Thursday 18 Apr 2024 | Actualizado a 16:02 PM

‘La herencia’, a prueba de sustos

El terror es un género en constante evolución, con claves que a veces no se manejan muy bien

/ 25 de enero de 2016 / 13:36

Es muy poco el cine de género que se produce en Bolivia, y aunque pueda parecer más sencillo de hacer —sus fórmulas son claras y tiene públicos cautivos, con esquemas más universales— lo cierto es que significa enfrentarse a un espectador que lo sabe todo al respecto y se conoce todos los trucos, siendo muy difícil de sorprender. Y es el descuido de elementos muy importantes dentro del género el que hace que La herencia, de Christian Calvo, no logre sorprender a un seguidor del cine de terror.

La historia es sencilla y responde a los códigos habituales en este género: tres generaciones se ven afectadas por el pacto que hace una mujer (interpretada por Yamine Céspedes) para salvar la vida de su hijo Alan (Alejandro Amores), un hombre dedicado al alcohol y que se ve comprometido a pagar por su vida con la de su hijo. El problema es que su exesposa Sara (Gisely Ayub) no puede engendrar.

Una primera gran protagonista de la película es la casa donde acontecen todos los sucesos. De gran belleza y con los espacios adecuados para crear atmósferas de terror, la dirección se ha ocupado de mostrar al inmueble como alguien más, alguien aterrador que no dejará salir a sus ocupantes. No solo es el escenario macabro, sino que  significa la destrucción misma del ente que acosa a los personajes.

Ese primer buen acierto decae con las actuaciones, que por tratar de ser naturales, terminan en lo monótono y en la ausencia de matices. El argumento, por su ritmo, no ayuda a crear los personajes de forma óptima, distrayéndose en el intento de crear cada vez más complicaciones en la historia, en lugar de afianzar la empatía del público con los personajes principales.

El maquillaje es otro problema que afecta al eje central del terror: el susto. Aunque las circunstancias sean inverosímiles, el espectador tiene que tener siempre la posibilidad de saltar y gritar en su butaca, ya sea con los efectos de sonido, con la música o con los cambios de plano. Los más capaces sobresaltarán con la historia misma: el terror surgirá de lo que el espectador sabe que puede pasar.

En La herencia, los responsables de causar los sustos son niños que aparecen durante toda la película con ojeras de brillantes sombras de ojos y labios pintados con carmín, emulando  sangre muy difícil de creer.

Lo mismo sucede con el “malvado” elegido; un lejano Osiris, dios egipcio al que se evoca con rituales en los que los participantes parecen vestidos más para una fiesta temática que como parte de una pesadilla de terror. Desde los dibujos del milenario ojo hasta el supuesto libro de papiro son demasiado falsos como para que uno pueda dejarse entrar en la trama.

Como resultado, entonces, ni la música ni las típicas tomas de las niñas que aparecen y desaparecen correteando por la casa causan mayor emoción. No es una mala producción,  simplemente creo que no se ha sabido captar el ritmo del terror que se produce actualmente, ni proponer otro.

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Banquete LGTB, un homenaje a la diversidad

La Casa de la Cultura de Santa Cruz abrió las puertas a seis artistas que exponen sobre la diversidad sexual recordando a grandes figuras de la historia del arte

/ 25 de octubre de 2015 / 04:00

Todo aquel que hubiese tratado de acudir a esta muestra LGTB (lésbico, gay, transexual y bisexual) con antorchas en mano, tras una imagen escandalosa digna de censurar —se da en la historia del arte, boliviano e internacional, en muchísimas oportunidades—, se equivocó. El visitante encontrará en la Casa de la Cultura de Santa Cruz piezas que hablan sobre la homosexualidad, el transformismo y otras muestras de la diversidad y el amor, sí; pero sin duda hallará con creces arte contemporáneo y, ya lanzando juicios, del bueno.

