Tuesday 16 Apr 2024 | Actualizado a 04:17 AM

Ana María Vera comparte su regalo de cumpleaños

La pianista, con Bolivia Clásica y bajo la dirección de Cergio Prudencio, estrena en el Teatro Municipal una obra que Alberto Villalpando compuso para celebrarle su 50 aniversario

/ 7 de diciembre de 2015 / 04:00

Lo que iba a ser un regalo de cumpleaños para una sola persona se va a convertir mañana en un agasajo a la música contemporánea boliviana en el Teatro Municipal. La pianista Ana María Vera, la concertista nacional con más proyección en el mundo, ha cumplido 50 años. La mayoría de la gente organiza una fiesta para este acontecimiento y recibe de regalo un reloj, un anillo… algo material y perdurable. Vera quería algo diferente, y su marido se lo dio: un concierto para piano y orquesta de cámara compuesto especialmente para la ocasión y que se estrenará en La Paz. Vera se lo encargó a Alberto Villalpando, que también ha cumplido un número redondo, 75, y ahora lo va a estrenar bajo la batuta de Cergio Prudencio, que acaba de llegar a los 60. Así, una sola celebración se va a convertir, por capricho del calendario, en tres. Y con el público como gran beneficiado de tanta coincidencia.

Vera lleva muchos años viviendo en el extranjero, pero tiene un fuerte compromiso con su país y quería que su concierto sonase, además de bien, altiplánico. Por eso se lo encargó a quien considera “el compositor de referencia de la música boliviana”, Alberto Villalpando. Éste recibió el encargo con sorpresa y con mucho gusto: “No es habitual ni mucho menos que te comisionen una obra así, para un cumpleaños. Ha sido algo muy simpático y muy relevante, me parece un gran halago a mi trabajo por parte de una pianista tan reconocida”.

Villalpando se inspiró en la personalidad de la celebrada, tuvo en cuenta lo importante de cumplir 50 y se puso a componer. Reconoce que le ha costado un poco, “sobre todo, comenzar”. “Tuve que empezarlo tres veces, buscando el tono apropiado, basándome en dos elementos: la personalidad de Vera y la obra que va a ser interpretada por una orquesta de cámara”. Éste es un detalle importante, porque las obras de Villalpando normalmente están pensadas para conjuntos mayores y por tanto tienen mayor sonoridad, son más rotundas.

El concierto lo interpretará la orquesta de la fundación Bolivia Clásica, un proyecto de formación y promoción de jóvenes talentos que Vera lleva impulsando cuatro años y que incluye la orquesta —que es “excelente… pero realmente excelente”, dice la pianista—, una escuela de música y un festival anual. Es pequeña, de cámara, solo de cuerdas, pero en este concierto va a crecer. “Para ocasiones así normalmente invitamos a otros músicos. En este caso vendrán vientos y percusión, que son inexcusables para una obra de aire andino”, asegura Vera.

Mozart. Los músicos se pondrán a las órdenes de Prudencio, a quien llamó Vera porque lo ve ideal para este concierto: “Es un gran director, está acostumbrado a trabajar con gente joven, ha sido alumno de Villalpando y conoce perfectamente su obra porque la ha dirigido muchas veces”. Prudencio considera que este concierto “es una obra del Villalpando actual, más bien contemplativa, interior, reflexiva, con un manejo hermosamente expresivo del piano como instrumento solista protagónico y estructurado en tres movimientos, al estilo clásico y romántico”.

Prudencio también se ha encargado de completar el programa de la noche, en la que además del Concierto para piano y orquesta de cámara de Villalpando, sonarán Mística Nº 7 de este mismo compositor, y dos obras de Mozart: la muy conocida Eine kleine Nachtmusik, (Pequeña serenata nocturna), y el Concierto para piano Nº 14. “Queríamos crear un contraste y la elección de Prudencio, que pone en contacto los siglos XVIII y XXI, y me pareció muy apropiada. Además, si Mozart es el referente absoluto, Villalpando es nuestra referencia aquí, así que funcionará”, señala Vera, que está segura de que los jóvenes músicos de su orquesta están más que capacitados para enfrentar este reto.

