Thursday 28 Mar 2024 | Actualizado a 13:04 PM

Dioses de tinta de Adriana Bravo

La artista trae a través del dibujo y la instalación en video a dioses arcanos, con fuerte dualidad y representación animal, de las tradiciones mexicanas y bolivianas.

/ 1 de febrero de 2016 / 16:53

En estas páginas está presente el venado de dos cabezas, uno de los dioses más poderosos, temidos y amados de la tradición Nahual, de México. Y no se trata de una metáfora: realmente está la divinidad. “En otro tiempo los dioses estaban presentes en casi todos los actos de la vida diaria, sin que hubiera una clara distinción entre lo natural y lo sobrenatural, entre la vida terrena y el más allá, entre los hombres y los dioses. Los códices pudieron haber sido creados como poderosos instrumentos rituales, cuyas imágenes no eran representaciones de dioses, sino ‘presencias’ de gran fuerza mágica que introducían, a quien se relacionaba con ellos, a un universo dinámico en que dioses y hombres escribían juntos sus destinos”, explica Adriana Bravo, una artista visual boliviana que ha investigado a través del dibujo, el video y la animación sobre los animales en nuestros sistemas de creencias, con énfasis en México y Bolivia, donde desarrolla su trabajo.

Precisamente, en su paso por el país, Bravo presentó hace una semana una exposición en el nuevo espacio cultural en Cochabamba, La Matraca (Trojes, camino a Tiquipaya), algunas piezas emblemáticas y registros de obra, en las que destaca esta relación entre lo humano y lo animal.

Si bien la tradición judeocristiana se ha encargado de separar bien a animales de humanos, la construcción de los dioses nahuales mexicanos —y se podría decir que prehispánicos en general, pues algo muy parecido ocurre en las culturas aimara y quechua— combina rasgos de diferentes animales, y los dota de un carácter susceptible de transformaciones.

Bravo apunta que “se trata de seres que no simplemente son, sino que devienen”. “Los dioses prehispánicos eran dioses proteicos, esto es, cambiaban de forma, de edad, de sexo y hasta de color dependiendo de sus funciones. La mayoría era poliforme, pero sobre todo dual. Este principio doble es uno de los fundamentos de la religión mesoamericana: Los dioses tienen un aspecto masculino y otro femenino, en una sola personificación o desdoblados; generalmente tienen un nahual o doble zoomorfo; son ancianos y jóvenes, sol de noche y sol de día, son benéficos o crueles, dadivosos y miserables a la vez. Aunque cada uno tenga un papel determinado pueden tener varios atributos y multitud de nombres y aun de vestimentas, según su función y lugar donde aparezcan. Decidí trabajar con las evocaciones de nahuales de los dioses, y así en la exposición tenemos sus representaciones mayormente zoomorfas. Por ello se eligieron 12 personificaciones de Dioses nahuales, los avatares animales de los dioses”.

Estos seres no solo representan rasgos del ser humano, son también sus fortalezas, sus sombras y se combinan como elementos de lucha. Si la iglesia judeocristiana —nacida de pueblos de pastores y pescadores— nos dijo que éramos corderos, las culturas prehispánicas hablan desde pueblos cazadores y guerreros; por eso abundan los jaguares, las serpientes y las águilas. Con el paso de la civilización, los animales fueron siendo desplazados por nuevos dioses. Sin embargo, Bravo advirtió que la selva de cemento resguardaba feroces nahuales que forman el alma de las urbes.

Así nació la pieza Errantes, un proyecto interdisciplinario en que trabajó con la animación y la ilusión de movimiento, desplazándola al contexto urbano. “Ciudad e imagen animada son los materiales de trabajo de esta propuesta de arte público que se desplaza en la frontera entre nuevos medios y técnicas analógicas, contexto social e intervención urbana. Este proyecto está constituido por un archivo de imágenes animadas ex profeso que posteriormente se digitalizaron, generando secuencias digitales intervenidas en tiempo real. El proyecto se apropia de la memoria visual urbana y genera un abanico de loop animados cuyo contenido es un conjunto de animales que representan un posible bestiario urbano simbólico que retoma animales prehispánicos: animales de poder”.