“La Historia la escriben los vencedores. Deciden lo que recordaremos y lo que ocultaremos”, comienza el texto de Eduardo Ribera Salvatierra (Bluebox), curador de la muestra que cuenta con el apoyo de Igualdad LGTB, el Fondo Mundial, Conexión e Hivos. “Así ha sido con el eros masculino. Al mirar cualquier libro de texto de historia, podríamos creer que ninguna sociedad celebró el amor entre hombres, que jamás un pintor, un poeta o un rey abrieron su cama o su corazón a otro hombre. Las pruebas del amor homosexual fueron discretamente suprimidas, como se hizo con griegos y romanos, o destruidas, como se viene haciendo en la actualidad con las muestras de arte inca y maya halladas recientemente”. 

Es así que esta muestra surge como una reivindicación para poner en valor a los artistas bolivianos que mostraron su lado diverso y que de alguna manera —unos más que otros— lo han reflejado también de manifiesto en sus obras. Son seis artistas los que han tenido el reto de elegir a otros de la historia universal para crear una relectura de sus trabajos, entablando una interlocución entre dos épocas. Cada uno presenta una o más obras recurriendo al trabajo de un artista icónico LGTB. Además se incluye una breve retrospectiva de su obra.

En el repositorio de la plaza 24 de Septiembre, epicentro de la capital cruceña, se ha juntado a Roberto Valcárcel, Ana Carola Vargas, Julio González, Katia Crimson, Nadia Callaú y Alejandra Dorado —todos de Bolivia— con Miguel Ángel, Leonardo Da Vinci, Lili Elbe, Frida Kahlo, Botticelli y Francis Bacon, entre otras figuras internacionales.

Ni bien se ingresa en el repositorio, resalta a la izquierda un video de la cochabambina Alejandra Dorado en el que, a través de las herramientas de la edición digital, se va desfigurando a sí misma, en alusión al trabajo del pintor español Francis Bacon (1909-1992), conocido por trabajar la deformación y la ambigüedad.

Acompaña este video con una selección íntima creada a través de residuos: hay frascos con callos raspados, una taza y platillo de porcelana con uñas cortadas y barnizadas y, para el público, una pila de hojas, cada una con un residuo, como sangre. 

Julio González, que trabaja también con fotografía, tiene dos imágenes que emulan a Leonardo Da Vinci y su Gioconda: Monamamoré y Monaipanema; dos retratos a personajes andróginos de enigmática sonrisa en una fotografía sin ningún retoque.

La obra de González que le acompaña es amplia en el tema: está un compendio de video que, por ejemplo, incluye Caporal dislocado, que primero muestra unas piernas con tacones, una pollera que se mueve al ritmo hasta llegar al torso desnudo del artista. La obra ganó el Premio Arte Joven España del Siart 2011.

Nadia Callaú es una experta en confrontar al cruceño y su identidad en todos los sentidos. En su muestra retrospectiva se puede ver desde intervenciones en collage a fotografías hasta las piezas que propone cada 24 de septiembre, como La historia andando, un happening en el que 70 jóvenes con poleras con los nombres de los personajes de la historia camba recibieron el saludo del alcalde Percy Fernández, banda y todo.

Roberto Valcárcel ofrece una muestra retrospectiva que demuestra su impecable carrera, pero son las dos piezas creadas para la exposición, inspiradas en Warhol, las que brillan: en la primera está un Mickey Mouse despojado de su rojo pantaloncillo, la segunda es la fotografía de una taza de café en la que se refleja la imagen del amado. Sencilla, íntima y poderosa.

La pintura es el lenguaje de Ana Carola Vargas, quien tuvo a Keiko González entre sus maestros. Pero son otros los lenguajes usados los que detonan sobre el tema: La Olga es un video que presenta a una chola que se cambia las polleras y deshace las trenzas frente a las cámaras, y la obra relacional Las cartas, con 100 misivas escritas por niños que viven en cárceles de mujeres. Eso, e Infinito (foto portada), una gran cadena tejida con cabello que se enrosca en el suelo y trepa hacia lo alto.

