Thursday 3 Oct 2024 | Actualizado a 22:12 PM

La cultura y la radio permanecen

Mario Castro publica una selección de sus entrevistas a personajes de la cultura en 40 años de carrera periodística

/ 21 de diciembre de 2015 / 04:00

Mario Castro aclara que el título de su obra no es una paráfrasis de la novela y la película que construyeron uno de los mitos populares más difundidos el siglo XX. Sin embargo, para muchos de sus lectores será imposible sustraerse a la inevitable evocación que la simple lectura de esta frase provoca. De pronto, si no el texto de Margaret Mitchel Lo que el viento se llevó, aparecerán en la retina las imágenes de la película: la arrolladora belleza de Vivian Leigth o los seductores mostachos de Clark Gable, envueltos en el tormentoso conflicto de la guerra civil norteamericana. Está bien. Concedamos que esa no era la intención, pero si ayuda a generar interés por la lectura, bienvenida sea.

Lo que el viento no se llevó busca contraponerse a la creencia generalizada de que lo que se dice por la radio es tan efímero y fugaz que no permanece, se va por los aires, no deja huella. Pero, en este caso, no es solo un libro con sugerente título el que desmiente tal aseveración. Es la vida y la obra de Mario Castro las que dejan una marca profunda e imperecedera. 40 años haciendo periodismo no exclusiva, pero sí fundamentalmente cultural. Actividad distribuida en periódicos y canales televisivos pero radicada vitalmente en la radio, y no en cualquiera, sino en la inolvidable Radio Cristal.

Al revisar el listado de los entrevistados recogidos en el primer volumen (Editorial 3600, 2014), podría pensarse que ya está todo dicho, que no es posible reunir un ramillete de personalidades más completo, y a la vez selecto y representativo del quehacer cultural. Y no es para menos. Allí se puede encontrar a historiadores como Alberto Crespo Rodas, Alcides Parejas, Fernando Cajías o María Eugenia del Valle; pintores como Ricardo Pérez Alcalá, Gil Imaná o Gastón Ugalde; escritores como Augusto Céspedes, Néstor Taboada, Julio de la Vega, Yolanda Bedregal o Edmundo Paz Soldán; personalidades de dimensión planetaria como Eduardo Galeano, Mario Vargas Llosa o Federico Mayor Zaragoza; y así de seguido: periodistas, poetas, intérpretes, compositores, músicos, cineastas, guionistas, gestores culturales y otros.

Para la segunda entrega la cosecha ha continuado. Del registro magnetofónico de miles de entrevistas Mario Castro ha seleccionado de nuevo más de medio centenar. Otra vez diálogos con talentos creativos de diferentes ámbitos culturales. Como siempre, un enfoque plural en la selección de los entrevistados. La misma respetuosa espontaneidad en los diálogos. Están presentes, Walter Solón Romero, Huáscar Cajías, Mabel Azcui, Erick Torrico, Paolo Agazzi, Magda Arguedas, Graciela Rodó Bulanguer, Javier Darío Restrepo, Víctor García de la Concha… por solo citar algunos nombres tomados casi al azar.

Como lo destacó Lupe Cajías en la presentación en la Asociación de Periodistas de La Paz el jueves, hay en este trabajo de Mario Castro un conjunto invalorable de lecciones implícitas sobre el difícil arte del género entrevista. ¡Cuánto podrían aprender de su lectura las nuevas generaciones de periodistas! El autor está muy lejos de los dos extremos que con lamentable frecuencia aparecen en el periodismo actual, especialmente en el televisivo. Por un lado, aquellos (también aquellas, claro) que acosan al entrevistado, lo someten a un despiadado interrogatorio, buscan revolcarlo o hacerle pisar el palito, tratan de lucirse presuntuosos y con frecuencia acaparan una buena parte del tiempo de la entrevista. Y los otros (también otras, por supuesto) que por lo general se prestan al juego de los poderosos, no hacen preguntas incómodas, manejan un libreto previamente acordado al que se ajustan rigurosamente, en realidad acomodan su trabajo a los fines propagandísticos del entrevistado, hacen publientrevistas, antes que entrevistas propiamente dichas.