Errantes presentó dibujos en stencil animados y proyectados sobre distintos espacios en la ciudad. En la misma línea la artista fue desarrollando los dibujos de los nuevos dioses nahuales, divinidades que no habían sido representadas, como el venado de dos cabezas, este imponente ser que refleja el misterio del deseo y el peligro: el animal que ve altivo y seductor a su cazador antes de ser asesinado. Y este dios, a través de la gráfica de Bravo, ha regresado.

‘Errantes’, la animalidad sagrada

La imaginación colectiva es demasiado antropocéntrica para representar lo que es el mundo

Ramiro Garavito – Curador

Estar aquí, en la urbe, constituidos por pedazos infinitesimales, genéticos y conceptuales que no son los nuestros; pensar con las palabras de otros, antiguos, lejanos y extraños; decir lo que decimos con un lenguaje que comunica mundos y visiones de un pasado que nos vive; compartir sentimientos e ideales de una especie insaciable que se auto-inventó como humanidad no solo para diferenciarse de los animales sino para reducirlos, quebrantarlos o suprimirlos. Todo eso nos constituye, como en una visión impresa de un mundo cuya única realidad posible son las figuraciones de una imaginación colectiva, demasiado antropocéntrica para representar lo que el mundo es.

Si nos acercamos más a Errantes nos daremos cuenta de que, como le conviene a toda buena obra de arte, es el resultado de investigaciones y reflexiones varias.

Los animales que vemos en la obra no provienen solamente del conocimiento empírico que caracteriza a nuestro básico modo de aprehender la realidad, sino de aquellos conocimientos antiguos que la pedantería occidental convirtió en “mitologías” y “cosmovisiones” “étnicas”. 

Esos animales tienen un carácter arcano, poseen las características de los nahuales de las grandes culturas mesoamericanas, son los animales que fundan esa animalidad interior —es decir: es lo particular que funda lo general y no a la inversa, como hubieran pensado Platón o los Padres de la iglesia— que nos constituye en tanto divinidad posible. Es nuestro único vínculo con lo sagrado, pero también es nuestro ser interior que nos guía, protege y caracteriza como individuo: la animalidad, en este sentido, es una entidad metamórfica que se deriva de su colapso, o de su concreción, en cada individuo.

Esa animalidad sagrada está en nosotros, pero también está en los animales domésticos o silvestres que amamos, maltratamos, sacrificamos o matamos todos los días. Son esos animales, algunos sobrevivientes, otros en vías de desaparición retinal, a los que convoca Adriana Bravo en su obra, al influjo de la imagen —no representada como lo hace occidente sino presentada—, para señalarlos y mostrar que están allí, con una vida distinta, recorriendo las calles, las pasarelas, los muros, las columnas y los relieves arquitectónicos de nuestras ciudades, y recordándonos nuestra animalidad perdida.

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Silvia Cuello saca a la luz el abismo

A través de ilustraciones, la artista visual recorre en un libro y en una exposición en el Museo Nacional de Arte su proceso contra la depresión

Por Miguel Vargas

/ 25 de febrero de 2024 / 06:49

No son frecuentes las valiosas oportunidades en que podemos encontrarnos con una narración tan bien ilustrada y elocuente de algo que resulta ser muy profundamente subjetivo: las vivencias de experiencias y emociones de la depresión, descritas por una persona que nada más y nada menos es una de sus protagonistas”, escribe la doctora Elizabeth Patiño Durán, presidente de la Sociedad Boliviana de Psiquiatría, en el prólogo del libro El abismo ilustrado, obra que con motivo de la exposición de igual nombre que la artista Silvia Cuello presenta en la sala Diez de Medina el Museo Nacional de Arte (Comercio y Socabaya) se plasmó en un tiraje inicial de 50 ejemplares. “Mi objetivo es lograr apoyos para realizar una tirada grande y que el libro pueda distribuirse en escuelas y centros psiquiátricos y sanitarios”, visiona la artista española radicada en Bolivia.

“En un despliegue de genialidad, Silvia nos muestra con una impresionante sutileza, en los trazos diáfanos, precisos y hermosos de sus pinceles y de su pluma, las diferentes manifestaciones del cúmulo de vivencias y emociones tormentosas, que caracterizan este trastorno”, continúa la especialista que trató a la artista, quien fue diagnosticadahace varios años con depresión crónica.

