.
Pero Daza se adelantó y antes de cruzar el Atlántico dijo que el nombre del grupo le pertenece al cuarteto formado por él, Omar León, Dante Uzquiano y Jorge Cronembold. No se acordó de Sanjinés, quien asegura que en el pasado lo trataron injustamente: “yo compuse gran parte de los temas del primer disco, además de darle forma a nuestra ideología. Los jóvenes de entonces éramos muy lectores de Franz Tamayo y Fausto Reynaga, ideales que reflejamos en nuestras primeras composiciones de El Inca y Maya”, asegura el tecladista.

Clark Orozco es el otro convocado al Wara de Uzquiano-Cronembold-Sanjinés. Es un músico formado principalmente en instrumentos andinos, razón por la que en 1973 fue invitado a participar de un proyecto de aires folklóricos a los que se les enchufaba la estridencia del rock pesado y una lírica de protesta social, de forma que marcó el sonido característico de fusión de Wara. Todos juntos prepararon un cóctel alquímico adelantado a su tiempo. Un tiempo que estos viejos idealistas intentan retomar.

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Rollingas del diablo

The Rolling Stones es la banda de los ‘chicos malos del rock’, aquellos que encarnaron la tríada sexo, drogas y rock’n roll, y a quienes se les atribuye culto y simpatía por el demonio.

/ 7 de marzo de 2016 / 04:00

Ese grupo de viejos rockanroleros con pinta de pandilleros de guante blanco sobrevoló el continente, nos pasó por arriba, y tan solo tuvimos que conformarnos con las repercusiones compartidas por los medios y las redes. Aunque también hubo un grupo de afortunados compatriotas que se dio modos para verlos al vivo en países vecinos. Chile, Argentina, Uruguay, Perú y Brasil. Envidia. A todos aquellos que pudieron admirarlos. Porque The Rolling Stones es sin dudas la banda más longeva en la historia del rock —era como asistir a un concierto de los otros precursores de la denominada segunda invasión inglesa, The Beatles, pero estos hace mucho que “fueron”—.
Y no solo ello, también es la agrupación vigente hasta mover la médula de las nuevas generaciones que, imagino, a esta altura deben lidiar con otras luchas y otras frustraciones propias de cada época. Por ello eligen a este género maldito como el caño de escape a esa ansiedad existencial que se infla con los años. Y ahí están los Rolling, quienes encarnan los rasgos distintivos de la rebeldía, anarquismo y complot rockero. ¿Son los “chicos malos del rock”? La historia dice que sí. Si sus “rivales” The Beatles universalizaron un ritmo más bien pop —canciones de corta a media duración, escritas en un formato básico, así como el uso habitual de estribillos repetidos—, los Jagger y compañía se internaron por los ritmos más lúgubres del blues, aquel sonido tristemente lento que por muchos años fue censurado en su país de origen, Estados Unidos. De hecho, su nombre  viene de Rolling Stone, una canción del bluesero Muddy Waters. Estos chicos demostraban que estaban del lado oscuro y ello les provocó un aura satánica. Para colmo, se les ocurrió titular a uno de sus discos Sus majestades satánicas reclaman, lo que aumentó los rumores perversos sobre el quinteto.
¿Qué habían hecho para merecer epítetos injuriosos?, ¿para ser acusados de corromper moralmente a varias generaciones de jóvenes?. Pues hay algo por ahí. Desaliñados, provocadores, casi bestias pero también encantadores. La pose del grupo atrajo de inmediato la atención en las principales capitales de Occidente. En toda Gran Bretaña fueron odiados por el establishment inglés, ya que la prensa inició una campaña preguntándole a sus públicos: “¿Dejaría que su hija se casara con un Rolling Stone?”. Aún así, las sociedades conservadoras no pudieron ponerle freno y censura a una propuesta que le rendía culto a la desobediencia, a la sedición y a la obsenidad. “El rock de un principio, que en nuestro país se conocía como música de la Nueva Ola, era más ingenuo, inocente, y eso se notaba en las reuniones que organizaban los jóvenes, se bailaba, se consumía refrescos, gelatinas, hot dogs; eran fiestas más inocentes. La cosa cambió con los Rolling Stones, desde la pinta hasta el consumo de drogas”. Así, de esa manera, el excorredor de automovilismo y cantante del grupo nacional The Bonny Boys Hot’s, Armando Paravicini, explica el giro que sufrió aquella por entonces moda que degeneró en un movimiento contracultural y contestatario al sistema. Ahí, de nuevo, los Rolling.
Para estos melenudos se hizo habitual tener problemas con la ley por el escandaloso contenido de sus letras y su abierta predilección por las sustancias ilícitas. Por ello, en 1968, los sectores conservadores de la sociedad responsabilizaron al grupo de la corrupción púdica de la juventud. De ese modo, nadie como ellos encarnó a la perfección la famosa tríada “sexo, drogas y rock’n roll”.
La canción Simpatía por el demonio, del disco Beggars Banquet, con ambientes tribales en cuya letra se presenta al diablo como un miembro más de la humanidad, se hace referencia a oscuros y violentos pasajes de la historia, como la captura y el asesinato de Jesucristo, la Segunda Guerra Mundial, y los asesinatos del presidente Kennedy y de la familia Romanov por los bolcheviques rusos, provocó repudio en los sectores más conservadores, especialmente entre los grupos religiosos que no demoraron en acusar a los “chicos malos del rock” de ser adoradores de satanás.
Ellos, sin poquedades, les daban la razón a sus detractores. Mick Jagger, en el especial de televisión The Rolling Stones Rock and Roll Circus, exhibió en su torso desnudo un enorme dibujo de la bestia, símbolo inequívoco del diablo. Y en su reciente gira, algunas imágenes del escenario demostraban un claro homenaje a Belcebú.
Los bolivianos los vimos volar de cerca. Pero volverán. Porque los demonios son eternos.

