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El músico total

Elton John dijo de él en 2004: “Es el mayor cantautor del planeta”. En aquellos tiempos, Rufus Wainwright ya llevaba dos tercios de su vida en los escenarios. Hijo de cantantes de folk, nació en 1973 y a los 6 años tocaba el piano; a los 13 salía de gira y a los 14 actuaba, cantaba y componía para la película canadiense Tommy Tricker. A los 25, fue artista del año para la prestigiosa revista Rolling Stone. En la travesía de los 30 se casó con un hombre, tuvo una hija con su amiga Lorca Cohen (hija de Leonard). Amplió su mundo de trovador de voz, piano y guitarra a las grandes orquestas y los teatros de ópera, donde da rienda suelta a sus demonios con un lirismo exquisito y un desbocado gusto musical. Hoy, a los 42, Wainwright es mucho más que un cantautor pop; es el músico total.

— ¿No es disparatado escribir óperas en el siglo XXI?

— Sí, es una locura, pero también tiene su lado fantástico. En unos tiempos en que el pop es tan comercial, tan predecible, la juventud necesita un entorno musical más profundo. Son retos que se han hecho antes también. Wagner compuso El anillo del nibelungo cuando las orquestas ni siquiera sabían tocar ese tipo de partituras. Hay una gran tradición en la ópera de crear lo imposible, de luchar contra los elementos, y ahora es una buena época para ir contra el statu quo. Para ser un verdadero compositor de ópera necesitas como mínimo haber escrito tres. Ya hice Prima Donna. La próxima es Adriano, sobre la novela de Marguerite Yourcenar, pero si no es tan buena como Prima Donna, tal vez no escriba ninguna más. Se tarda mucho en escribir una ópera. Tengo 42 años y no puedo dedicar tanto esfuerzo a algo que no sea bueno.

— ¿Cómo se pasa de componer una canción pop de tres minutos a una ópera de tres horas? Porque, además, no solo ha compuesto la música de Prima Donna, sino que ha escrito el libreto, ha pensado en caracteres, en la escenografía…

— Es muy diferente, sí. Es raro. Tienes que aislarte de la realidad y conseguir que también se aísle el público. Se trata de engañarle con los ingredientes para que no se dé cuenta del tiempo. Cuando compongo ópera tengo que pensar en la vida de los otros, de los personajes, y eso es más difícil. El personaje tiene que sentirse bien dentro de lo que estás componiendo. En cambio, cuando escribo una canción hablo de mi vida.

— La crítica fue buena en otro de sus retos, la musicalización de 25 sonetos de Shakespeare para la Berliner Ensemble Orchestra.  

— Eso lo hice con el escenógrafo Bob Wilson. Era muy distinto, porque se trataba de musicar poesía y la producción escénica de Wilson tenía una gran importancia. El mundo de la ópera es más fanático; o te adoran o te odian, no hay término medio. Y tiene sentido, porque es un arte muy intenso.

— Ha grabado siete ambiciosos discos con buenas críticas y pésimas ventas.

— Muchas veces desearía convertirme en un músico más comercial, concentrarme en canciones de pop y ser más aceptable, más famoso, pero no puedo de repente borrarlo todo. Para mí la música tiene que tener sentido, ser un desafío. No puedo engañarme y convertirme en lo que no soy. Me gusta el punk, el trash y la música electrónica, aprecio los conciertos de la gente joven, pero en cuanto pienso en utilizar un sintetizador lo que deseo es un chelo.

— Irónicamente, su gran éxito comercial es su versión del Hallelujah, de Leonard Cohen, para la película Shrek, y su canción The Maker Makes en la cinta Brokeback Mountain.

— Hallelujah puede cubrir varias carreras de intérpretes. Le ha dado éxito a mucha gente, como John Cale o Jeff Buckley…, y a mí. Si solo fuera por el dinero, las bandas sonoras estarían bien, pero en el mundo del cine la música está al final de las exigencias, te conviertes en el chico de la música, y en Hollywood todo suena igual. No me parece un trabajo atractivo.

— Usted declaró su homosexualidad siendo un adolescente, cuando no era fácil, y ahora es un gran activista por la igualdad de derechos.

— Entonces era muy diferente. No había matrimonio homosexual, había sida, era realmente horrible. Por tanto, ahora que tengo 40 años, es bueno ver que estoy casado, que tengo una niña… Me emociona personalmente, pero veo hombres mayores gais que es gente verdaderamente triste, que no ha podido tener nada de todo esto. Ven a la gente joven y se alegran por nosotros, pero dicen que les hubiera gustado casarse y tener hijos. Ni siquiera pensaron nunca que pudieran llegar a tener esa posibilidad. Es realmente triste. Pero el mundo está cambiando.