“En medio de todo ello, la motivación y el eje central que movió a Silvia nos muestra su gran capacidad de resiliencia, sobreponiéndose a la adversidad y presentándonos esta obra de arte que además se constituye en una innovadora guía, para ayudar a quienes atraviesan cualquiera de las formas de depresión, a sentirse menos solas y menos ‘locas’, y brindar valiosas pautas de empatía a las personas que las rodean, para entender, comprender, acompañar e impulsar a buscar ayuda a tiempo”, finaliza Patiño Durán, presentando la serie de 26 ilustraciones que conforman la exposición.

“La depresión es una enfermedad que despierta poca empatía. Apenas se habla de su existencia y muchas personas la padecen en silencio, o incluso sin saberlo.  Aunque es una idea extendida, la depresión no equivale a estar triste, sino que se trata de un trastorno mental complejo y difícil de describir, que en los casos agudos impide desenvolverse en la vida cotidiana”, introduce Cuello sobre la temática que explora El abismo ilustrado.

La artista nació en 1980 en Barcelona, España, es licenciada en Bellas Artes y se dedica a la pintura y a la docencia. Llegó a Bolivia como voluntaria a Cochabamba, y se quedó explorando distintos lenguajes, como el collage. Para esta muestra, el vehículo fue la ilustración.

“La depresión no es algo a tomar a la ligera, es la principal causa de suicidio a nivel mundial. Mirar hacia otro lado, tanto si el problema lo padece uno mismo, como si lo sufre alguna persona de nuestro entorno, agrava la situación. En la mayoría de los casos la depresión se puede curar, pero solo si se trata a tiempo con ayuda profesional”, acota la creadora.

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“Cada persona sufre de manera distinta la depresión pero, aunque los síntomas sean diversos, lo que siempre está presente es un padecimiento mental atroz, muy activo y difícil de describir. Es por ello que, en un intento de darle una forma visual a ese sufrimiento, he querido hacer este libro, cuyos principales propósitos son tres: En primer lugar, tratar de que las personas con depresión se sientan un poco menos solas en su lucha, al mostrarles que lo que están sintiendo no es algo raro. En segundo, enfrentar el tabú y dar a conocer mejor la enfermedad, para que personas que tal vez la padezcan sin saberlo, tomen conciencia de ello y busquen tratamiento.Y en tercer lugar, hacer la depresión un poco más entendible al resto, para que los familiares y amigos de los afectados sean más capaces de empatizar con ellos y poder ayudarles”.

Y así como fue una poderosa catarsis, la exposición tomó también la forma de un impreso y continúa hoy su propio camino. “Culminar este libro ha sido un objetivo personal que me ha dado sentido y dirección durante lo dos últimos años. El proceso creativo ha sido duro, ha habido varios momentos de desmotivación y amarga autocrítica. Así que estoy muy orgullosa de haber seguido adelante, hasta el final”.

Es duro ilustrar la propia vulnerabilidad, “pero pienso que como artista tengo la posibilidad y en cierto modo el deber de usar mi don para ‘tocar’ a los demás de algún modo. —concluye la autora— Con esta obra he querido transmitir el mensaje de que no es fácil vivir con depresión, pero que se puede salir, y que vale la pena el esfuerzo. Personalmente estoy agradecida por las lecciones valiosas que he aprendido en este camino”.

Texto: Miguel Vargas

Imágenes: Silvia Cuello

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Un singani de Villa Abecia guarda el alma de un teatrista

¿Es posible que un actor pueda concentrar su esencia en una bebida espirituosa? Así lo prueba Kike Gorena

Por Miguel Vargas

/ 18 de febrero de 2024 / 06:42

Que un perfume lleve el nombre de un actor famoso es cosa de todos los días en Hollywood, pero que un destilado —un singani, y de Villa Abecia, además— lleve el nombre —y el alma— de un teatrista boliviano es menos común. El actor, director y dramaturgo potosino (1978) Kike Gorena es el hombre en cuestión. Y él mismo va a relatar este su paseo por los élixires de la uva moscatel de los Cintis.