Los chicos de Bolivia Clásica están acostumbrados a tocar con grandes intérpretes solistas internacionales que gracias al festival organizan todos los años Vera y su equipo en La Paz. Así que ahora no les impresionará demasiado codearse con estos tres íconos de la música boliviana, y la comunicación con ellos será fluida. Sobre todo porque aunque los carnets digan que Vera, Prudencio y Villalpando tienen 50, 60 y 75 años, no se les nota. O se les nota poco en lo físico y, desde luego, nada en lo creativo. Mañana, en este concierto-regalo para Vera y para todos mostrarán su vivo y joven genio, con el que han marcado la música boliviana contemporánea.

Un punto de referencia para nuestra música

Las composiciones de Alberto Villalpando remueven los estándares creativos de la música boliviana y marcan a las siguientes generaciones

Cergio Prudencio – director de orquesta y compositor

En la única iniciativa conmemorativa de los 75 años de Alberto Villalpando, Ana María Vera tuvo el acierto de encargarle una composición para piano y orquesta, que se estrenará mañana 7 de diciembre. La ocasión es propicia para algunos recuentos.

Existe consenso en que la figura de Alberto Villalpando es un punto de inflexión en nuestra historia musical. Aunque Eduardo Caba y José María Velasco Maidana constituyen importantes antecedentes, fue Villalpando, sin duda, quien removió definitivamente los estándares creativos de la música de tradición escrita en Bolivia, proponiendo a un mismo tiempo la doble escucha del entorno telúrico geográfico y de las técnicas vanguardistas europeas de posguerra.

Su obra se sustenta en estas dos premisas, con las cuales inquietó el adormecido ambiente cultural de los años sesenta y setenta, años de dictaduras. Sin ser nunca una música política, la estética de las obras de este compositor interpelaba las estructuras de pensamiento del nacionalismo revolucionario, limitadas en ese momento a regodearse sobre la superficie del folklore.

Más tarde, Villalpando optó en conciencia por alejarse de posicionamientos “vanguardistas” (sin detenernos aquí en lo que esto pueda significar), volviendo a conceptos más bien ortodoxos de composición, aunque sin perder nunca la sintonía y la conexión con los entramados espirituales de la tierra altiplánica donde nació y creció como hijo de esas subjetividades. El paisaje, más que el ser humano, tiene así una presencia imperecedera en toda su obra, como son las alusiones a vivencias de infancia y juventud en ese entorno, o la sujeción a la montaña a través de la contemplación.

En ese tránsito creativo de décadas —y que todavía está en proceso— Villalpando ejercita el cuestionamiento de sí mismo, asumiendo un valiente riesgo al oponer el precoz joven de los inicios, en Potosí y Buenos Aires, con el sereno e introspectivo maestro en Cochabamba de hoy. Solamente la historia decantará las trascendencias definitivas, pero la obra de este compositor es un punto de referencia, por afinidad u oposición, por alineamiento o ruptura, a toda la producción compositiva de las generaciones siguientes.

Docencia. No menos importante ha sido y sigue siendo la influencia de Villalpando en nuestra sociedad a través de la docencia. Su vocación didáctica encantó siempre a los jóvenes, abriéndoles alguna ventana, prendiéndoles alguna luz o llevándolos al vértigo de la confrontación con el ser y sus misterios.

Recuerdo haber escuchado música de Villalpando por primera vez en mi adolescencia por convocatoria de su más dedicado intérprete: Carlos Rosso, el director de orquesta que estimuló a nuestro compositor a explorar su veta creadora. De esta manera se estableció entre ellos una relación fructífera y de excelencia.

Aquella experiencia marcó en mí una impresión profunda. La liberación de la disonancia, la desconstrucción de la estructura, la atmósfera como fin, la belleza de todo sonido, fueron algunas de las revelaciones suscitadas entonces, a las que hoy recién puedo dar nombre porque en ese momento solo fueron impacto.

Por eso honro desde aquí el legado recibido, en honda gratitud y respeto; y convoco al país a hacerlo también, pues es de justicia. Y también es un deber para con un artista tan comprometido, generoso e ilustre como Alberto Villalpando.

