El actor francés Alain Delon festeja hoy los 80 años, y aún se mantiene como un mito del cine gracias a un carisma y una belleza excepcionales que quizás fueran también responsables de su vida tumultuosa privada. “Me programaron para el éxito, no para la felicidad. Las dos cosas no van juntas”, reflexiona ahora quien ha protagonizado 90 películas, muchas de las cuales se convirtieron en clásicos desde su estreno y en las que trabajó con los mejores directores de la que tal vez fue la época más creativa del cine europeo: Jean-Pierre Melville, Luchino Visconti, Michelangelo Antonioni, Joseph Losey, Jean-Luc Godard, Louis Malle o Volker Schloendorff.

Delon, además, se puso tras la cámara para dirigir un par de largometrajes y producir más de 20. También se le conoce como empresario y coleccionista de arte, dos actividades que emprendió con su carrera de actor ya avanzada. Con ellas, más que el dinero, el galán francés buscaba una vida que se pareciese en algo a la de los demás mortales, pues estaba cansado de una fama que le impedía y aún le impide vivir tranquilo. Tan harto estaba que se le acabó agriando el carácter y cayó en varias sonadas y profundas depresiones, en los tiempos en los que ante los periodistas —y dicen que también en privado— hablaba de sí mismo en tercera persona, a la vez que se le arrugaba el rostro y se le plateaba el cabello.

Aunque no siempre le pareció tan mal atraer todas las miradas y los comentarios, y mucho menos tener un éxito arrollador con las mujeres. “Fue en ellas, en la mirada de mi primera esposa Nathalie, en Romy (Schneider), Mireille (Darc) o la madre de mis hijos (Rosalie van Breemen) en las que hallé la motivación para ser quien soy y hacer lo que debía hacer”, reconoce ahora cuando habla de su pasado.

Nació en Sceaux, cerca de París, donde vivió una infancia inestable tras el divorcio de sus padres. Quizás se pueda achacar a esos desajustes que cuando aún era prácticamente un adolescente Delon se enrolase en el ejército para luchar en la guerra en Indochina, la que más tarde se convertiría en la guerra de Vietnam. Pasó allá cuatro años duros, como infante de marina, y a su regreso a casa decidió afrontar la vida de otra manera. Así se dedicó a frecuentar el elegante barrio parisino de Saint Germain des Prés, donde su porte y su intensa mirada azul no pasaron inadvertidos.

Allí le descubrió el director Yves Allégret quien le dio su primer papel en el cine en 1957, en la película Quand la femme s’en mêle. La intervención de Delon era corta, pero resultó suficiente como para llamar la atención del público y de la profesión.

Su escalada fue rápida. Se convirtió casi inmediatamente en el intérprete de los más grandes: René Clément, en A pleno sol y sobre todo el italiano Luchino Visconti, quien ejerció como verdadero pigmalión del joven actor al detectar sus inmensas capacidades. Ambos colaboraron en Rocco y sus hermanos y El gatopardo, dos de los mejores papeles del francés y dos películas de referencia en el cine de la posguerra mundial.

En Italia actuó también en El eclipse bajo la dirección de Antonioni, antes de destacarse en memorables roles de composición para Melville en El círculo rojo y El samurái, dos películas que contribuyeron a forjar su imagen de hombre solitario, secreto y audaz. Con Borsalino, de Jacques Deray, conoció en 1974 uno de los mayores éxitos de su carrera, junto al otro ícono del cine francés: Jean-Paul Belmondo. Por Hollywood solo pasó muy brevemente, para rodar Sol rojo de Terence Young. También hizo teatro y en la obra Lástima que sea una puta, dirigida por Visconti, compartió escenario con la joven actriz austríaca Romy Schneider, con quien inició una larga y famosa relación.

HOMENAJE. En Rocco y sus hermanos hizo de boxeador, y se aficionó. Por eso más tarde patrocinó a los púgiles Jean-Claude Bouttier y Carlos Monzón, con quien entabló una relación de amistad que duró hasta la muerte del campeón argentino en 1995. Delon llegó a visitar a Monzón en la cárcel en Argentina donde cumplía una pena por el homicidio de su esposa. Como empresario lanzó un perfume con su nombre que causa furor en Asia, y como coleccionista adquirió varios animales de bronce del escultor Bugatti y muchas otras obras de arte, vinos de grandes bodegas, relojes y armas.

El festival de Cannes nunca lo coronó como mejor actor, y en desagravio le hizo un homenaje en 2013, cuando ya tenía poca relación con el cine. Pero Delon sí sigue apareciendo en la prensa con sus manifestaciones de simpatía por la extrema derecha, hechas en su residencia de París, de la que ya sale muy poco. “La soledad forma parte de mi vida, me llevo bien con ella y cuando no la tengo, de alguna manera la echo de menos”, dice el mito del cine y gran conquistador, que admite que “todo lo que he sido a lo largo de mi vida lo fui por y a causa de las mujeres”.