— Cómo surge la idea de lanzar tu propia marca?

— Como alguien diría, “me han obligado” los amigos que han sido mis primeros clientes cuando vendía este embotellado como singani de Villa Abecia. Como buen embajador cinteño me tocó propiciar varias degustaciones donde pude ver cómo este singani, literal, les acariciaba el alma… aunque una amiga por molestar decía que también le acariciaba el hígado. Estos degustadores muy entusiastas siempre alimentaron entre broma y broma la fantasía de que el Tonelito algún día será un singani top, súper famoso y reconocido. Así nació la idea de bautizarle como ya le llamaban de cariño: Tonelito de Gorena.

El segundo paso fue hacerle una etiqueta. Todo entra por los ojos y un producto artesanal sin nombre y sin etiqueta no te entusiasma mucho, salvo que ya lo hayas probado. Así fue que, jugueteando con mis primos y primas, hicimos la fotito que después sería nuestra primera etiqueta, que se basó en el Dios de Miguel Ángel, quien alcanza una copa de singani a un mortal. Como reza en nuestra actual etiqueta “Un día el maestro singanero, cual fresco de Sixtina, alcanzóme su bebida, sostenido por querubines, que cantaban hasta los confines.”

Archivo Tonelito

En nuestro caso el maestro singanero es mi tío Ramiro Ibañez, todo el honor y gratitud al mago de la uva que convierte el fruto divino en ese singani exquisito, al que de cariño todos en el pueblo le conocen como Calacho.

— Esta bebida evoca además imágenes: ¿Qué ha significado en tu vida el singani?

— Yo me crié viendo cómo mi papá preparaba sus cocteles y chuflays con el singani que le llegaba de Villa Abecia, de donde él era. Nosotros vivíamos en Potosí y todos los fines de semana, antes del almuerzo, era de rigor tomar unos aperitivos. Ni siquiera a los niños se nos mezquinaba el vino ni el singani; por supuesto sorbitos, no van a creer que me daban en mi mamadera.

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Así fue que me contagié del entusiasmo de mi viejito para preparar sus finos cocteles. Se notaba que le causaba orgullo convidar el traguito de su tierra, y qué mejor si era con limones de Villa Abecia, si de chuflays se trataba. El singani para mí es un vínculo directo con la tierra cinteña, donde pasé mis mejores vacaciones. Es el verdadero cable a tierra donde realmente se ejerce la libertad. Supongo que por eso me da por romantizar sobre ese líquido que tiene contenido el esfuerzo del viñatero, el talento del destilador, el trabajo de la naturaleza para producir esa uvita y lo más increíble es que todo eso se logra sentir cuando tomas un sorbo del Tonelito. Algo mágico pasa ahí, no es así nomás. Por eso la misión que tengo como El Duque del Singani es lograr que más personas tengan la posibilidad de tomarse y conocer un Tonelito de Gorena.

— ¿Cómo describes la personalidad de tu marca, que se evidencia en la publicidad que sueles hacer al singani?

— Su personalidad está en el atribuirse poderes y títulos que dice que te otorgan cuando tomas Tonelito. Sin admitir que se trate de publicidad engañosa, más bien, tiene que ver con jugar con lo que no está del todo descartado. Porque Tonelito sí te puede mostrar las estrellas, o te ayuda a conectarte con tus raíces y te hace hablar en lenguas. También te puede dar glamour, aunque flotando en un estanque sobre una cama de botellas pet. O te puede dar la inmortalidad de un vampiro. O te ayuda a conquistar a tus suegros. Quizá te ayude a cruzar a pie el salar de Uyuni.

Revisando en el “Face” las primeras publicaciones que hacía, ya estaban en esa línea de afirmaciones marketeras y osadas, como una que decía que “Tonelito de Gorena no te abandona ni en el auto de buen Gobierno #pedidosInbox”. Más allá de tratarse de algo serio o en juego, creo que hay un limbo de lo indefinido donde siempre me ha gustado jugar, incluso desde el teatro.