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Salvan un mural de Alandia Pantoja en El Alto

La pintura estaba amenazada por la humedad y se trasladará para que sea restaurada. Los vecinos han acometido trabajos de transformación del lugar, que lleva años abandonado, para darle alguna utilidad que favorezca a la comunidad.

/ 5 de septiembre de 2017 / 17:00

El colectivo de artistas Cementerio de Elefantes y funcionarios de la Alcaldía de La Paz impidieron ayer que los vecinos demoliesen un mural de Miguel Alandia Pantoja en Milluni, en el Distrito 13 de El Alto.

Dos artistas de Cementerio de Elefantes, Eliazar Loza y Javier del Carpio, dieron la alarma y llevaron al lugar a los técnicos municipales paceños. El director de la Escuela Taller —una institución que trabaja en la restauración del patrimonio—, Rolando Saravia, acudió con ellos y comprobó que el mural corresponde a Alandia Pantoja y que sufre ligeros daños.

La obra mide 4,2 metros de largo y 2,6 de alto. “Se encuentra en buen estado de conservación en un 90%, mientras que el 5% está amenazado por la humedad y el otro 5% se desprendió y ya se considera perdido”, informó Saravia. El artista lo creó en una pared del teatro Hernán Siles, que lleva años abandonado y semiderruido y junto al que existe un charco que provoca las humedades.

Para Saravia no queda ninguna duda de que la obra es de Alandia Pantoja “por la temática, por las técnicas constructivas y los rasgos de los personajes”. “Se trata de una obra importante que se hizo expresamente para donde está” y que representa a un minero y está rodeado por iconografía relacionada con la zona de Milluni.

Los vecinos han acometido trabajos de transformación del lugar, que lleva años abandonado, para darle alguna utilidad que favorezca a la comunidad. Saravia asegura que “hicieron las gestiones en el ayuntamiento de El Alto para obtener el permiso”. La delegación de Cementerio de Elefantes y del ayuntamiento de La Paz se reunieron ayer con ellos, les explicaron la importancia de la obra y consiguieron el compromiso del jilakata y de otros representantes de que la obra no se va a tocar hasta que se tome una decisión sobre qué hacer con ella.

  • Abandono. La obra se encuentra en uno de los muros de un antiguo teatro. Foto: GAMLP

“Para recuperar el mural hay que sacarlo de donde está”, dijo Saravia. Y se debe hacerlo con cierta celeridad porque más agua perjudicaría gravemente a la obra y la temporada de lluvias se aproxima. De hecho, estos días nubes muy oscuras han amenazado El Alto con lluvias o, probablemente, nevadas.

El mural se desmontaría por partes, que se llevarían a algún taller de restauración, para en un principio detener la degradación de la obra y más tarde recuperar sus características originales. Quedaría por determinar a qué taller iría, que puede ser el de La Paz, uno de El Alto o en otro. En esta decisión tendrá que intervenir el Ministerio de Culturas.

Loza dijo ayer que hoy miembros de su colectivo volverán a Milluni con funcionarios de la Unidad de Catalogación del ministerio, quienes cubrirán el mural con una nueva lona y tomarán mediciones y fotos que ayuden a elaborar un plan de actuación. El descubrimiento de la obra, según Loza, “fue casual”. “Varios miembros de Cementerio de Elefantes andábamos por la zona y entramos en la construcción sin saber qué era lo que había dentro”. A partir de ahora, el colectivo va a seguir dando seguimiento al caso y “haciendo lo que se pueda para agilizar las gestiones de unos y otros para que esto se resuelva lo antes posible y se asegure el mural”. “Ellos son los principales actores en todo esto”, afirma Saravia.

El potosino Alandia Pantoja está considerado como uno de los muralistas más influyentes del siglo XX, no solo en Bolivia sino en toda América Latina. Fue dirigente del partido trotskista POR y perseguido por la dictadura, tuvo que exiliarse a Lima, donde murió. Su obra está llena de mensajes revolucionarios y sociales, y de mineros como los de Milluni. (05/09/2017)

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Salvan un mural de Alandia Pantoja en El Alto

La pintura estaba amenazada por la humedad y se trasladará para que sea restaurada. Los vecinos han acometido trabajos de transformación del lugar, que lleva años abandonado, para darle alguna utilidad que favorezca a la comunidad.