Cierra la muestra la más novel artista del grupo, pero una de las más contundentes. Katia Crimson es una estudiante transgénero que vive su vida como mujer, habiendo nacido con genitalidad masculina. Si bien se trata de su primera exposición —Ribera la encontró llamado por la fuerza de sus dibujos publicados en internet—, las piezas plantean el tema de la sexualidad ambigua mezclada con los sueños —en un collage matemático de sumar, restar y multiplicar— y un libro con sus dibujos con un zoom para mostrar detalles de su trazo.

Se trata de las propuestas de seis artistas que invitan al (auto)conocimiento, a repensar la sociedad y a darle a los grandes artistas su lugar, sin importar sus preferencias sexuales. Es hora de reescribir la Historia.

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Todo aquel que hubiese tratado de acudir a esta muestra LGTB (lésbico, gay, transexual y bisexual) con antorchas en mano, tras una imagen escandalosa digna de censurar —se da en la historia del arte, boliviano e internacional, en muchísimas oportunidades—, se equivocó. El visitante encontrará en la Casa de la Cultura de Santa Cruz piezas que hablan sobre la homosexualidad, el transformismo y otras muestras de la diversidad y el amor, sí; pero sin duda hallará con creces arte contemporáneo y, ya lanzando juicios, del bueno.

“La Historia la escriben los vencedores. Deciden lo que recordaremos y lo que ocultaremos”, comienza el texto de Eduardo Ribera Salvatierra (Bluebox), curador de la muestra que cuenta con el apoyo de Igualdad LGTB, el Fondo Mundial, Conexión e Hivos. “Así ha sido con el eros masculino. Al mirar cualquier libro de texto de historia, podríamos creer que ninguna sociedad celebró el amor entre hombres, que jamás un pintor, un poeta o un rey abrieron su cama o su corazón a otro hombre. Las pruebas del amor homosexual fueron discretamente suprimidas, como se hizo con griegos y romanos, o destruidas, como se viene haciendo en la actualidad con las muestras de arte inca y maya halladas recientemente”. 

Es así que esta muestra surge como una reivindicación para poner en valor a los artistas bolivianos que mostraron su lado diverso y que de alguna manera —unos más que otros— lo han reflejado también de manifiesto en sus obras. Son seis artistas los que han tenido el reto de elegir a otros de la historia universal para crear una relectura de sus trabajos, entablando una interlocución entre dos épocas. Cada uno presenta una o más obras recurriendo al trabajo de un artista icónico LGTB. Además se incluye una breve retrospectiva de su obra.

En el repositorio de la plaza 24 de Septiembre, epicentro de la capital cruceña, se ha juntado a Roberto Valcárcel, Ana Carola Vargas, Julio González, Katia Crimson, Nadia Callaú y Alejandra Dorado —todos de Bolivia— con Miguel Ángel, Leonardo Da Vinci, Lili Elbe, Frida Kahlo, Botticelli y Francis Bacon, entre otras figuras internacionales.

Ni bien se ingresa en el repositorio, resalta a la izquierda un video de la cochabambina Alejandra Dorado en el que, a través de las herramientas de la edición digital, se va desfigurando a sí misma, en alusión al trabajo del pintor español Francis Bacon (1909-1992), conocido por trabajar la deformación y la ambigüedad.

Acompaña este video con una selección íntima creada a través de residuos: hay frascos con callos raspados, una taza y platillo de porcelana con uñas cortadas y barnizadas y, para el público, una pila de hojas, cada una con un residuo, como sangre. 

Julio González, que trabaja también con fotografía, tiene dos imágenes que emulan a Leonardo Da Vinci y su Gioconda: Monamamoré y Monaipanema; dos retratos a personajes andróginos de enigmática sonrisa en una fotografía sin ningún retoque.

La obra de González que le acompaña es amplia en el tema: está un compendio de video que, por ejemplo, incluye Caporal dislocado, que primero muestra unas piernas con tacones, una pollera que se mueve al ritmo hasta llegar al torso desnudo del artista. La obra ganó el Premio Arte Joven España del Siart 2011.

