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La melodía de la imagen

Cuál es la fuerza que une a la música, la moda y la fotografía? ¿Quizás sean los puntos blancos que proyectan los sombreros de una mujer del campo cochabambino? ¿O las luces que encandilan los rostros desde las profundidades de una mina? ¿O los trazos de una indumentaria que contornea un retrato? ¿O tal vez el sentimiento velado de un álbum de familia con fotografías blancas?

Preguntas que se haría Mateo Caballero, preguntas solubles en su práctica artística. Aunque su medio principal es la fotografía, en algunos casos utiliza otros géneros o disciplinas para articular sus obras, que terminan zambullidas en ácidos reveladores.

La fotografía cambia constantemente y resulta difícil definirla. Su naturaleza discursiva, en cierta manera promiscua, ha confundido a muchos respecto a su estatus y a su valor como forma artística. El problema de la fotografía es que se presta a muchos usos, todos ellos de los más variados; sin embargo, ha contribuido a configurar el arte de los últimos siglos.

Mateo Caballero es uno de los fotógrafos contemporáneos más interesantes del momento. Juega con las constantes del tiempo y la memoria.  Sus imágenes, a veces figurativas y en ocasiones totalmente abstractas, tienen una poética poderosa. El uso personalizado del blanco y negro dota a sus obras de una estética personal que acentúa el contraste de luces y sombras, logrando llegar a la esencia de cada una de sus imágenes. Lo efímero queda sepultado en una imagen que muestra algo que ha ocurrido en una sucesión de imágenes. Así, el tiempo de exposición no refleja un instante, sino un periodo de tiempo.

Caballero es músico, y un creador de gran personalidad. Su obra tiene el carácter que le imprime su mirada única, extraída de frondosos mundos sonoros. Sus obras no se parecen a las de nadie, ni se ve en él rastro de otros, como tampoco de modas o tendencias, sino una honestidad y una sinceridad profundas.

Para poder entender la importancia que tiene la fotografía en el mundo de la música y la moda debemos volver la vista atrás hasta los años 50, cuando jóvenes músicos que provenían del rock se convirtieron en líderes de las nuevas generaciones. Su estilo de vestir, sus peinados y su forma de vida era imitada por centenares de seguidores que clonaban a sus ídolos. Es aquí donde se instala Mateo Caballero, dominando la escena, donde la visión del fotógrafo junto con la construcción de un lenguaje personal y una búsqueda constante de sentimientos únicos, son factores determinantes a la hora de crear una imagen.

En Mina Candelaria 2011 retrata a los habitantes de las profundidades de la tierra. Una única luz emerge de los cuerpos como latidos que enfrentan y afirman un riesgo constante de perder la vida. En Revestir el olvido 2013, la imagen fotográfica se une a la palabra escrita para completar una idea. Por medio de un proceso químico, el artista vela unas fotografías arrancadas de un álbum familiar a manera de resistir el olvido.

Estas fotografías casi blancas registran la estela de un sentimiento profundo franqueado por la presencia implacable de la frase, “seguiré aquí”. En Umbra 2013 la luz del sol atraviesa la trama del tejido de cada uno de los sombreros de las mujeres del valle cochabambino, dejando ver los rostros de un pueblo que configura una constelación de luces, y que revela una íntima serie de retratos de mujeres en los que se puede adivinar el trazo único de cada línea de sus rostros y el singular brillo de sus miradas, idea que refuerza la individualidad de cada ser humano.

Sutileza, habilidad técnica y finísimo juego conceptual son las cualidades ya bien conocidas del trabajo de Mateo Caballero. Sea cual sea el tema al que se enfrente, genera siempre imágenes de una belleza quieta que deja en suspenso. Caballero es, sin duda, un artista que ha buscado la perfección técnica para plasmar y expresar su personal e influyente visión.  Como viajero inquieto, ha retratado todo y se mueve entre lo conceptual y la experimentación, y es dueño de un cuerpo de obra potente donde se expone una poética que se deslinda de toda catalogación. Sus preguntas sobre la fotografía delinean una reflexión profunda que emite soluciones estéticas conceptuales llamadas arte.

PROYECTO. Museo de Papel es una plataforma de difusión que visibiliza a jóvenes creadores bolivianos de diferentes disciplinas artísticas que, más allá del dominio de la técnica, ofrecen una reflexión poética sobre la creación artística. Este museo no exhibe en un espacio físico, ni atesora, consagra o jerarquiza obras; es un dispositivo que amplía la mirada hacia un horizonte mestizo donde conviven lenguas, temporalidades y culturas. Museo de Papel es un proyecto de la Fundación Cinenómada para las Artes. Cuenta con el apoyo del Centro Cultural de España en La Paz, la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo y el periódico La Razón.

MATEO CABALLERO

Soy músico de formación, pero trabajo en fotografía como medio principal. Trabajo la imagen buscando una musicalidad en la composición de cada cuadro, que sea capaz de trascender los límites del soporte físico.

Me muevo entre las estructuras formales de la fotografía documental, y la de moda, y la libertad de la creación de historias que, probables o improbables, puedan generar identidad con el espectador. A veces, procuro hacer de intermediario entre quien me cuenta su historia, y quien, a través de mí, la recibe. Otras veces, manipulo y deconstruyo la historia a mi propia conveniencia, a fin de obtener un resultado nuevo que permita libertad de lectura por parte de quien observa.