/ 5 de septiembre de 2017 / 17:00

El colectivo de artistas Cementerio de Elefantes y funcionarios de la Alcaldía de La Paz impidieron ayer que los vecinos demoliesen un mural de Miguel Alandia Pantoja en Milluni, en el Distrito 13 de El Alto.

Dos artistas de Cementerio de Elefantes, Eliazar Loza y Javier del Carpio, dieron la alarma y llevaron al lugar a los técnicos municipales paceños. El director de la Escuela Taller —una institución que trabaja en la restauración del patrimonio—, Rolando Saravia, acudió con ellos y comprobó que el mural corresponde a Alandia Pantoja y que sufre ligeros daños.

La obra mide 4,2 metros de largo y 2,6 de alto. “Se encuentra en buen estado de conservación en un 90%, mientras que el 5% está amenazado por la humedad y el otro 5% se desprendió y ya se considera perdido”, informó Saravia. El artista lo creó en una pared del teatro Hernán Siles, que lleva años abandonado y semiderruido y junto al que existe un charco que provoca las humedades.

Para Saravia no queda ninguna duda de que la obra es de Alandia Pantoja “por la temática, por las técnicas constructivas y los rasgos de los personajes”. “Se trata de una obra importante que se hizo expresamente para donde está” y que representa a un minero y está rodeado por iconografía relacionada con la zona de Milluni.

Los vecinos han acometido trabajos de transformación del lugar, que lleva años abandonado, para darle alguna utilidad que favorezca a la comunidad. Saravia asegura que “hicieron las gestiones en el ayuntamiento de El Alto para obtener el permiso”. La delegación de Cementerio de Elefantes y del ayuntamiento de La Paz se reunieron ayer con ellos, les explicaron la importancia de la obra y consiguieron el compromiso del jilakata y de otros representantes de que la obra no se va a tocar hasta que se tome una decisión sobre qué hacer con ella.

  • Abandono. La obra se encuentra en uno de los muros de un antiguo teatro. Foto: GAMLP

“Para recuperar el mural hay que sacarlo de donde está”, dijo Saravia. Y se debe hacerlo con cierta celeridad porque más agua perjudicaría gravemente a la obra y la temporada de lluvias se aproxima. De hecho, estos días nubes muy oscuras han amenazado El Alto con lluvias o, probablemente, nevadas.

El mural se desmontaría por partes, que se llevarían a algún taller de restauración, para en un principio detener la degradación de la obra y más tarde recuperar sus características originales. Quedaría por determinar a qué taller iría, que puede ser el de La Paz, uno de El Alto o en otro. En esta decisión tendrá que intervenir el Ministerio de Culturas.

Loza dijo ayer que hoy miembros de su colectivo volverán a Milluni con funcionarios de la Unidad de Catalogación del ministerio, quienes cubrirán el mural con una nueva lona y tomarán mediciones y fotos que ayuden a elaborar un plan de actuación. El descubrimiento de la obra, según Loza, “fue casual”. “Varios miembros de Cementerio de Elefantes andábamos por la zona y entramos en la construcción sin saber qué era lo que había dentro”. A partir de ahora, el colectivo va a seguir dando seguimiento al caso y “haciendo lo que se pueda para agilizar las gestiones de unos y otros para que esto se resuelva lo antes posible y se asegure el mural”. “Ellos son los principales actores en todo esto”, afirma Saravia.

El potosino Alandia Pantoja está considerado como uno de los muralistas más influyentes del siglo XX, no solo en Bolivia sino en toda América Latina. Fue dirigente del partido trotskista POR y perseguido por la dictadura, tuvo que exiliarse a Lima, donde murió. Su obra está llena de mensajes revolucionarios y sociales, y de mineros como los de Milluni. (05/09/2017)

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La devoción reúne a toda Bolivia en Urcupiña

40.000 bailarines desfilaron por las calles de Quillacollo.