Mario Castro tiene una sutil presencia en las suyas, pero trasluce sin estridencias ni arrogancias una meticulosa preparación en los temas abordados. Introduce apenas algunas puntadas del contexto que curiosamente le permiten volcar las entrevistas radiales al formato impreso sin necesidad de ponerles fecha; quien lea tiene que deducir, imaginar o intuir cuándo se realizaron, aspecto que aumenta la complicidad entre lector autor y entrevistados. Hace las preguntas con tal delicadeza y tino que salta a la vista que lo que busca es dar pie para que quien está al otro lado del micrófono diga lo que tiene que decir.

Este volumen 2, a través de una de las entrevistas, nos anoticia sobre la creación de la Fundación Cultural Zofro (Zona Franca de Oruro). Esto no es más que darle forma y continuidad a la tesonera labor de un notable cochabambino arraigado en Oruro desde sus años de estudiante de Ingeniería: Luis Urquieta Molleda artífice del suplemento cultual El Duende y de múltiples iniciativas de apoyo a actividades culturales en Oruro, su pequeña “patria chica” de adopción.

Al propiciar la publicación que comentamos, Urquieta dice: “… el libro encierra un cofre invaluable de saberes donde se prodigan ufanos los heraldos de la cultura”. Y no se equivoca.

Comparte y opina:

Lema martiniano tomado en serio: leer es crecer

/ 14 de marzo de 2016 / 04:00

Si algo caracteriza a la XXV Feria Internacional del Libro de La Habana son sus gigantescas proporciones. Cuatro millones de libros en oferta (de los cuales se anunció se vendieron cerca a 250.000); 916 títulos nuevos solo de 70 editoriales cubanas, sin contar las representaciones de 37 países; participación de más de 170 escritores y 41 artistas; casi 800 actividades artísticas y culturales, entre ellas 60 efectuadas con el invitado de honor: Uruguay, país que envió a su vicepresidente Raúl Sendic, para la inauguración y a su ministra de Educación y Cultura, María Julia Muñoz, para la clausura.

Como ya es tradicional, las actividades centrales de la Feria se realizaron en la imponente Fortaleza San Carlos de La Cabaña, construida por los españoles en el siglo XVIII para defender la bahía de La Habana. Pero, a la vez se habilitaron varias subsedes para diversos eventos, como la Universidad de La Habana, el Pabellón Cuba, Casa de las Américas, Casa del ALBA cultural, la Sociedad Cultural José Martí y otras, todas ellas de acceso más fácil que el pequeño y por momentos complicado viaje que hay que emprender para llegar a La Cabaña. De ese modo tuvieron lugar simposios como el relacionado con el aniversario 130 de la abolición de la esclavitud en Cuba, o con el Inca Garcilaso y su influencia en la literatura peruana a los 400 años de su muerte.

Si bien la clausura formal fue el 21 de febrero, lo principal de la oferta de libros recorrerá por las diferentes provincias hasta abril.
La publicación cotidiana del boletín El Cañonazo (hace mención al tradicional disparo de cañón que se efectúa diariamente desde La Cabaña a las 21 horas) y el constante perifoneo por altavoces, se tornaron totalmente insuficientes, para orientar sobre la gran variedad de actividades a la enorme cantidad de concurrentes que, al parecer, superó todas las previsiones. Algunos días la avalancha humana estuvo a punto de desbordarse y, como es de suponer, en tal situación también colapsó el transporte público dispuesto para la feria.

inquietudes. En semejante torrente bibliográfico aparecen sin embargo ciertos contrastes. Dio la impresión de que la literatura infantil/juvenil acompañada de abundante papelería colorinche hubiera sido preponderante.

A su vez, algunas ausencias notables, por ejemplo: la biografía “Ernesto Guevara, también conocido como el Che” de Paco Ignacio Taibo II, no se ha editado todavía en la Isla, mientras ya se lo ha hecho en muchos países, en 10 idiomas y con más de un millón de ejemplares vendidos. También sorprende que el autor cubano más leído en el mundo, en estos momentos, Leonardo Padura (Premio Nacional de Literatura, 2012), esté representado en la feria apenas con dos de sus cuentos dentro de una antología.