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‘El rock boliviano va a conquistar Argentina’

El productor Estheban Reynoso promociona la sensibilidad y musicalidad de nuestras bandas

/ 20 de septiembre de 2015 / 04:00

Estheban Reynoso es el productor-mánager-fanático de rock argentino y precursor de la difusión del rock boliviano en Buenos Aires, considerada la capital del género en Latinoamérica. Ya lleva más de una década promocionando y difundiendo lo que hacen músicos bolivianos y, aunque en un principio supuso una titánica tarea, ya empieza a cosechar sus frutos logrando el reconocimiento —en la tierra de Pappo y Spinetta— de lo hecho aquí, a través del Bolivia Rock Fest.

— ¿Cómo empieza su relación con el movimiento rockero de Bolivia estando usted aquí, en Buenos Aires?

— En 2005 cayó en mis manos el disco Talismán, de Octavia, lo cual fue una grata sorpresa para mí. En 2006 conocí al guitarrista Gonzalo Gómez (argentino radicado en Bolivia), quien tocó en el festival Cosquín Rock de aquel año y quien me empezó a comentar sobre los grupos y el ambiente rockero boliviano. Ahí comenzó mi curiosidad por descubrir lo que se había hecho en más de 50 años de historia.

— ¿Qué le sorprendió?

— La calidad y, sobre todo, que no haya sido descubierto por el resto de Latinoamérica. Yo sé que se mira mucho lo que se hace en Argentina o en México, pero realmente me sorprendió que se haya hecho rock en Bolivia en todo este tiempo y que no sea reconocido. El rock boliviano tiene una sensibilidad y una musicalidad distinta a la del resto de los países de la región. El boliviano en general, más allá de los modismos regionales, maneja un castellano muy fluido y eso se transmite de alguna manera en sus letras. Es una de sus particularidades.

— ¿Cuáles son los grandes referentes del rock boliviano?

— Si nombras una banda chilena salta La Ley; de México, Maná. Y de Bolivia, sin dudas, Octavia. Este grupo hace las cosas de manera muy profesional; acá en Buenos Aires tocaron 19 veces y la cosa fue creciendo: de haberse presentado en un local para 100 personas como Loca Bohemia y el último concierto haberlo brindado en el Vorterix, uno de los templos de la ciudad en materia de rock. Pues sí se puede decir que han crecido enormemente. Su propuesta en el ámbito musical es muy buena no solo para el mercado argentino, sino para el mercado latinoamericano en general, porque tienen un sonido muy particular. Te puedo asegurar que es mucho mejor que muchas de las propuestas que tenemos acá en Buenos Aires.

— Habla sobre los grupos recientes pero también escuchó a bandas de antaño, ¿cree que ya eran exportables?