Si solo ofrezco el mejor singani de Villa Abecia no es suficiente, por muy verdadera que sea esta afirmación. Hace falta propuestas publicitarias más arriesgadas para salir del molde y sobresalir del resto. Alejarse de la pretensión de ofrecer, clase, distinción, exclusividad, status… valores que están lejos de la mayoría de la población. Sería más lindo querernos tal cual somos y apreciarnos también con nuestras imperfecciones. Recuerdo que cuando sondeaba el impacto de mis publicidades con los compañeros de mi promoción, la sensación era parecida. Me pedían que se muestre personas más elegantes, vasos mas finos, como si el encanto del singani no estuviese también en sus alegres borrachitos. Otras amigas se fijaban si las uñas de la actriz estaban bien pintadas. Detalles a los que conscientemente me rehusé porque quiero que quede la sensación de que el singani no es ni para algunos ni para todos; es para cualquiera, como el teatro, según Javier Daulte, gran director y dramaturgo.

— ¿Cómo se funde el singani con tu trabajo en el teatro?

— Tengo que admitir y agradecer que la mística de mi singani está construida también por quienes me acompañan de buena voluntad a hacer las publicidades, donde participan desde la técnica o desde la actuación. Son grandes valores como Coco Toro, Mizkicho Valverde, Pedro Grossman, Diego Massi, Javier Badani, Ale Molina, Eric Calancha, Nicole Terrazas, Francia Oblitas, Ale Viviani, Carlos Guzman y Alejandra Sanzetenea, todos ellos del teatro o el cine. Este apoyo es una evidencia de que el teatro y el singani tienen que ver y pueden conversar saludablemente a través de nosotros, que somos honestamente felices con las cosas sencillas.

La publicidad de Tonelito de Gorna apela a la vida bohemia, a la fantasía y al arte.

— ¿Cuál ha sido la recepción en La Paz?

— Creo que la gente aprecia mi singani por las demostraciones de cariño que hacen al comentar su experiencia, muchas veces con palabra llenas de poesía y auténticos deseos de que me vaya bien. Una vez, por ejemplo, en el comprobante de una transferencia pusieron como referencia: “pago de trago rico”. También me mostraron los lugares donde guardan sus botellas, los tragos que  preparan o sus maneras de consumirlo, como el estilacho sublingual de Luis Bredow o el sorbo a sorbo sostenido de Fernando Figueroa.

Como es un singani artesanal, la venta es de tú a tú. Se puede pedir por la página en Facebook e Instagram o al WhatsApp 72141212. En Rayuela, El Bestiario o Casa de Piedra en La Paz, les pueden hacer con Tonelito de Gorena un rico traguito.

Texto: Miguel Vargas

Fotos: Archivo Tonelito

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Diseños desde Oruro para el mundo

Pinky Arias combina la arquitectura con la moda para crear sus propuestas para grupos folklóricos

/ 4 de febrero de 2024 / 07:07

La arquitectura se unió al diseño de modas en la vida de Pinky Arias gracias al Carnaval. Durante sus estudios universitarios, ella comprendió que su carrera es madre del diseño. “En ella se estudia la antropometría y la sensibilidad del ser humano, siendo estas las bases para diseñar un singular vestuario, ya que es un ser humano quien habitará cada una de las prendas”, recuerda Pinky Arias, que este año vuelve a llevar la imaginación y sus conceptos desde su atelier en Oruro a las calles de su ciudad para la celebración del Carnaval.

Pinky Arias nació el 20 de septiembre de 1978. Arquitecta de profesión y diseñadora de modas para ambos sexos, ha bebido desde niña de la influencia folklórica de la fiesta que en 2008 fue inscrita en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco. “El minimalismo, donde “o menos es más, y la riqueza cultural histórica es la fuente de inspiración para mis diseños”, expone la creadora.

El Carnaval en Oruro se siente en el aire, y en estos días previos a la fiesta, el trabajo para Pinky es desafiante. Creció junto a sus nueve hermanos, siete mujeres y dos varones, fruto de padres orureños, artistas y artesanos.

En diciembre de 2008 fue que abrió su atelier Pinky Moda y Arte, donde hace diseño de decoración interior y mobiliario. Su imagen corporativa causó impacto y su popularidad fue inmediata, naciendo así una de las casas de moda más significativas de la ciudad de Oruro.