Asimismo, una suerte de tensión intelectual, debido a la publicación de la novela 1984 de George Orwel. Pedro Pablo Rodríguez, su prologuista y presentador, dijo que la edición de esta obra constituyó una empresa difícil y polémica para la sociedad cubana actual. Todavía en una época reciente las creaciones de Orwell no se difundían en la Isla. “Iban dirigidas contra la URSS y por consiguiente se consideraban un material ideológico no admisible”. Añadió que 1984 no es una obra que aporte a la literatura de posguerra, tampoco abre caminos a la literatura contemporánea de la lengua inglesa, sin embargo, sigue atrapando lectores porque describe “esa cosa espantosa —el dominio de los totalitarismos— presente en el mundo de hoy en buena medida más que en los propios tiempos en que el autor la escribió pensando en muchos años después”.

También hizo alusión a los regímenes que “se desmoronan desde adentro, no necesitan que ningún imperio los tumbe porque llegan roídos y con pies de barro”. Rodríguez ostenta el Premio Nacional de Ciencias Sociales y Humanísticas. “Va siendo hora de que los cubanos dejemos de pensar que nuestro modelo está en Washington, en Madrid, o en Pekín o Moscú, nuestro modelo está aquí”, resaltó.

Grandes expectativas

“Hemos resistido, no nos pudieron derrotar, el bloqueo debe terminar” parece ser un sentimiento muy extendido, ante la creciente normalización de las relaciones Cuba-Estados Unidos. Pero también se puede advertir cierta crispación, especialmente entre los jóvenes, por las carencias y dificultades de la vida cotidiana: los bajísimos salarios en moneda nacional, el atosigado transporte público, la insuficiente y muy cara conectividad individual a internet y otros por el estilo.

Antes del final de la feria se anunció con sorpresa la visita de Obama este mes. La expectativa es muy grande, por cierto, pero nadie cree que las cosas vayan a cambiar de la noche a la mañana.

Bolivia en la Feria del Libro de La Habana

– El stand permanente fue presentado por la Embajada de Bolivia en Cuba. Se exhibieron publicaciones, afiches y artesanías, ante la ausencia de empresas editoras bolivianas.

– Fue presentado el libro ‘Andares del Che en Bolivia’ de Carlos Soria Galvarro, editorial Cienflores de Buenos Aires, Argentina.

– El autor brindó también una conferencia: “Los diez años del libro en el proceso de cambio en Bolivia”.

– Homero Carvalho Oliva, presidente de la Fundación Cultural del Banco Central de Bolivia (FCBCB), disertó sobre “La promoción del libro y el escritor boliviano en la Fundación Cultural del BCB”.

 – Fueron presentados los poemarios ‘Inventario nocturno’ y ‘La luna entre las sábanas’, de Carvalho Oliva.

– Estas actividades tuvieron lugar en la Fortaleza San Carlos de La Cabaña, excepto la última realizada en la Casa del ALBA cultural.

Comparte y opina:

Lema martiniano tomado en serio: leer es crecer

/ 14 de marzo de 2016 / 04:00

Si algo caracteriza a la XXV Feria Internacional del Libro de La Habana son sus gigantescas proporciones. Cuatro millones de libros en oferta (de los cuales se anunció se vendieron cerca a 250.000); 916 títulos nuevos solo de 70 editoriales cubanas, sin contar las representaciones de 37 países; participación de más de 170 escritores y 41 artistas; casi 800 actividades artísticas y culturales, entre ellas 60 efectuadas con el invitado de honor: Uruguay, país que envió a su vicepresidente Raúl Sendic, para la inauguración y a su ministra de Educación y Cultura, María Julia Muñoz, para la clausura.

Como ya es tradicional, las actividades centrales de la Feria se realizaron en la imponente Fortaleza San Carlos de La Cabaña, construida por los españoles en el siglo XVIII para defender la bahía de La Habana. Pero, a la vez se habilitaron varias subsedes para diversos eventos, como la Universidad de La Habana, el Pabellón Cuba, Casa de las Américas, Casa del ALBA cultural, la Sociedad Cultural José Martí y otras, todas ellas de acceso más fácil que el pequeño y por momentos complicado viaje que hay que emprender para llegar a La Cabaña. De ese modo tuvieron lugar simposios como el relacionado con el aniversario 130 de la abolición de la esclavitud en Cuba, o con el Inca Garcilaso y su influencia en la literatura peruana a los 400 años de su muerte.