— Lamentablemente, el rock boliviano no estaba pensado para exportarse y yo lo entiendo, por la falta de infraestructura en ese aspecto. Pero ya hay toda una historia vivida, son más de 50 años en los que el rock boliviano hizo un camino y construyó mitos y lugares míticos como El Socavón, La Muela del Diablo, Clapton, Equinoccio… Ya es hora de que los rockeros de Bolivia miren más al mundo y produzcan pensando en otros mercados. Buenos Aires es un primer paso, pero también puede trascender hacia otros países y continentes.

— ¿Cuáles son las falencias en la producción de rock en Bolivia?

— La difusión, la promoción y, principalmente, el autoconvencimiento de que sí se puede. Un amigo me dijo que yo lo había desvirgado al Grillo Villegas fuera de Bolivia, y creo que eso debería pasar con todos: es bueno y hasta necesario salir, y eso es algo que se debe entender. Sería un sueño ver a grupos como Loving Darks tocando por aquí. Para el mercado argentino y sus fanáticos sería un verdadero descubrimiento saber que en Bolivia se hacía buen rock hace ya tanto tiempo. Yo noto que a veces los grupos pelean entre sí, y eso es una pérdida de tiempo. Ojalá la pelearan con Pink Floyd, pero se enemistan con el compañero cuando hay que pelearla con el mundo. Cuando vienen a Buenos Aires cambia la cosa, porque se unen por un motivo, que es el de mostrar el rock de Bolivia.

— ¿Hay mucha receptividad aquí?

— Seguro que sí, y no solo entre la colectividad boliviana. Tal vez en un principio se dio de esta manera, pero ya empieza a convocar a un público argentino que lo desconocía totalmente. Lo mismo pasó con el rock uruguayo, que pasaba desapercibido y ahora mueve multitudes. Así como van las cosas, el rock boliviano va a conquistar Buenos Aires, llenando ya no boliches, sino teatros. Yo sueño con llenar el Luna Park o algún estadio. La primera reacción cuando hablas de rock boliviano es la sorpresa, me ha pasado con varios colegas, el hecho de que tenga tanta historia como el rock argentino. Así que no haya dudas de que el gran día del rock boliviano en Argentina va a llegar.

— ¿Los grandes hitos?

— La presentación de Octavia en el canal deportivo Fox Sports fue sin duda un hito importante porque trascendió lo musical. Y así con otros canales de noticias. Y organizar un concierto en Vorterix también fue un hecho histórico. Lo mismo con el festival Buenos Aires celebra Bolivia, organizado en la histórica Plaza de Mayo, que en la versión de este año incluyó a los grupos Efecto Mandarina, Mammut, OIL y Animal de Ciudad.

— ¿Cuáles son los planes de aquí en más?

— El Bolivia Rock Fest ya se hace tres años seguidos en Buenos Aires y ya me han pedido que los repliquemos en Uruguay y Paraguay. Eso es algo que debemos trabajarlo de a poco. Y seguir trabajando en esta tarea que tanto nos apasiona. Como dije, ya es hora de que los rockeros bolivianos piensen en grande, porque son grandes de verdad.

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‘El rock boliviano va a conquistar Argentina’

El productor Estheban Reynoso promociona la sensibilidad y musicalidad de nuestras bandas

/ 20 de septiembre de 2015 / 04:00

Estheban Reynoso es el productor-mánager-fanático de rock argentino y precursor de la difusión del rock boliviano en Buenos Aires, considerada la capital del género en Latinoamérica. Ya lleva más de una década promocionando y difundiendo lo que hacen músicos bolivianos y, aunque en un principio supuso una titánica tarea, ya empieza a cosechar sus frutos logrando el reconocimiento —en la tierra de Pappo y Spinetta— de lo hecho aquí, a través del Bolivia Rock Fest.

— ¿Cómo empieza su relación con el movimiento rockero de Bolivia estando usted aquí, en Buenos Aires?

— En 2005 cayó en mis manos el disco Talismán, de Octavia, lo cual fue una grata sorpresa para mí. En 2006 conocí al guitarrista Gonzalo Gómez (argentino radicado en Bolivia), quien tocó en el festival Cosquín Rock de aquel año y quien me empezó a comentar sobre los grupos y el ambiente rockero boliviano. Ahí comenzó mi curiosidad por descubrir lo que se había hecho en más de 50 años de historia.

— ¿Qué le sorprendió?

— La calidad y, sobre todo, que no haya sido descubierto por el resto de Latinoamérica. Yo sé que se mira mucho lo que se hace en Argentina o en México, pero realmente me sorprendió que se haya hecho rock en Bolivia en todo este tiempo y que no sea reconocido. El rock boliviano tiene una sensibilidad y una musicalidad distinta a la del resto de los países de la región. El boliviano en general, más allá de los modismos regionales, maneja un castellano muy fluido y eso se transmite de alguna manera en sus letras. Es una de sus particularidades.

— ¿Cuáles son los grandes referentes del rock boliviano?

— Si nombras una banda chilena salta La Ley; de México, Maná. Y de Bolivia, sin dudas, Octavia. Este grupo hace las cosas de manera muy profesional; acá en Buenos Aires tocaron 19 veces y la cosa fue creciendo: de haberse presentado en un local para 100 personas como Loca Bohemia y el último concierto haberlo brindado en el Vorterix, uno de los templos de la ciudad en materia de rock. Pues sí se puede decir que han crecido enormemente. Su propuesta en el ámbito musical es muy buena no solo para el mercado argentino, sino para el mercado latinoamericano en general, porque tienen un sonido muy particular. Te puedo asegurar que es mucho mejor que muchas de las propuestas que tenemos acá en Buenos Aires.

— Habla sobre los grupos recientes pero también escuchó a bandas de antaño, ¿cree que ya eran exportables?

— Lamentablemente, el rock boliviano no estaba pensado para exportarse y yo lo entiendo, por la falta de infraestructura en ese aspecto. Pero ya hay toda una historia vivida, son más de 50 años en los que el rock boliviano hizo un camino y construyó mitos y lugares míticos como El Socavón, La Muela del Diablo, Clapton, Equinoccio… Ya es hora de que los rockeros de Bolivia miren más al mundo y produzcan pensando en otros mercados. Buenos Aires es un primer paso, pero también puede trascender hacia otros países y continentes.

— ¿Cuáles son las falencias en la producción de rock en Bolivia?

— La difusión, la promoción y, principalmente, el autoconvencimiento de que sí se puede. Un amigo me dijo que yo lo había desvirgado al Grillo Villegas fuera de Bolivia, y creo que eso debería pasar con todos: es bueno y hasta necesario salir, y eso es algo que se debe entender. Sería un sueño ver a grupos como Loving Darks tocando por aquí. Para el mercado argentino y sus fanáticos sería un verdadero descubrimiento saber que en Bolivia se hacía buen rock hace ya tanto tiempo. Yo noto que a veces los grupos pelean entre sí, y eso es una pérdida de tiempo. Ojalá la pelearan con Pink Floyd, pero se enemistan con el compañero cuando hay que pelearla con el mundo. Cuando vienen a Buenos Aires cambia la cosa, porque se unen por un motivo, que es el de mostrar el rock de Bolivia.

— ¿Hay mucha receptividad aquí?

— Seguro que sí, y no solo entre la colectividad boliviana. Tal vez en un principio se dio de esta manera, pero ya empieza a convocar a un público argentino que lo desconocía totalmente. Lo mismo pasó con el rock uruguayo, que pasaba desapercibido y ahora mueve multitudes. Así como van las cosas, el rock boliviano va a conquistar Buenos Aires, llenando ya no boliches, sino teatros. Yo sueño con llenar el Luna Park o algún estadio. La primera reacción cuando hablas de rock boliviano es la sorpresa, me ha pasado con varios colegas, el hecho de que tenga tanta historia como el rock argentino. Así que no haya dudas de que el gran día del rock boliviano en Argentina va a llegar.

— ¿Los grandes hitos?

— La presentación de Octavia en el canal deportivo Fox Sports fue sin duda un hito importante porque trascendió lo musical. Y así con otros canales de noticias. Y organizar un concierto en Vorterix también fue un hecho histórico. Lo mismo con el festival Buenos Aires celebra Bolivia, organizado en la histórica Plaza de Mayo, que en la versión de este año incluyó a los grupos Efecto Mandarina, Mammut, OIL y Animal de Ciudad.

— ¿Cuáles son los planes de aquí en más?

— El Bolivia Rock Fest ya se hace tres años seguidos en Buenos Aires y ya me han pedido que los repliquemos en Uruguay y Paraguay. Eso es algo que debemos trabajarlo de a poco. Y seguir trabajando en esta tarea que tanto nos apasiona. Como dije, ya es hora de que los rockeros bolivianos piensen en grande, porque son grandes de verdad.

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