Otoño-Invierno Primero lo nuestro (mayo, 2009) y Primavera-verano De rosa a fcsia y punto (septiembre, 2009) fueron las primeras colecciones. Para enero de 2011 creó su Calendario del Carnaval de Oruro, en formato de lujo, con siete fotografías de trajes de antaño y trajes actuales elaborados en su taller.

En noviembre de 2012, ya en pasarela, presentó la colección Tridimensión de colores y le siguieron Obras a mano alzada (2013), 7 placeres (2015), Kiswara (2016) y Foklor art (2018), entre muchas otras presentaciones en Oruro, Cochabamba, Sucre, Potosí, Beni, Santa Cruz y en Chicago, Estados Unidos.

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Si bien el atelier diseña y confecciona durante todo el año vestidos de gala, de novia, de quinceañeras, trajes dos piezas, abrigos, vestuario para niñas y organiza sus colecciones, se ha especializado en la creación de vestuario para las figuras y ñaupas de la morenada, trajes de china supay de la diablada y trajes de caporal.

El tiempo apremia. El nerviosismo por la llegada del Carnaval empezó en octubre de 2023, cuando se concentró en elaborar la prendas que lucirán los danzarines de diferentes conjuntos este año. “Nuestro atelier en esta época maravillosa en la ciudad de Oruro respira Carnaval”, dice.

Algunos de los trabajos del atelier de

La orureña Pinky Arias es arquitecta y diseñadora de modas.

“Ostentosas corsetería de china morena, tentadoras polleras de la china supay, el encanto de la blusa de la Negra María Antonieta, las capas dimensionales de los Siete pecados capitales que brillan en pedrería y swarovski, el encuentro de mostacilla-lentejuela/canutillo-perla de los tocados para las tobas, al son de cascabeles y dragones en oro milan, posando en un entallado enterizo de macho caporal y una elegante coqueta charretera de kullawada en cuentas rojo, amarillo y verde componen un nuevo cuadro de tendencia tridimensional que, puntada a puntada, y hecho con amor a mano, medida y personalizado; brillarán en esta Obra Maestra del Patrimonio Oral e intangible de la Humanidad”, describe con orgullo.

Texto: Miguel Vargas

Fotos: Pinky Arias moda y arte

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Barbie andina y un Milei ‘coquette’, en La Razón de Alasita

El periodiquito, con todas las secciones, circula este sábado. Su precio es de Bs 4

Portadas de La Razón y sus suplementos de Alasita

/ 20 de enero de 2024 / 07:23

Bolivia compra el Banco Central de Argentina, Del Castillo crea un equipo militar de élite con influencers, yatiris tomarán las decisiones judiciales… Unas veces descabelladas, otras demasiado cercanas a la realidad: así son las noticias de Alasita.

El tradicional periodiquito de La Razón rebosa de humor, ironía, picardía e identidad. Este “ejemplarcito” reúne en sus páginas los titulares más sonados del año.

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Alasita

La definición de la jefatura del MAS en un realitity show, la “guerra santa” de Camacho por el control de Santa Cruz, la inclusión de las vacunas en el desayuno escolar o la creación del dólar plurinacional son algunas de las principales noticias.

Escape contará el rodaje de la película de Eva “Barbie” Copa y cómo los animales de los parque nacionales han decidido vengarse y quemar las ciudades. El Financiero relatará los acuerdos del presidente Arce con el Banco de la Fortuna, mientas Energías y Negocios anunciará el cambio de rubro del Tío de la Mina: buscará oro.  

La pobreza anunciada del club Bolívar y el premio en canchitas de Messi estarán en Marcas.

Ocho “cuerpitos” son los que ofrece este periodiquito por Bs 4. ¡A reír!