Si bien la clausura formal fue el 21 de febrero, lo principal de la oferta de libros recorrerá por las diferentes provincias hasta abril.
La publicación cotidiana del boletín El Cañonazo (hace mención al tradicional disparo de cañón que se efectúa diariamente desde La Cabaña a las 21 horas) y el constante perifoneo por altavoces, se tornaron totalmente insuficientes, para orientar sobre la gran variedad de actividades a la enorme cantidad de concurrentes que, al parecer, superó todas las previsiones. Algunos días la avalancha humana estuvo a punto de desbordarse y, como es de suponer, en tal situación también colapsó el transporte público dispuesto para la feria.

inquietudes. En semejante torrente bibliográfico aparecen sin embargo ciertos contrastes. Dio la impresión de que la literatura infantil/juvenil acompañada de abundante papelería colorinche hubiera sido preponderante.

A su vez, algunas ausencias notables, por ejemplo: la biografía “Ernesto Guevara, también conocido como el Che” de Paco Ignacio Taibo II, no se ha editado todavía en la Isla, mientras ya se lo ha hecho en muchos países, en 10 idiomas y con más de un millón de ejemplares vendidos. También sorprende que el autor cubano más leído en el mundo, en estos momentos, Leonardo Padura (Premio Nacional de Literatura, 2012), esté representado en la feria apenas con dos de sus cuentos dentro de una antología.

Asimismo, una suerte de tensión intelectual, debido a la publicación de la novela 1984 de George Orwel. Pedro Pablo Rodríguez, su prologuista y presentador, dijo que la edición de esta obra constituyó una empresa difícil y polémica para la sociedad cubana actual. Todavía en una época reciente las creaciones de Orwell no se difundían en la Isla. “Iban dirigidas contra la URSS y por consiguiente se consideraban un material ideológico no admisible”. Añadió que 1984 no es una obra que aporte a la literatura de posguerra, tampoco abre caminos a la literatura contemporánea de la lengua inglesa, sin embargo, sigue atrapando lectores porque describe “esa cosa espantosa —el dominio de los totalitarismos— presente en el mundo de hoy en buena medida más que en los propios tiempos en que el autor la escribió pensando en muchos años después”.

También hizo alusión a los regímenes que “se desmoronan desde adentro, no necesitan que ningún imperio los tumbe porque llegan roídos y con pies de barro”. Rodríguez ostenta el Premio Nacional de Ciencias Sociales y Humanísticas. “Va siendo hora de que los cubanos dejemos de pensar que nuestro modelo está en Washington, en Madrid, o en Pekín o Moscú, nuestro modelo está aquí”, resaltó.

Grandes expectativas

“Hemos resistido, no nos pudieron derrotar, el bloqueo debe terminar” parece ser un sentimiento muy extendido, ante la creciente normalización de las relaciones Cuba-Estados Unidos. Pero también se puede advertir cierta crispación, especialmente entre los jóvenes, por las carencias y dificultades de la vida cotidiana: los bajísimos salarios en moneda nacional, el atosigado transporte público, la insuficiente y muy cara conectividad individual a internet y otros por el estilo.

Antes del final de la feria se anunció con sorpresa la visita de Obama este mes. La expectativa es muy grande, por cierto, pero nadie cree que las cosas vayan a cambiar de la noche a la mañana.

Bolivia en la Feria del Libro de La Habana

– El stand permanente fue presentado por la Embajada de Bolivia en Cuba. Se exhibieron publicaciones, afiches y artesanías, ante la ausencia de empresas editoras bolivianas.

– Fue presentado el libro ‘Andares del Che en Bolivia’ de Carlos Soria Galvarro, editorial Cienflores de Buenos Aires, Argentina.

– El autor brindó también una conferencia: “Los diez años del libro en el proceso de cambio en Bolivia”.

– Homero Carvalho Oliva, presidente de la Fundación Cultural del Banco Central de Bolivia (FCBCB), disertó sobre “La promoción del libro y el escritor boliviano en la Fundación Cultural del BCB”.

 – Fueron presentados los poemarios ‘Inventario nocturno’ y ‘La luna entre las sábanas’, de Carvalho Oliva.

– Estas actividades tuvieron lugar en la Fortaleza San Carlos de La Cabaña, excepto la última realizada en la Casa del ALBA cultural.