Nadia Callaú es una experta en confrontar al cruceño y su identidad en todos los sentidos. En su muestra retrospectiva se puede ver desde intervenciones en collage a fotografías hasta las piezas que propone cada 24 de septiembre, como La historia andando, un happening en el que 70 jóvenes con poleras con los nombres de los personajes de la historia camba recibieron el saludo del alcalde Percy Fernández, banda y todo.

Roberto Valcárcel ofrece una muestra retrospectiva que demuestra su impecable carrera, pero son las dos piezas creadas para la exposición, inspiradas en Warhol, las que brillan: en la primera está un Mickey Mouse despojado de su rojo pantaloncillo, la segunda es la fotografía de una taza de café en la que se refleja la imagen del amado. Sencilla, íntima y poderosa.

La pintura es el lenguaje de Ana Carola Vargas, quien tuvo a Keiko González entre sus maestros. Pero son otros los lenguajes usados los que detonan sobre el tema: La Olga es un video que presenta a una chola que se cambia las polleras y deshace las trenzas frente a las cámaras, y la obra relacional Las cartas, con 100 misivas escritas por niños que viven en cárceles de mujeres. Eso, e Infinito (foto portada), una gran cadena tejida con cabello que se enrosca en el suelo y trepa hacia lo alto.

Cierra la muestra la más novel artista del grupo, pero una de las más contundentes. Katia Crimson es una estudiante transgénero que vive su vida como mujer, habiendo nacido con genitalidad masculina. Si bien se trata de su primera exposición —Ribera la encontró llamado por la fuerza de sus dibujos publicados en internet—, las piezas plantean el tema de la sexualidad ambigua mezclada con los sueños —en un collage matemático de sumar, restar y multiplicar— y un libro con sus dibujos con un zoom para mostrar detalles de su trazo.

Se trata de las propuestas de seis artistas que invitan al (auto)conocimiento, a repensar la sociedad y a darle a los grandes artistas su lugar, sin importar sus preferencias sexuales. Es hora de reescribir la Historia.

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Banquete LGTB, un homenaje a la diversidad

La Casa de la Cultura de Santa Cruz abrió las puertas a seis artistas que exponen sobre la diversidad sexual recordando a grandes figuras de la historia del arte

/ 25 de octubre de 2015 / 04:00

Todo aquel que hubiese tratado de acudir a esta muestra LGTB (lésbico, gay, transexual y bisexual) con antorchas en mano, tras una imagen escandalosa digna de censurar —se da en la historia del arte, boliviano e internacional, en muchísimas oportunidades—, se equivocó. El visitante encontrará en la Casa de la Cultura de Santa Cruz piezas que hablan sobre la homosexualidad, el transformismo y otras muestras de la diversidad y el amor, sí; pero sin duda hallará con creces arte contemporáneo y, ya lanzando juicios, del bueno.

“La Historia la escriben los vencedores. Deciden lo que recordaremos y lo que ocultaremos”, comienza el texto de Eduardo Ribera Salvatierra (Bluebox), curador de la muestra que cuenta con el apoyo de Igualdad LGTB, el Fondo Mundial, Conexión e Hivos. “Así ha sido con el eros masculino. Al mirar cualquier libro de texto de historia, podríamos creer que ninguna sociedad celebró el amor entre hombres, que jamás un pintor, un poeta o un rey abrieron su cama o su corazón a otro hombre. Las pruebas del amor homosexual fueron discretamente suprimidas, como se hizo con griegos y romanos, o destruidas, como se viene haciendo en la actualidad con las muestras de arte inca y maya halladas recientemente”. 

Es así que esta muestra surge como una reivindicación para poner en valor a los artistas bolivianos que mostraron su lado diverso y que de alguna manera —unos más que otros— lo han reflejado también de manifiesto en sus obras. Son seis artistas los que han tenido el reto de elegir a otros de la historia universal para crear una relectura de sus trabajos, entablando una interlocución entre dos épocas. Cada uno presenta una o más obras recurriendo al trabajo de un artista icónico LGTB. Además se incluye una breve retrospectiva de su obra.