(20/01/2024)

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Iván Cáceres: Bolivia destaca en la Bienal SACO

El artista contemporáneo paceño ha sido uno de los seleccionados por el encuentro de arte celebrado en Antofagasta, Chile

Por Miguel Vargas

/ 31 de diciembre de 2023 / 07:13

Este 2023, la Bienal SACO seleccionó a los artistas Catalina Huala (Chile), Daniela Avelar (Brasil), Iván Cáceres (Bolivia), María Celeste Gómiz (Argentina), Milagros Bedoya (Perú) y Sandy Gutkowski (Argentina) para montar la muestra Golpe en el Muelle Histórico Melbourne Clark, en Antofagasta, Chile, como parte de la bienal. El artista contemporáneo boliviano fue elegido para montar la obra Medrosidad, una instalación con láminas reflejantes color negro junto con una escalera metálica tubular, que simulan el miedo de las personas al verse espejadas y que en apariencia invita a sumergirse en ella y al temor al cambio y al golpe que causa.

Golpe es el nombre de esta muestra que explora el concepto de esta palabra en su acepción de toma violenta del poder o insurrección. “¿Era la manzana del Génesis la causa de la primera rebelión? El gesto de desobediencia conduce a la pérdida de la ingenuidad, inherente al proceso de maduración. El motín contra el orden viene entonces según la tradición occidental de parte de la mano femenina, cambiando para siempre con una mascada el estéril paraíso en una existencia de carne, voluntad y emoción. El precio de cada revolución es alto y los cambios irreversibles. Los efectos del conocimiento siempre conllevan sorpresas. Como el sabor de primera la manzana”, se expresa en el texto curatorial.

“El golpe tampoco es el fin del mundo, aunque lo puede parecer para los que han sido intimidados. Después de levantarse viene un largo periodo de volver a la anhelada normalidad, lo que se representa en superar el trauma y buscar la justicia. Ambos procesos raramente resultan satisfactorios, pues sus energías operan en direcciones opuestas: el primero desea olvidar, mientras que el segundo promete no hacerlo nunca.

Frente a los golpes y terrorismos de Estados y dictadores, los pueblos cuentan con diversas estrategias de resistencia física y simbólica. En la primera pueden aportar solo los que están en el campo de batalla. En la segunda todos podemos participar. El espíritu de cada levantamiento se plasma en los lenguajes que los artistas consideren más adecuados para captar las ideas de la sociedad oprimida. La solidaridad tiene tanto formas de medicamentos como de poemas. No hay nación que no haya experimentado un terrorismo del poder, militar, racial o religioso. No importa qué tan lejos estemos físicamente de los que hoy resisten, la experiencia universal de ser víctima del golpe y la opresión, nos permite generar resonancia y crear para el otro”.

Medrosidad, la obra de Iván Cáceres (1976, La Paz) es una escultura que plantea una aproximación a la arquitectura y su psicología. “Un espejo deja fluir el reflejo de un miedo incontrolable del cambio brusco, crea las orillas circulares de lo cíclico, las vuelve de un modo más primitivo. La tierra abre su boca, la sensación destructiva se convierte en una sensación de un leve ingreso hacia el caos, un golpe del cambio, el paso definitivo hacia un negro y placentero cambio circunstancial”, describe el artista.

'Medrosidad', en el Muelle Histórico Melbourne Clark.
‘Medrosidad’, en el Muelle Histórico Melbourne Clark.

Consiste en una lámina de alquitrán que simula el miedo reflejado de las personas al cambio brusco junto con una escalera metálica cromada tubular que invita a sumergirse en ella, al miedo al cambio al golpe que causa.

El artista boliviano presento además dos performances espontáneos dentro del marco de la bienal: Una planicie cambiante como la paciencia y El punto y la i, pis de cobre. Malgorzata Kazmierczak, crítica de arte y jurado de la convocatoria internacional de la Bienal SACO, se refirió a ambas propuestas en la revista especializada en arte contemporáneo Artishock. “Iván Cáceres (Bolivia) hizo dos acciones casi completamente invisibles. Una de ellas fue Una planicie cambiante como la paciencia, en el Valle de los Meteoritos en el desierto. Simplemente se desnudó y se puso una gran piedra en el cuello. Al agachar la cabeza, construyó una imagen de un hombre sin cabeza: significativa, sencilla y conmovedora. Al mismo tiempo, gracias a la luz específica y a la elección del lugar, se hundió en el paisaje de una manera muy sutil y respetuosa. La vulnerabilidad del cuerpo desnudo contrastaba con la naturaleza cruel y abrumadora. Refiriéndome de nuevo a la película de Guzmán: ‘No hay nada, no hay insectos, no hay animales, no hay pájaros. Sin embargo, está lleno de historia’”.

