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Ana María Vera comparte su regalo de cumpleaños

Lo que iba a ser un regalo de cumpleaños para una sola persona se va a convertir mañana en un agasajo a la música contemporánea boliviana en el Teatro Municipal. La pianista Ana María Vera, la concertista nacional con más proyección en el mundo, ha cumplido 50 años. La mayoría de la gente organiza una fiesta para este acontecimiento y recibe de regalo un reloj, un anillo… algo material y perdurable. Vera quería algo diferente, y su marido se lo dio: un concierto para piano y orquesta de cámara compuesto especialmente para la ocasión y que se estrenará en La Paz. Vera se lo encargó a Alberto Villalpando, que también ha cumplido un número redondo, 75, y ahora lo va a estrenar bajo la batuta de Cergio Prudencio, que acaba de llegar a los 60. Así, una sola celebración se va a convertir, por capricho del calendario, en tres. Y con el público como gran beneficiado de tanta coincidencia.

Vera lleva muchos años viviendo en el extranjero, pero tiene un fuerte compromiso con su país y quería que su concierto sonase, además de bien, altiplánico. Por eso se lo encargó a quien considera “el compositor de referencia de la música boliviana”, Alberto Villalpando. Éste recibió el encargo con sorpresa y con mucho gusto: “No es habitual ni mucho menos que te comisionen una obra así, para un cumpleaños. Ha sido algo muy simpático y muy relevante, me parece un gran halago a mi trabajo por parte de una pianista tan reconocida”.

Villalpando se inspiró en la personalidad de la celebrada, tuvo en cuenta lo importante de cumplir 50 y se puso a componer. Reconoce que le ha costado un poco, “sobre todo, comenzar”. “Tuve que empezarlo tres veces, buscando el tono apropiado, basándome en dos elementos: la personalidad de Vera y la obra que va a ser interpretada por una orquesta de cámara”. Éste es un detalle importante, porque las obras de Villalpando normalmente están pensadas para conjuntos mayores y por tanto tienen mayor sonoridad, son más rotundas.

El concierto lo interpretará la orquesta de la fundación Bolivia Clásica, un proyecto de formación y promoción de jóvenes talentos que Vera lleva impulsando cuatro años y que incluye la orquesta —que es “excelente… pero realmente excelente”, dice la pianista—, una escuela de música y un festival anual. Es pequeña, de cámara, solo de cuerdas, pero en este concierto va a crecer. “Para ocasiones así normalmente invitamos a otros músicos. En este caso vendrán vientos y percusión, que son inexcusables para una obra de aire andino”, asegura Vera.

Mozart. Los músicos se pondrán a las órdenes de Prudencio, a quien llamó Vera porque lo ve ideal para este concierto: “Es un gran director, está acostumbrado a trabajar con gente joven, ha sido alumno de Villalpando y conoce perfectamente su obra porque la ha dirigido muchas veces”. Prudencio considera que este concierto “es una obra del Villalpando actual, más bien contemplativa, interior, reflexiva, con un manejo hermosamente expresivo del piano como instrumento solista protagónico y estructurado en tres movimientos, al estilo clásico y romántico”.

Prudencio también se ha encargado de completar el programa de la noche, en la que además del Concierto para piano y orquesta de cámara de Villalpando, sonarán Mística Nº 7 de este mismo compositor, y dos obras de Mozart: la muy conocida Eine kleine Nachtmusik, (Pequeña serenata nocturna), y el Concierto para piano Nº 14. “Queríamos crear un contraste y la elección de Prudencio, que pone en contacto los siglos XVIII y XXI, y me pareció muy apropiada. Además, si Mozart es el referente absoluto, Villalpando es nuestra referencia aquí, así que funcionará”, señala Vera, que está segura de que los jóvenes músicos de su orquesta están más que capacitados para enfrentar este reto.

Los chicos de Bolivia Clásica están acostumbrados a tocar con grandes intérpretes solistas internacionales que gracias al festival organizan todos los años Vera y su equipo en La Paz. Así que ahora no les impresionará demasiado codearse con estos tres íconos de la música boliviana, y la comunicación con ellos será fluida. Sobre todo porque aunque los carnets digan que Vera, Prudencio y Villalpando tienen 50, 60 y 75 años, no se les nota. O se les nota poco en lo físico y, desde luego, nada en lo creativo. Mañana, en este concierto-regalo para Vera y para todos mostrarán su vivo y joven genio, con el que han marcado la música boliviana contemporánea.

Un punto de referencia para nuestra música

Las composiciones de Alberto Villalpando remueven los estándares creativos de la música boliviana y marcan a las siguientes generaciones

Cergio Prudencio – director de orquesta y compositor

En la única iniciativa conmemorativa de los 75 años de Alberto Villalpando, Ana María Vera tuvo el acierto de encargarle una composición para piano y orquesta, que se estrenará mañana 7 de diciembre. La ocasión es propicia para algunos recuentos.

Existe consenso en que la figura de Alberto Villalpando es un punto de inflexión en nuestra historia musical. Aunque Eduardo Caba y José María Velasco Maidana constituyen importantes antecedentes, fue Villalpando, sin duda, quien removió definitivamente los estándares creativos de la música de tradición escrita en Bolivia, proponiendo a un mismo tiempo la doble escucha del entorno telúrico geográfico y de las técnicas vanguardistas europeas de posguerra.

Su obra se sustenta en estas dos premisas, con las cuales inquietó el adormecido ambiente cultural de los años sesenta y setenta, años de dictaduras. Sin ser nunca una música política, la estética de las obras de este compositor interpelaba las estructuras de pensamiento del nacionalismo revolucionario, limitadas en ese momento a regodearse sobre la superficie del folklore.

Más tarde, Villalpando optó en conciencia por alejarse de posicionamientos “vanguardistas” (sin detenernos aquí en lo que esto pueda significar), volviendo a conceptos más bien ortodoxos de composición, aunque sin perder nunca la sintonía y la conexión con los entramados espirituales de la tierra altiplánica donde nació y creció como hijo de esas subjetividades. El paisaje, más que el ser humano, tiene así una presencia imperecedera en toda su obra, como son las alusiones a vivencias de infancia y juventud en ese entorno, o la sujeción a la montaña a través de la contemplación.

En ese tránsito creativo de décadas —y que todavía está en proceso— Villalpando ejercita el cuestionamiento de sí mismo, asumiendo un valiente riesgo al oponer el precoz joven de los inicios, en Potosí y Buenos Aires, con el sereno e introspectivo maestro en Cochabamba de hoy. Solamente la historia decantará las trascendencias definitivas, pero la obra de este compositor es un punto de referencia, por afinidad u oposición, por alineamiento o ruptura, a toda la producción compositiva de las generaciones siguientes.

Docencia. No menos importante ha sido y sigue siendo la influencia de Villalpando en nuestra sociedad a través de la docencia. Su vocación didáctica encantó siempre a los jóvenes, abriéndoles alguna ventana, prendiéndoles alguna luz o llevándolos al vértigo de la confrontación con el ser y sus misterios.

Recuerdo haber escuchado música de Villalpando por primera vez en mi adolescencia por convocatoria de su más dedicado intérprete: Carlos Rosso, el director de orquesta que estimuló a nuestro compositor a explorar su veta creadora. De esta manera se estableció entre ellos una relación fructífera y de excelencia.

Aquella experiencia marcó en mí una impresión profunda. La liberación de la disonancia, la desconstrucción de la estructura, la atmósfera como fin, la belleza de todo sonido, fueron algunas de las revelaciones suscitadas entonces, a las que hoy recién puedo dar nombre porque en ese momento solo fueron impacto.

Por eso honro desde aquí el legado recibido, en honda gratitud y respeto; y convoco al país a hacerlo también, pues es de justicia. Y también es un deber para con un artista tan comprometido, generoso e ilustre como Alberto Villalpando.