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La atmósfera de la obra de Rodin

Tres años y 17 millones de dólares después, el público puede volver a disfrutar en directo de la obra del artista Auguste Rodin. El palacio Biron, del siglo XVIII, que la alberga en el centro de París, ha vuelto a abrir al público las puertas de su espectacular edificio y de sus amplios jardines. En ellos se presentan una nueva distribución de las obras del escultor que aprovecha la restauración total de la construcción, con la que se ha ganado nuevo espacio. En 1908 y hasta su muerte en noviembre de 1917 el artista instaló su residencia y su taller en ese suntuoso palacio, que desde agosto de 1919 alberga el Museo Rodin, uno de los más famosos de la capital francesa.

La primera mejora de las recientes obras se encuentra en la seguridad, pues los pisos de parqué y la estructura se han consolidado, tras casi un siglo de soportar diariamente el peso de los célebres bronces expuestos en él —algunos de varias toneladas— y las pisadas de sus cerca de 700.000 visitantes anuales. El museo “se encontraba ya en un estado preocupante” y visitarlo se había convertido en una “dura prueba”, según comentó la directora, Catherine Chevillot. Pese a todo, y en parte gracias a su bello jardín de 28.000 metros cuadrados, nunca dejó de ser una de las joyas artísticas y turísticas de París.

El cierre del Museo Rodin fue parcial desde 2012, según la sala en la que estuviese trabajando, y en los últimos meses ya se convirtió en total. La ceremonia de reapertura tuvo lugar en presencia del primer ministro francés, Manuel Valls, el 12 de noviembre, un día antes de los atentados de París. “Todas las decisiones” que se tomaron durante el proceso de restauración “estuvieron guiadas por la voluntad de resaltar la realidad material de la escultura, la afirmación de su realidad, su poesía, su historia y su modernidad”, precisó Chevillot.

A partir de ahora se exhibirán 600 esculturas del autor de El pensador y La puerta del Infierno, 200 más que la que había hace tres años. Para disfrutarlas el público dispone de 18 salas, iluminadas con las tecnologías más avanzadas, que evitan cualquier tipo de reflejos molestos y realzan las formas de las obras, de tal forma que se pueden descubrir las célebres y menos célebres obras de Rodin en las mejores condiciones posibles.

reflexión. Otro interés de los responsables de la restauración es que el visitante pueda acercarse al universo más personal del artista, y por eso el nuevo recorrido entre las esculturas liga lo que se expone con el momento de la vida de Rodin en el que fue creado. En todas las salas se sigue otorgando una gran importancia a la obra terminada, pero lo nuevo es que también se explica el proceso que el escultor seguía para crearlas. De ahí que las piezas en yeso ganen protagonismo, ya que eran el material de creación de Rodin por excelencia, sobre el que reflejaba su constante reflexión artística que solo más tarde, cuando ya tenía una forma definitiva, volcaba en sus famosos bronces, según explicó Chevillot.

La antigua mansión del mariscal Biron más tarde fue usada como legación pontificia, como Embajada de Rusia y como sede de una importante congregación religiosa, antes de pasar a manos de Rodin y, de ellas, a las del Estado. Ya una vez convertida en museo se pintó, con lo que cambiaron sus colores originales, que ahora se recuperan, y en los que predominan tonos marcadamente oscuros.

Los técnicos creen que así las paredes han quedado iguales que cuando acogieron a Rodin quien, gracias al poeta Rainer-Maria Rilke —que trabajaba como secretario del escultor— descubrió ese palacio, que a principios del XX amenazaba demolición. Algo que no impidió al escultor instalarse en él. Ni tampoco, en diferentes alas del palacio, a varios de los más grandes artistas de su tiempo, como —además de Rilke— al pintor y cineasta Jean Cocteau, a la bailarina y coreógrafa Isadora Duncan y al pintor Henri Matisse. Para completar la recreación de aquel artístico ambiente, se ha instalado mobiliario nuevo, pero inspirado en el que acogía el taller de Rodin.