/ 15 de agosto de 2017 / 18:52

Bailarines de todo el país se reunieron ayer en Quillacollo para danzar por las principales calles de la localidad cochabambina en honor a la Virgen de Urcupiña, en el segundo día de una semana de fiestas llenas de devoción.

Los colores y los ritmos los pusieron 56 fraternidades, y el apoyo, el numeroso público nacional e internacional que prácticamente llenó los 4,5 kilómetros de un recorrido que incluyó las avenidas Martín Cárdenas, 6 de Agosto, José Ballivián; la acera este de la plaza Bolívar, las avenidas Suárez Miranda, Luis Uría y Waldo Ballivián, además de la acera oeste de la plaza Bolívar y la avenida Héroes del Chaco.

Por esas calles rindieron homenaje a la Virgen no menos de 40.000 bailarines de todo el país, que demostraron su destreza en danzas tan variadas como los wititis, caporales, diablada, morenada, tinku, pujllay, rueda chapaca y kullawada. Según informa el diario Extra, la morenada Chacaltaya dio inicio al desfile folklórico y la fraternidad Comadritas llegó desde el departamento de Tarija. Uno de los 60 bailarines de la fraternidad de tinku San Simón aseguró que entre ellos había fraternos llegados de Oruro y de Argentina.

Seguridad. La entrada comenzó a las 10.30, con una hora de retraso sobre el horario previsto. El presidente de la Asociación de Fraternidades Folklóricas Virgen de Urcupiña, René Valdez, dijo que se sentía “muy molesto” con las autoridades por la desorganización. El comandante departamental de la Policía, Ronald Sánchez, informó que 1.000 policías se encargaron de la seguridad.

Como indica la tradición, los participantes en el festival culminaron su recorrido entrando de rodillas, doloridos pero muy alegres y sobre todo emocionados, hasta el tempo San Idelfonso. Allí pudieron presentar sus respetos y sus peticiones a la Virgen. Todo este proceso final, como el festival en general, se desarrolló en completo orden y sin ningún incidente resaltable, según declaró el director de Culturas de la Alcaldía de Quillacollo, Rodolfo Medrano, a la agencia de noticias ABI.

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Aprovechar (o no) el patrimonio

Bolivia sigue moviéndose entre el mero folklorismo y la construcción de una cultura propia, contemporánea, con identidad y visión de futuro.

/ 13 de agosto de 2017 / 04:00

Acaban de cumplirse 25 años del fallecimiento de Astor Piazzolla, el más importante de unos artistas que tomaron algo tan tradicional como el tango, patrimonio cultural argentino, y lo convirtieron en una expresión artística radicalmente contemporánea y revolucionaria. Esta semana la Orquesta Sinfónica Nacional (OSN), por iniciativa del Ministerio de Culturas, ofreció un concierto para celebrar el 6 de agosto titulado Homenaje a Bolivia. Se interpretaron arreglos orquestales de canciones populares de todos los departamentos del país. ¿Tocar Viva mi patria Bolivia, Collita o Linda cochabambinita con 40 violines se debe considerar una revolución cultural?

La música se puede entender como un ejemplo de lo que ocurre o de lo que no ocurre en todos los ámbitos de la cultura boliviana. El Estado “continúa en un proceso, ya bastante largo, de reivindicación de manifestaciones que antes estaban postergadas o excluidas”, asegura el presidente de la Fundación Cultural del Banco Central de Bolivia, Cergio Prudencio. El dramaturgo y director de teatro Diego Aramburo aseguraba el año pasado, durante el Festival Internacional de Teatro de La Paz (Fitaz), que “el patrimonialismo es correcto, Bolivia tiene mucho que aprovechar de su tradición, pero si no se preocupan por los creadores de hoy, mañana nos vamos a quedar sin cultura”.