“Quién no tiene en su corazón un habitable mundo de silencios, lenguas confundidas dentro de la gran curva bajo tierra. Construyo en mí mismo, piedra sobre piedra, una de ellas, la más plana, aplasta, es la misma naturaleza, como el vapor, todo respira nuevamente ¡Cuánto tiempo llevo construyéndote!”, escribió el autor en torno a la obra. “A cada recuerdo transportaba piedras en la nuca doblando el cuerpo, de la cima a la cima de tus muros, y veía en la punta blanca incubada por las estaciones una planicie cambiante como la paciencia, mezclas de humos. Todo lo que hacen los bosques, los ríos o el aire entraron entre estos muros que creen cerrar la aparente estancia, sólo tengo un techo de cielo, limpio de cuatro muros curvos de piedra”.

Hacia el final del texto, Cáceres reflexiona: “En este encuentro entre la orilla, ¿cómo el hombre se pierde  en la fractura del suelo? ¿Por qué dejan de pertenecer, de ser? El hombre se pierde al querer salir de sí mismo, lleno de limitaciones, no de pertenecer sino de dejarse ser, como no desear llenar ese vacío con el cuerpo, ser tierra en abundancia y la imposibilidad de la materia hace que podamos presentir, ayudar en el cumplimiento de llenarla con el aliento de los sueños (…) Ha quedado el polvo suspendido, pálidas nubes se hicieron más pesadas sobre el suelo y permanecí en paralelo al cielo, paso a paso en la noche, he gozado así de la solidez”.

La performance ‘El punto y la i, pis de cobre’.

Malgorzata Kazmierczak menciona también la otra acción “invisible” de Cáceres: El punto y la i, pis de cobre. “Invisible, porque la completó muy temprano por la mañana, durante su recorrido matinal por la costa, cuando aún está ocupada, en su mayor parte, por gente que vive en tiendas de campaña. El artista habló con esas personas y descubrió que una de sus mayores preocupaciones es vivir en un lugar contaminado con cobre condensado. Cáceres se desnudó e intentó abrazar los contenedores y, de nuevo, orinó delante de ellos para que, como comentó sobre su propio performance, ‘los desechos del cuerpo sean devueltos’.

El contexto del puerto, los contenedores que formaban una especie de instalación que escondía el material cuya extracción causa tanto daño al medio ambiente y a las personas, y de nuevo la vulnerabilidad del cuerpo humano, fueron muy significativos. Cabe mencionar que los performances de Iván Cáceres se desarrollan de forma natural, cuando siente el momento de inspiración, y no le importa el público ni las cámaras. Lo que le importa es el aquí y el ahora, que es la esencia del arte del performance”.

“Cómo despertar la ira para ver a los vivos, estar haciendo de partero aquel oficio del preguntar, a través de las preguntas para obtener una respuesta, que es al mismo tiempo otra pregunta para seguir naciendo. En el sector costero reúno texto de gente indigente y gente antigua de miradas y palabras. ¿Por qué reunirlos de entrevistas que se han producido a lo largo de décadas? Porque a veces las conversaciones duran tanto que ya no se sabe si son conversaciones de paz o de guerra”, apunta Cáceres.

‘Medrosidad’.

“Es verdad que es inseparable de una cierta cólera contra su época, pero también nos garantiza serenidad. Ello puede implicar grandes batallas interiores (idealismos-realismos, etc.), pero son batallas irrisorias. Empezar el dialogo es preguntar a los que habitan, entre muchas historias, las más relevantes; tocan en su pensamiento el vivir contaminado de cobre condensado, la columna deformada, los ojos desorbitados y generaciones trajinando el mundo. Contener, retener y no deshacer es simplemente aplastado y estrujado, aislado; para los de olfato más atenuado, poner el punto y la i es hacer pis en el cobre, los desechos del cuerpo son devueltos en los suyos, una rueda de escala humana. Me desnudo y abrazo los contenedores y orino en ellos”.

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Texto: Miguel Vargas

Fotos: Bienal Saco

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