En el repositorio de la plaza 24 de Septiembre, epicentro de la capital cruceña, se ha juntado a Roberto Valcárcel, Ana Carola Vargas, Julio González, Katia Crimson, Nadia Callaú y Alejandra Dorado —todos de Bolivia— con Miguel Ángel, Leonardo Da Vinci, Lili Elbe, Frida Kahlo, Botticelli y Francis Bacon, entre otras figuras internacionales.

Ni bien se ingresa en el repositorio, resalta a la izquierda un video de la cochabambina Alejandra Dorado en el que, a través de las herramientas de la edición digital, se va desfigurando a sí misma, en alusión al trabajo del pintor español Francis Bacon (1909-1992), conocido por trabajar la deformación y la ambigüedad.

Acompaña este video con una selección íntima creada a través de residuos: hay frascos con callos raspados, una taza y platillo de porcelana con uñas cortadas y barnizadas y, para el público, una pila de hojas, cada una con un residuo, como sangre. 

Julio González, que trabaja también con fotografía, tiene dos imágenes que emulan a Leonardo Da Vinci y su Gioconda: Monamamoré y Monaipanema; dos retratos a personajes andróginos de enigmática sonrisa en una fotografía sin ningún retoque.

La obra de González que le acompaña es amplia en el tema: está un compendio de video que, por ejemplo, incluye Caporal dislocado, que primero muestra unas piernas con tacones, una pollera que se mueve al ritmo hasta llegar al torso desnudo del artista. La obra ganó el Premio Arte Joven España del Siart 2011.

Nadia Callaú es una experta en confrontar al cruceño y su identidad en todos los sentidos. En su muestra retrospectiva se puede ver desde intervenciones en collage a fotografías hasta las piezas que propone cada 24 de septiembre, como La historia andando, un happening en el que 70 jóvenes con poleras con los nombres de los personajes de la historia camba recibieron el saludo del alcalde Percy Fernández, banda y todo.

Roberto Valcárcel ofrece una muestra retrospectiva que demuestra su impecable carrera, pero son las dos piezas creadas para la exposición, inspiradas en Warhol, las que brillan: en la primera está un Mickey Mouse despojado de su rojo pantaloncillo, la segunda es la fotografía de una taza de café en la que se refleja la imagen del amado. Sencilla, íntima y poderosa.

La pintura es el lenguaje de Ana Carola Vargas, quien tuvo a Keiko González entre sus maestros. Pero son otros los lenguajes usados los que detonan sobre el tema: La Olga es un video que presenta a una chola que se cambia las polleras y deshace las trenzas frente a las cámaras, y la obra relacional Las cartas, con 100 misivas escritas por niños que viven en cárceles de mujeres. Eso, e Infinito (foto portada), una gran cadena tejida con cabello que se enrosca en el suelo y trepa hacia lo alto.

Cierra la muestra la más novel artista del grupo, pero una de las más contundentes. Katia Crimson es una estudiante transgénero que vive su vida como mujer, habiendo nacido con genitalidad masculina. Si bien se trata de su primera exposición —Ribera la encontró llamado por la fuerza de sus dibujos publicados en internet—, las piezas plantean el tema de la sexualidad ambigua mezclada con los sueños —en un collage matemático de sumar, restar y multiplicar— y un libro con sus dibujos con un zoom para mostrar detalles de su trazo.

Se trata de las propuestas de seis artistas que invitan al (auto)conocimiento, a repensar la sociedad y a darle a los grandes artistas su lugar, sin importar sus preferencias sexuales. Es hora de reescribir la Historia.

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Banquete LGTB, un homenaje a la diversidad

La Casa de la Cultura de Santa Cruz abrió las puertas a seis artistas que exponen sobre la diversidad sexual recordando a grandes figuras de la historia del arte

/ 25 de octubre de 2015 / 04:00

Todo aquel que hubiese tratado de acudir a esta muestra LGTB (lésbico, gay, transexual y bisexual) con antorchas en mano, tras una imagen escandalosa digna de censurar —se da en la historia del arte, boliviano e internacional, en muchísimas oportunidades—, se equivocó. El visitante encontrará en la Casa de la Cultura de Santa Cruz piezas que hablan sobre la homosexualidad, el transformismo y otras muestras de la diversidad y el amor, sí; pero sin duda hallará con creces arte contemporáneo y, ya lanzando juicios, del bueno.