Comparte y opina:

El chico que buscaba al Che de la cachucha

Reproducimos un capítulo del libro ‘Andares del Che en Bolivia’, de Carlos Soria Galvarro, sobre el guerrillero que ya no usaba su famosa boina

/ 28 de septiembre de 2014 / 04:00

Imagínense ustedes a un muchacho de poco más de 20 años, militante de la Juventud Comunista de Bolivia (JCB) desde que tenía 16, candoroso admirador del personaje de Ostrovski, Pavel Korchaguin, que se sabe muchas canciones de la guerra civil española, Oh bella ciao… de los guerrilleros italianos y Por llanuras y montañas… de los soviéticos. Estudia Historia en la Universidad pero ya se considera un revolucionario profesional, a tiempo completo.
En 1961, en la ciudad de Cochabamba, junto a otros muchachos arrojó globos con tinta roja en el consulado de España la noche que fusilaron a Julián García Grimau y huyó del lugar en bicicleta antes que llegara la Policía.
En 1963-64 pasó con notas sobresalientes el curso anual completo de la Tsentralnaya Komsomolskaya Shkola (Escuela Cenral del Komsomol) de Moscú.
En 1966, pese a ser el de menor edad del grupo dirigente, fue elegido secretario general en el II Congreso de la JCB.
Ahora está en Camiri, la ciudad más próxima al campamento del Che, es el mes de marzo de 1967 y faltan menos de 15 días para el primer combate que da comienzo a las acciones armadas. Le acompaña Luis Abasto, joven minero despedido de Siglo XX, miembro de la dirección ampliada de la JCB a quien todos conocen con el apodo de Sullu.
Están hospedados en la casa del dirigente local del PCB en Camiri Israel Avilez y esperan hacer un contacto con Coco Peredo, a quien aprecian y conocen desde varios años atrás.
Solo ese muchacho sabe que un proyecto de foco guerrillero está siendo organizado en las inmediaciones y que han surgido discrepancias entre los operadores cubanos y la dirección del PCB. Abasto lo sabe también, pero en términos muchos más difusos e imprecisos. Avilez lo mismo, sabe de los preparativos, que le entusiasman, pero desconoce las discrepancias surgidas.
Tres compañeros de la dirección de la JCB, a los cuales él estima entrañablemente, Antonio Jiménez, Aniceto Reinaga y Wálter Arancibia, este último también trabajador minero del legendario centro minero de Siglo XX, y condiscípulos de la escuela del Komsomol los dos primeros, están involucrados en el proyecto guerrillero, no se sabe si por decisión propia o por instrucciones del PCB. Monje había dicho que, por lo menos en el caso de Jiménez, él se hacía responsable de su permanencia en el campamento pues le habría dado instrucciones para que se quede.
El Che estaba desaparecido desde 1965 y podría estar entre los operadores cubanos del proyecto.
En la cabeza de aquel joven —que ustedes ya se habrán dado cuenta que era yo— bullían muchos interrogantes: ¿Será el Che el que comanda el grupo? ¿Será posible realizar una discusión política con los compañeros de la JCB ya incorporados? ¿Podría convencerlos de que por disciplina partidaria salgan del campamento… o, a la inversa, ellos convencerán a su secretario general a quedarse a luchar con ellos? ¿Qué tan verdaderas serán las diferencias que impidieron un acuerdo con los guerrilleros, como informó Mario Monje en la reunión del Comité Central, a la que asistimos con Loyola Guzmán y Ramiro Barrenechea como “invitados”, solo con derecho a voz?
Todas esas preguntas y otras que inquietaban a aquel muchacho quedaron sin respuesta. Las acciones se desencadenaron antes de tiempo, él y su compañero tuvieron que salir de Camiri en forma precipitada ante el riesgo de ser apresados.
Con esa versión anecdótica quisiera hoy comenzar mi reflexión sobre el tema que nos reúne. Como lo dije en el prólogo al primer tomo de mis trabajos de investigación documental sobre el Che, de alguna manera me siento un sobreviviente de aquella época en la que muchos miembros de nuestra generación nos sentíamos en disposición de entregar la vida por la revolución.
Hace poco, en una presentación televisiva el entrevistador quería que yo le confirmara que los de esa generación de los años sesenta y setenta hacíamos apología de la muerte y estábamos dispuestos a matar, es decir, a eliminar al otro, para hacer avanzar nuestros propósitos. En verdad, poco había pensado en ello, pero les puedo asegurar que era al revés, amábamos la vida, queríamos transformar la realidad, queríamos un mundo más humano, donde reinara la solidaridad, la libertad y la justicia. Y para ello estábamos dispuestos a entregar nuestras propias vidas.
