La realidad es tan intrincada que en ocasiones solo la invención puede dar cuenta eficaz de ella. Y en algunos momentos es la novela negra la que da fe de lo que nadie quiere contar o, aun siendo del dominio público, no se atreve a publicar. Si los abusos del poder pasan a la novela policiaca se convierten en invenciones, monstruos de la imaginación del escritor. Pero con La maquinaria de los secretos, que se vuelve a editar ahora, Homero Carvalho no ha escrito una novela policiaca. A ratos se puede dudar de si es una novela o un rotundo y vibrante alegato fiscal que pone en la picota a la desvergüenza, el desprecio por los derechos elementales.

La obra de Carvalho es una novela boliviana. Sí lo es por la época, el contexto, los personajes… Pero los asuntos que trata exceden en mucho las fronteras porque hablan de una época, la nuestra, en la que en aras de la seguridad y del miedo inducido y cultivado con esmero, los ciudadanos han ido dejando en manos del “Ministerio del Miedo” una parte de su libertad.

El poder incuestionable de los servicios de inteligencia antes y, sobre todo, después del 11-S no se pone en tela de juicio jamás. Sacrosanto, en unos países más que en otros. Las muertes inexplicables, los sobornos y los hundimientos de políticos, la aparición milagrosa de datos de la vida privada de políticos o escándalos financieros que siempre aparecen en el momento oportuno, no se discuten. Están ahí. Nos facilitan la vida, aunque formen parte de una espesa tela de araña que puede ahogarnos. Y de esto trata La maquinaria de los secretos.

fuerza. Hablar de los servicios de inteligencia es un riesgo. Primero, por lo que el mismo Carvalho dice: el público piensa que es algo parecido a los extraterrestres o un asunto o cosa que sucede en otra parte, en países totalitarios, nunca en el suyo, en Bolivia; pero también en la Europa de los derechos humanos, donde los dosieres se pagan a precio de oro, y la información es un mercado en el que invertir y hacerse rico. Y, segundo, porque puedes pagarlo caro, esto no es broma. El sentido del humor de los políticos suele ser proporcionalmente inverso a su vanidad, y cualquier lector puede darse cuenta de la ambición y el arrojo puesto en juego por Carvalho.

Al margen del vigor cierto de su prosa o de la calidez que Carvalho pone en la construcción de su personaje, ese agente de inteligencia a punto de jubilarse que ve cómo pasa de ser cazador a ser presa, La maquinaria de los secretos es una novela melancólica e inquietante. Melancólica por los personajes e inquietante por la parte que puede tocarnos interpretar en esa comedia. No resulta fácil defenderse en un tiempo de sociedades que tienden a la protección ciega del autoritarismo y que renuncian a espacios de libertad en aras de una cierta seguridad: lo ya repicado y siempre olvidado. Hasta que violentan tu puerta, esos son imponderables que les suceden siempre a otros.