“La Historia la escriben los vencedores. Deciden lo que recordaremos y lo que ocultaremos”, comienza el texto de Eduardo Ribera Salvatierra (Bluebox), curador de la muestra que cuenta con el apoyo de Igualdad LGTB, el Fondo Mundial, Conexión e Hivos. “Así ha sido con el eros masculino. Al mirar cualquier libro de texto de historia, podríamos creer que ninguna sociedad celebró el amor entre hombres, que jamás un pintor, un poeta o un rey abrieron su cama o su corazón a otro hombre. Las pruebas del amor homosexual fueron discretamente suprimidas, como se hizo con griegos y romanos, o destruidas, como se viene haciendo en la actualidad con las muestras de arte inca y maya halladas recientemente”. 

Es así que esta muestra surge como una reivindicación para poner en valor a los artistas bolivianos que mostraron su lado diverso y que de alguna manera —unos más que otros— lo han reflejado también de manifiesto en sus obras. Son seis artistas los que han tenido el reto de elegir a otros de la historia universal para crear una relectura de sus trabajos, entablando una interlocución entre dos épocas. Cada uno presenta una o más obras recurriendo al trabajo de un artista icónico LGTB. Además se incluye una breve retrospectiva de su obra.

En el repositorio de la plaza 24 de Septiembre, epicentro de la capital cruceña, se ha juntado a Roberto Valcárcel, Ana Carola Vargas, Julio González, Katia Crimson, Nadia Callaú y Alejandra Dorado —todos de Bolivia— con Miguel Ángel, Leonardo Da Vinci, Lili Elbe, Frida Kahlo, Botticelli y Francis Bacon, entre otras figuras internacionales.

Ni bien se ingresa en el repositorio, resalta a la izquierda un video de la cochabambina Alejandra Dorado en el que, a través de las herramientas de la edición digital, se va desfigurando a sí misma, en alusión al trabajo del pintor español Francis Bacon (1909-1992), conocido por trabajar la deformación y la ambigüedad.

Acompaña este video con una selección íntima creada a través de residuos: hay frascos con callos raspados, una taza y platillo de porcelana con uñas cortadas y barnizadas y, para el público, una pila de hojas, cada una con un residuo, como sangre. 

Julio González, que trabaja también con fotografía, tiene dos imágenes que emulan a Leonardo Da Vinci y su Gioconda: Monamamoré y Monaipanema; dos retratos a personajes andróginos de enigmática sonrisa en una fotografía sin ningún retoque.

La obra de González que le acompaña es amplia en el tema: está un compendio de video que, por ejemplo, incluye Caporal dislocado, que primero muestra unas piernas con tacones, una pollera que se mueve al ritmo hasta llegar al torso desnudo del artista. La obra ganó el Premio Arte Joven España del Siart 2011.

Nadia Callaú es una experta en confrontar al cruceño y su identidad en todos los sentidos. En su muestra retrospectiva se puede ver desde intervenciones en collage a fotografías hasta las piezas que propone cada 24 de septiembre, como La historia andando, un happening en el que 70 jóvenes con poleras con los nombres de los personajes de la historia camba recibieron el saludo del alcalde Percy Fernández, banda y todo.

Roberto Valcárcel ofrece una muestra retrospectiva que demuestra su impecable carrera, pero son las dos piezas creadas para la exposición, inspiradas en Warhol, las que brillan: en la primera está un Mickey Mouse despojado de su rojo pantaloncillo, la segunda es la fotografía de una taza de café en la que se refleja la imagen del amado. Sencilla, íntima y poderosa.

La pintura es el lenguaje de Ana Carola Vargas, quien tuvo a Keiko González entre sus maestros. Pero son otros los lenguajes usados los que detonan sobre el tema: La Olga es un video que presenta a una chola que se cambia las polleras y deshace las trenzas frente a las cámaras, y la obra relacional Las cartas, con 100 misivas escritas por niños que viven en cárceles de mujeres. Eso, e Infinito (foto portada), una gran cadena tejida con cabello que se enrosca en el suelo y trepa hacia lo alto.