Puedo asegurarles también que ése era el modo de pensar de los jóvenes que acompañaban al Che, a muchos de los cuales conocí estrechamente como personas de alta calidad humana.
Los meses que siguieron a esta estrambótica presencia nuestra en Camiri intentando tomar contacto con la guerrilla, es decir de marzo a octubre de 1967, pasaron como un torbellino. El PCB fue declarado fuera de la ley y comenzó una fuerte persecución a sus cuadros dirigentes y fue silenciada su prensa. Las relaciones entre el PCB y el naciente núcleo urbano de la guerrilla eran confusas y complicadas. Los dirigentes de entonces, y por supuesto no solamente Mario Monje, hacían cálculos, simulaciones y maniobras. Puedo suponer que pensaban más o menos así: si la guerrilla se consolida y avanza victoriosa, estamos con ella o somos parte de ella; si fracasa, nos lavamos las manos, nosotros dijimos que ése no era el camino. Supuestamente el PCB mantenía su propia línea, que era diferente y contraria al foco guerrillero, pero a la vez declaró su solidaridad con la guerrilla, solidaridad que en cierto momento los jóvenes de entonces llegamos a pensar que no podía ser solamente lírica, a pesar de las diferencias que teníamos con lo que vino a llamarse foquismo. Solidaridad que debía traducirse en hechos, sobre todo después de que el gobierno aplastara sangrientamente a los trabajadores mineros en la masacre de San Juan, el amanecer del 24 de junio de ese año, y después de que se confirmara la caída de Antonio Jiménez en el mes de agosto.
Tal cual podrán imaginarlo, teníamos vacilaciones y amargas desgarraduras, verdaderas crisis de conciencia, como el propio Che dejó escrito en su diario cuando advirtió lo que significaba, estando con él, asumir una posición diferente a la del partido en el cual militábamos. ¿Cuál era nuestro deber de revolucionarios? ¿Cómo mantener la fidelidad al partido en el que nos habíamos educado y al que nos sentíamos vitalmente unidos y a la vez acudir a la trinchera que ocupaban nuestros compañeros, equivocadamente como se nos decía, pero realmente como nosotros la sentíamos?
A mediados de septiembre, Ramiro Barrenechea y yo, los dos dirigentes que quedábamos del núcleo de cinco elegidos por el Comité Nacional del II Congreso, pues Loyola, Antonio y Aniceto habían sido ya separados en el mes de febrero, decidimos incorporarnos a la guerrilla para dar testimonio de nuestra decisión personal de combatir en el único frente que en ese momento resistía de hecho al gobierno dictatorial. Tomamos esa decisión sin abandonar nuestros puntos de vista críticos, sin dejar de ser opuestos a la teoría del foco. El contacto fue imposible, Loyola había sido detenida por esos días y el final llegó a las pocas semanas en La Higuera.
Ésa es mi aproximación personal a los hechos de aquel tiempo.
No conocí al Che físicamente, como seguramente por falta de comunicación sugieren los organizadores de este evento.
Pasados los años, desde las filas del PCB luchamos por el esclarecimiento histórico de los hechos, exigimos que se explicara de manera transparente ante el pueblo boliviano y ante el mundo entero la actuación de los dirigentes que habían manchado al PCB con el estigma de Judas. Este propósito no se pudo cumplir, tanto por el pertinaz y sistemático silencio que revelaba la intención, creemos que todavía vigente, de arreglar las cuentas con la historia de manera administrativa, al mejor estilo burocrático. Como también por la instauración de gobiernos dictatoriales en Bolivia que, como es obvio, relegaban estos temas de la agenda de preocupaciones partidarias y eliminaban cualquier posibilidad de discusiones democráticas internas.
Hace más de diez años (1985), de todas maneras, rompimos el vínculo orgánico con el PCB, luego de un cuarto de siglo de militancia permanente, y emprendimos un trabajo de recuperación y difusión documental que prosigue hasta hoy y que todavía no ha llegado a la fase de reflexiones e interpretaciones como hubiéramos querido.