El director artístico de la OSN, Weimar Arancibia, refrenda esta idea: “Hay que producir música nueva, que realmente potencie los valores de nuestra cultura, lo que no se hace con folklore mal entendido, como el caporal sinfónico. Basta viajar un par de horas por la carretera para encontrar cosas que tienen valores muy interesantes, musicales e ideológicos”. Y también existen buenos ejemplos sin salir de La Paz, como la Orquesta Experimental de Instrumentos Nativos —que Prudencio creó y dirigió durante 30 años y que ahora está en manos de los que fueron sus alumnos—, el espacio Casa Taller o compositores como Javier Parrado y Willy Pozadas, entre otros. Pero estos músicos valiosos no contarían con el reconocimiento o el apoyo necesario por parte de un Estado que, según escribe el músico Álvaro Montenegro en este mismo número de Tendencias, tendría “bajos niveles de exigencia, respondiendo a criterios de propaganda más que a una visión político-cultural de largo alcance”.

Un ensayo de la OEIN.

La coreógrafa Norma Quintana considera que desde el folklore se puede dar un paso adelante en crear una buena danza contemporánea boliviana, aunque duda de que por el momento esa sea la meta de las políticas públicas. “Para hacer un planteamiento artístico contemporáneo, considerando la danza en cualquiera de sus estilos, necesitamos tener mucho más rigor”. Los concursos como el Eduardo Abaroa fomentan mucho más la cantidad que la calidad en las producciones y en ellos “se premia pero luego nunca se ven las obras”. Las instalaciones físicas como el Teatro Municipal son escasas y por tanto desbordadas, y en ellas resulta complicado montar un espectáculo con buen nivel. Y los certámenes de danza “más bien son festivaluchos de tres al cuarto donde durante tres horas bailan mezclados moros y cristianos. Es como una cosa muy escolar, muy paternalista, muy de concurso televisivo. Vamos, que hay talento pero no hay dónde cocinarlo. Eso no es la revolución cultural”, concluye Quintana. La coreógrafa considera que la danza está abandonada por el Estado, lo cual puede tener su lado bueno: “Nos ha obligado a todos a movernos y aprender a hacer nuestra empresita cultural. Todo el mundo hace lo suyo en chiquito, como puede”.

Esa ausencia también se puede observar, por ejemplo, en la Feria Internacional del Libro que se celebra ahora mismo en La Paz. Según la gerente general de la Cámara Departamental del Libro de La Paz (CDLLP), Tatiana Azeñas, “este año no hay ninguna contribución del Estado y vamos a extrañar la participación del Ministerio de Culturas, que siempre fue auspiciador y aliado pero ahora solo pone un stand alquilado, como cualquiera puede hacer”. En cuanto al apoyo que otorga o no al sector editorial en general, el editor y director de ferias de la CDLLP, Fernando Barrientos, considera que la Biblioteca del Bicentenario de Bolivia (que depende de la Vicepresidencia) puede hacer de puente en la relación con el Estado para avanzar en la ejecución de la Ley del libro, “que sigue durmiendo el sueño de los justos cuatro años después de su promulgación”. “Hasta ahora solo el IVA (Impuesto al Valor Agreado) se ha hecho efectivo. Pero lo del IVA se pierde si no viene acompañado de otras medidas que están en la ley y no se aplican”. “Parece que el Ministerio de Culturas ha perdido el interés en el sector”, concluye Barrientos.

Prudencio rechaza la idea de que haya un abandono: “Creo que el Estado de hoy hace mucho más que hace 15 o 20 años. Aun así habrá quien diga que no ha generado muchas políticas públicas, que son insuficientes. Probablemente lo sean, pero comparativamente el Estado tiene ahora mucha más presencia en lo cultural que nunca antes”. Así que queda un amplio margen de mejora, un horizonte amplio hacia el que dirigirse: “El proceso político ha tenido incidencia pero no está cerrado. Hay que generar debate del patrimonio, la herencia, la cultura para repensarnos nuevamente como sociedad en el marco de este nuevo país, pero es imposible pasarle al Estado toda la expectativa del mundo de la cultura”.

Arancibia dirige la OSN.

Porque las empresas privadas deben de constituirse en otro actor importante a la hora de financiar el arte y darle a los creadores la posibilidad de crear esos productos nuevos, contemporáneos, ajustados a la cosmovisión propia, descolonizadores y revolucionarios. En una época en que muchas entidades privadas están generando beneficios, Prudencio aboga por encontrar la fórmula legislativa que propicie que parte de estas ganancias se canalicen hacia la cultura, un importante bien común. Aunque mucha de la gente del mundo de la cultura estalló el año pasado porque consideró que el Rally Dakar fue un contraejemplo de manual, que demostró que sí hay dinero público y de auspiciadores para organizar eventos, pero no los culturales.

Tras 11 años del “proceso de cambio” sigue pendiente la tarea de definir qué se entiende por un arte contemporáneo propio, que vaya mucho más allá de la potenciación del folklore. Volviendo al campo de la música, el reciente caso de la OSN puede servir de ejemplo. Tras el ciclo de las nueve sinfonías de Beethoven —música que también se debe considerar propia porque es del patrimonio universal y por lo tanto, del boliviano— tocaba pasar a otra cosa. Y no fue a música contemporánea, con identidad, creativa y descolonizadora, sino a una serie de tres conciertos más propios de una orquesta de variedades que de la institución musical más importante del país: un espectáculo cómico, un musical, y un repertorio folklórico criollo. Todo bastante lejos del camino revolucionario, renovador y tradicional pero futurista que han mostrado, entre otros, Piazzolla.

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Bolivia sigue moviéndose entre el mero folklorismo y la construcción de una cultura propia, contemporánea, con identidad y visión de futuro.

/ 13 de agosto de 2017 / 04:00

Acaban de cumplirse 25 años del fallecimiento de Astor Piazzolla, el más importante de unos artistas que tomaron algo tan tradicional como el tango, patrimonio cultural argentino, y lo convirtieron en una expresión artística radicalmente contemporánea y revolucionaria. Esta semana la Orquesta Sinfónica Nacional (OSN), por iniciativa del Ministerio de Culturas, ofreció un concierto para celebrar el 6 de agosto titulado Homenaje a Bolivia. Se interpretaron arreglos orquestales de canciones populares de todos los departamentos del país. ¿Tocar Viva mi patria Bolivia, Collita o Linda cochabambinita con 40 violines se debe considerar una revolución cultural?

La música se puede entender como un ejemplo de lo que ocurre o de lo que no ocurre en todos los ámbitos de la cultura boliviana. El Estado “continúa en un proceso, ya bastante largo, de reivindicación de manifestaciones que antes estaban postergadas o excluidas”, asegura el presidente de la Fundación Cultural del Banco Central de Bolivia, Cergio Prudencio. El dramaturgo y director de teatro Diego Aramburo aseguraba el año pasado, durante el Festival Internacional de Teatro de La Paz (Fitaz), que “el patrimonialismo es correcto, Bolivia tiene mucho que aprovechar de su tradición, pero si no se preocupan por los creadores de hoy, mañana nos vamos a quedar sin cultura”.

El director artístico de la OSN, Weimar Arancibia, refrenda esta idea: “Hay que producir música nueva, que realmente potencie los valores de nuestra cultura, lo que no se hace con folklore mal entendido, como el caporal sinfónico. Basta viajar un par de horas por la carretera para encontrar cosas que tienen valores muy interesantes, musicales e ideológicos”. Y también existen buenos ejemplos sin salir de La Paz, como la Orquesta Experimental de Instrumentos Nativos —que Prudencio creó y dirigió durante 30 años y que ahora está en manos de los que fueron sus alumnos—, el espacio Casa Taller o compositores como Javier Parrado y Willy Pozadas, entre otros. Pero estos músicos valiosos no contarían con el reconocimiento o el apoyo necesario por parte de un Estado que, según escribe el músico Álvaro Montenegro en este mismo número de Tendencias, tendría “bajos niveles de exigencia, respondiendo a criterios de propaganda más que a una visión político-cultural de largo alcance”.

Un ensayo de la OEIN.

La coreógrafa Norma Quintana considera que desde el folklore se puede dar un paso adelante en crear una buena danza contemporánea boliviana, aunque duda de que por el momento esa sea la meta de las políticas públicas. “Para hacer un planteamiento artístico contemporáneo, considerando la danza en cualquiera de sus estilos, necesitamos tener mucho más rigor”. Los concursos como el Eduardo Abaroa fomentan mucho más la cantidad que la calidad en las producciones y en ellos “se premia pero luego nunca se ven las obras”. Las instalaciones físicas como el Teatro Municipal son escasas y por tanto desbordadas, y en ellas resulta complicado montar un espectáculo con buen nivel. Y los certámenes de danza “más bien son festivaluchos de tres al cuarto donde durante tres horas bailan mezclados moros y cristianos. Es como una cosa muy escolar, muy paternalista, muy de concurso televisivo. Vamos, que hay talento pero no hay dónde cocinarlo. Eso no es la revolución cultural”, concluye Quintana. La coreógrafa considera que la danza está abandonada por el Estado, lo cual puede tener su lado bueno: “Nos ha obligado a todos a movernos y aprender a hacer nuestra empresita cultural. Todo el mundo hace lo suyo en chiquito, como puede”.

Esa ausencia también se puede observar, por ejemplo, en la Feria Internacional del Libro que se celebra ahora mismo en La Paz. Según la gerente general de la Cámara Departamental del Libro de La Paz (CDLLP), Tatiana Azeñas, “este año no hay ninguna contribución del Estado y vamos a extrañar la participación del Ministerio de Culturas, que siempre fue auspiciador y aliado pero ahora solo pone un stand alquilado, como cualquiera puede hacer”. En cuanto al apoyo que otorga o no al sector editorial en general, el editor y director de ferias de la CDLLP, Fernando Barrientos, considera que la Biblioteca del Bicentenario de Bolivia (que depende de la Vicepresidencia) puede hacer de puente en la relación con el Estado para avanzar en la ejecución de la Ley del libro, “que sigue durmiendo el sueño de los justos cuatro años después de su promulgación”. “Hasta ahora solo el IVA (Impuesto al Valor Agreado) se ha hecho efectivo. Pero lo del IVA se pierde si no viene acompañado de otras medidas que están en la ley y no se aplican”. “Parece que el Ministerio de Culturas ha perdido el interés en el sector”, concluye Barrientos.

Prudencio rechaza la idea de que haya un abandono: “Creo que el Estado de hoy hace mucho más que hace 15 o 20 años. Aun así habrá quien diga que no ha generado muchas políticas públicas, que son insuficientes. Probablemente lo sean, pero comparativamente el Estado tiene ahora mucha más presencia en lo cultural que nunca antes”. Así que queda un amplio margen de mejora, un horizonte amplio hacia el que dirigirse: “El proceso político ha tenido incidencia pero no está cerrado. Hay que generar debate del patrimonio, la herencia, la cultura para repensarnos nuevamente como sociedad en el marco de este nuevo país, pero es imposible pasarle al Estado toda la expectativa del mundo de la cultura”.

Arancibia dirige la OSN.

Porque las empresas privadas deben de constituirse en otro actor importante a la hora de financiar el arte y darle a los creadores la posibilidad de crear esos productos nuevos, contemporáneos, ajustados a la cosmovisión propia, descolonizadores y revolucionarios. En una época en que muchas entidades privadas están generando beneficios, Prudencio aboga por encontrar la fórmula legislativa que propicie que parte de estas ganancias se canalicen hacia la cultura, un importante bien común. Aunque mucha de la gente del mundo de la cultura estalló el año pasado porque consideró que el Rally Dakar fue un contraejemplo de manual, que demostró que sí hay dinero público y de auspiciadores para organizar eventos, pero no los culturales.

Tras 11 años del “proceso de cambio” sigue pendiente la tarea de definir qué se entiende por un arte contemporáneo propio, que vaya mucho más allá de la potenciación del folklore. Volviendo al campo de la música, el reciente caso de la OSN puede servir de ejemplo. Tras el ciclo de las nueve sinfonías de Beethoven —música que también se debe considerar propia porque es del patrimonio universal y por lo tanto, del boliviano— tocaba pasar a otra cosa. Y no fue a música contemporánea, con identidad, creativa y descolonizadora, sino a una serie de tres conciertos más propios de una orquesta de variedades que de la institución musical más importante del país: un espectáculo cómico, un musical, y un repertorio folklórico criollo. Todo bastante lejos del camino revolucionario, renovador y tradicional pero futurista que han mostrado, entre otros, Piazzolla.

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