Cierra la muestra la más novel artista del grupo, pero una de las más contundentes. Katia Crimson es una estudiante transgénero que vive su vida como mujer, habiendo nacido con genitalidad masculina. Si bien se trata de su primera exposición —Ribera la encontró llamado por la fuerza de sus dibujos publicados en internet—, las piezas plantean el tema de la sexualidad ambigua mezclada con los sueños —en un collage matemático de sumar, restar y multiplicar— y un libro con sus dibujos con un zoom para mostrar detalles de su trazo.

Se trata de las propuestas de seis artistas que invitan al (auto)conocimiento, a repensar la sociedad y a darle a los grandes artistas su lugar, sin importar sus preferencias sexuales. Es hora de reescribir la Historia.

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El grito detrás del ‘Playback’

El teatrista Winner Zeballos lleva sus demonios a escena y los exorciza a través del performance

/ 30 de agosto de 2015 / 04:00

Winner Zeballos (Win) se encuentra en un momento clave de su vida teatral, pero sin ideas, sin considerar que ha hecho nada interesante y sin actores con los que contar. Tiene que recurrir a trucos para que no se noten esas deficiencias: les hace actuar en “playback”. La verdadera voz detrás de la grabación, esa urgencia de expresarse, grita desde la desnudez de una propuesta arriesgada y sin tapujos que vuelve a vivirse (sufrirse) en cada función, cual pesadilla.

La clave del teatro, lo que hace que este arte no pierda vigencia, es ese “algo” que sucede en escena. Y lograr ese “algo” —que a veces suena a contradicción, pues la acción teatral parte de lo falso, de la simulación, la recreación y el ensayo; para renacer como algo nuevo en cada función— no siempre se consigue. Mucho más allá ha ido el director y actor paceño Winner Zeballos, quien lleva sus demonios internos criados en las tablas hasta el performance, donde las cosas, cada función, “suceden” literalmente.

Playback —presentada en una primera breve temporada del 21 al 23 de agosto en el espacio escénico El Desnivel— llega tras el trabajo de Zeballos con el teatrista cochabambino Diego Aramburo, quien contó con el actor en Morales y La Santa Cruz de Sade. Según Zeballos, la obra surgió “durante una añoranza del frío paceño”.

Siguiendo la línea de exploración de Aramburo a través del performance, Win presenta en escena su propia historia, desarrollando su visión personal de lo que es hacer teatro en Bolivia. Win (él mismo, el “oso Win” que se siente gordo), cuestiona su calidad de teatrista y por ello, para su cumpleaños 28, ha decidido matarse en una fiesta-performance-puesta ante la mirada de su novia (Ross Caballero) y de su mejor amigo (Jazz Vásquez).

Así, Zeballos desnuda en texto sus deficiencias, sus preocupaciones, sus anhelos; desdice sus mentiras y se las refriega. Pero no se limita a trabajar con la palabra: el autor recurre a la acción y se corta cabello, bebe alcohol, se marca la piel con hojas de afeitar, se desnuda, se baña en tierra… bebe Coca-Cola con leche y papas fritas. No son acciones estériles: cada una habla de una catarsis, de una purga, de una cura al “estreñimiento creativo que causa desgarros en el ano”; cada una sirve, noche tras noche, para ejecutar un suicidio ceremonial.

Ross Caballero (la novia) hace el contrapunto a Zeballos, es el cable a tierra del soñador autodestructivo, y aunque ella misma se admite “no muy buena” haciendo teatro, afianza la obra y ofrece también su perspectiva desde lo físico y lo textual. Jazz, el mejor amigo, en cambio, hace su “playback” desde la musicalización en vivo de la obra.

Caótica, provocadora y delirante, Playback puede gustar o no al espectador, pero sin duda, le deja una constancia: “Algo” ha pasado en escena.

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