Temas Relacionados

Comparte y opina:

La vida entre la política y la literatura

La devoción por la literatura y la pasión por la política conviven en el libro de memorias de Ramiro Barrenechea

/ 17 de marzo de 2013 / 04:00

Me conmovió tanto la lectura de este libro que no sabía por dónde empezar a escribir un comentario. Lo leí con enorme placer, disfruté de una lectura atractiva y subyugante por su calidad literaria. Pero además, porque me sentí muchas veces próximo a —o involucrado en— situaciones dramáticas o anecdóticas que abundan en el texto. No en vano entre el autor y yo existe una amistad de más de medio siglo.

Acostumbrados a pensar a Ramiro Barrenechea como poeta —y a la vez político— no siempre advertimos que su destreza en el manejo de la palabra le permite producir una prosa deslumbrante, poética si se quiere, para construir las memorias de su vida, una historia individual cargada de contexto. Porque en él se juntan sensibilidad y talento le ha sido posible alcanzar el nivel de calidad y madurez literaria de esta obra.

Por ello, Dos alas de un mismo vuelo es un libro que viene avalado por una extensa trayectoria de su autor, precisamente en los dos planos a los que alude el título, en la política y en la literatura. Además, sus dos primeros fragmentos, Nota preliminar y El tiempo capturado, lo dicen todo: “Temáticas y motivaciones espontáneamente recogidas en un texto”, “sin plan ni concierto”, “memoria de las cosas sencillas que le ocurrieron a un hombre”. Aunque en el “estilo de nadie”, se reconoce próximo a Confieso que he vivido de Neruda o a Vivir para contarla de García Márquez, sin descartar a Galeano.

Dos alas de un mismo vuelo es el retrato íntimo, al modo fantástico, de la historia boliviana en la segunda mitad del Siglo XX, construido por quien vivió esos años intensamente, abrazó los ideales de transformación social y les dedicó con pasión una buena parte de su existencia.

Una persona no exenta de errores, contradicciones y enredos a los que a veces suele conducir la lucha política. Alguien que no perdió la agudeza de su ingenio y el mágico poder de su palabra aun en las más complicadas situaciones de la vida.

Un poeta capaz de despertar el fervor de los jóvenes cuando declamaba su Ordalía inconclusa en una asamblea multitudinaria de universitarios, en momentos en que comenzábamos a sacar la cabeza luego de la larga noche la clandestinidad que nos impuso la dictadura de Banzer. (Yo asistí a uno de tales eventos y siempre me he preguntado si para un poeta puede haber mayor satisfacción que la que obtuvo Ramiro Barrenechea: el público de pie le ovacionaba y le pedía que repita sus versos, como a un auténtico cantautor.)

Un hombre que se lució en la cátedra universitaria. Que hizo notables aportes académicos trátese de la historia del libro, de la sociología o del derecho agrario. Contribuciones que no se reconocen, se ignoran o se trata de ahogar en el mar viscoso de la mediocridad rampante, de los prejuicios y las envidias que reinan en nuestras casas de estudios “superiores”.

Un líder político cuya proyección se truncó por una madeja de situaciones insondables. Que quizá está en deuda consigo mismo y con sus seguidores, pues todavía están en suspenso balances de sentido crítico, y también autocrítico. Se espera de él la chispa que encienda antiguos y necesarios debates que ayuden a explicar la génesis y la perspectiva de los procesos actuales y, de paso, apacigüen las angustias de quienes no hemos cambiado de bando, ni nos arrepentimos de haber entregado lo mejor de nosotros a la lucha por un cambio revolucionario y por una democracia avanzada que lo haga posible ¿Sirvió de algo la resistencia a las dictaduras? ¿Cuál nuestro principal aporte a este país como generación de revolucionarios? ¿Qué hicimos bien, en qué nos equivocamos y qué dejamos de hacer en el camino que emprendimos desde muy jóvenes?

Dos alas de un mismo vuelo es un multifacético y apasionado collage boliviano que podríamos entender como una provocación a reabrir esas reflexiones ineludibles.

Al no tener el rigor del documento estas memorias no valen como testimonio historiográfico, dice Ramiro Barrenechea. Pero en eso se equivoca. ¡Qué sería de la Historia sin los matices, las percepciones, las visiones y el sello individual aportado por sus protagonistas!

