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Rodolfo Laruta y la Sonora Final los Andes

La big band de jazz contemporáneo ofrece una temporada de conciertos con su sonido rotundo y varios colaboradores

/ 25 de octubre de 2015 / 04:00

Las grandes bandas de jazz, las big bands, los monstruos del sonido arrollador y compacto tuvieron su auge en los años 40 del siglo pasado. Socializaron el jazz y forjaron nuevos talentos. Bajo las batutas de Count Basie, Benny Goodman y Duke Ellington se formaron instrumentistas de la talla de Ben Webster, Lester Young, Johnny Hodges, Joe Jones y muchos otros, protagonistas del bebop de los años posteriores. La orquesta Adolfo Laruta y la Sonora Final los Andes se reclama heredera y modernizadora de esa tradición. Y de muchas otras, porque las inquietudes e influencias de su director, Juan Andrés Palacios, y sus músicos son tan completas y complejas como el nombre de la agrupación, que los días 30 y 31 comienza en el teatro Nuna su temporada de seis conciertos.

Ni siquiera Palacios es capaz de definir con exactitud qué toca la Laruta. Tras estudiar en España, volvió hace tres años y armó esta big band con sonido rotundo, repertorio propio y arreglos contemporáneos, porque las pocas que había en el país sonaban bien pero “se dedicaban a temas y esquemas de antes, y la idea era no repetir lo que ya estaba hecho”. Escuchó a Gil Evans y otros compositores y orquestadores modernos, aplicó sus enseñanzas a los sonidos que tiene alrededor y se puso a escribir. Y como “uno no puede cerrar la oreja, siempre está oyendo o escuchando algo”, lo que le rodea son músicas de muchas procedencias. También la boliviana, que aporta muchos elementos, aunque no sean evidentes: “no buscamos expresamente los sonidos nacionales porque basta con que toditos en la Laruta seamos bolivianos para que ésta suene boliviana. Si los músicos contemporáneos nos marcamos siempre la obligación de explicar lo que es Bolivia se genera un problema, porque eso no se puede hacer o, al menos, resulta muy difícil”.

JUGAR. Parte de los 20 músicos, de todas las edades y muy diferentes experiencias que se juntan en la banda están desde su fundación, y otros acaban de llegar. La sección rítmica es totalmente nueva, y en ella toca el bajista Christian Laguna, quien admite que “el público se queda un poco asombrado cuando escucha el repertorio tan contemporáneo. Por eso le ofrecemos ratos de sonidos que conoce más y le son más sencillos, para desengrasar y luego volver a lo más moderno”.

Por ejemplo, a jugar con ritmos grabados —de drum and bass— sobre los que se van sumando los músicos hasta que el tema se transforma totalmente. Porque en una big band la improvisación no tiene tanto protagonismo como en un trío, pero Palacios reserva momentos para que sus instrumentistas se liberen, mientras él se retira a un segundo plano.

Incluso va a entregar la banda en un par de conciertos. “Las llamamos sesiones privadas”, dice el director. En una de ellas, la cantante Vero Pérez se pondrá al frente de los músicos “para hacer lo que quiera”. El pianista Freddy Mendizábal presentará dos obras suyas apoyado por la Laruta, con la que ya ha colaborado anteriormente. También tomará protagonismo el guitarrista uruguayo Daniel Camelo, que aportará experiencia porque dirige dos muy rodadas bandas experimentales de Buenos Aires, con las que Palacios ha entablado una relación estable que ayuda a que la Laruta y sus músicos más jóvenes capten nuevas ideas y crezcan.

Cuando esta temporada termine, los miembros de la Rodolfo Laruta y la Sonora Final los Andes habrán alcanzado un nivel de compenetración ideal para encerrarse en un estudio. Palacios piensa aprovecharlo para grabar el próximo disco, que saldrá en marzo. Reflejará el momento de madurez que va alcanzando la orquesta que, según su director, “ahora tiende a hacer cosas más serias, más duras, expresivas de otras formas; quizás a ratos más simples pero también más ricas”. La mayoría de los temas serán de Palacios, que no piensa dejar de experimentar y jugar con la música: “Aunque los instrumentistas tengan que quedar un poco más atados por el esquema de la big band, yo como compositor, sí tengo mucha libertad. La orquesta es mi instrumento y me permite hacer muchas cosas”.

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Rodolfo Laruta y la Sonora Final los Andes

La big band de jazz contemporáneo ofrece una temporada de conciertos con su sonido rotundo y varios colaboradores

/ 25 de octubre de 2015 / 04:00

Las grandes bandas de jazz, las big bands, los monstruos del sonido arrollador y compacto tuvieron su auge en los años 40 del siglo pasado. Socializaron el jazz y forjaron nuevos talentos. Bajo las batutas de Count Basie, Benny Goodman y Duke Ellington se formaron instrumentistas de la talla de Ben Webster, Lester Young, Johnny Hodges, Joe Jones y muchos otros, protagonistas del bebop de los años posteriores. La orquesta Adolfo Laruta y la Sonora Final los Andes se reclama heredera y modernizadora de esa tradición. Y de muchas otras, porque las inquietudes e influencias de su director, Juan Andrés Palacios, y sus músicos son tan completas y complejas como el nombre de la agrupación, que los días 30 y 31 comienza en el teatro Nuna su temporada de seis conciertos.

Ni siquiera Palacios es capaz de definir con exactitud qué toca la Laruta. Tras estudiar en España, volvió hace tres años y armó esta big band con sonido rotundo, repertorio propio y arreglos contemporáneos, porque las pocas que había en el país sonaban bien pero “se dedicaban a temas y esquemas de antes, y la idea era no repetir lo que ya estaba hecho”. Escuchó a Gil Evans y otros compositores y orquestadores modernos, aplicó sus enseñanzas a los sonidos que tiene alrededor y se puso a escribir. Y como “uno no puede cerrar la oreja, siempre está oyendo o escuchando algo”, lo que le rodea son músicas de muchas procedencias. También la boliviana, que aporta muchos elementos, aunque no sean evidentes: “no buscamos expresamente los sonidos nacionales porque basta con que toditos en la Laruta seamos bolivianos para que ésta suene boliviana. Si los músicos contemporáneos nos marcamos siempre la obligación de explicar lo que es Bolivia se genera un problema, porque eso no se puede hacer o, al menos, resulta muy difícil”.

JUGAR. Parte de los 20 músicos, de todas las edades y muy diferentes experiencias que se juntan en la banda están desde su fundación, y otros acaban de llegar. La sección rítmica es totalmente nueva, y en ella toca el bajista Christian Laguna, quien admite que “el público se queda un poco asombrado cuando escucha el repertorio tan contemporáneo. Por eso le ofrecemos ratos de sonidos que conoce más y le son más sencillos, para desengrasar y luego volver a lo más moderno”.

Por ejemplo, a jugar con ritmos grabados —de drum and bass— sobre los que se van sumando los músicos hasta que el tema se transforma totalmente. Porque en una big band la improvisación no tiene tanto protagonismo como en un trío, pero Palacios reserva momentos para que sus instrumentistas se liberen, mientras él se retira a un segundo plano.

Incluso va a entregar la banda en un par de conciertos. “Las llamamos sesiones privadas”, dice el director. En una de ellas, la cantante Vero Pérez se pondrá al frente de los músicos “para hacer lo que quiera”. El pianista Freddy Mendizábal presentará dos obras suyas apoyado por la Laruta, con la que ya ha colaborado anteriormente. También tomará protagonismo el guitarrista uruguayo Daniel Camelo, que aportará experiencia porque dirige dos muy rodadas bandas experimentales de Buenos Aires, con las que Palacios ha entablado una relación estable que ayuda a que la Laruta y sus músicos más jóvenes capten nuevas ideas y crezcan.

Cuando esta temporada termine, los miembros de la Rodolfo Laruta y la Sonora Final los Andes habrán alcanzado un nivel de compenetración ideal para encerrarse en un estudio. Palacios piensa aprovecharlo para grabar el próximo disco, que saldrá en marzo. Reflejará el momento de madurez que va alcanzando la orquesta que, según su director, “ahora tiende a hacer cosas más serias, más duras, expresivas de otras formas; quizás a ratos más simples pero también más ricas”. La mayoría de los temas serán de Palacios, que no piensa dejar de experimentar y jugar con la música: “Aunque los instrumentistas tengan que quedar un poco más atados por el esquema de la big band, yo como compositor, sí tengo mucha libertad. La orquesta es mi instrumento y me permite hacer muchas cosas”.

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