Temas Relacionados

Comparte y opina:

La vida entre la política y la literatura

La devoción por la literatura y la pasión por la política conviven en el libro de memorias de Ramiro Barrenechea

/ 17 de marzo de 2013 / 04:00

Me conmovió tanto la lectura de este libro que no sabía por dónde empezar a escribir un comentario. Lo leí con enorme placer, disfruté de una lectura atractiva y subyugante por su calidad literaria. Pero además, porque me sentí muchas veces próximo a —o involucrado en— situaciones dramáticas o anecdóticas que abundan en el texto. No en vano entre el autor y yo existe una amistad de más de medio siglo.

Acostumbrados a pensar a Ramiro Barrenechea como poeta —y a la vez político— no siempre advertimos que su destreza en el manejo de la palabra le permite producir una prosa deslumbrante, poética si se quiere, para construir las memorias de su vida, una historia individual cargada de contexto. Porque en él se juntan sensibilidad y talento le ha sido posible alcanzar el nivel de calidad y madurez literaria de esta obra.

Por ello, Dos alas de un mismo vuelo es un libro que viene avalado por una extensa trayectoria de su autor, precisamente en los dos planos a los que alude el título, en la política y en la literatura. Además, sus dos primeros fragmentos, Nota preliminar y El tiempo capturado, lo dicen todo: “Temáticas y motivaciones espontáneamente recogidas en un texto”, “sin plan ni concierto”, “memoria de las cosas sencillas que le ocurrieron a un hombre”. Aunque en el “estilo de nadie”, se reconoce próximo a Confieso que he vivido de Neruda o a Vivir para contarla de García Márquez, sin descartar a Galeano.

Dos alas de un mismo vuelo es el retrato íntimo, al modo fantástico, de la historia boliviana en la segunda mitad del Siglo XX, construido por quien vivió esos años intensamente, abrazó los ideales de transformación social y les dedicó con pasión una buena parte de su existencia.

Una persona no exenta de errores, contradicciones y enredos a los que a veces suele conducir la lucha política. Alguien que no perdió la agudeza de su ingenio y el mágico poder de su palabra aun en las más complicadas situaciones de la vida.

Un poeta capaz de despertar el fervor de los jóvenes cuando declamaba su Ordalía inconclusa en una asamblea multitudinaria de universitarios, en momentos en que comenzábamos a sacar la cabeza luego de la larga noche la clandestinidad que nos impuso la dictadura de Banzer. (Yo asistí a uno de tales eventos y siempre me he preguntado si para un poeta puede haber mayor satisfacción que la que obtuvo Ramiro Barrenechea: el público de pie le ovacionaba y le pedía que repita sus versos, como a un auténtico cantautor.)

Un hombre que se lució en la cátedra universitaria. Que hizo notables aportes académicos trátese de la historia del libro, de la sociología o del derecho agrario. Contribuciones que no se reconocen, se ignoran o se trata de ahogar en el mar viscoso de la mediocridad rampante, de los prejuicios y las envidias que reinan en nuestras casas de estudios “superiores”.

Un líder político cuya proyección se truncó por una madeja de situaciones insondables. Que quizá está en deuda consigo mismo y con sus seguidores, pues todavía están en suspenso balances de sentido crítico, y también autocrítico. Se espera de él la chispa que encienda antiguos y necesarios debates que ayuden a explicar la génesis y la perspectiva de los procesos actuales y, de paso, apacigüen las angustias de quienes no hemos cambiado de bando, ni nos arrepentimos de haber entregado lo mejor de nosotros a la lucha por un cambio revolucionario y por una democracia avanzada que lo haga posible ¿Sirvió de algo la resistencia a las dictaduras? ¿Cuál nuestro principal aporte a este país como generación de revolucionarios? ¿Qué hicimos bien, en qué nos equivocamos y qué dejamos de hacer en el camino que emprendimos desde muy jóvenes?

Dos alas de un mismo vuelo es un multifacético y apasionado collage boliviano que podríamos entender como una provocación a reabrir esas reflexiones ineludibles.

Al no tener el rigor del documento estas memorias no valen como testimonio historiográfico, dice Ramiro Barrenechea. Pero en eso se equivoca. ¡Qué sería de la Historia sin los matices, las percepciones, las visiones y el sello individual aportado por sus protagonistas!

Temas Relacionados

Comparte y opina: